Reflexión desde las Lecturas del IV Domingo de Adviento Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    La señal de Dios. Con ella cambió la historia

 El Señor mismo les dará un signo”. En la proximidad ya de la Navidad, la Iglesia quiere centrar más y más nuestra mirada y nuestro deseo en Cristo que viene. Con las palabras del profeta Isaías nos recuerda que Cristo es el signo que Dios nos ha dado. Esperamos signos de que el mundo cambia, de que las cosas mejoran. Pero Dios nos da un único signo: Cristo Salvador. Él es la respuesta a todos los interrogantes, la solución a todos los problemas. Cristo nos basta. Sólo hace falta que le acojamos sin condiciones. Si creemos firmemente en Él y le dejamos entrar en nuestra vida, Él hará lo demás, “Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (evangelio).

“La Virgen está encinta y da a luz a un hijo”. María está en el centro de la liturgia de este domingo. Cristo nos es dado a través de ella. Gracias a ella tenemos al Emmanuel, al “Dios con nosotros”.

Para darlo al mundo, primero lo ha recibido. La vida de la Virgen no es llamativa en actividades exteriores. Al contrario, su vida fue totalmente sencilla. Y, sin embargo, ella está en el centro de la historia. Con ella la historia ha cambiado de rumbo. Al recibir a Cristo y darlo al mundo, todo ha cambiado.

Nuestra vida está llamada a ser tan sencilla y a la vez tan grande como la de María. No hemos de discurrir grandes planes complicados. Basta que recibamos del todo a Cristo y nos entreguemos plenamente a Él. Entonces podremos dar a luz a Cristo para los demás y el mundo tendrá salvación. 

2.    PRIMERA LECTURA Is 7, 10-14

“Miren: la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel, que significa Dios con nosotros”. El profeta convierte en signo profético el nacimiento de un niño para decir al rey Ajaz que, a pesar de todo, Dios mantiene su promesa de proteger a la dinastía real y a todo el pueblo frente a las amenazas de los poderosos.

Lectura del libro de Isaías.

El Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en  las alturas.» Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor». Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel».

Palabra de Dios.

2.1  en lo profundo del Abismo, o arriba, en  las alturas

Con este capítulo 7 de Isaías, se abre una serie de profecías habidas en los años del reinado del incrédulo Ajaz, (Acaz) rey político que sólo tiene puntos de mira humanos y está obcecado y endurecido, es decir opuesto a la predicación del profeta, predicha en el capítulo anterior. Isaías ofrece incondicionalmente a Ajaz la ayuda de Dios, pero esto en el supuesto de que abandone sus secretas negociaciones diplomáticas con Asiría, por los graves peligros de tipo religioso que traería la intervención de este inmenso imperio. Todo pacto con pueblos paganos era considerado por el profeta como una deslealtad y una desconfianza para con  Dios. Después de muchas discusiones y tentativas, Isaías abordó al rey inesperadamente y le ofreció, como prueba que Dios estaba a su lado y garantizaba los puntos de vista por él expresados, un signo asombroso, un verdadero milagro. La respuesta de Ajaz fue escéptica y ladina: “No lo pediré ni tentaré al Señor”. No quiero tentar a Dios. Entonces el profeta lanzó una profecía conminatoria enigmática, esperando hacer impresión en el ánimo del rey; es la profecía del “Emmanuel,” llena de inmediatos presagios sombríos, pero que al mismo tiempo abre un horizonte de esperanza para los fieles del Señor, el “resto fiel” que se salvará de la catástrofe, y transmitirá la antorcha de las esperanzas mesiánicas a las futuras generaciones.

El profeta ve la inquietud del rey y aun su incredulidad en las promesas de seguridad que se le da de parte de Dios, y al punto, movido por divino instinto, le ofrece un asombro extraordinario a elección para confirmar la actitud benevolente de Dios para con Judá y su pueblo. La señal que se le ofrece debe ser como un certificado ante Ajaz de la ayuda divina, sea que esa señal sea una maravilla del orden natural o un hecho ordinario, pero que adquiere una nueva significación en cuanto ha sido predicho de antemano. El profeta, enfáticamente, le dice que tiene a disposición todo el ámbito de la creación, “en lo profundo del Abismo, o arriba, en  las alturas”, para solicitar algo asombro, pues el Señor es el Señor de la creación, y lo mismo puede hacer venir las sombras de lo profundo del Abismo que enviar una legión de ángeles en su socorro.

El rey, escéptico en materia religiosa, no cree en la realidad de tales promesas, y con un celo hipócrita, como queriendo dar una lección de religiosidad al mismo profeta, le dice irónicamente que no pedirá esa señal para no tentar a Dios: “Pero Ajaz respondió: No lo pediré ni tentaré al Señor”. Es el colmo de la hipocresía y del cinismo en un rey que despreciaba la religión y aspiraba a introducir los cultos idólatras de los vencedores asirios y  bajo pretensión de reverencia a Dios, declina la oferta. Isaías que sabía de los oscuros propósitos del rey prorrumpe en una explosión de molestia, ya que, si bien no era lícito pedir a Dios milagros innecesariamente, tentar al Señor, el rechazar la oferta del portento hecha por Dios era en realidad un desprecio y un insulto que ponía a prueba la misma paciencia divina. La reacción de Isaías, furioso y enardecido por el celo de Dios, es fulminante y dijo: “Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?”

2.2  LO LLAMARÁ CON EL NOMBRE DE EMANUEL

En este ambiente de molestia es necesario comprender el anuncio de la señal especial que el profeta le hace, como dándole en cara y en castigo de su infidelidad, puesto que no ha querido aceptar una señal de la benevolencia divina después que Dios le había ofrecido los recursos de su omnipotencia para hacer ver la protección de que quería hacerle objeto; Dios, por su parte, escogerá la señal, pero con un significado muy distinto, el de demostrar el rigor de su justicia. La señal es de lo más desconcertante: una virgen va a concebir y dar a luz un niño con un nombre simbólico misterioso. “Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel”.

Dado el cierto énfasis de parte del profeta al presentar a esta misteriosa doncella, incluso sobre su condición de tal ya que presenta, “la joven está embarazada”,  parece que el profeta piensa en la concepción excepcional del niño que “dará a luz”; y si se admite que el profeta insinúa la idea de la concepción fuera de las leyes naturales al suponer que esa joven doncella está ya “está embarazada”, es necesario admitir que también el parto será algo fuera de lo normal. Esta misma doncella le impondrá personalmente el nombre “lo llamará con el nombre de Emanuel”. (El profeta no tiene en cuenta para nada la presencia de un posible padre). El nombre es simbólico: “Dios con nosotros.”

En síntesis, es esta página de Isaías, aparece Ajaz, preocupado por los reyes vecinos que querían implicarlo en la guerra contra Asiria. Pero el profeta Isaías le anima a tener fe y estar tranquilo, le sugiere una opción de fe de sabiduría práctica, porque de este modo quedaría libre del dominio extranjero. Sabiendo la dificultad de creer en un momento similar, donde están en juego cuestiones tan graves como la política y la guerra, donde Dios parece contar poco o nada, el mismo Dios está dispuesto a ofrecer un signo a Ajaz para ayudar a su débil fe. Pero Ajaz lo rechaza hipócritamente, aunque en realidad rechaza asumir la actitud de fe dejándose guiar por Dios. ¿Tiene que ver Dios con los grandes problemas de relaciones internacionales y, más en general, con las grandes opciones o con las decisiones de cada día, o más bien Dios es aquel a quien adoramos cuando vamos al templo y las demás opciones se toman en base a los juegos de poder de los hombres? A la dramática pregunta, Dios responde ofreciendo un signo: un niño que nace de una muchacha todavía virgen y asume el nombre simbólico de “Dios con nosotros”.  Ciertamente es un pequeño signo que exige fe. ¿Qué es, de hecho, un niño frágil frente a los ejércitos que avanzan? Y, sin embargo, es un signo fuerte, porque nos dice que Dios cuida de la vida de este pueblo garantizándole un futuro.

3.    SALMO

R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

Sal 23, 1-6

3.1  ASÍ SON LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR, LOS QUE BUSCAN SU ROSTRO, DIOS DE JACOB

El fragmento de este salmo, es una composición poética donde distinguimos dos partes: himno al Creador, versos 1 y 2 y condiciones que ha de tener el que pretenda acercarse a “Montaña del Señor”. En la primera parte, el salmista  proclama el señorío del Creador: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes”. Ciertamente, basa sus derechos legítimos en su calidad de Creador de todo. Conforme a la mentalidad de los antiguos hebreos, la tierra está asentada sobre los mares: “porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano”. Del hecho de que el agua proceda de fuentes y pozos subterráneos deducía la sabiduría popular que la parte sólida descansaba sobre otra líquida. Esto es una maravilla, pues Dios hace descansar la tierra inmóvil sobre algo tan móvil y poco resistente como el agua. En ello se manifiesta también la omnipotencia del Creador. Al ser humano no le toca, pues, sino reconocer la soberanía del que ha hecho la tierra y cuanto la llena: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella”. El salmista proclama la soberanía total del Señor sobre todas las manifestaciones de la naturaleza y sobre: “el mundo y todos sus habitantes”  No cabe afirmación monoteísta más clara. Todo depende de Él en su ser y en su manifestación vital.

Después de declarar enfáticamente la soberanía absoluta del Señor sobre todo, implícitamente se deduce la obligación de reconocerla por parte del hombre. “¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado?”. La santidad del templo del Señor exige una pureza moral en consonancia con la santidad de Dios que en él habita. Sólo podrá subir al templo de Jerusalén, y mucho más mantenerse digno ante su Dios, el que cumpla un ideal de perfección moral mínimo que le haga aceptado a los ojos del Señor. “El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos”.  El Señor habita en su santo lugar, que es el monte de Sión, “Montaña del Señor”,  santificada con la presencia del Omnipotente. Y el salmista recita en estilo sapiencial las condiciones que debe tener el que pretenda acercarse al santuario nacional. Es el enunciado del ideal moral de su tiempo dentro de los círculos “sapienciales.” Lo primero que se exige es tener limpias las manos, libres de toda acción violenta y atropello, y el corazón puro, es decir, exento de turbias intenciones. Además, debe estar exento de toda veleidad idolátrica, sin haber alzado su alma a las cosas vanas, los ídolos, permaneciendo siempre fiel al Señor. Dentro de esta línea de pureza moral está el abstenerse de juramentos dolosos contra el prójimo.

El que se acerque al Señor con estas mínimas condiciones morales, “recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador”.  El Señor, se manifiesta al justo como el “Dios de su salvación” o Salvador; y esta “salvación” es el premio y reconocimiento de su recto obra: “Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob”. Los fieles israelitas que se acerquen en estas condiciones morales, constituyen la raza o generación de los que verdaderamente le buscan afanosamente y aspiran a ver su cara, o manifestación radiante y benevolente,-en las solemnidades del templo. Los salmistas tienen la obsesión litúrgica, pues en el templo encuentran la felicidad de su alma al entrar en relaciones íntimas afectivas con su Dios; allí realmente contemplan su faz; “los que buscan su rostro”.

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 1,1-7

Pablo escribe a una comunidad que él no fundó y sobre la que no se atribuye derecho de paternidad, presentándose como “siervo de Cristo Jesús, llamado a ser Apóstol y elegido para anunciar la Buena Noticia”. Ésta es la nueva identidad que le dio el Señor en el camino de Damasco y que lo definirá para siempre.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios.

4.1  “LLAMADO PARA SER APÓSTOL” CON LA MISIÓN DE “ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA DE DIOS.”

Comienza San Pablo, a modo de presentación ante la iglesia de Roma, indicando sus títulos para el apostolado; Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios”. Abiertamente se proclama “servidor de Jesucristo” expresión muy parecida a “siervo de Yahvé,” de tan frecuente uso en el Antiguo Testamento, no ya sólo para designar al Mesías, sino también para designar a aquellos israelitas cuya vida estaba dedicada de modo especial al servicio de Dios, particularmente si eran profetas. Pablo, pues, al proclamarse “servidor de Jesucristo” no aludiría sólo a su condición de cristiano, sino a algo más particular, como luego concretará en los dos títulos siguientes: “llamado para ser Apóstol” con la misión de “anunciar la Buena Noticia de Dios.”

A continuación de su nombre y títulos esperaríamos encontrar la mención de los destinatarios de la carta, con la acostumbrada fórmula de saludo. Pero no es así, y hemos de aguardar hasta el versículo (v.7). “A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”, y es que San Pablo, sin preocuparse gran cosa del estilo, se deja llevar por las ideas conforme van afluyendo a su mente, añadiendo incisos sobre incisos, formando un período muy rico en doctrina, pero bastante complicado gramaticalmente. Esto es corriente en el estilo de Pablo. La idea de “anunciar la Buena Noticia de Dios” le trae a la memoria la de la vinculación del “evangelio” con el Antiguo Testamento, que ya habló de Cristo “que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo” y ésta a su vez le mueve a hablar de la grandeza de Cristo “constituido Hijo de Dios” y por medio del cual él ha recibido la gracia que le ha convertido en Apóstol de los gentiles; “Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica”. Incluso podemos ver en estas ideas de los versículos preliminares, de modo parecido a como sucede también en otras cartas (cf. Gal 1: 1-4), un como anticipo de los temas fundamentales que pretende desarrollar. De hecho, todas esas ideas, a las que podemos añadir la de la gratuidad de la elección divina, “que han sido llamados por Jesucristo”, reaparecerán continuamente a lo largo de la carta.

4.2  CONSTITUIDO HIJO DE DIOS CON PODER SEGÚN EL ESPÍRITU SANTIFICADOR

No cabe duda que la idea principal, base de referencia que está sosteniendo todo el período, está centrada en la figura excelsa de Jesucristo: “acerca de su Hijo…Constituido Hijo de Dios”, por el cual  “hemos recibido la gracia”, Tampoco cabe duda que son dos las afirmaciones fundamentales de San Pablo acerca de Jesucristo: “nacido de la estirpe de David según la carne”, y que “es hijo de Dios”.

Por lo que hace a la misteriosa frase; “constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador”, téngase en cuenta que en la predicación cristiana primitiva, la efusión del Espíritu Santo sobre el mundo por Cristo formaba parte, como elemento esencial, de la exaltación de éste. El mismo San Pablo, dentro de la carta a los Romanos, atribuye al Espíritu Santo el ser principio de esa nueva vida traída por Cristo que ha de desembocar en la resurrección de los así vivificados. Es obvio, pues, suponer que, al aludir al principio de su carta a la persona de Jesucristo, lo haga fijándose sobre todo en su poder de santificador, según el Espíritu, poder que comenzó a ejercer de modo ostensible “por su resurrección de entre los muertos”.

Lo que a continuación dice San Pablo es ya más fácil de entender. Señalamos únicamente la expresión “a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre”, expresión un tanto ambigua, que no todos interpretan de la misma manera. Creen muchos que la palabra “fe” está tomada aquí en sentido objetivo, como conjunto de verdades evangélicas a las que es necesario someterse; otros, en cambio, más en consonancia con el tema central de la carta, mantienen el sentido obvio de la palabra “fe,” e interpretan la frase como refiriéndose a la obediencia a Dios por la fe. El que San Pablo llame “santos” a los fieles de Roma; “A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos” no quiere decir que todos lo fuesen en el sentido que hoy damos a esta palabra; era éste un término entonces corriente con que se designaban entre sí los cristianos significando su elección por parte de Dios, que los había como “separado” del mundo para consagrarlos a su servicio. Además, en este caso, la expresión paulina significa más bien “santos por vocación” o “llamados a ser santos.”

Por fin, San Pablo llega al final del saludo, deseando a los destinatarios “lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”,  fórmula usual en sus cartas y, a lo que parece, formada por él.

5.    EVANGELIO Mt 1, 18-24

Este relato del nacimiento de Jesús que presenta Mateo desarrolla con total claridad que la maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu Santo. De igual forma presenta a José como hombre justo, con un temor reverencial ante un misterio que intuía y que le desbordaba. El deseo de huir, es la constante en los relatos de vocación de los grandes personajes del Antiguo Testamento. Lo que Mateo quiere resaltar en el relato es “la vocación de José” al servicio del misterio de la salvación.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Palabra del Señor.

5.1  JESÚS COMO HIJO DE MARIA, ES EL CRISTO, EL MESÍAS, PROFETIZADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El relato del Evangelio de hoy, es parte de capítulo 1, comienzo del Evangelio de San Mateo. Con su Evangelio, Mateo busca como finalidad demostrar el origen humano de Jesucristo y luego a través todo el Evangelio, probará con las profecías y milagros realizados por Jesús, su naturaleza divina, pero era preciso previo demostrar también su parentesco con los hombres a los que vino salvar. Así también, el interés de San Mateo, al presentarnos a Jesús como hijo de María, es el Cristo, el Mesías, profetizado en el Antiguo Testamento, venido al mundo para librar a los hombres de los pecados, es así como él dice “Jesucristo, hijo de David”, que es una expresión para denominar al Mesías

5.2  LA GENERACIÓN VIRGINAL DE JESÚS Y EL PAPEL DE PADRE ADOPTIVO QUE LE COMPETE A JOSÉ

Cuando al final del versículo (Mt, 1-16) dice “padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”, nos demuestra la generación virginal de Jesús y el papel de padre adoptivo que le compete a José, ya que dé él se desprende que es el esposo de María y que no tiene parte alguna en la concepción de Jesús, sí que tiene una responsabilidad legal y jurídica sobre el hijo de su esposa.

Se debe destacar, a fin de entender de mejor forma este fragmento del evangelio, que la celebración del matrimonio entre los Judíos se hace en dos etapas, o dos actos esponsales o desposorios, estos suponen de antemano un compromiso real, de tal forma que al prometido desde ese momento ya lo llamaban esposo y no era factible quedar libre de este compromiso si no era por repudio. Es así como este versículo es bien claro al entendimiento: “María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente”. Y es claro el versículo, porque nos aclara que estando comprometida o desposada, María madre de Cristo, antes de que conviviese con José, se halló encinta por obra del Espíritu Santo. Luego, José, su esposo, siendo justo, es decir razonable, y no queriendo denunciarla (o revelarlo), resolvió separarse secretamente de María. Tal vez, José, vio en ella una mujer amadísima por Dios y quiso protegerla de esta manera.”

5.3  José, su esposo, que era un hombre justo

Es así, como decimos que San José es un hombre Justo, porque él está convencido de la virtud de María, aunque al principio se turbo porque no conocía el misterio de la Encarnación. Entonces entre el convencimiento de la santidad de María, José se encuentra frente a un misterio que no le es fácil de comprender, y en un momento decide dejar a María. Nos queda claro entonces, que José no conocía el misterio obrado en María, pero Ella si lo conocía, y dejo que Dios mismo saliera en defensa de su virtud y de esta forma luego sucedió. La fiel María no le dice a José lo ocurrido en ella, no interfiere en los planes de Dios para con José y así espera que Dios envíe un ángel para revelarle su designio sobre ella, y sobre él.

También se dice que es Justo, porque fue un hombre razonable, sensato, prudente y confiado con la justicia de Dios, y esta es la santidad, el confió en Dios. Como dice el canto el Salmo 34, 9, “Dichoso el hombre que se refugia en el Señor”, y el canto del Salmo 84, 13, “Señor del universo, feliz el hombre que confía en Ti”

El matrimonio de José con María, tenía una misión importante, ser padre del hijo de María, por eso decimos también que José es un "justo" elegido por Dios para esta misión. Sin embargo José, en silencio sufre las dudas, pero aguarda la intervención de Dios, sabiendo que el embarazo de María se debe a la acción del Espíritu Santo, José decide "apartarse ante el misterio". José, comprendiendo que Dios está actuando, decide no interferir en el designio de Dios con María. Por ello decide apartarse de María en secreto. Esa es la actitud justa que admiramos en José, pero es justo no ante la ley de su pueblo, es ante Dios, aceptando totalmente su voluntad, y lo demuestra al alejarse de María en silencio, en secreto. El no revela el misterio de la concepción virginal del Hijo de Dios en María.

5.4  EL SECRETO DE JOSÉ, LO GUARDA EN SU CORAZÓN

El secreto de José, lo guarda en su corazón, es algo maravilloso, es algo precioso, no se pregunta en ningún caso si María es culpable de algo. Pero, ¿porque tiene dudas? o mejor dicho, ¿De qué son las dudas? Cualquier persona se sentiría como José en su lugar, en efecto, el necesita saber cómo actuar frente a este misión, su esposa esta en cinta por obra del Espíritu Santo, su María espera el Hijo de Dios. En el secreto ve la salida José, y esto es separarse de ella secretamente, es porque él se da cuenta que Dios puso la mano en su esposa, y José tiene un profundo respeto por la santidad de María.

Tal vez José, hombre sensible y humilde, se consideraba indigno estar junto a María, cuya maravillosa y superior dignidad admiraba, y quizás temió ante la profundidad del misterio, y quiso no dejarla, sino que retirarse calladamente por respeto a María y a Dios. Sin embargo, José, con ese gran respeto hacia María, en quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, deja todo en las manos de Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa”. Recordemos que José, es un hombre sencillo, y como es lógico siente temor ante la presencia y acción de Dios en María, es por eso que el ángel le dice: “porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús”. Luego el ángel, le revela a José lo que todo hombre de su pueblo hubiera querido saber; “porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. 

5.5  ESPOSO DE MARÍA Y COMO PADRE LEGAL DE JESÚS.

José sin ser el padre carnal del hijo de María, recibe la misión de hacer de padre a Jesús. Y a partir de esa vista del Ángel, acogiendo la voluntad de Dios, actúa como esposo de María y como padre legal de Jesús.

En José, encontramos un hombre natural, obediente y de gran respeto. Este humilde servidor, supo acoger en secreto este misterio de la acción de Dios en María y él hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, recibir a su esposa, respetarla, cuidarla, acompañarla siempre, participar del nacimiento del Hijo, a quien “puso por nombre Jesús". Todo este evangelio, es una bella imagen de la misión de San José, así se ennoblece la vida del buen esposo de la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a sus dos amores: Jesús y María.

El Secreto de José, un acto de amor a Dios.

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

IV Domingo del Tiempo de Adviento Ciclo A


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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