Reflexión desde las Lecturas del IV Domingo de
Adviento Ciclo A Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. La señal de Dios. Con
ella cambió la historia “El
Señor mismo les dará un signo”. En la proximidad ya de la Navidad, la
Iglesia quiere centrar más y más nuestra mirada y nuestro deseo en Cristo que
viene. Con las palabras del profeta Isaías nos recuerda que Cristo es el
signo que Dios nos ha dado. Esperamos signos de que el mundo cambia, de que
las cosas mejoran. Pero Dios nos da un único signo: Cristo Salvador. Él es la
respuesta a todos los interrogantes, la solución a todos los problemas.
Cristo nos basta. Sólo hace falta que le acojamos sin condiciones. Si creemos
firmemente en Él y le dejamos entrar en nuestra vida, Él hará lo demás, “Él
salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (evangelio). “La
Virgen está encinta y da a luz a un hijo”. María está en el centro de la liturgia de
este domingo. Cristo nos es dado a través de ella. Gracias a ella tenemos al
Emmanuel, al “Dios con nosotros”. Para
darlo al mundo, primero lo ha recibido. La vida de la Virgen no es llamativa en
actividades exteriores. Al contrario, su vida fue totalmente sencilla. Y, sin
embargo, ella está en el centro de la historia. Con ella la historia ha
cambiado de rumbo. Al recibir a Cristo y darlo al mundo, todo ha cambiado. Nuestra vida está llamada a ser tan
sencilla y a la vez tan grande como la de María. No hemos de discurrir
grandes planes complicados. Basta que recibamos del todo a Cristo y nos
entreguemos plenamente a Él. Entonces podremos dar a luz a Cristo para los
demás y el mundo tendrá salvación. 2.
PRIMERA LECTURA
Is 7, 10-14 “Miren: la joven está embarazada y dará a
luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel, que significa Dios con
nosotros”. El profeta convierte en signo profético el nacimiento de un niño
para decir al rey Ajaz que, a pesar de todo, Dios mantiene su promesa de
proteger a la dinastía real y a todo el pueblo frente a las amenazas de los poderosos. Lectura
del libro de Isaías. El
Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del
Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.» Pero Ajaz respondió: «No lo
pediré ni tentaré al Señor». Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David:
¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por
eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará
a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel». Palabra
de Dios. 2.1 en lo
profundo del Abismo, o arriba, en las
alturas Con este capítulo 7 de Isaías, se abre una
serie de profecías habidas en los años del reinado del incrédulo Ajaz, (Acaz)
rey político que sólo tiene puntos de mira humanos y está obcecado y
endurecido, es decir opuesto a la predicación del profeta, predicha en el
capítulo anterior. Isaías ofrece incondicionalmente a Ajaz la ayuda de Dios,
pero esto en el supuesto de que abandone sus secretas negociaciones
diplomáticas con Asiría, por los graves peligros de tipo religioso que
traería la intervención de este inmenso imperio. Todo pacto con pueblos
paganos era considerado por el profeta como una deslealtad y una desconfianza
para con Dios. Después de muchas
discusiones y tentativas, Isaías abordó al rey inesperadamente y le ofreció,
como prueba que Dios estaba a su lado y garantizaba los puntos de vista por
él expresados, un signo asombroso, un verdadero milagro. La respuesta de Ajaz
fue escéptica y ladina: “No lo pediré ni tentaré al Señor”.
No quiero tentar a Dios. Entonces el profeta lanzó una profecía conminatoria
enigmática, esperando hacer impresión en el ánimo del rey; es la profecía del
“Emmanuel,” llena de inmediatos presagios sombríos, pero que al mismo tiempo
abre un horizonte de esperanza para los fieles del Señor, el “resto fiel” que
se salvará de la catástrofe, y transmitirá la antorcha de las esperanzas
mesiánicas a las futuras generaciones. El profeta ve la inquietud del rey y aun
su incredulidad en las promesas de seguridad que se le da de parte de Dios, y
al punto, movido por divino instinto, le ofrece un asombro extraordinario a
elección para confirmar la actitud benevolente de Dios para con Judá y su
pueblo. La señal que se le ofrece debe ser como un certificado ante Ajaz de
la ayuda divina, sea que esa señal sea una maravilla del orden natural o un
hecho ordinario, pero que adquiere una nueva significación en cuanto ha sido
predicho de antemano. El profeta, enfáticamente, le dice que tiene a
disposición todo el ámbito de la creación, “en lo profundo del Abismo, o
arriba, en las alturas”, para
solicitar algo asombro, pues el Señor es el Señor de la creación, y lo mismo
puede hacer venir las sombras de lo profundo del Abismo que enviar una legión
de ángeles en su socorro. El rey, escéptico en materia religiosa, no
cree en la realidad de tales promesas, y con un celo hipócrita, como
queriendo dar una lección de religiosidad al mismo profeta, le dice
irónicamente que no pedirá esa señal para no tentar a Dios: “Pero
Ajaz respondió: No lo pediré ni tentaré al Señor”. Es el colmo de la
hipocresía y del cinismo en un rey que despreciaba la religión y aspiraba a
introducir los cultos idólatras de los vencedores asirios y bajo pretensión de reverencia a Dios,
declina la oferta. Isaías que sabía de los oscuros propósitos del rey
prorrumpe en una explosión de molestia, ya que, si bien no era lícito pedir a
Dios milagros innecesariamente, tentar al Señor, el rechazar la oferta del
portento hecha por Dios era en realidad un desprecio y un insulto que ponía a
prueba la misma paciencia divina. La reacción de Isaías, furioso y enardecido
por el celo de Dios, es fulminante y dijo: “Escuchen, entonces, casa de
David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi
Dios?” 2.2 LO LLAMARÁ CON EL NOMBRE DE EMANUEL En este ambiente de molestia es necesario
comprender el anuncio de la señal especial que el profeta le hace, como
dándole en cara y en castigo de su infidelidad, puesto que no ha querido
aceptar una señal de la benevolencia divina después que Dios le había
ofrecido los recursos de su omnipotencia para hacer ver la protección de que
quería hacerle objeto; Dios, por su parte, escogerá la señal, pero con un
significado muy distinto, el de demostrar el rigor de su justicia. La señal es de lo más
desconcertante: una virgen va a concebir y dar a luz un niño con un nombre
simbólico misterioso. “Por eso el Señor mismo les dará un signo.
Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el
nombre de Emanuel”. Dado el cierto énfasis de parte del
profeta al presentar a esta misteriosa doncella, incluso sobre su condición
de tal ya que presenta, “la joven está embarazada”, parece que el profeta piensa en la
concepción excepcional del niño que “dará a luz”; y si se admite que
el profeta insinúa la idea de la concepción fuera de las leyes naturales al
suponer que esa joven doncella está ya “está embarazada”, es necesario
admitir que también el parto será algo fuera de lo normal. Esta misma
doncella le impondrá personalmente el nombre “lo llamará con el nombre de
Emanuel”. (El profeta no tiene en cuenta para nada la presencia de un
posible padre). El nombre es simbólico: “Dios con nosotros.” En síntesis, es esta página de Isaías,
aparece Ajaz, preocupado por los reyes vecinos que querían implicarlo en la
guerra contra Asiria. Pero el profeta Isaías le anima a tener fe y estar
tranquilo, le sugiere una opción de fe de sabiduría práctica, porque de este
modo quedaría libre del dominio extranjero. Sabiendo la dificultad de creer
en un momento similar, donde están en juego cuestiones tan graves como la
política y la guerra, donde Dios parece contar poco o nada, el mismo Dios
está dispuesto a ofrecer un signo a Ajaz para ayudar a su débil fe. Pero Ajaz
lo rechaza hipócritamente, aunque en realidad rechaza asumir la actitud de fe
dejándose guiar por Dios. ¿Tiene que ver Dios con los grandes problemas de
relaciones internacionales y, más en general, con las grandes opciones o con
las decisiones de cada día, o más bien Dios es aquel a quien adoramos cuando
vamos al templo y las demás opciones se toman en base a los juegos de poder
de los hombres? A la dramática pregunta, Dios responde ofreciendo un signo:
un niño que nace de una muchacha todavía virgen y asume el nombre simbólico
de “Dios con nosotros”. Ciertamente es
un pequeño signo que exige fe. ¿Qué es, de hecho, un niño frágil frente a los
ejércitos que avanzan? Y, sin embargo, es un signo fuerte, porque nos dice
que Dios cuida de la vida de este pueblo garantizándole un futuro. 3.
SALMO R.
Va a entrar el Señor, el rey de la gloria. Del
Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes
porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del
océano. R. ¿Quién
podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que
tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los
ídolos. R. Él
recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son
los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R. Sal
23, 1-6 3.1 ASÍ SON LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR, LOS QUE
BUSCAN SU ROSTRO, DIOS DE JACOB El fragmento de este salmo, es una
composición poética donde distinguimos dos partes: himno al Creador, versos 1
y 2 y condiciones que ha de tener el que pretenda acercarse a “Montaña
del Señor”. En la primera parte, el salmista proclama el señorío del Creador: “Del
Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus
habitantes”. Ciertamente, basa sus derechos legítimos en su calidad
de Creador de todo. Conforme a la mentalidad de los antiguos hebreos, la
tierra está asentada sobre los mares: “porque Él la fundó sobre los mares, Él la
afirmó sobre las corrientes del océano”. Del hecho de que el agua
proceda de fuentes y pozos subterráneos deducía la sabiduría popular que la
parte sólida descansaba sobre otra líquida. Esto es una maravilla, pues Dios
hace descansar la tierra inmóvil sobre algo tan móvil y poco resistente como
el agua. En ello se manifiesta también la omnipotencia del Creador. Al ser
humano no le toca, pues, sino reconocer la soberanía del que ha hecho la
tierra y cuanto la llena: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay
en ella”. El salmista proclama la soberanía total del Señor sobre
todas las manifestaciones de la naturaleza y sobre: “el mundo y todos sus
habitantes” No cabe afirmación
monoteísta más clara. Todo depende de Él en su ser y en su manifestación
vital. Después de declarar enfáticamente la
soberanía absoluta del Señor sobre todo, implícitamente se deduce la
obligación de reconocerla por parte del hombre. “¿Quién podrá subir a la
Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado?”. La santidad
del templo del Señor exige una pureza moral en consonancia con la santidad de
Dios que en él habita. Sólo podrá subir al templo de Jerusalén, y mucho más
mantenerse digno ante su Dios, el que cumpla un ideal de perfección moral
mínimo que le haga aceptado a los ojos del Señor. “El que tiene las manos limpias
y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos”. El Señor habita en su santo lugar, que es el
monte de Sión, “Montaña del Señor”, santificada con la presencia del
Omnipotente. Y el salmista recita en estilo sapiencial las condiciones que
debe tener el que pretenda acercarse al santuario nacional. Es el enunciado
del ideal moral de su tiempo dentro de los círculos “sapienciales.” Lo
primero que se exige es tener limpias las manos, libres de toda acción
violenta y atropello, y el corazón puro, es decir, exento de turbias
intenciones. Además, debe estar exento de toda veleidad idolátrica, sin haber
alzado su alma a las cosas vanas, los ídolos, permaneciendo siempre fiel al
Señor. Dentro de esta línea de pureza moral está el abstenerse de juramentos
dolosos contra el prójimo. El que se acerque al Señor con estas
mínimas condiciones morales, “recibirá la bendición del Señor, la
recompensa de Dios, su salvador”. El Señor, se manifiesta al justo como el
“Dios de su salvación” o Salvador; y esta “salvación” es el premio y reconocimiento
de su recto obra: “Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de
Jacob”. Los fieles israelitas que se acerquen en estas condiciones
morales, constituyen la raza o generación de los que verdaderamente le buscan
afanosamente y aspiran a ver su cara, o manifestación radiante y
benevolente,-en las solemnidades del templo. Los salmistas tienen la obsesión
litúrgica, pues en el templo encuentran la felicidad de su alma al entrar en
relaciones íntimas afectivas con su Dios; allí realmente contemplan su faz; “los
que buscan su rostro”. 4.
SEGUNDA LECTURA
Rom 1,1-7 Pablo escribe a una comunidad que él no
fundó y sobre la que no se atribuye derecho de paternidad, presentándose como
“siervo de Cristo Jesús, llamado a ser Apóstol y elegido para anunciar la
Buena Noticia”. Ésta es la nueva identidad que le dio el Señor en el camino
de Damasco y que lo definirá para siempre. Lectura
de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma. Carta
de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para
anunciar la Buena Noticia de Dios, que Él había prometido por medio de sus
Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro
Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios
con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los
muertos. Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de
conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los
pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido
llamados por Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios,
llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios,
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra
de Dios. 4.1 “LLAMADO PARA SER APÓSTOL” CON LA MISIÓN DE
“ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA DE DIOS.” Comienza San Pablo, a modo de presentación
ante la iglesia de Roma, indicando sus títulos para el apostolado; Pablo,
servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la
Buena Noticia de Dios”. Abiertamente se proclama “servidor de Jesucristo”
expresión muy parecida a “siervo de Yahvé,” de tan frecuente uso en el
Antiguo Testamento, no ya sólo para designar al Mesías, sino también para
designar a aquellos israelitas cuya vida estaba dedicada de modo especial al
servicio de Dios, particularmente si eran profetas. Pablo, pues, al
proclamarse “servidor de Jesucristo” no aludiría sólo a su condición de
cristiano, sino a algo más particular, como luego concretará en los dos
títulos siguientes: “llamado para ser Apóstol” con la
misión de “anunciar la Buena Noticia de Dios.” A continuación de su nombre y títulos
esperaríamos encontrar la mención de los destinatarios de la carta, con la
acostumbrada fórmula de saludo. Pero no es así, y hemos de aguardar hasta el
versículo (v.7). “A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser
santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y
del Señor Jesucristo”, y es que San Pablo, sin preocuparse gran cosa
del estilo, se deja llevar por las ideas conforme van afluyendo a su mente,
añadiendo incisos sobre incisos, formando un período muy rico en doctrina,
pero bastante complicado gramaticalmente. Esto es corriente en el estilo de
Pablo. La idea de “anunciar la Buena Noticia de Dios” le trae a la memoria la
de la vinculación del “evangelio” con el Antiguo Testamento, que ya habló de
Cristo “que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas
Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo” y ésta a su vez le mueve
a hablar de la grandeza de Cristo “constituido Hijo de Dios” y por
medio del cual él ha recibido la gracia que le ha convertido en Apóstol de
los gentiles; “Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica”.
Incluso podemos ver en estas ideas de los versículos preliminares, de modo
parecido a como sucede también en otras cartas (cf. Gal 1: 1-4), un como
anticipo de los temas fundamentales que pretende desarrollar. De hecho, todas
esas ideas, a las que podemos añadir la de la gratuidad de la elección
divina, “que han sido llamados por Jesucristo”, reaparecerán
continuamente a lo largo de la carta. 4.2 CONSTITUIDO HIJO DE DIOS CON PODER SEGÚN EL
ESPÍRITU SANTIFICADOR No cabe duda que la idea principal, base
de referencia que está sosteniendo todo el período, está centrada en la
figura excelsa de Jesucristo: “acerca de su Hijo…Constituido Hijo de
Dios”, por el cual “hemos recibido la gracia”, Tampoco
cabe duda que son dos las afirmaciones fundamentales de San Pablo acerca de
Jesucristo: “nacido de la estirpe de David según la carne”, y que “es
hijo de Dios”. Por lo que hace a la misteriosa frase; “constituido
Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador”, téngase en
cuenta que en la predicación cristiana primitiva, la efusión del Espíritu
Santo sobre el mundo por Cristo formaba parte, como elemento esencial, de la
exaltación de éste. El mismo San Pablo, dentro de la carta a los Romanos,
atribuye al Espíritu Santo el ser principio de esa nueva vida traída por
Cristo que ha de desembocar en la resurrección de los así vivificados. Es
obvio, pues, suponer que, al aludir al principio de su carta a la persona de
Jesucristo, lo haga fijándose sobre todo en su poder de santificador, según
el Espíritu, poder que comenzó a ejercer de modo ostensible “por
su resurrección de entre los muertos”. Lo que a continuación dice San Pablo es ya
más fácil de entender. Señalamos únicamente la expresión “a
fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre”,
expresión un tanto ambigua, que no todos interpretan de la misma manera.
Creen muchos que la palabra “fe” está tomada aquí en sentido objetivo, como
conjunto de verdades evangélicas a las que es necesario someterse; otros, en
cambio, más en consonancia con el tema central de la carta, mantienen el
sentido obvio de la palabra “fe,” e interpretan la frase como refiriéndose a
la obediencia a Dios por la fe. El que San Pablo llame “santos” a los fieles
de Roma; “A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser
santos” no quiere decir que todos lo fuesen en el sentido que hoy
damos a esta palabra; era éste un término entonces corriente con que se
designaban entre sí los cristianos significando su elección por parte de
Dios, que los había como “separado” del mundo para consagrarlos a su
servicio. Además, en este caso, la expresión paulina significa más bien
“santos por vocación” o “llamados a ser santos.” Por fin, San Pablo llega al final del
saludo, deseando a los destinatarios “lleguen la gracia y la paz, que proceden
de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”, fórmula usual en sus cartas y, a lo que
parece, formada por él. 5.
EVANGELIO Mt 1,
18-24 Este relato del nacimiento de Jesús que
presenta Mateo desarrolla con total claridad que la maternidad de María no es
obra de José, sino del Espíritu Santo. De igual forma presenta a José como
hombre justo, con un temor reverencial ante un misterio que intuía y que le
desbordaba. El deseo de huir, es la constante en los relatos de vocación de
los grandes personajes del Antiguo Testamento. Lo que Mateo quiere resaltar
en el relato es “la vocación de José” al servicio del misterio de la
salvación. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Éste
fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba
en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo
de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido
engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a
quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus
pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había
anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien
pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros».
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a
María a su casa. Palabra
del Señor. 5.1 JESÚS
COMO HIJO DE MARIA, ES EL CRISTO, EL MESÍAS, PROFETIZADO EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO El relato del
Evangelio de hoy, es parte de capítulo 1, comienzo del Evangelio de San
Mateo. Con su Evangelio, Mateo busca como finalidad demostrar el origen
humano de Jesucristo y luego a través todo el Evangelio, probará con las
profecías y milagros realizados por Jesús, su naturaleza divina, pero era
preciso previo demostrar también su parentesco con los hombres a los que vino
salvar. Así también, el interés de San Mateo, al presentarnos a Jesús como
hijo de María, es el Cristo, el Mesías, profetizado en el Antiguo Testamento,
venido al mundo para librar a los hombres de los pecados, es así como él dice
“Jesucristo, hijo de David”, que es una expresión para denominar al Mesías 5.2 LA
GENERACIÓN VIRGINAL DE JESÚS Y EL PAPEL DE PADRE ADOPTIVO QUE LE COMPETE A
JOSÉ Cuando al final
del versículo (Mt, 1-16) dice “padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el
esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”, nos
demuestra la generación virginal de Jesús y el papel de padre adoptivo que le
compete a José, ya que dé él se desprende que es el esposo de María y que no
tiene parte alguna en la concepción de Jesús, sí que tiene una
responsabilidad legal y jurídica sobre el hijo de su esposa. Se debe
destacar, a fin de entender de mejor forma este fragmento del evangelio, que
la celebración del matrimonio entre los Judíos se hace en dos etapas, o dos
actos esponsales o desposorios, estos suponen de antemano un compromiso real,
de tal forma que al prometido desde ese momento ya lo llamaban esposo y no
era factible quedar libre de este compromiso si no era por repudio. Es así
como este versículo es bien claro al entendimiento: “María, su madre, estaba
comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un
hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y
no quería denunciarla públicamente”. Y es claro el versículo, porque
nos aclara que estando comprometida o desposada, María madre de Cristo, antes
de que conviviese con José, se halló encinta por obra del Espíritu Santo.
Luego, José, su esposo, siendo justo, es decir razonable, y no queriendo
denunciarla (o revelarlo), resolvió separarse secretamente de María. Tal vez,
José, vio en ella una mujer amadísima por Dios y quiso protegerla de esta
manera.” 5.3 José, su esposo, que era un hombre justo Es así, como decimos
que San José es un hombre Justo, porque él está convencido de la virtud de
María, aunque al principio se turbo porque no conocía el misterio de la
Encarnación. Entonces entre el convencimiento de la santidad de María, José
se encuentra frente a un misterio que no le es fácil de comprender, y en un
momento decide dejar a María. Nos queda claro entonces, que José no conocía
el misterio obrado en María, pero Ella si lo conocía, y dejo que Dios mismo
saliera en defensa de su virtud y de esta forma luego sucedió. La fiel María
no le dice a José lo ocurrido en ella, no interfiere en los planes de Dios
para con José y así espera que Dios envíe un ángel para revelarle su designio
sobre ella, y sobre él. También se dice
que es Justo, porque fue un hombre razonable, sensato, prudente y confiado
con la justicia de Dios, y esta es la santidad, el confió en Dios. Como dice
el canto el Salmo 34, 9, “Dichoso el hombre que se refugia en el Señor”, y el
canto del Salmo 84, 13, “Señor del universo, feliz el hombre que confía en
Ti” El matrimonio de
José con María, tenía una misión importante, ser padre del hijo de María, por
eso decimos también que José es un "justo" elegido por Dios para
esta misión. Sin embargo José, en silencio sufre las dudas, pero aguarda la
intervención de Dios, sabiendo que el embarazo de María se debe a la acción
del Espíritu Santo, José decide "apartarse ante el misterio". José,
comprendiendo que Dios está actuando, decide no interferir en el designio de
Dios con María. Por ello decide apartarse de María en secreto. Esa es la
actitud justa que admiramos en José, pero es justo no ante la ley de su
pueblo, es ante Dios, aceptando totalmente su voluntad, y lo demuestra al
alejarse de María en silencio, en secreto. El no revela el misterio de la concepción
virginal del Hijo de Dios en María. 5.4 EL
SECRETO DE JOSÉ, LO GUARDA EN SU CORAZÓN El secreto de
José, lo guarda en su corazón, es algo maravilloso, es algo precioso, no se
pregunta en ningún caso si María es culpable de algo. Pero, ¿porque tiene dudas?
o mejor dicho, ¿De qué son las dudas? Cualquier persona se sentiría como José
en su lugar, en efecto, el necesita saber cómo actuar frente a este misión,
su esposa esta en cinta por obra del Espíritu Santo, su María espera el Hijo
de Dios. En el secreto ve la salida José, y esto es separarse de ella
secretamente, es porque él se da cuenta que Dios puso la mano en su esposa, y
José tiene un profundo respeto por la santidad de María. Tal vez José,
hombre sensible y humilde, se consideraba indigno estar junto a María, cuya
maravillosa y superior dignidad admiraba, y quizás temió ante la profundidad
del misterio, y quiso no dejarla, sino que retirarse calladamente por respeto
a María y a Dios. Sin embargo, José, con ese gran respeto hacia María, en
quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, deja todo en las manos de
Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció en sueños un ángel
del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa”. Recordemos que José, es un hombre sencillo, y como
es lógico siente temor ante la presencia y acción de Dios en María, es por
eso que el ángel le dice: “porque lo que ha sido engendrado en ella
proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el
nombre de Jesús”. Luego el ángel, le revela a José lo que todo hombre
de su pueblo hubiera querido saber; “porque Él salvará a su Pueblo de todos
sus pecados”. 5.5 ESPOSO
DE MARÍA Y COMO PADRE LEGAL DE JESÚS. José sin ser el
padre carnal del hijo de María, recibe la misión de hacer de padre a Jesús. Y
a partir de esa vista del Ángel, acogiendo la voluntad de Dios, actúa como
esposo de María y como padre legal de Jesús. En José,
encontramos un hombre natural, obediente y de gran respeto. Este humilde
servidor, supo acoger en secreto este misterio de la acción de Dios en María
y él hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, recibir a su esposa,
respetarla, cuidarla, acompañarla siempre, participar del nacimiento del
Hijo, a quien “puso por nombre Jesús". Todo este evangelio, es una bella
imagen de la misión de San José, así se ennoblece la vida del buen esposo de
la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a sus dos amores: Jesús
y María. El Secreto de José, un acto de amor a Dios. El Señor nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant IV Domingo del
Tiempo de Adviento Ciclo A Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén |
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