Reflexión desde las Lecturas del III Domingo de
Adviento Ciclo A
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
El desierto florecerá (Is 35, 1-6. 10)
El desierto florecerá. He aquí la
intensidad de la esperanza que la Iglesia quiere infundir en nosotros
mediante las palabras del profeta. Nosotros solemos esperar aquello que nos parece
al alcance de nuestra mano. Sin embargo, la verdadera esperanza es la que
espera aquello que humanamente es imposible. Debemos esperar milagros: que el
desierto de los hombres sin Dios florezca en una vida nueva, que el desierto
de nuestra sociedad secularizada y materialista reverdezca con la presencia
del Salvador.
Estos son los signos que Dios quiere
darnos y que debemos esperar: que se abran a la fe los ojos de los que por no
tenerla son ciegos, que se abran a escuchar la palabra de Dios los oídos
endurecidos, que corra por la senda de la salvación el que estaba paralizado
por sus pecados, que prorrumpa en cantos de alabanza a Dios la lengua que
blasfemaba... Si esperamos estos signos, ciertamente se producirán, y todo el
mundo los verá, y a través de ellos se manifestará la gloria del Señor, y los
hombres creerán en Cristo, y no tendrán que preguntar más: “¿Eres tú el que
ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11, 1-11).
El que tiene esta esperanza se siente
fuerte y sus rodillas dejan de temblar. Pero el secreto para tenerla es mirar
al Señor. La palabra de Dios quiere clavar nuestra mirada en el Señor que
viene y dejarla fija en su potencia salvadora: “¡Animo! No temáis. Mirad a
vuestro Dios que viene...
2.
PRIMERA LECTURA
Is 35, 1-6. 10
Para la Jerusalén del postexilio viene una serie de bendiciones y
buenos augurios como prosperidad, felicidad e integridad física, presididas
por el progreso espiritual y la capacidad de andar nuevamente por la senda
del Señor.
Lectura del libro de Isaías.
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y
florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa
en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del
Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro
Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados: “¡Sean fuertes, no teman: ahí está su
Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos”.
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los
sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos
gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión
con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el
gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios.
2.1 Transformación de la naturaleza y la
esperanza de los hombres.
El profeta
Isaías presenta el cuadro deslumbrador de los tiempos mesiánicos en la tierra
de Israel, transformada en el más bello de los vergeles. La imaginación
poética no tiene límites en esta descripción, y la amplificación es llevada
hasta el extremo. En realidad, todo este cuadro deslumbrador no es sino un
pálido reflejo de la realidad sobrenatural del mundo de la gracia en los
tiempos mesiánicos, y si la naturaleza material no se transformó con el
advenimiento del Mesías, el alma de los ciudadanos de la nueva teocracia
mesiánica recibió un germen divino que va transformando como un fermento la
humanidad. De ahí que podemos decir que las descripciones arrebatadoras de
los profetas se quedaron cortas respecto de la grandeza y belleza de los
tiempos mesiánicos.
Palestina,
tierra tradicionalmente árida como el desierto y la estepa, “Regocíjense
el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa” se
revestirá de exuberante vegetación, adornada de narcisos y de flores de toda
clase; “Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de
júbilo!”, pudiendo competir en feracidad con la gloria del Líbano, la
magnificencia del Carmelo y del Sarón; “Le ha sido dada la gloria del Líbano, el
esplendor del Carmelo y del Sarón”, regiones famosas por su pujante
vegetación de todas clases: el Líbano con sus cedros, el Carmelo con sus
fértil pastos y Sarón con su colorido de flores a lo largo de la costa desde
Haifa al Carmelo. Los futuros ciudadanos; “Ellos verán la gloria del
Señor, el esplendor de nuestro Dios”, serán testigos de esta manifestación gloriosa
del Señor, nuestro Dios: el profeta se pone en la perspectiva de los futuros
israelitas, ciudadanos de la nueva teocracia.
Se desprende de
las lecturas bíblicas, que los contemporáneos del profeta estaban
apesadumbrados y pesimistas, sumidos en la mayor debilidad por efecto de
tantas calamidades. Esta profecía, pues, no tiene otro fin que fortalecer a
los temerosos “¡Regocíjense… que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!...
Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a
los que están desalentados” con la esperanza de la pronta
manifestación del Señor.
La venida de
Dios traerá la salvación y la liberación definitiva. Su aparición será el
principio de una transformación de los hombres y de la misma naturaleza. Nada
defectuoso formará parte del nuevo estado de cosas, pues todo el que esté
tratado será automáticamente corregido en su defecto: “Entonces se abrirán los ojos
de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido
saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Todo
esto se cumplió materialmente en las curaciones realizadas por nuestro Señor
Jesucristo, el Mesías ansiado de los profetas. Con todo, la imaginación
profética no siempre se atiene a la realidad desnuda, sino que va sembrando
esperanzas y, en ansias del futuro, se desborda en imágenes que muchas veces
no tendrán realidad histórica; pero el mensaje sustancial de loa profecías
permanece, es decir, su contenido espiritual.
En esa
naturaleza transformada del desierto; “tierra reseca” habrá una vía santa
o calzada sagrada para los peregrinos que retornen a Sión; “entrarán
en Sión con gritos de júbilo”. Se llama santa porque nada pecaminoso
o impuro podrá transitar por ella. Por otra parte, será una avenida sagrada
tan clara y sin obstáculos, que ni los más simples se extraviarán; y para
facilitarles el viaje y hacerles agradable el itinerario brotarán estanques y
fuentes a lo largo de ese desierto transformado. Las fieras y chacales,
moradores del desierto, no les harán daño alguno, ni se acercarán a esa vía
sacra por donde han de pasar los redimidos, o repatriados, camino de
Jerusalén. “Volverán los rescatados por el Señor”, darán gritos de
júbilo y adornarán sus cabezas, como era usual, para manifestar la alegría
cuando divisen la ciudad santa de Sión. Con esta descripción deslumbradora; “entrarán
en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los
acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.”
3.
SALMO Sal 145,
6-10
El
Salmo 145 nos invita a la alabanza divina, ¡Alaba al Señor alma mía!, pues el
“Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos,
libera a los cautivos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se
doblan, ama a los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a
la viuda... El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad”.
Tengamos total confianza en Él.
R. Señor, ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia
a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos.
R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que
están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano ya la viuda y entorpece el camino de
los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de
las generaciones. R.
3.1
LA PROVIDENCIA DE DIOS.
En
esta bella composición poética se contrapone la suerte del que confía en el
hombre y la del que confía en Dios. Sólo Dios merece la confianza
del hombre.
Con
frases redundantes, el salmista inicia su poema exhortándose a sí mismo a
alabar al Señor, “¡Aleluya! Alaba, alma mía, al Señor. Alabe yo a
al Señor en mi vida, cante salmos a mi Dios mientras exista”. La
idea central del salmo es la confianza en Dios, de quien únicamente puede
venir el auxilio seguro al ser humano. En consecuencia, es inútil confiar en
poderes humanos, por muy altos que sean, pues los mismos príncipes dejan de
existir y después de la muerte no pueden prestar ayuda a nadie. Sólo el Dios
de Jacob puede inspirar verdadera confianza, pues es el mismo que ha formado
los cielos y la tierra, y, por otra parte, es fiel a sus promesas do
protección a sus devotos. Especialmente muestra su solicitud y favor con los
necesitados: los oprimidos, los hambrientos, los ciegos, los peregrinos, los
huérfanos y las viudas. “El Señor abre los ojos de los ciegos y
endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a
los extranjeros. Sustenta al huérfano ya la viuda y entorpece el camino de
los malvados.” Ese Dios providente y justo tiene su morada
en Sión y desde ella mantiene su dominio por la eternidad. El salmista no
menciona las promesas de engrandecimiento hechas a la ciudad santa, pero, conforme
a los vaticinios proféticos, exalta la situación privilegiada de Jerusalén,
centro de la teocracia hebrea. “El Señor reina eternamente, reina
tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones”.
4.
SEGUNDA LECTURA
Sant 5, 7-10
Esta parte de la
carta es un llamado a conservar la paciencia y la perseverancia en medio de
las pruebas. Ahora no es el tiempo de la cosecha, dice el autor, pero sí de
la espera paciente y vigilante para garantizar buenos y abundantes frutos de
vida.
Lectura de la carta de Santiago.
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor.
Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando
pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera.
Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima.
Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren
que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de
paciencia a los profetas que hablaron en Nombre del Señor.
Palabra de Dios
4.1 “Tengan paciencia, hermanos, hasta que
llegue el Señor”
Comprende esta
carta una recomendación de soportar con paciencia la opresión de los
poderosos. Santiago nos presenta las recomendaciones a los cristianos en las
diversas circunstancias de la vida, y especialmente en las enfermedades. Y,
por último, Santiago termina su carta persuadiendo a todos a trabajar por la
conversión de los pecadores.
Después de
reprochar severamente las injusticias de los ricos, se vuelve a los pobres
oprimidos — debían de ser la mayoría —, recomendándoles la paciencia, porque
la venida del Señor y el día en que ha de dar a cada opresor el escarmiento
merecido llegarán pronto e infaliblemente, por eso insiste; “Tengan
paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor”, entonces cesará el
escándalo de la prosperidad de los impíos y la injusticia será castigada.
Santiago, más bien que incitar a la revolución social, pide a los fieles que
esperen la sanción divina.
El autor sagrado
está convencido de que la parusía del Señor restablecerá el orden perturbado.
Los pobres recibirán el premio de su paciencia y los opresores recibirán el
castigo merecido por sus injusticias. La venida del Señor no constituye
motivo de preocupación para los fieles, sino más bien motivo de confortamiento.
Esto lo demuestra claramente la pequeña parábola que pone a continuación para
ilustrar la exhortación. “Miren cómo el sembrador espera el fruto
precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias
del otoño y de la primavera”. Lo mismo que el labrador, que aspira a
recoger los frutos de la tierra, espera con paciencia la llegada del tiempo
oportuno para que caigan las lluvias tempranas y las tardías, así también los
cristianos oprimidos han de esperar que el Señor, con su venida, realice sus
más íntimos anhelos; “Tengan paciencia y anímense, porque la
Venida del Señor está próxima”. El pensamiento de la parusía o juicio, que
debía causar terror a los ricos, era un consuelo para los fieles pobres. La
perspectiva escatológica de Santiago permanece vaga, aunque considera la
parusía como próxima.
En espera de la
llegada del Señor, Santiago impulsa a practicar la caridad fraterna. “Hermanos,
no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados”. La
llegada del Juez es tan cierta; “Miren que el Juez ya está a la puerta”
y tan próxima, que los fieles no deben dejarse llevar de la impaciencia o de
faltas contrarias a la caridad, que les pudieran conducir a recriminaciones
juicios temerarios contra los miembros de la comunidad o a merecer una severa
sentencia del justo Juez; “para no ser condenados”.. Los
cristianos han de tolerarse mutuamente los propios defectos: “Ayudaos
mutuamente — dice San Pablo 23 — a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis
la ley de Cristo.”
El autor sagrado
dice a sus lectores que han de tomar como ejemplo a los profetas, que tanto
sufrieron de sus correligionarios por la justicia y por la predicación de la
verdad; “Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que
hablaron en Nombre del Señor”. Los sufrimientos de los profetas constituyen
un ejemplo citado frecuentemente en las catequesis. El profeta paciente por
excelencia era Jeremías. Pero también tuvieron mucho que sufrir Amos, Oseas,
Elías, Isaías, Daniel. Algunos de estos profetas sufrieron incluso prisión y
otros llegaron hasta soportar una muerte cruel por causa del Señor. Pues
bien: si hombres tan santos y amados de Dios, como eran los profetas,
tuvieron que sufrir tanto, esto ha de valer para animar a los fieles, porque,
si sufren, es señal de que Dios los ama como a sus siervos los profetas.
También el ejemplo de paciencia de Job ha de servir a los fieles para
infundirles ánimos y para que puedan perseverar hasta el momento en que el
Señor tenga misericordia de ellos, como la tuvo de Job. Al fin, también les
dará, como dio a Job, el premio de su paciencia, porque el Señor es compasivo
y generoso. Nuestro Señor también había dicho: “Y seréis odiados de todos por
causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.” (Marco 13,13) Y Santiago promete la corona
de la vida al que soporte la prueba con paciencia.
5.
EVANGELIO Mt 11,
2-11
A la pregunta
del Bautista “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”,
Jesús responde sobre su persona y su misión, no teorizando, sino señalando
los milagros y signos realizados que tienen como destinatarios al pobre y al
excluido: los ciegos ven los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los
sordos oyen, los muertos resucitan, y los pobres reciben la Buena Noticia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras
de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que
ha de venir o debemos esperar a otro?” Jesús les respondió: “Vayan a contar a
Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los
leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena
Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo
de tropiezo!” Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a
hablar de él a la multitud, diciendo: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una
caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con
refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los
reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que
un profeta. Él es aquél de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero
delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún
hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el
Reino de los Cielos es más grande que él”.
Palabra del Señor.
5.1 ERES
TÚ EL QUE HA DE VENIR O DEBEMOS ESPERAR A OTRO
El Bautista
estaba en la cárcel. Estaba en un palacio-fortaleza de Herodes Antipas, en el
mar Muerto. Allí debió de tener una prisión en condiciones especiales: “pues
Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y
al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto”. (Mc 6:20), y en
donde recibía la visita de sus discípulos. Allí “oyó,” precisamente por sus
“discípulos,”: “Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias” (Lc
7:18). En la perspectiva de Mateo, deben de ser los milagros relatados y sus
enseñanzas.
Y por dos de sus
discípulos envió a Jesús un mensaje: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro?”, y manda a preguntar, de modo como si fuera a un
futuro inminente: “Eres tú el que ha de venir”. Se puede pensar que la
pregunta, era para que dijese si era (Jesús) el Mesías.
5.2 VAYAN
A CONTAR A JUAN LO QUE USTEDES OYEN Y VEN
La respuesta de
Jesús es: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven”. En el
Evangelio de Lucas se relata que: “En aquel momento curó a muchos de sus
enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos”.
Estas curaciones concretas, hacen ver que era la obra del Mesías, tal como la
describía Isaías: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las
orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la
lengua del mudo lanzará gritos de júbilo.” (Is 35:5.6)
Esta era la
respuesta que Jesús daba, más que al Bautista, a los enviados y, por medio de
ellos, al círculo de celosos seguidores de Juan Bautista. Por eso les añadió:
“¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!”, esto es
bienaventurado “el que no se escandaliza de mí.” Pues no respondía la figura
de Cristo al concepto ambiental farisaico deformado sobre el Mesías. “Este no
expulsa los demonios más que por Belcebú, Príncipe de los demonios” (Mt 12 22-23).
5.3 ¿POR
QUÉ MOTIVO ENVIÓ EL BAUTISTA ESTOS DISCÍPULOS SUYOS CON ESTE MENSAJE A
CRISTO?
Entonces estos
discípulos, ¿regresan convencidos?, por lo que sabemos ellos tenía una cierta
resistencia a seguir a Jesús; “Entonces se le acercan los discípulos de Juan
y le dicen: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no
ayunan?” (Mt 9, 14). Por tanto nos preguntamos: ¿Por qué motivo envió el
Bautista estos discípulos suyos con este mensaje a Jesús? De una gran
cantidad de hipótesis, pensamos que Juan Bautista no envía sus discípulos a
Jesús para que le responda a él, quitándole su incierta duda, sino para que
haga desaparecer la incertidumbre a sus discípulos.
Lo cierto es que
cuando el Bautista envía a sus discípulos a preguntar a Jesús, el estaba
recluido, evidentemente estaba en una situación donde una persona se ve más
necesitada de Dios, pero Juan había anunciado la venida de Jesús, "Este
es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (Jn 1,29). Es
decir Juan conocía muy bien quien era Jesucristo. Pero él sabe que va a
morir, entonces desea que sus discípulos no tengan dudas, y los manda para
que sean testigos de las maravillas del Señor, para que aprendan además
directamente de los mismos labios de Jesús.
5.4 TODAS
LAS COSAS QUE HACE JESÚS, NOS MUESTRAN QUE EL ES DIOS.
Jesús conoce el
propósito de Juan, y para que a todos les conste, en esa misma hora sanó a
muchos enfermos, como una mejor prueba para los enviados. Por lo tanto, no se
contentó con responderles por medio de palabras, sino que les contestó por
medio de obras. Esto es lo que llamamos, “Hechos y no palabras”, Entonces
respondió a los enviados: “Vayan a contar a Juan lo que han visto y
oído”. Jesús, se define por su obrar, esto es su respuesta son sus
obras, los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados
y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anuncia da a
los pobres. Todas las cosas que hace
Jesús, nos muestran que El es Dios.
Toda la obra
milagrosa de Jesús, era la que había anunciado el profeta Isaías, (Is. 35,
4-5) “Decid a los de Corazón apocado: "¡Fortaleceos; no Temáis! He Aquí
que vuestro Dios viene con venganza y Retribución divina. El mismo Vendrá y
os Salvará." “Entonces Serán abiertos los ojos de los ciegos, y los
Oídos de los sordos se Destaparán”.
O como en el
Salmo (Sal 145, 8-8), donde cantamos: “El Señor mantiene su fidelidad
perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a
los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de
los malvados. El Señor reina eternamente”.
5.5 NO HA
NACIDO NINGÚN HOMBRE MÁS GRANDE QUE JUAN EL BAUTISTA.
Así es como en
algunos relatos evangélicos se acusan los celos de los discípulos de Juan
ante ese prestigio y obra de Jesús, (Mt 9:14-17; Jn 3:23-26). Sin embargo ya
en otras dos ocasiones el Evangelio muestra al Bautista encaminando a sus
discípulos a Cristo; “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha
puesto delante de mí, porque existía antes que yo. (Jn 1:29-30) o bien: Es
preciso que él crezca y que yo disminuya. (Jn 3:30).
Por otra parte,
si la grandeza del Bautista queda ya expresada con la aplicación de esta cita
de Malaquías: He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante
de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis” (Malaquías 3,1), aún se resaltará
terminantemente con las palabras de Jesús. “Es el mayor entre los nacidos de
mujer”. En la redacción casi idéntica del lugar paralelo en Lucas donde se
dice que no hubo “profeta mayor” que el Bautista. Pero el texto de Mateo da
suficientemente al pensamiento al decir que es más que un profeta. Los
profetas hablaban del Mesías “desde lejos,” Juan lo ve y lo presenta a
Israel. Lo hace por su dignidad profética de precursor.
Así, Juan es,
metafóricamente, el Elías que ha de venir, por eso
“todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan”. Con él termina la
preparación, y con Jesús comienza el ingreso en el reino.
5.6 Y SIN
EMBARGO, EL MÁS PEQUEÑO EN EL REINO DE LOS CIELOS ES MÁS GRANDE QUE ÉL
Pero se diría
que el pensamiento polémico-apologético sobre la dignidad de Jesús y su obra
se vuelve a acusar. Si el Bautista es el “mayor” profeta por su dignidad de
precursor, el ingreso y pertenencia del “menor” en el reino es “mayor que
Juan Bautista”; pues entre una función carismático-profética y preparatoria
para el reino y la incorporación al mismo, la superioridad está por éste. Era
Elías por su papel, conforme a la profecía de Malaquías, y lo era porque tenía
“el espíritu y el poder de Elías” (Lc 1:17).
A este ingreso
en el reino, preparativamente contribuyó el Bautista. Lucas cita esto mismo
en otro contexto en forma más clara: “La Ley y los profetas llegan hasta
Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios, y
todos se esfuerzan con violencia por entrar en él.” (Lc 16:16).
5.7 JUAN
BAUTISTA, MAS QUE UN PROFETA
Jesús, hace el
elogio del Bautista, prisionero por testimoniar la verdad. Es el modelo de la
fidelidad a su misión y de su dignidad. Los evangelistas transmiten con una
viveza extraordinaria las palabras de Jesucristo sobre el Bautista. Este
había creado una gran expectación cuando apareció anunciando el bautismo de
penitencia (Mt 3:5). Hasta el historiador judío Josefo se hace cargo de aquel
movimiento, y las autoridades judías de Jerusalén enviaron una legación a
preguntarle si él era el Mesías (Jn 1:19-27). Seguramente, a muchos de los
que fueron oyentes del Bautista se dirigieron ahora las palabras de Jesús.
El Bautista, “en
el desierto,” no era una “caña agitada por el viento.” Estas, que nacen en
abundancia junto al Jordán, escenario bautismal de Juan, fueron siempre
símbolo de insipidez, de ligereza, de falta de consistencia (1 Re 14:15; 2 Re
18:21). Pero el Bautista tenía la reciedumbre moral para enfrentarse contra
el escandaloso adulterio de Antipas y Herodías. No era el Bautista la figura
suave de los cortesanos de Tiberias, que vestían delicadamente y vivían
placenteramente. Juan tenía la vestimenta y la austeridad de los profetas.
Por eso el “crescendo” de indagación sigue: salieron no sólo a ver a un
profeta, “sino a más que profeta.”
El Señor les Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
III Domingo del
Tiempo de Adviento Ciclo A
Fuentes Bibliográficas:
www.caminando-con-jesus.org
Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén
www.caminando-con-jesus.org
caminandoconjesus@vtr.net
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