Reflexión desde las Lecturas del V Domingo de
Pascua, Ciclo A Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. EXPERIENCIA
DEL RESUCITADO La segunda lectura nos recuerda que los
cristianos somos un pueblo que Dios ha elegido “para anunciar las maravillas
de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz”. La Iglesia no vive de recuerdos. A
Cristo no le conocemos sólo por lo que hizo, sino sobre todo por lo que hace.
Cada generación cristiana y cada cristiano están llamados a experimentar en
primera persona la presencia, la vida y la fuerza del Resucitado. No se trata de recuerdos pasados, sino de
realidad presente. Lo mismo que los israelitas experimentaron “en propia
carne” la liberación de la esclavitud de Egipto, lo mismo que los apóstoles
“comieron y bebieron” con el Resucitado, así nosotros conocemos a Cristo por
esas hazañas que realiza al sacarnos de las tinieblas de la muerte y del
pecado. Cristiano es el que conoce a Cristo por experiencia, porque
experimenta “la fuerza de su resurrección y la comunión en sus padecimientos”
(Fil 3,10), porque es tocado por la eficacia de la fuerza poderosa que Dios
despliega en Cristo Resucitado (Ef 1,19-20). El que realmente experimenta en su vida
esta acción del Resucitado necesita proclamar las hazañas que el Señor ha
realizado en él. El verdadero cristiano es necesariamente testigo, y por eso
“no puede callar lo que ha
visto y oído” (Hechos 4, 20). Desde ahí se entiende el Evangelio: “Les
aseguro que el que cree en Mí hará también las obras que Yo hago”. Lo
mismo que Cristo hace cosas grandes porque está unido al Padre, porque el
Padre y Él son una sola cosa, porque el Padre permaneciendo en Él hace las
obras, así también ocurre entre el cristiano y Cristo. Cristo Resucitado se
une a nosotros, vive en nosotros. El que está unido a Cristo, el que deja que
Cristo viva en él, realiza las obras de Cristo. La condición es estar unido a
Él por la fe: “el
que cree en mí”. Si no suceden “obras aún mayores” es porque nos
falta fe. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza...”. 2. PRIMERA
LECTURA Hech 6, 1-7 En medio de una comunidad viva, en el que
cada día aumentaba el número de fieles, son instituidos los primeros Diáconos por parte de los Apóstoles. Tendrán la
tarea de atender las necesidades materiales de sus hermanos. Lectura de los Hechos de los apóstoles. En aquellos días: Como el número de
discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos
porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.
Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No es
justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de
servir las mesas. Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete
hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros
les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración
y al ministerio de la Palabra». La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron
a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a
Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. Los
presentaron a los Apóstoles, y éstos, después de orar, les impusieron las
manos. Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de
discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes
abrazaban la fe. Palabra de Dios. 2.1 NO ES JUSTO QUE DESCUIDEMOS EL MINISTERIO DE LA PALABRA DE DIOS
PARA OCUPARNOS DE SERVIR LAS MESAS Este relato, nos explica
la necesidad de la institución de los diáconos, sucedida; “En aquellos días”. El incidente aquí contado indica que, dentro mismo de la Iglesia, “los helenistas comenzaron a murmurar contra
los hebreos.
Se habían ido
formando dos grupos, el de los palestinenses o hebreos y el de los
helenistas. Desde un
principio, entraron a la
Iglesia no sólo judíos palestinenses, sino también judíos helenistas o de la
diáspora, con residencia o de paso en Jerusalén. Y una consecuencia fue que
en el servicio cotidiano, es decir, en la distribución de los medios
ordinarios de sustento que cada día se hacía a las “viudas” de los helenistasy la queja era; “porque se
desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos”. La queja de los helenistas, a juzgar por
el proceder consiguiente de los apóstoles, parece que tenía serio
fundamento. Algunos han querido deducir del texto bíblico que los encargados
de esa distribución eran los mismos apóstoles, pues tratan de disculparse
diciendo; “No es justo que
descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las
mesas”, y que, al no poder hacerlo ellos bien,
conviene buscar otra solución.
Pero
tal deducción va más allá de lo que exige el texto. En él no se dice que los apóstoles, dadas sus
otras ocupaciones, deban dejar ese servicio, sino que no pueden asumirlo. Más
bien se supone que el servicio lo venían desempeñando otros, que serían los
responsables de la negligencia en cuestión; y esos otros, contra los que iban
dirigidas las quejas de los helenistas, eran “hebreos”, es decir, judíos
nacidos en Palestina. 2.2 BUSQUEN ENTRE USTEDES A SIETE HOMBRES DE BUENA FAMA, LLENOS DEL
ESPÍRITU SANTO Y DE SABIDURÍA La propuesta hecha por los apóstoles es que la comunidad misma elija siete de sus
miembros para ponerlos al frente de ese servicio; “Es preferible, hermanos, que busquen entre
ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de
sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea”. La idea fue muy bien recibida; “La asamblea
aprobó esta propuesta”. Los siete elegidos por la multitud son constituidos en su cargo por los
apóstoles, cuando éstos; “después de orar,
les impusieron las manos”. No se conoce con certeza el porqué del número siete. Se
han intentado dar muchas explicaciones. Desde luego, siete era un número
sagrado para los judíos, y quizá no sea necesario buscar otras razones. Los siete llevan nombres griegos, y de uno
expresamente se dice que era “prosélito” de Antioquía; “eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y
del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a
Nicolás, prosélito de Antioquía”, es decir, pagano de nacimiento, pero incorporado luego al judaísmo por haber abrazado la religión judía y
aceptado la circuncisión. Es probable que también los otros seis, dados sus
nombres, pertenecieran al grupo de los helenistas, que fue el grupo que había
presentado las quejas. Con todo, el argumento no es seguro, pues tenemos el
caso incluso de algunos apóstoles, como Andrés y Felipe, con nombres griegos,
y, sin embargo, eran nativos de Palestina. Del primero, Esteban, San Lucas
habla luego ampliamente (cf. 6:8-8:2); también habla de Felipe (cf.
8:5.26.40; 21:8). De los otros cinco no vuelve a hablar, y nada sabemos. 2.3 LA ORACIÓN Y LA IMPOSICIÓN DE MANOS Una de las razones que da el texto es; “De esa manera,
podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra” y en el rito por el que fueron constituidos en su
oficio por los apóstoles fue la oración y la imposición de manos; “Los presentaron a los Apóstoles, y éstos,
después de orar, les impusieron las manos”. Se destaca entonces
la importancia de la oración en todas ls actividades. Por otra parte, es la primera vez donde hablan aquí los Hechos de una verdadera ordenación litúrgica. El rito
de la “imposición de manos” puede tener otros significados, pero puede tener
también el de cierta consagración en orden a una función pública en la
Iglesia, como vemos ser el caso en algunos pasajes de las pastorales (cf. 1
Tim 4:14; 5:22; 2 Tim 1:6), y como, atendido el contexto, creemos ser aquí. El hecho mismo de que los apóstoles les
confieran el cargo por la imposición de manos unida a la oración induce a
pensar que no se trataba sólo de una función administrativa, sino de algo más
elevado y espiritual. La queja de los helenistas (v.1) habría sido ocasión de
que los apóstoles, al mismo tiempo que pensaban en poner remedio a aquella
necesidad concreta de tipo administrativo, pensasen en algo más completo y permanente,
la institución de los diáconos, que fuesen sus auxiliares en la celebración
de los divinos misterios y en
la predicación del Evangelio; “Así la Palabra de Dios se extendía cada vez
más”. Como final de la narración, San Lucas,
vuelve a señalar los continuos progresos de la Iglesia; “el número de discípulos aumentaba
considerablemente en Jerusalén”. Esta vez, además, nos da el dato concreto de que entre los convertidos
había; “muchos sacerdotes
abrazaban la fe”. Probablemente
estos sacerdotes pertenecían a la clase modesta, del tipo de Zacarías (cf. Lc
1:5), y no a las grandes familias sacerdotales. Por lo demás, su adhesión a la fe cristiana no impedía que siguieran
ejerciendo sus funciones sacerdotales, al igual que los simples fieles e
incluso los apóstoles seguían asistiendo a los actos de culto en el templo
(cf. 2:46; 3:1; 21:20-26), pues entre judaísmo y cristianismo no se había producido aún la ruptura. 3. SALMO
Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 Este salmo es un poema y un himno a la
omnipotencia y justicia del Señor. Se canta el señorío de Dios sobre el
universo como Creador y su fidelidad hacia su pueblo elegido, Israel, y a los
que le son fieles. En este sentido, la composición es como una justificación
de la exhortación a alegrarse en el Señor. El estilo es majestuoso y solemne,
“Aclamen, justos, al Señor”, es una gran invitación a alabar al Señor, digno de especial alabanza y confianza: por
sus atributos morales, “Porque la palabra del Señor es recta”, por su misericordia y su protección ante la
muerte.” Los ojos del
Señor están fijos sobre sus fieles… para librar sus vidas de la muerte”. R. Señor, que descienda tu amor sobre
nosotros. O bien: Aleluya. Aclamen, justos, al Señor: es propio de
los buenos alabarlo. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el
arpa de diez cuerdas. R. Porque la palabra del Señor es recta y él
obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está
llena de su amor. R. Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la
muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R. 3.1 ACLAMEN, JUSTOS, AL SEÑOR El salmista hace una invitación a la
alabanza, “es propio de los buenos alabarlo”
e estimula que se haga con acompañamiento musical. “. Alaben al Señor
con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas”. El salmista llama
a los justos, es decir a los buenos, a los que son parte del pueblo escogido.
Alabanza y acción de gracias se encuentran con frecuencia unidas. Los justos son los más obligados a alabar
al Señor, pues son el objeto predilecto de su providencia en la historia; es
así como el salmista quiere que acompañen sus cánticos con toda clase de
instrumentos: cítara y arpa de diez cuerdas. Y con ellos deben entonar un
nuevo canto de acción de gracias por los beneficios nuevos que cada uno
recibe en su vida del Omnipotente. Esta aclamación es acompañada de melodías,
interpretadas en honor del Señor, con cantos que son enunciados de fe y
anhelos que nacen desde el interior, como manifestación de felicidad y
seguridad en Dios. 3.2 PORQUE LA PALABRA DEL SEÑOR ES RECTA Y ÉL OBRA SIEMPRE CON
LEALTAD. El salmista se refiere a términos como la
“palabra”, con el deseo de celebrar la palabra creadora de Dios, la “lealtad”
porque admira la nobleza de Dios, la “justicia”, porque reconoce a un Dios
ecuánime y el “Amor”, porque él siente y conoce
el cariño y la amistad de su Dios con él y todo su pueblo. Es así entonces que canta con alegría: “Porque la
palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia
y el derecho, y la tierra está llena de su amor”. Todo ellos porque tiene la
confianza que el Señor es fiel a su palabra, y todas sus acciones llevan el
sello de la verdad y de la fidelidad a sus promesas de protección a los
justos y cumplidores de su Ley. Toda su providencia está gobernada por las
exigencias de la justicia y del derecho, que es la aplicación de aquélla en
cada acto, es así como toda la tierra rebosa de la bondad y piedad del Señor. 3.3 LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN FIJOS SOBRE SUS FIELES El salmista nos habla de cómo el Señor
mira a sus amigos, a los fieles, “Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles”, frecuentemente agobiados y al borde del peligro de muerte, los
estimula a tener esperanza en el Señor de que Él nos los abandonará y tampoco permitirá que se hundan en el abismo de
la desgracia, refiriéndose a los que “esperan en su misericordia, para librar
sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia”. Por tanto,
el salmo pasa a ser una llamada de fe y esperanza en el Señor que se
compadece de la debilidad de los hombres. La omnipotencia divina está al servicio
del justo, objeto de sus complacencias; por eso, en las horas del adversidad
y de la miseria, los libra de la muerte violenta y los mantiene en y los
mantiene y necesidad. Tal como era el deseo del salmista, es
también nuestro anhelo el ser objeto compasivo y amoroso de la piedad divina,
porque siempre estamos
necesitados de la protección de Dios todopoderoso, por eso nos unimos con
entusiasmo al canto de la antífona, “Señor, que descienda tu amor sobre
nosotros” 4. SEGUNDA
LECTURA 1 Ped 2, 4-10 Los fieles serán piedras vivas de la
Iglesia si se les enseña y ayuda a vivir su sagrado sacerdocio bautismal. Lectura de la primera carta del apóstol
san Pedro. Queridos hermanos: Al acercarse al Señor,
la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos
de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una
casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios
espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Porque dice la Escritura: «Yo
pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su
confianza en ella, no será confundido». Por lo tanto, a ustedes, los que
creen, les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, «la piedra
que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra
de tropiezo y roca de escándalo». Ellos tropiezan porque no creen en la
Palabra: esa es la suerte que les está reservada. Ustedes, en cambio, son
«una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido»
para anunciar las maravillas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su
admirable luz. Ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de
Dios; ustedes, que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han
alcanzado. Palabra de Dios. 4.1 “TAMBIÉN USTEDES, A MANERA DE PIEDRAS VIVAS” En esta nueva sección el apóstol exhorta a
sus lectores a acercarse a Cristo para unirse más íntimamente a Él, como a una “piedra viva y angular” del edificio místico de la Iglesia. La
Iglesia, o comunidad cristiana, se edifica, en sentido realmente arquitectónico,
por la unión de los convertidos a “la piedra
angular”, que es el mismo
Cristo. La piedra viva es
Cristo resucitado y glorioso; “la piedra que los constructores rechazaron”, rechazado por los jefes del pueblo judío,
pero escogido por Dios. Cristo es una piedra viviente, capaz de crecimiento y
expansión, y que puede dar vida a los demás. Los cristianos han de ser
también piedras vivas; “también ustedes,
a manera de piedras vivas” edificadas
sobre Cristo como piedra angular. Han de formar con El un edificio
espiritual, es decir, un organismo vivo, animado por el Espíritu Santo, y en
íntima unión con Cristo, porque el desarrollo espiritual de los cristianos no
puede tener lugar si no es en la comunidad, en la Iglesia. Pero los
cristianos no sólo componen el edificio espiritual, que es la Iglesia, sino
que son también ministros de él, puesto que constituyen un nuevo sacerdocio
santo, es decir, están consagrados al servicio de Dios, para ofrecerle
sacrificios espirituales, como la oración, la alabanza de los labios, la
santidad de vida, la labor apostólica, la mortificación y hasta el martirio.
Estos sacrificios espirituales son agradables a Dios si son ofrecidos a Dios
por medio de Jesucristo, nuestro Sumo Pontífice y único Mediador al lado de
Dios. Los cristianos somos al mismo tiempo templo y sacerdocio. Del
mismo modo que los sacerdotes son los intermediarios entre Dios y el pueblo,
así todos los cristianos,
formando colectivamente la Iglesia, tenemos que ser los intermediarios entre Dios y los hombres, continuando la
misión del pueblo judío, cuyo sucesor y heredero es el pueblo cristiano. 4.2 JESUCRISTO ES LA PIEDRA ANGULAR Jesucristo es la piedra angular, principio
de salud para los que creen en El; pero, al mismo tiempo, es tropiezo para
los incrédulos, que se escandalizan de la cruz. San Pedro cita un texto de Isaías para probar esto. “Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión
una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella,
no será confundido”. Del mismo modo
que el profeta expresaba, bajo la metáfora de la piedra angular, la
protección divina sobre Jerusalén, así
también el apóstol ve en dicha piedra una imagen del Mesías, el garante supremo de la salud de Israel. Ya la teología judía
veía en esta piedra, puesta por el Señor en Sión, una imagen del Mesías. Isaías, en el Libro del Emmanuel, anuncia
que el Señor “será piedra de
escándalo y piedra de tropiezo para las dos casas de Israel”, es decir, que
será ocasión de la ruina de las dinastías de Israel y de Judá. San Pedro
aplica a Cristo este texto que miraba directamente a Dios. También Jesucristo, a pesar de haber
venido a salvar a todos los hombres, será ocasión de ruina espiritual para
los que vengan a tropezar en la palabra, o sea en el Evangelio. Los fieles se apoyan, mediante la fe, en
esa piedra angular, que es Cristo. Y por esta misma fe se preparan para tomar
parte el día de mañana en el honor y en la gloria de Jesucristo al lado del
Padre. Los incrédulos, por el contrario, serán confundidos, porque rehusaron
creer; “En cambio, para
los incrédulos, la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser
la piedra angular: piedra de tropiezo y roca de escándalo”. Dios, en castigo por su incredulidad,
permite que vayan a tropezar y a destrozarse contra la piedra, que había sido
puesta para su salvación. Dios había escogido entre todos los pueblos
a Israel, y lo había amado como a su hijo primogénito, confiriéndole la
dignidad sacerdotal, propia del primogénito. Como el sacerdote es el
intermediario entre Dios y el pueblo, así Israel, como primogénito entre
todos los pueblos, es el sacerdote intermediario entre Dios y la misma
humanidad. EVANGELIO
Jn 14, 1-12 Jesucristo ha ido a prepararnos un lugar
en el paraíso y vendrá a buscarnos. La condición para alcanzar ese puesto
eterno es vivir en unión con Él, que es el camino, la verdad y la vida. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan. Durante la última cena, Jesús dijo a sus
discípulos: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en Mí. En la Casa
de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a
ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya
preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que
donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde
voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el
camino?». Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie
va al Padre, sino por Mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi
Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Felipe le dijo: «Señor,
muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto
tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha
visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en Mí? Las palabras
que digo no son mías: el Padre que habita en Mí es el que hace las obras.
Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí. Créanlo, al menos, por
las obras. Les aseguro que el que cree en Mí hará también las obras que Yo
hago, y aún mayores, porque
Yo me voy al Padre». Palabra del Señor. 5.1 CREAN EN
DIOS Y CREAN TAMBIÉN EN MI En este fragmento del evangelio, Jesús
continúa su discurso de despedida, pero ahora, a las palabras de tristeza por
la despedida, añade ahora palabras de consuelo y optimismo, al saber lo que
significa su ausencia de ellos, que va a ser ventaja y misteriosa presencia
en los mismos. Se notan tres grupos de ideas, el
significado de la ausencia de Jesús, el conocimiento recíproco del Padre y
del Hijo, y manifestación de los mismos diversos frutos de la fe en Jesús
ausente. Jesús les levanta, ante su partida, el optimismo:
que no haya inquietud y turbación. Y entonces Jesús dice: “Crean
en Dios y crean también en mi”. Puesto que ya creen en Dios, que
crean también en El; que esa fe en Él se mantenga y aumente en su ausencia, a pesar de que van a presenciar
su muerte de cruz; que crean en El cómo en el Hijo de Dios, tema del evangelio de san Juan. Con esa fe vendrán a saber lo que es
optimismo. Por otra parte, el mandato simultáneo de la creencia en Dios y en
Jesús, bajo igual condición, implica la divinidad de Jesús. 5.2 EN LA
CASA DE MI PADRE HAY MUCHAS HABITACIONES Asentado este tema, les hace ver que su
partida, que va a ser por la muerte de cruz, no es una catástrofe. Él se va a la casa de su Padre, el cielo,
donde hay muchas moradas. Jesús dice “En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones” Desde San Ireneo se quiso ver en estas
muchas moradas los diversos grados de gloria. Pero no es esto lo que dice el
texto. La enseñanza no es que el cielo sea para unos pocos; tiene una inmensa
capacidad; allí caben todos. La imagen probablemente tiene por base el plano
del templo, con sus múltiples habitaciones y compartimentos, y al que, Jesús
un día llamó también la casa de mi Padre (Jn 2:16). Precisamente Él va al cielo como Hijo a la casa de su
Padre. Dice Jesús: “¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles
un lugar?” Esto les hace
ver ya la solicitud por ellos, pues va a prepararles el lugar. San Agustín
pensaba que esto lo hacía preparando aquí a los futuros moradores. Pero esta
interpretación modifica sustancialmente la metáfora. La razón de esta
preparación es que nadie podía ingresar en el cielo hasta que lo hiciese la
humanidad de Jesús resucitado, ya que él es la primicia de toda la humanidad. 5.3 VOLVERÉ
OTRA VEZ PARA LLEVARLOS CONMIGO Pero Jesús no sólo va a prepararles el
lugar, aunque directamente se dirige a ellos, la doctrina es universal, sino
que, después de dejar preparado el cielo a los hombres con su ingreso en el
mismo, anuncia su retorno para venir a llevarlos con El a su morada. Es así
como Jesús dice: Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré
otra vez para llevarlos conmigo, Es lo que pedía al Padre en su oración
sacerdotal ¿A qué momento se refiere esta venida? Se ha propuesto al momento
de la muerte, a la parusía, o, sin precisar el momento, se afirmaría sólo el
hecho. No parece referirse al momento de la
muerte. Es un tema no relatado con esta exclusiva y específica precisión en
los evangelios. Generalmente se admite la parusía (1 Jn 2:28). Es el tema
frecuente y esperanzado de la primera generación cristiana. Son muchas las
alusiones que a ello hacen los escritos neotestamentarios. Especialmente San
Pablo habla de la parusía de Jesús, en la que los justos salen al encuentro
del Señor, que viene a buscarles, y así estaremos siempre en el Señor.
Consolados con estas palabras (1 Tes 4:17.18). Como Jesús, para consolar en su partida a
sus apóstoles, les dice adónde va, por
contigüidad lógica, les dice cuál es el camino para ir a donde Él se dirige. Los apóstoles aparecen con una
gran ignorancia, no comprendiendo, como en otras ocasiones, las enseñanzas de
Jesús. Anunciándoles que va al Padre, al cielo, debían comprender lo que ya
les había dicho, en otras formas, tantas veces. Casi están tan ciegos como
los judíos (cf. Jn 7:35ss; 8:22). 5.4 YO SOY
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA Pero Tomás, en nombre de todos, dice que
ignoran el camino. San Juan gusta recoger las escenas dialogadas. Y Jesús le
hace una gran declaración: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Verdad y vida no tanto en cuanto Él las tiene en sí mismo (San Juan 1:4),
sino en el sentido que tienen en el evangelio otras frases sapienciales
semejantes: en cuanto Él comunica la
verdad y la vida (San Juan 6:48-58; 8:12; 11:23ss). Verdad y vida aparecen como dos
expresiones sapienciales correlativas. Ya en el Antiguo Testamento la
sabiduría es la que conducía por y a las vías de la vida. Jesús aquí se
identifica con la sabiduría, que en algunos pasajes del Antiguo Testamento
parecen revestir, preparar, la trascendencia divina de la misma. Jesús, es la
Verdad; en medio de tanta mentira y falsedad. Para nosotros es una gran paz
saber que esta verdad no cambia. Jesús es la vida, él es el centro de nuestros corazones, de
todos los que desean vivir la bondad y el amor. Jesús, es el camino en cuanto revela al
Padre, nos da a conocer el camino que nos conduce a Padre; El mismo es el
único acceso al Padre. Jesús es el camino, porque él nos mereció la gracia que nos hace hijos
de Dios y herederos del cielo y de Él. Todo esto con su ejemplo que nos enseña el camino que hemos de
seguir para llegar al cielo. 5.5 NADIE VA
AL PADRE, SINO POR MÍ Dice el Señor Jesús: “Nadie va al Padre, sino por
mí”. Es camino para el Padre, porque nadie puede venir al Padre sino
por mí, es decir, recibiendo su mensaje, que en San Juan es fe y obras (San
Juan 3:21, etc.). Y en cuanto se depende vitalmente de Él, como el sarmiento de la vid (San Juan
15:1ss). Jesucristo es Dios, una misma cosa con el
Padre. Conocer a Jesucristo, es conocer a Dios, amar a Jesucristo es amar a
Dios, servir a Jesucristo es servir a Dios. Dice Jesús: "Si ustedes me conocen,
conocerán también a mi Padre”. Es decir nos promete para el futuro que
sabremos de un conocimiento especial del Padre. ¿Es para cuando estén en las
moradas que va a prepararles? Pero “Ya desde ahora lo conocen”, es decir, desde el tiempo en que Él,
durante su ministerio público, les hizo la gran revelación de Dios Padre, que
envió a los seres humanos a su Hijo verdadero. Por eso, al conocer al Hijo,
se conoce al Padre, en el sentido de que lo engendra, comunicándole su misma
naturaleza divina, lo mismo que por comunicarle las obras que hace. 5.6 “SEÑOR,
MUÉSTRANOS AL PADRE Y ESO NOS BASTA” La insistencia de Jesús en tratar el tema
del Padre, ha suscitado en algunos de ellos el deseo de un conocimiento más
profundo y más experimental,
es así como Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos
basta” La pregunta de Felipe que pide les muestre al Padre, pensando
que Jesús, que hizo tantos milagros, se lo manifestase ahora con una
maravillosa teofanía, al estilo de lo que se pensaba de Moisés o Isaías, que
habían visto a Dios, hace ver, una vez más, la rudeza e incomprensión de los
apóstoles hasta la gran iluminación de Pentecostés. De ese conocer al Padre y al Hijo se sigue
que también han de saber que están el uno en el otro. ¿Cómo? Podría pensarse
que por la unión vital e inmanencia del uno en el otro, por razón de la
persona divina de Jesús; Pero seguramente se refiere al Verbo encarnado, como
San Juan lo considera en el evangelio. Y así el Padre está presente en El,
aparte de otras presencias, por las obras que le da a hacer. Dice en un
texto, que es la mejor interpretación de éste: “Si no me creéis a mí, creed a
las obras (milagros), para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y Yo en el Padre”. (San Juan 10:38; cf.
San Juan 14:20). El Padre está por la comunicación que le hace, y Él está en el Padre por la dependencia que
su humanidad tiene de El para realizar los milagros y el mensaje. Por último, para la garantía de esta mutua
presencia y de la verdad de que quien lo ve a Él ve al Padre, remite a las obras que el Padre hace en El. 5.7 LES
ASEGURO QUE EL QUE CREE EN MÍ HARÁ TAMBIÉN LAS OBRAS QUE YO HAGO Luego Jesús nos hace una promesa, dice: “Les aseguro que el que cree en mí hará
también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”. La primera promesa que nos hace es que no
sólo harán las obras que Yo hago sino que aún las hará mayores. Y la razón es
porque Él va al Padre. La palabra obras, a las que Jesús se
remite, es la garantía de su verdad. Ya el anuncio que Jesús hace a los suyos
es de optimismo: su ausencia no los dejará en el fracaso, porque harán aún
obras mayores que las que El hizo. ¿Qué obras son éstas? 5.8 LAS OBRAS
QUE EL PADRE ME DIO A HACER Cristo dice en otro pasaje: Las obras que
el Padre me dio a hacer, esas obran dan testimonio en favor mío de que el
Padre me ha enviado (San Juan 5:36). Es toda su obra mesiánica: su actividad,
su enseñanza de las cuales los milagros son signos. En esta misma línea mesiánica están estas
obras que les promete hacer. Son la obra mayor de la expansión mesiánica, que
Jesús tenía circunscrita a Palestina y que ellos llevarán hasta los confines
de la tierra (Hechos 1:8). Harán las
obras que El hizo, enseñar el mensaje y confirmarlo con milagros, y las harán
mayores, por la extensión de ese mensaje y milagros por todo el mundo. Es la interpretación que ya daba San
Agustín: Con la predicación de los discípulos creyeron no unos pocos, como
eran ellos, sino pueblos enteros. Y éstas son, sin duda, obras mayores. Y
esta obra que van a hacer se debe a que Él va al Padre. Es El quien, por ellos, va a realizar y confirmar su
obra de expansión mesiánica. 5.9 Y YO HARÉ
TODO LO QUE USTEDES PIDAN EN MI NOMBRE Más adelante en este mismo capítulo del Evangelio,
dijo Jesús: “Y yo haré todo lo que
ustedes pidan en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.”
Siempre es Jesucristo continuando su obra, a través de sus apóstoles, para
cumplir su misión: glorificar al Padre. Jesús, conoce que nuestro corazón se muestra a menudo
inquieto por todo el mal que hay en el mundo y por nuestras mismas
debilidades, por las traiciones y negaciones de las que nos consideramos
capaces. Y ya que nos ha dicho que si pedimos en su nombre, El hará, le
pedimos que aumente nuestra fe en El y en el Padre que nos has revelado. Él es el camino y pedimos seguirlo, Él es la verdad y deseamos conocerlo, Él es la vida y deseamos vivir en El y ver
al Padre y glorificar su santo nombre ante todos los hombres. Jesús al prometernos: “Y yo haré todo lo que ustedes
pidan en mi nombre”, fue una forma de quedarse con nosotros, y que
sintiéramos su presencia, ya que rezar, es ponerse en contacto íntimo con
Jesús. Nada se resiste a la fuerza de la oración, pero hay que hacerla como Él nos dijo, en su nombre, es decir en su
espíritu, en sus méritos y sus promesas,
y aceptando su voluntad. El
Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant V
Domingo de Pascua Ciclo “A” Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Fundación: www.gratisdate.org |
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