Reflexión desde las Lecturas del Domingo
IV de Adviento Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1.
“AQUÍ ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD” Cerca ya de la Navidad, la liturgia de
este domingo nos invita a clavar nuestros ojos en el misterio de la
encarnación: Cristo entrando en el mundo. Y en este acontecimiento central de
la historia, la obediencia. Desde el primer instante de su existencia humana,
Cristo ha vivido en absoluta docilidad al plan del Padre: “Aquí
estoy para hacer tu voluntad”. Y así hasta el último momento, cuando
en Getsemaní exclame: “No se haga lo
que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Y gracias a esta voluntad todos
quedamos santificados, pues “así como por la desobediencia de un solo hombre
todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno
solo, todos serán constituidos justos” (Rom 5,19). Y, además de la obediencia, Cristo vive
desde el primer instante de su existencia humana en actitud de ofrenda: “No quieres sacrificios... Pero me has
preparado un cuerpo... Aquí estoy”.
La entrega de Cristo en la cruz no es cosa de un momento. Es que ha vivido
así toda su vida humana, en oblación continua, como ofrenda permanente. Su
ser de Hijo ha de expresarse necesariamente en esta manera de vivir dándonos
al Padre. Y en el misterio de la encarnación está
María. Más aún, la misma encarnación es posible gracias a la fe de María que
se fía de Dios y acepta totalmente su plan. Por eso se le felicita: “Feliz de ti por haber creído que se
cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. Este acto de fe
tan sencillo y aparentemente insignificante ha sido la puerta por la que ha
entrado toda la gracia en el mundo. 2.
PRIMERA LECTURA En adviento, las primeras lecturas del
domingo están siempre tomadas de los profetas que anuncian de diversas
maneras la venida de Jesús como Salvador. Hoy, el profeta subraya dos cosas
sobre esta venida: que Belén será el lugar del nacimiento de Jesús y que
desde este lugar, Jesús se mostrará a sí mismo como el buen Pastor de su
pueblo ¡Y Él mismo será la paz! Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4 Así habla el Señor: Y tú, Belén Efratá,
tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el que debe gobernar a
Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso,
el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser
madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él
se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad
del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque Él será
grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz! Palabra de Dios. 2.1 MIQUEAS. Miqueas (en hebreo Mikah, abreviación de Mikayahu: “¿Quién como
Yahvé?”) es contemporáneo de Isaías. Su nombre entra dentro de la onomástica
común judaica. Es originario de Moreset, a unos 45 kilómetros al sudoeste de
Jerusalén. Como Isaías, profetizó en los tiempos de Joatam, Acaz y Ezequías. Jeremías alude a una de
las profecías de Miqueas proferida en tiempo del rey Ezequías, relativa a la destrucción de Jerusalén. No sabemos ninguna
otra particularidad de su vida privada o profética, ni siquiera sobre sus
posibles y creíbles relaciones con
su contemporáneo Isaías. Algunos autores han querido considerar a Miqueas
como del grupo de discípulos de Isaías, pero no hay ningún dato concreto para
suponerlo. Como Isaías, tuvo que vivir años de zozobra ante las inminentes y
reiteradas invasiones de los ejércitos de Asiría; y, como enviado de Dios,
tuvo que luchar contra todas las combinaciones políticas para conjurar las
invasiones. Como Amos, el profeta Miqueas anuncia a
sus compatriotas que el día del Señor es un día de tinieblas y no de luz; es
decir, en vez de ser el día de la manifestación vengadora del Señor sobre los enemigos de Israel — como
esperaban sus contemporáneos — , será, ante todo, día de purificación y de prueba
para el pueblo elegido. Antes de que llegaran los tiempos gloriosos del
triunfo habrían de venir los de castigo merecido por tantos pecados. En el libro las amenazas y promesas
alternan de modo regular, por lo que algunos críticos creen que esta
distribución es artificial, fruto de reajustes posteriores redaccionales. El
profeta empieza enfáticamente apelando a todos los pueblos y a la tierra
misma para que asista al castigo del Señor contra Israel. A este encuadramiento cósmico responde la elevación de
Sión sobre todos los pueblos, que corren en masa para adoctrinarse en las
leyes del Señor. Las naciones serán juzgadas por el Señor a causa de su soberbia, para que
se avergüencen de su fuerza y se acerquen, humildes al Señor. En el libro,
pues, existe la idea de un
juicio universal sobre todos los pueblos para encaminarlos a Dios. 2.2 Y TÚ, BELÉN EFRATÁ, TAN PEQUEÑA ENTRE LOS
CLANES DE JUDÁ El profeta parece contraponer dos
situaciones: una de crisis, en que se halla Judá, y otra de liberación por
efecto de un misterioso Libertador. La
crisis es momentánea, pues las tribus de Israel, ahora humilladas, volverán a
recuperar su antiguo esplendor, porque el Señor hará surgir un líder victorioso que será el
libertador de sus compatriotas, el cual será oriundo de este reino de Judá
ahora en peligro de desaparecer. En efecto, de una de las localidades más
modestas saldrá el que dominará en Israel. “Y
tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el
que debe gobernar a Israel”. Ese lugar, que ahora es considerado como pequeño entre los clanes de
Judá, lleva el nombre de Belén Efrata o de los efrateos. Los habitantes de
Belén procedían de Efratá, en la tribu de Benjamín, al norte de Jerusalén. De
ahí que el profeta puntualice Belén de Efratá, sin duda para distinguirlo de
otro Belén que estaba en el norte en la tribu de Zabulón. Se comprende así bien por qué escogió el
profeta a la gloria inmensa que había de surgir de otra localidad de Judá,
Belén de Efratá, la patria del que dominará en Israel, que no es otro que el Mesías, como veremos después. Los
rabinos judíos dijeron a Herodes, cuando fueron consultados, que Belén sería
la patria del Mesías, citando el texto de Miqueas. San Mateo lo cita en
concordancia, dando por cumplida la profecía, y así aparentemente parece en
contradicción con el texto de Miqueas, pero en el fondo significa lo mismo.
En Mt 2:6 se dice: “Y tú, Belén, de
ningún modo eres pequeña entre los príncipes de Judá.” El evangelista se
pone en la perspectiva de la profecía ya cumplida, y así, al citar el texto,
constata que Belén ha dejado de ser pequeña para ser muy gloriosa. Miqueas,
en cambio, contrapone la situación modesta de Belén en su tiempo; localidades
más modestas saldrá el que señoreará en Israel. “Y tú, Belén Efratá, tan
pequeña”, pero llegará un día en que será muy grande, por el gran
personaje que ha de nacer en ella. La nueva dignidad de Belén consistirá,
pues, en ser la patria del gran personaje que habría de señorear en Israel,
al que se le considera perteneciente a una familia de antiguo y glorioso
linaje: cuyos orígenes serán de antiguo, de días de muy remota antigüedad. En
concreto, el profeta con su frase cuyos orígenes son de antiguo parece aludir
a la dinastía gloriosa de David, procedente de Belén. Isaías habla de un retoño de Isaí (padre
de David), que será el Niño misterioso que tendrá sobre sus hombros “la
soberanía, y se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, príncipe de la
paz, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada, sobre el trono de
David y sobre su reino, para afirmarlo y consolidarlo en el derecho y la
justicia “desde ahora para
siempre jamás”. Es el mejor comentario a la expresión señoreará en Israel del texto
de Miqueas, profeta contemporáneo de Isaías. 2.3 NACERÁ
EL QUE DEBE GOBERNAR A ISRAEL”. En el versículo; “de ti, me nacerá el que debe
gobernar a Israel” encontramos un nuevo paralelo con la profecía de
Isaías sobre el Emmanuel. Miqueas, después de anunciar la situación
privilegiada de que gozará Belén como lugar de nacimiento del que señoreará
en Israel, alude de nuevo a la triste situación en que ahora se encuentra el
reino de Judá, sometido a un ataque enemigo: “Por eso, el Señor los
abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre”. El
castigo a que entregará el Señor a su pueblo, durará poco tiempo, hasta que
una mujer misteriosa dé a luz a un Niño también misterioso, que el profeta
parece relacionar con el que gobernara en Israel; “me nacerá el que debe gobernar a Israel”.
En este supuesto, vemos aquí
un perfecto paralelo con la virgen o doncella que va a dar a luz un niño
admirable, que ha de ser el Salvador de Judá frente a los asirios. Las dos
profecías se completan y explicitan mutuamente. En la profecía de Miqueas, además de
insinuarse que la aparición del que gobernará en Israel señalará la salvación
de Judá de sus enemigos asirios, se indica expresamente que con él tendrá
lugar el restablecimiento del pueblo israelita en su integridad primordial: “entonces
el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas”. La frase
parece aludir a la reincorporación de los hermanos
cismáticos del reino de Samaría al reino de Judá. Sobre este reino, con inclusión de todas
las tribus israelitas, se afirmará el que ha de ser Dominador en Israel, el
cual gozará de la protección especial del Señor. Su dominio, con la fortaleza
de Dios, se extenderá hasta los confines de la tierra: “Ellos habitarán tranquilos,
porque Él será grande hasta los confines de la tierra”. Con esta frase, el profeta recalca la
perspectiva mesiánica del vaticinio. Toda la tierra está sometida a ese que
gobernará en Israel, que no parece ser otro que el hijo de la que ha de dar a
luz. Bajo su defensa, los súbditos morarán
tranquilamente, sin temores a enemigos invasores, porque le protegerá la
fortaleza del Señor. Es el paralelo de príncipe de la paz del vaticinio de Isaías: “¡Y Él mismo será la paz!” La tradición judaica y cristiana ha visto
siempre en este fragmento un claro vaticinio mesiánico. Los rabinos judíos,
consultados por Heredes, dicen claramente que el Mesías debe nacer en Belén,
porque así lo ha anunciado Miqueas. La tradición cristiana es unánime desde
el principio en reconocer el carácter mesiánico del texto de Miqueas. Este
misterioso Dominador en Israel que salva a su pueblo de los asirios y reúne a
los dispersos del pueblo elegido para establecer un dominio hasta los
confines de la tierra, no es otro que el Emmanuel de las profecías de Isaías,
contemporáneo de Miqueas; y la mujer que ha de dar a luz no es sino la virgen
de Is 7:14, que da a luz un Niño misterioso adornado de cualidades
excepcionales. 3
SALMO 79, 2. 3.
15-16. 18-19 Frente al anuncio del nacimiento del
Salvador el salmo suplica vehementemente al señor del Universo” que venga a
salvarnos. Participamos de esta oración, aclamando: R.
Restáuranos, Señor del universo. Escucha,
Pastor de Israel, Tú que tienes el trono sobre los querubines, resplandece,
reafirma tu poder y ven a salvarnos. R. Vuélvete,
Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que Tú hiciste vigoroso. R. Que
tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que Tú fortaleciste, y
nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R. 3.1 ORACIÓN POR EL PUEBLO PERSEGUIDO. El poema contiene cinco estrofas: a)
súplica para el restablecimiento de las tribus del norte (1-4); b) Israel,
vilipendiado por los enemigos de Dios (5-8); c) la viña del Señor,
trasplantada de Egipto a Canaán (9-12); d) la viña devastada (13-16); e)
súplica de protección sobre Israel (17-20). La liturgia de hoy sólo ha
considerado las estrofas desde los versículos 9 al 20 Las tribus del norte - Efraím, Benjamín y
Manases - fueron llevadas en cautividad por los asirios al ser conquistada
Samaría en el año 721. Esta desaparición de las tribus septentrionales dejó
gran impresión en los ánimos del reino de Judá, que por otra parte estaba
amenazado del mismo peligro, pues el ejército de Sargón amenazaba con
devastar también el reino de Ezequías. El salmista piensa en la triste suerte
de sus hermanos llevados en cautividad y en la desaparición de las tribus que
descendían también del glorioso patriarca Jacob. Dios habita en el cielo, pero desde allí
contempla y dirige las cosas de la tierra. Supuesta esta su providencia, el
salmista pide ansiosamente que se preocupe de Israel — su “viña” —, que ha
sido devastada y desolada. Como Dios de los ejércitos, con un simple acto de
benevolencia puede salvar la actual situación de postración del pueblo
elegido. Aunque Israel ha pecado, sin embargo, las maravillas obradas en el
éxodo y después en la conquista de Canaán dan ánimos al poeta para suplicar
la intervención del Señor Omnipotente y resolver la nueva crítica situación. 3.4 SÚPLICA POR EL
RESTABLECIMIENTO DE LAS TRIBUS. SEPTENTRIONALES (1 -4 ) El poeta apela a las dos condiciones del
Señor para que salga en favor de Israel: su calidad de Pastor solícito, “Escucha,
Pastor de Israel, tú que tienes el trono sobre los querubines”, que
se preocupa de José — reino del norte — como de su propio rebaño, y su
categoría de Dios, que majestuosamente tiene su trono entre los querubines.
Como tal, debe mostrarse esplendoroso, haciendo uso de su poder en beneficio
de Efraím, Benjamín y Manases, las tres tribus que están a punto de
desaparecer por efecto de la invasión asiría: “reafirma tu poder y ven a
salvarnos”. Benjamín era hermano de madre de José, cuyos hijos eran
Efraím y Manases; quizá por ello aparezca asociado a estas dos tribus, aunque
Benjamín estuviera en la frontera con Judá y más vinculada históricamente a
ésta que a las del norte. De ella había salido el primer rey Saúl. Sin
embargo, parte de la tribu de Benjamín estuvo unida al reino cismático del
norte. Israel,
vilipendiado por las naciones vecinas (5, 8). ¡Oh Señor, Dios de los ejércitos! ¿Hasta
cuándo estarás enojado contra la oración de tu pueblo?........... Dios de los
ejércitos, restáuranos; haz resplandecer tu rostro y seremos salvos. El salmista pide ansioso al Señor que
salve estas tribus, y con ellas a todo Israel: “Restáuranos, Señor del
universo”. Debe manifestarse benevolente, como se suplica luego en el
versículo 8: “haz resplandecer tu rostro y seremos salvos”, otorgando su
protección decisiva en estos trágicos momentos nacionales. Apelando al poder absoluto del Dios de los
ejércitos — Señor de las constelaciones celestes, del cosmos, y valedor de
los intereses de Israel en las batallas —, el salmista pide angustiadamente
que cese su enojo contra su pueblo y acceda a su oración confiada. La situación
de la nación es tan triste, que en los versículos 6 y 7 reza: “Les das a comer pan de lágrimas, les
haces beber lágrimas en abundancia; nos has hecho objeto de contienda para
nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros”, por lo que
siente humillado y abandonado de su Dios. 3.5 LA VIÑA ABANDONADA Y DEVASTADA (13-16). “¿Por
qué has derribado sus cercos para que puedan saquearla todos los que
pasan?”(v 13) Dios abandonó a su viña y la dejó indefensa, cayendo sus cercos y
quedando abierta a todos los caminantes y expuesta a los jabalíes y bestias
del campo: “Los jabalíes del bosque la
devastan y se la comen los animales del campo”. (v. 14) El salmista vuelve a pulsar los aspectos de carácter
psicológicos: ¿para qué haber empleado tanto trabajo y solicitud en plantarla
y cercarla, si al fin la deja abandonada? Dios habita en los cielos, pero
desde allí contempla la historia de los hombres y de los pueblos. “Vuélvete,
Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira” Israel ha sido
formado por el Señor y se ha engrandecido gracias a su protección; por tanto,
tiene derecho ahora a que ponga sus ojos en la viña que tan amorosamente
plantó su diestra. “ven a visitar tu vid, la cepa que plantó
tu mano” 3.6 SÚPLICA FINAL (19-20) Como es ley en estos salmos, el poeta pide
justicia contra los devastadores de la viña de Israel, suplicando protección
sobre la nación: el varón de tu diestra. Parece que juega con el nombre de
Benjamín (“hijo de la derecha”), y quizá aluda a Saúl, primer rey de Israel.
“el
retoño que Tú hiciste vigoroso” Estar “a la diestra” significa
participar del poder de Dios: “Siéntate
a mi diestra en tanto que pongo a tus enemigos por banquillo de tus pies.”
(Salmo 109,1) La expresión hijo del hombre que para ti corroboraste puede
aplicarse a Israel como colectividad, al que en Ex 4:22-23 se le llama “mi
hijo, mi primogénito”. No parece que se aluda directamente al Mesías como
persona, sino a Israel con sus destinos históricos, que está lanzado hacia
los tiempos mesiánicos. El salmista termina haciendo promesas de
fidelidad. ”Nunca nos apartaremos de ti” y reconociendo que es el Señor
quien les da la vida; “devuélvenos la vida e invocaremos tu
Nombre”. Por tanto, sólo por El podrá Israel recuperar su vida plena
nacional. El estribillo final que cierra cada estrofa, sintetiza las ansias
de salvación del poeta, que se hace eco de las angustias de su pueblo.
“Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados! “. Oremos al Señor: Señor, Señor, tú que comprendes con tu mano inmaculada el mundo entero,
ten paciencia con nosotros y compadécete de nuestras iniquidades, recuerda tu
compasión y piedad, acuérdate que la “La viña del
Señor es tu pueblo, Restáuranos, Señor del universo. 4
SEGUNDA LECTURA Este texto de la carta a los Hebreos nos
recuerda la actitud interna de Jesús cuando vino al mundo. Nos salvará no por
ofrendas exteriores y ritos, sino por la ofrenda de su propia vida a Dios
Padre. Ofrecer la propia vida a Dios significa para él, hacer la voluntad de
Dios. Lectura de la Carta a los Hebreos 10, 5-10 Hermanos: Cristo, al entrar en el mundo,
dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un
cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios
expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo como está escrito de
mí en el libro de la Ley— para hacer tu voluntad”. Él comienza diciendo: “Tú
no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni
los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley”. Y
luego añade: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”. Así declara
abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta
voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo,
hecha de una vez para siempre. Palabra de Dios. 4.1 “QUEDAMOS SANTIFICADOS POR LA OBLACIÓN DEL
CUERPO DE JESUCRISTO, HECHA DE UNA VEZ PARA SIEMPRE” Se trata de uno de los pasajes más densos
de la carta a los Hebreos en el que se presenta a Jesús como el que viene a cumplir
en todo la voluntad de Dios, como el rey-Mesías que se somete completamente a
la voluntad de Dios. El autor de la carta nos propone una
meditación sobre el misterio de la encarnación. Jesús viene, asume un cuerpo
humano, para poder santificar la vida de los hombres: “Y en virtud de esta voluntad
quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una
vez para siempre” Para santificarnos, Cristo no ofreció a
Dios un sacrificio ritual, sino que ha querido que su cuerpo, su condición
humana fuese el lugar donde se realizase plena y cabalmente la voluntad de
Dios: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un
cuerpo…. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo como está escrito de mí en
el libro de la Ley— para hacer tu voluntad”. Es el sentido profundo de la encarnación:
Cristo ha elegido para sí la condición humana para someterla totalmente al
servicio de la voluntad de Dios. Su corazón ha estado enteramente orientado a
Dios, su voluntad, su cuerpo, sus acciones perfectamente armonizadas en el
cumplir la voluntad del Padre. En su obediencia también el hombre es capaz de
obedecer. El autor de la Carta a los Hebreo,
condensa en pocas líneas la doctrina ya expuesta sobre la ineficacia de los
sacrificios levíticos, impotentes para santificar, que son reemplazados por
el sacrificio único de Cristo, suficiente por sí solo para “perfeccionar para siempre a los
santificados” (v.14). Se alude aquí a los solemnes sacrificios
del día del Kippur. Poco después: “Y mientras que todo sacerdote asiste cada
día para ejercer su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios,
que nunca pueden quitar los pecados”,
(v.11) y se hará referencia a todos los otros
sacrificios en general, y de ellos se dirá lo mismo que no pueden “quitar los pecados”. Téngase en cuenta que el autor ha dejado ya suficientemente entender
que un sacrificio perfecto debe ser capaz de expiar todos los pecados, de
todos los tiempos. Un sacrificio que necesite repetirse cada año, como el del
Kippur, está afectado de intrínseca insuficiencia, y ni siquiera los pecados
del año podrá borrar realmente, sirviendo a lo más para dar cierta pureza
legal y disponer los ánimos a implorar el perdón divino, el cual, caso de ser
concedido, lo será en virtud del único sacrificio futuro de Cristo. 4.2 “AQUÍ ESTOY, YO VENGO PARA HACER TU
VOLUNTAD”. A todos esos sacrificios antiguos,
impotentes para santificar interiormente, sustituye el sacrificio de Cristo.
De este sacrificio va a hablar ahora el autor directamente, comenzando por
aplicarle las palabras de Sal 40:7-9, “Tú no has querido ni has mirado con
agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a
pesar de que están prescritos por la Ley”…. “Aquí estoy, yo vengo para hacer
tu voluntad”. Respecto a esta cita del salmo ha habido
muchos expositores, particularmente entre los antiguos, que creen tratarse de
un texto directamente mesiánico. Parece, sin embargo, dado el contexto
general del salmo, que es el mismo salmista quien habla, agradeciendo a Dios
un beneficio recibido, y pregonando que no a los sacrificios y ofrendas, sino
a la confianza en Él y a la
obediencia a sus preceptos debe el que Dios le haya escuchado. No se trataría, tomadas las palabras en su
sentido literal histórico, de una desaprobación absoluta de los sacrificios legales, entonces en vigor, y que el
mismo Dios había ordenado, sino de hacer resaltar que, más que la
materialidad de los sacrificios, Dios agradece la entrega al cumplimiento de
su voluntad, y que de poco valen aquéllos si falta esta entrega del corazón También aquí la idea que expresa el
salmista, sin dejar de aplicarse a él, va en la intención de Dios hasta el
Mesías, primero en quien había de realizarse de modo pleno, con su entrega
total a la voluntad del Padre, que le lleva hasta el sacrificio de la cruz.
Aplicadas a Jesucristo esas palabras, conforme hace el autor de la carta a
los Hebreos, adquieren ya un valor más absoluto, de desaprobación completa de
los sacrificios antiguos, que quedan invalidados y sustituidos por el de
Cristo; “Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación
del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre” 5
EVANGELIO María que va hacia Isabel es portadora de
Jesucristo en su misión de servicio. Aquel que luego dirá que “no ha venido a
ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”, aprendió ya
a recorrer su camino de siervo en el vientre de su Madre, quien
presurosamente acude a quien la necesita. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45 Durante su embarazo, María partió y fue
sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo,
para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño
saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá
lo que te fue anunciado de parte del Señor”. Palabra del Señor. 5.1 UNA ESCENA DONDE SE PLASMA LA
HUMANIDAD ENTERA QUE ESPERA A CRISTO Isabel, pariente de María, es una mujer anciana
y además estéril, con todo, ella ve las maravillas de Dios, el cual ampara
las angustias y deseos de la humanidad. El relato evangélico de Lucas, nos invita a
mirar una escena donde plasma la humanidad entera que espera a Cristo y
saluda su llegada porque, hallándolo, intuye que era él al que esperaba sin
saberlo. El Hijo de Dios que se hace carne es la fuente de la alegría porque
dice la verdad a la que todo humano está llamado: ser hijo como él. El evangelista, nos relata que Isabel vivía en
la región montañosa de Judá, no cita el pueblo, pero por la tradición,
sabemos que es cercano a Jerusalén, en el actual Kain Karim, a siete
kilómetros al oeste, aunque
esto no es muy seguro. En todo caso, para llegar hasta allí desde Galilea, se
empleaban de tres a cuatro días. Durante su embarazo, María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Poco después de los días de la encarnación,
como ya sabemos por el sexto mes de Isabel, se puso en camino sin demora a la
casa de su prima. No eran motivos de curiosidad lo que lleva a María a
visitar a su pariente, lo hace por amor y por atender a su familiar, que es
más anciana. Pero, sobre todo, era por el entusiasmo de felicitarla y la
alegría de verla. El fragmento del Evangelio, nos muestra que a
la llegada de María a casa de Isabel, la saludó primero. Podemos imaginar que
por el parentesco debían saludarse muy cordialmente, esto es con muestras de
afecto y de mutuo cariño. Por el modo como hace el relato san Lucas, nos
hacemos la idea de cómo es María, por eso podemos decir que con un gesto de
delicadeza, ella se daría por enterada del hecho de su gozosa maternidad. Es
en este bello ambiente, con una agradable y dulce exquisitez espiritual, como
se suceden las escenas de la visitación. 5.2 FELIZ DE TI POR HABER CREÍDO
QUE SE CUMPLIRÁ LO QUE TE FUE ANUNCIADO DE PARTE DEL SEÑOR. María recibe el saludo de Isabel que la
proclama “bendita” y el elogio que la declara “dichosa” por haber creído en
la promesa de Dios. Mientras da a la humanidad al Hijo de Dios, María nos
enseña también a responder con fe a la oferta divina. Fe y humildad: “Ha mirado la humillación de su esclava” (v. 48). En María
se ejecuta el programa de Dios (anunciado por Miqueas) que comienza por los
últimos. Al oír Isabel el saludo de María, Apenas esta
oyó el saludo de María, suceden dos bellísimos hechos, el niño, (Bautista),
saltó en su seno de gozo, y ella fue llena del Espíritu Santo, y bendice a
María y al Niño que guardaba en su seno. En efecto, Isabel, elogia a María, que creyó,
por lo que se realizarán en ella los misterios anunciados de parte de Dios.
Con ello se exalta la fe de María. Porque María creyó, ésta fue su grandeza, este
es el fundamento de toda su alegría y felicidad, su fe, es decir María, es María es La que ha creído y el acto de fe en el
ángel, la constituye en María, Madre de todos los creyentes en Jesús, nuestro
Salvador. Esto no fue oculto a Isabel, por eso llama a María; “¿Quién soy yo,
para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”. En
otras palabras, reconoce a María como Bella enseñanza la de María, ella es feliz, es
dichosa, porque ha creído, porque ha aceptado 5.3 ISABEL, ILUMINADA POR EL
ESPÍRITU SANTO Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, se
convierte en profetisa al descubrir el misterio de María y conocer que en su
seno estaba el que era esperado a través de toda la historia del pueblo de
Israel; El esperado por los Patriarcas y vaticinado por los Profetas. Lucas, nos hace comprender que la bendición a
María la hace con emoción y con una fuerte voz y la proclama bendita entre
las mujeres, en otras palabras, quiere decir que es la más bendita de todas.
Isabel, por revelación del Espíritu Santo, sabe que se halla ante la madre de
mi Señor. Es la proclamación de hallarse ante el Mesías. “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en
mi vientre”. El Bautista saltó de
gozo en el seno de Isabel,
el
niño saltó de alegría en su
vientre, como indicando el privilegio de hallarse el Precursor ante el
Mesías. Algunos teólogos han pensado que en este momento fue la santificación
del Bautista, y se plantearon problemas sutiles y gratuitos relativos a su
libertad y conocimiento por razón del gozo. Isabel está inspirada por el Espíritu Santo, ella ve en
María el instrumento providencial de la salvación que vendrá a través del
Fruto de su vientre, el Salvador y Redentor de Israel, al que no se puede
aclamar menos que bendito. 5.4 MARÍA, COMO ARCA SANTA, LLEVA
EN SU SENO AL SEÑOR. Ojala, la palabra de Dios, lleguen en estas
fechas tan entrañables, a los corazones de todos los hombres y sea aceptada
con amor, y así poder recibir las bendiciones del Señor... Uno de los temas
principales de la página de Lucas sobre la visitación es la alegría del
encuentro entre las dos madres y la del Bautista al oír la voz de la “madre
del Señor” que lleva en su seno al Hijo. En la alegría del Bautista se
percibe una alusión a la alegría de David bailando por la llegada del arca de
la alianza, signo de la presencia de Dios (cf. 2 Sm 6). El Bautista goza -incluso
“da saltos (v. 41)- porque María, como arca santa, lleva en su seno al Señor. 5.5 “AQUÍ ESTOY, YO VENGO PARA
HACER TU VOLUNTAD” (HEB 10,7). El elogio dirigido por Isabel a María nos lleva
a reflexionar en este tiempo de espera, María se identifica por su fidelidad
a la promesa de Dios, ella está totalmente convencida de lo que Dios quiere y
ella sabe ser fiel a la palabra dada. El misterio de Dios se oculta en aquel
niño que, como todos los niños, se va formando en el seno de su madre.
Creyendo, ha comenzado a constatar cómo Dios es fiel en realizar su promesa.
También esto es cierto para nosotros: si no creemos, no experimentaremos
nunca cómo el don de Dios, misteriosamente, puede ir formándose en nosotros. La disposición de María nos estimula a fijarnos
en los “pobres del Señor”, esto es de en las personas humildes y sencillas
que confían en Dios sabiendo reconocer su obra. María Santísima, nos invita a
vivir en una actitud de disponibilidad al plan de Dios que nos invita a
proclamar con entereza: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu
voluntad” (Heb 10,7). El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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