“CELEBRARON
LA PASCUA”…… “AL DÍA SIGUIENTE DE LA PASCUA, COMIERON DE LOS PRODUCTOS DEL
PAÍS”…… “LOS FRUTOS DE LA TIERRA DE CANAÁN”…. “¡GUSTEN Y VEAN QUE BUENO ES EL
SEÑOR!”.... “EL QUE VIVE EN CRISTO ES UNA NUEVA CRIATURA”…. “DÉJENSE
RECONCILIAR CON DIOS”….. “ENTONCES PARTIÓ Y VOLVIÓ A LA CASA DE SU PADRE”…. “SU
PADRE LO VIO Y SE CONMOVIÓ PROFUNDAMENTE, CORRIÓ A SU ENCUENTRO, LO ABRAZÓ Y
LO BESÓ”. Reflexión desde las Lecturas del IV Domingo de
Cuaresma, Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
ocds 1. EL
PERDÓN DEL PADRE
Esta parábola tan conocida quiere movernos
al arrepentimiento poniéndolo en su sitio, es decir, relación a Dios. El
pecado no es solamente hacer cosas malas o faltar a una ley. Es despreciar el
amor infinito del Padre, marcharse de su casa, vivir por cuenta propia. Es,
en definitiva, no vivir como hijo del Padre y, por tanto mal-vivir. De ahí
que el muchacho de la parábola que se marcha alegremente, pensando ser libre
y feliz, acabe pasando necesidad y muriendo de hambre. Ha perdido su dignidad
de hijo y experimenta un profundo vacío. Lo mismo el arrepentimiento. Sólo es
posible convertirse de verdad cuando uno se siente desconcertado por el amor
de Dios Padre, al que se ha despreciado: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
no merezco ser llamado hijo tuyo”’. Precisamente “contra ti”, la conciencia de haber rechazado tanto amor
y a pesar de todo seguir siendo amado por aquél a quien hemos ofendido es lo
único que puede movernos a contrición. Y junto a ello, la experiencia del
envilecimiento al que nos ha conducido nuestro pecado, la situación
calamitosa en que nos ha dejado. Igualmente, el perdón es fruto del amor
del Padre, que se conmueve y sale al encuentro de su hijo, que se alegra de
su vuelta y le abraza, que hace fiesta. Este perdón devuelve al hijo la
dignidad perdida, lo recibe de nuevo en la casa y en la intimidad del Padre;
es un amor potente y eficaz que realiza una auténtica resurrección: “porque
mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado” 2. PRIMERA
LECTURA
La misericordia y la providencia de Dios
hacia su pueblo se manifiestan acompañándolo y dándole lo necesario en todo
momento. El maná los alimentó durante todo el camino por el desierto. Una vez
llegados a la tierra prometida, no hubo más maná, porque ya podían
alimentarse de los productos del suelo. Proveer el alimento es una forma
concreta en la cual Dios nos dice que quiere la vida. Lectura
del libro de Josué 4, 19; 5, 10-12 Después
de atravesar el Jordán, los israelitas entraron en la tierra prometida el día
diez del primer mes, y acamparon en Guilgal. El catorce de ese mes, por la
tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó. Al día siguiente de la
Pascua, comieron de los productos del país —pan sin levadura y granos
tostados— ese mismo día. El maná dejó de caer al día siguiente, cuando
comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y
aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán. Palabra
de Dios. 2.1 JOSUÉ.
“Esforzado
en la guerra fue Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés como profeta; él fue,
de acuerdo con su nombre, grande para salvar a los elegidos del Señor”, (Eclesiástico
46,1). Josué alcanzó gran prestigio que entre los
hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del cual fue asiduo colaborador
y fiel ministro (Ex 17:8-16; 24:13; 33:11; Núm 14:30-38) e inmediato sucesor
suyo al morir sobre el monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometida. El argumento desarrollado en el libro de
Josué es claro y directo. Antes de morir transmite Moisés toda su autoridad a
Josué (Núm 27:18-23), Que pasa a ser el caudillo indiscutible de Israel en la
empresa de la conquista de la tierra prometida y de su distribución entre las
doce tribus. Estaba lleno del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés
sus manos sobre él (Deut 34:9). Moisés le confió la misión de velar por la
estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán
y distribuir su territorio entre las tribus. El libro de Josué, se divide en dos
grandes partes: conquista de la tierra de Canaán (c.1-12) y distribución de
la misma entre las tribus (c. 13-21), luego siguen algunos complementos al
final del libro (c.22-24) No es el libro de Josué una historia
científica escrita de conformidad con las reglas de la historiografía
moderna, sino una colección de datos que el autor sagrado, bajo el influjo de
la divina inspiración, ha recogido y seleccionado con el fin de poner de
relieve el profundo significado religioso de la fidelidad de Dios en cumplir
su promesa de entregar la tierra de Canaán a su pueblo escogido. El Señor, que tan severo se muestra frente
a los pueblos paganos de Palestina, se reviste de entrañas de misericordia
para con Israel. Dios habla a Moisés y le dicta el modo como debe comportarse
en los trances difíciles. Símbolo de su presencia en medio de su pueblo es el
arca de la alianza. Otro concepto religioso que se desenvuelve en el libro es
la santidad de Dios, que reclama adoradores santos, puros, prontos a poner en
práctica todo cuanto prescribe la Ley, fuente de prosperidad y bienestar
(1:7-9; c.22), mientras que su desobediencia acarrea desórdenes y
calamidades. Los Santos Padres han visto en la lucha
por la conquista de la tierra prometida una figura del combate para la
conquista del reino de los cielos. También ven ellos en Josué una figura de
Cristo. Así como Josué destruyó a los enemigos del Señor e introdujo a su
pueblo en la tierra prometida, de la misma manera, Jesucristo, después de
librarnos del yugo del pecado, nos introduce en el reino de los cielos. 2.2 ISRAEL, SANTIFICADO, TIENE LA EXPERIENCIA FILIAL DE LLEGAR A
CASA.
El sueño dorado de los israelitas se había realizado y Dios había
cumplido su promesa. “Después de atravesar el Jordán, los
israelitas entraron en la tierra prometida el día diez del primer mes, y
acamparon en Guilgal”.
Israel había entrado
en tierras de Palestina el día 10 de Nisán (marzo-abril), coincidiendo con el
principio de la Pascua (Ex 12:3), a los cuarenta años de haber salido de
Egipto. Los israelitas acamparon en “Guilgal”, que los
autores identifican a unos cinco kilómetros al sur de la antigua Jericó. “El catorce de ese mes, por la tarde,
celebraron la Pascua en la llanura de Jericó”. Era la
segunda vez que los judíos salidos de Egipto celebraban solemnemente la
Pascua (Núm 9,1ss). El pan ácimo y el trigo tostado que comió el pueblo el
día de la Pascua podían ser en parte productos de la tierra de Canaán. “El maná dejó de
caer al día siguiente”. Israel experimenta la poderosa intervención del Señor que dijo a
Josué: “Hoy les he quitado de encima la vergüenza de Egipto”. (Josué 5,9). Tras
el largo y fatigoso caminar por el desierto, el pueblo elegido -al que Dios
no duda en llamar reiteradamente "hijo"- llega desde la dura
esclavitud de Egipto al umbral de la Tierra prometida. Efectúan el rito de la
circuncisión (Josué 5, 3-5) como signo de purificación y renovación de la
alianza y luego se celebra la pascua "al atardecer". Es una noche
solemne como la del comienzo del Éxodo, vigilia cargada de esperanza. “Al día siguiente de la Pascua, comieron de
los productos del país —pan sin levadura y granos tostados— ese mismo día”. El pueblo que durante cuarenta años se había alimentado con el maná,
pan de lágrimas -puro don del Señor- ahora por primera vez gusta de los
frutos de la región. Israel circuncidado, es decir, santificado, tiene la
experiencia filial de llegar a casa. 3. SALMO
Sal 33, 2-7
En respuesta a la obra de Dios el salmo
nos invita a agradecer y alabar al Señor. Participamos de esta oración
aclamando: Gusten y vean qué bueno es el Señor. R.
¡Gusten y vean que bueno es el Señor! Bendeciré
al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se
gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R. Glorifiquen
conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: El
me respondió y me libró de todos mis temores. R. Miren
hacia Él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este
pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R. 3.1 EL SEÑOR ES PROTECTOR DE LOS JUSTOS
Esta composición del salmo 33, la podemos agrupar en dos secciones: a)
acción de gracias por haber salido de un peligro (2-11); b) la protección del
Señor sobre los justos (12-22). El los versos elegidos para la Liturgia de
este domingo 19, reconociendo la ayuda del Señor, el salmo alaba y glorifica
a Dios con la antífona: “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!” El salmista inicia un himno de alabanza al Señor para que los que le
escuchan se relacionen con Él. “Bendeciré al Señor en todo tiempo, su
alabanza estará siempre en mis labios”. Los humildes serán los
primeros que se asociarán a su alabanza, porque serán los primeros en
reconocer la mano protectora del Señor en sus vidas de sufrimiento. “Mi
alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren”.
Humildes aquí no significa tanto los que practican la virtud de la humildad
cuanto los “piadosos” o seguidores incondicionales del Señor por sus
preceptos, y, como tales, muestran espíritu de obediencia y docilidad; son
los que aman al Señor y lo siguen
fervorosos y que por lo general eran de las clases sociales modestas.
Estos serían los que mejor entenderían los favores otorgados al salmista. Por
ello les invita a magnificar a al Señor, reconociendo su grandeza y
celebrando su soberanía sobre todo. Tiene una experiencia personal de su
protección, que le libró de sus temores: “Busqué al Señor: Él me respondió y me
libró de todos mis temores”. Dios es la fuente de la luz y de la vida; de El procede la vida
espiritual y la física, y, por tanto, la felicidad; por ello, el salmista
invita a que los humildes, que saben valorar las íntimas alegrías de la
amistad divina, se dirijan hacia Él, pues serán iluminados, en cuanto que sus
rostros volverán radiantes de alegría y de optimismo ante la vida, porque
saben que tienen a Dios a su lado; “Miren hacia él y quedarán
resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán”. Nunca serán
confundidos o avergonzados de haber confiado en el Señor, pues en la hora
difícil les tenderá la mano. El salmista habla por propia experiencia, “Este
pobre hombre invocó al Señor”,
pues el Señor le salvó de todas sus angustias: Él lo escuchó y lo
salvó de sus angustias”. En realidad, el pobre afligido, temeroso de Dios, no se halla solo y
desamparado, pues en torno suyo acampa el ángel del Señor para protegerle y
salvarle. “El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra”.
Consciente de esta seguridad que proporciona la amistad divina, porque pone a
disposición de los suyos sus ejércitos angélicos, el salmista invita a gustar
de la bondad divina, que se manifiesta a los que le temen; “¡Gusten y vean
qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!”. (Salmo 33,9). Por
ello proclama bienaventurado al que se acoge a su protección: “Miren hacia
él”. Los que se precian de ser santos
o consagrados a Dios en su vida de entrega a la Ley, deben temer a Dios, ya
que El retribuye con largueza, sin que nada les falte, a los que le temen. La
denominación de santo se aplica en el A.T. a Israel como nación, y a los
ciudadanos de la comunidad teocrática en los vaticinios de Daniel. Aquí el
salmista piensa que los israelitas, por pertenecer a una nación santa — como
pueblo y heredad de Dios — deben ser santos, en el sentido de incontaminados
con los impuros, que viven moralmente apartados de Dios. En realidad, la
fidelidad a los mandatos divinos es compensada por la largueza divina; al
contrario, los ricos, que forman su fortuna sin preocuparse de la Ley divina,
al final pasarán hambre. El salmista piensa siempre en la manifestación
retributiva de la justicia divina en esta vida, pues no tiene luces sobre la
vida del justo en el más allá. 4.
SEGUNDA
LECTURA Es Jesucristo quien transforma nuestro
hombre viejo en nuevo. Es El quien vino a sentarse a la mesa con !os
pecadores para traerla reconciliación. Él es el rostro visible de la
misericordia del Padre, que nos invita una y otra a la vida con El. Lectura
de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2Cor 5, 17-21 Hermanos:
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un
ser nuevo se ha hecho presente. Y todo esto procede de Dios, que nos
reconcilió con El por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la
reconciliación. Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al
mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y
confiándonos la palabra de la reconciliación. Nosotros somos, entonces,
embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio
nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con
Dios. A Aquél que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en
favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por El. Palabra
de Dios. 4.1 “UNA NUEVA CRIATURA”.El párrafo de este texto, comienza con la afirmación esencial del
cristianismo: si la humanidad ha muerto y resucitado con Cristo, “lo antiguo ha
desaparecido, (lo que
está bajo la ley del pecado) un ser nuevo se ha hecho presente”. Lo que cuenta
es “una nueva criatura”. El hombre viejo ha sido sepultado en el bautismo. Surge del agua el
hombre nuevo. Esta transformación es pura gracia. El género humano, inmerso en el
pecado, no podía volver a Dios con sus propios medios. En su amor
sobreabundante (cf. Ef 2,4; Rom 5,8), Dios envió a su Unigénito para llevar a
cabo la reconciliación con su inmolación. Estamos salvados "por
Cristo" y "en Cristo". Ambas expresiones no son una
repetición, sino una profundización; equivale a decir que, una vez
reconciliados por los méritos de Cristo, hemos sido injertados en él y nos
hemos convertido con él en cooperadores de la obra de salvación. De hecho, en
el v. 20 se nos confía una misión específica: “somos embajadores de Cristo”;
a través de nosotros, Dios quiere exhortar a todos a dejarse reconciliar. La
misión exige adhesión plena y libre a su voluntad. San Pablo nos afirma que “la
muerte de Cristo es muerte de todos” (v.14), que sustancialmente vuelve a
repetir más adelante, constituye el verdadero eje de la doctrina de la
redención: un solo hombre, Cristo, ha muerto y resucitado por todos, en
calidad de representante de la humanidad. “Dios lo
identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos
justificados por El”. Hay una doble corriente entre nosotros y Cristo: corriente de pecado,
que va de nosotros a Él, y corriente de justicia, que viene de El a nosotros.
No se trata simplemente de que haya muerto y resucitado en beneficio nuestro;
eso es verdad, pero no va hasta el fondo del problema. La clave de la
solución ha de buscarse en el principio de solidaridad. Pablo propone un
motivo altísimo para suscitar el asentimiento: el Justo se ha hecho pecado
para que los pecadores llegasen a ser justicia. Él ha querido hacerse
solidario de nosotros, ¿no nos haremos nosotros solidarios con él? La muerte y resurrección de Cristo fue un hecho histórico que tuvo
lugar hace ya muchos años; aunque, tratándose de cada hombre en particular,
la muerte y resurrección no tiene lugar sino en el bautismo, que es el
momento en que, de hecho, se incorpora a Cristo muerto y resucitado (cf. Rom
6:3-11). 4.2 SOMOS, ENTONCES, EMBAJADORES DE CRISTOComo consecuencia de esta incorporación y de esta nueva vida a la que
nace, el cristiano a nadie debe conocer “según
la carne” (v.16), siendo en realidad como una criatura nueva; “El que vive en
Cristo es una nueva criatura”. Es el
conocimiento que Pablo confiesa haber tenido de Cristo; (v.16), en
consonancia con los criterios de la corriente farisea en que estaba educado. Evidentemente,
no se refiere a que hubiera conocido a Cristo personalmente, sino que ahora,
a partir de su conversión, le conoce desde el punto de vista de la fe, cual
corresponde a una “nueva criatura” renovada por
la acción de la gracia, única que está capacitada para juzgar de las cosas de
Dios (cf. 1 Cor 2, 14-15). “Porque es Dios el que estaba en Cristo,
reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los
hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación”. Aquí el Apóstol viene
a dar una conclusión de cuanto ha
venido diciendo, pero aplicándolo directamente al ministerio apostólico del
cual una vez más hace la apología. Hace notar que la iniciativa en el
procedimiento de “reconciliación” parte de Dios, la obra la lleva a cabo
Jesucristo, y los apóstoles son los encargados de darla a conocer al mundo.
¡Gran dignidad la de los apóstoles, y, consiguientemente, la de los
predicadores, que continúan su misión! “Nosotros somos, entonces, embajadores de
Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro” dice muy alto San Pablo. San Pablo, enamorado de Cristo, pone expresiones fuertes y cargadas de
sentido para caracterizar la obra redentora de Cristo, “Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo:
déjense reconciliar con Dios. A Aquél que no conoció el pecado, Dios lo
identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos
justificados por El. 5.
EVANGELIO El Maestro comparte el alimento con los
despreciados por los ‘cumplidores de la ley’ pecadores, impuros, recaudadores
de impuestos. La praxis del Maestro es signo de la misericordia y de la
providencia del Padre. El padre de la parábola hace fiesta por el regreso del
hijo a casa, el considerado pecador. Y cuando el hijo ‘cumplidor” rechaza
participar en la fiesta, el padre sale para invitarlo también a él. El Padre
quiere que todos sus hijos y todas sus hijas compartamos el alimento en una
mesa de fiesta. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-3. 11-32 Todos
los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los
fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un
hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la
parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un
país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado
todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo
envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con
las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces
recapacitó y dijo: ‘Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia,
y yo estoy aquí muriéndome de hambre!’. Ahora mismo iré a la casa de mi padre
y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser
llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y
volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y
se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El
joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser
llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan enseguida
la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los
pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi
hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y
comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de
la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno
de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: ‘Tu
hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado,, porque lo
ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió
para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te
sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me
diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. Y ahora que ese hijo
tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar
para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido
y ha sido encontrado”. Palabra
del Señor. 5.1 EL AMOR DE DIOS Y LA INGRATITUD DEL PECADOR
Es de común
acuerdo, que la parábola del hijo pródigo es una de las más bellas del
Evangelio, algunos dicen que es un “clásico” de Lucas, porque ha entrado a
formar parte de la tradición por su importancia y por su calidad en los
Evangelios y, porque expresa más efusivamente la misericordia de Dios sobre
el pecador arrepentido. No hay otra parábola que muestre tan hermosamente el
amor de Dios y al mismo tiempo la ingratitud del pecador y la indigencia en
la que cae por el pecado. Todos los elementos de su desarrollo están
mostrando esta solicitud de Dios por el pecador para perdonarlo. Los detalles
de esta solicitud son acusadísimos. 5.2 ¿A QUIÉNES REPRESENTAN LOS HIJOS “MAYOR” Y “MENOR”?
Es evidente que
este “padre” de la parábola es Dios. Pero ¿a quiénes representan los hijos
“mayor” y “menor”? Es seguro que
el “hijo menor” estaba alegóricamente por los “publícanos y pecadores,” ya
que éstos eran gentes que no se preocupaban gran cosa de no incurrir en la
impureza “legal,” o acaso, máxime en la proyección de Lucas “moralizante,”
que mira a la gentilidad, a los pecadores en general, sin estas
especificaciones judías. El hijo menor
se marchó a un país lejano. Se separó de Dios, no por el lugar, pues Dios
está en todas partes, sino por el afecto; así huye el pecador de Dios y se
pone lejos de Él. Pero el “hijo
mayor,” ¿a quién representa? Algunos piensan que a los fariseos, esto no es
posible, porque en esta parábola el “hijo mayor,” que está siempre en la casa
de su padre y en todo le obedece, por eso, resulta más lógico identificarlo
con “los justos,” que en esta redacción de Lucas se extiende a los
cristianos. Podrá extrañar que éstos protesten, personificados en el “hijo mayor,” de la
conducta misericordiosa de Dios con el pecador. No olvidemos que es un rasgo
pedagógico de la parábola para más resaltar estos planes de Dios. El “hijo
mayor” está “por los justos que, al modo humano, muestran no comprender los
misterios de la divina misericordia”. En esto, puede haber una cierta ironía
contra los cristianos. Pero también, los dos hijos pueden estar, sin más
matices de ambiente judío, por justos y pecadores. 5.3 EL QUE VUELVE A EL, (DIOS) EN BUSCA DEL PERDÓN, ENCONTRARA LO
QUE BUSCA.
Así es, como esta parábola, nos muestra
el modo y la forma que siguen los hombres al caer en el pecado. También nos
hace ver con mucha claridad, la vida miserable que alcanza el pecador. Pero
hay algo muy importante, que debe destacarse, esto es, el regreso del pecador
a Dios, y cuando así sucede, nos encontramos con la infinita bondad y con la
mayor de todas las misericordias, con la que Dios recibe a los arrepentidos
de sus faltas y pecados. El que vuelve a EL, (Dios) en busca del perdón,
encontrara lo que busca. El hijo menor había despreciado a su
padre marchándose de su lado y había disipado su patrimonio; pero cuando hubo
pasado tiempo y se vio abrumado por los trabajos, viéndose convertido en un
criado y alimentándose de lo mismo que los cerdos, volvió castigado a la casa
de su padre. Al haberse alejado de su padre, se encontró consigo mismo, pero
con su propio yo vacío y se sometió a los sufrimientos de la indigencia
material y espiritual que lo humilló, entonces se desesperó y sintió la
necesidad del regreso a casa. 5.4 SU PADRE LO VIO Y SE CONMOVIÓ PROFUNDAMENTE
Dice Jesús; “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”, sale su
padre, y, lo compadecido, corrió a él, llenándole de cariño, es alegoría de
la providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón. La
misericordia de Dios, no solamente no castiga al pecador, sino que lo espera,
le ofrece el perdón. Cuando vuelve al Padre, este, lo recibe brazos abiertos
y no le pregunta nada, no le echa en cara su mala conducta anterior, no le
recuerda que fue ingrato, al contrario, siente compasión y lo hace antes del
arrepentimiento de su hijo. Sigue el Evangelio; "El padre dijo a
sus servidores: "Traigan
enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias
en los pies”. El mandar ponerle el vestido, el anillo y las
sandalias, expresa, probablemente y globalmente, su restitución al estado de
hijo en la casa, pero con atuendo festivo y de honor. 5.5 SU PADRE SALIÓ PARA ROGARLE QUE ENTRARA
El hijo mayor estaba en el campo. Al
volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la
danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
Él le respondió: "Tu hermano
ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha
recobrado sano y salvo". Él se enojó y no quiso entrar. El
hermano mayor, que era el pueblo de Israel, tuvo envidia del hijo menor (esto
es, del pueblo gentil), por el beneficio de la bendición paterna, lo mismo
que los judíos cuando Jesucristo comía con los gentiles. Pero su padre salió para rogarle que
entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber
desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito
para hacer una fiesta con mis amigos. Todavía sigue indignándose y no quiere
entrar. Pero cuando haya entrado la totalidad de los gentiles, saldrá
oportunamente su Padre para la salvación de todo el pueblo de Israel. Esto
sucederá cuando sean llamados abiertamente los judíos a la salvación del
Evangelio, cuya manifiesta vocación está figurada por la salida del padre a
rogar al hijo mayor. 5.6 HIJO MÍO, TÚ ESTÁS SIEMPRE CONMIGO
“¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto,
después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el
ternero engordado!" Pero el padre le dijo: "Hijo
mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya
fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado". La bondad de Dios, con los pecadores es
inmensa, — sin distinción de gravedades — tiene sobre sí el perdón de Dios,
“su Padre.” Así como el tema central es “el hijo pródigo,” es también el
permanente perdón de Dios. Siempre que nos alejemos de Dios, nos
estamos alejando de la felicidad, de la fuente del amor, entonces luego
caemos. Cuantas veces Dios, nuestro Padre, nos ha
recibido como el hijo pródigo, con los brazos abiertos a la reconciliación,
al perdón, a la paz y a su bondad. En verdad, no podemos hacer esperar más
tiempo a Dios, dejemos abrazarnos por sus brazos, pidamos perdón con
sencillez, humildad y confianza. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds IV DOMINGO DE CUARESMA CICLO C Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los
comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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