Reflexión desde las Lecturas del V Domingo de
Pascua, Ciclo B Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
PERMANEZCAN
EN MÍ, COMO YO PERMANEZCO EN USTEDES Este mandamiento de algún modo resume toda la vida y actividad del
cristiano. Por el Bautismo hemos sido injertados en Cristo (Rom 6,5). Como la
vida del sarmiento depende de su unión a la vid, la vida del cristiano
depende de su unión a Cristo. Nuestra relación con Cristo no es a distancia.
Vivimos en Él. Y Él vive en nosotros. Por eso Él mismo insiste: “Permanezcan
en mí”. Esta unión continua con Cristo es la clave del crecimiento del
cristiano y del fruto que pueda dar. Toda la vida viene de la vid y nada más
que de la vid. Separados de mí, nada pueden hacer .El que comprende de verdad estas palabras cambia por completo su modo
de plantear las cosas. Cada acción realizada al margen de Cristo, cada
momento vivido fuera de Él, cada palabra no inspirada por Él... están
condenados a la esterilidad más absoluta. No sólo se pierde el cuándo se
hacen cosas que no viniendo de Cristo no dan ningún fruto. Deberíamos tener
horror a no dar fruto, a malgastar nuestra vida, a perder el tiempo. Lo poda para que dé más fruto”. Dios desea
que demos fruto, y fruto abundante –Jn 15,16–. Para ello es necesario
“permanecer en Cristo” mediante la fe viva, la caridad ardiente, la esperanza
invencible, mediante los sacramentos y la oración continua, mediante la
atención a Cristo y la docilidad a sus impulsos... Pero hay más. Como Dios
nos ama y desea que demos mucho fruto, nos poda. Gracias a esta poda cae
mucho ramaje inútil que estorba para dar fruto. El sufrimiento, las
humillaciones, el fracaso, las dificultades, los desengaños... son muchas
veces los instrumentos de que Dios se sirve para podarnos. Gracias a esta
poda caen muchas apariencias, nos enraizamos más en Cristo y podemos dar más
fruto. (P. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas Sobre el Año
Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA El libro de los Hechos
nos cuenta las dificultades de san Pablo, y cómo la Iglesia se iba
consolidando.
Al principio miran al recién llegado con recelo, ya que había sido un
perseguidor de cristianos. Esta actitud se repetirá con frecuencia en las
comunidades cristianas, hasta volver a la postura judaizante: cerrarse y
desconfiar sistemáticamente ante los “neo-cristianos”. Sin minimizar esta
primera visita de Pablo a los apóstoles, Lucas tiende a ligar la acción
misionera de éste a la comunidad-madre. A sus ojos, el movimiento apostólico
es único y ha comenzado en Jerusalén hasta los confines de la tierra (cf.
Hech 1, 8). Lectura de los Hechos de los apóstoles. Hech 9, 26-31 En aquellos días: Cuando Saulo llegó a Jerusalén,
trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no
creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé,
haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los apóstoles, y
les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había
hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de
Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y
predicaba decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los
judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a
Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz
en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del
Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. Palabra de Dios. 2.1 LO LLEVÓ HASTA DONDE SE ENCONTRABAN LOS APÓSTOLES Es la primera vez que
Saulo sube a Jerusalén después de su conversión. El motivo de esta visita,
como dice el mismo San Pablo, fue “para conocer a Pedro,” con quien permaneció “quince días”
(Gal 1:18). De los demás apóstoles sólo vio a Santiago, el hermano del Señor
(Gal 1:19). Ciertamente, aunque
habían pasado ya tres años (cf. Gal 1:18), a San Pablo no le fue fácil llegar
en seguida hasta los apóstoles debido a actividad anterior de perseguir a los
cristianos, por cuanto había recelos sobre su conversión; “Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los
discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él
fuera un verdadero discípulo.” Fue Bernabé, a quien
Pablo había hecho partícipe de sus confidencias, quien le sirvió de
intermediario, conduciéndoles a los apóstoles; “Entonces Bernabé,
haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los apóstoles”. No hay algún artículo que
asegure si antes ya se conocían, pero es posible pues Bernabé era natural de
Chipre (cf. 4:36), isla que estaba en constante comunicación con Tarso, la
patria de Saulo. De todos modos, se hicieron grandes amigos, y juntos
trabajarán en Antioquía (Hechos 11:22-30) y en el primer viaje apostólico de
Pablo (Hechos 13:1-14:28); se separarán al comienzo del segundo viaje
apostólico (Hechos 15:36-40), pero no por eso se romperá la amistad (cf. 1
Cor 9:6; Col 4:10). El que se diga que “lo llevó hasta donde
se encontraban los apóstoles” no se opone a la afirmación de
Pablo de haber visto solamente a Pedro y a Santiago (Gal 1:18-19), sino que
Lucas esquematiza las cosas nombrando a “los apóstoles” en general. Disipados los recelos
gracias a la valiosa intervención de Bernabé, Saulo comienza, a moverse
libremente; “Desde ese momento,
empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente
en el nombre del Señor. Hablaba también con los judíos de lengua griega y
discutía con ellos.” 2.2 LA IGLESIA, ENTRE TANTO, GOZABA DE PAZ EN TODA
JUDEA, GALILEA Y SAMARÍA La reacción de los que
no aceptaban a Saulo era acabar con él; “pero estos tramaban
su muerte”, lo
mismo que habían hecho con Esteban; pero los fieles le aconsejan salir de
Jerusalén, conduciéndole hasta Cesárea, y de allí, probablemente por mar, lo
envían a Tarso, su patria; “Sus hermanos, al
enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso”. Es probable que esta
determinación fuese tomada no sólo para evitar el peligro que amenazaba la
vida de Pablo, sino pensando también en que su presencia en Jerusalén podía
dar origen a otra persecución como la que había seguido a la predicación de
Esteban (cf. 8:1), y quedar turbada la paz de que entonces gozaba la Iglesia;
“La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda
Judea, Galilea y Samaría.” Además, fue durante este tiempo
cuando tuvo lugar la visión del Señor, en que se le ordenaba dirigir su
predicación hacia los gentiles (cf. 22:17-21), lo que indudablemente también
apresuró su partida. De las actividades de Pablo en Tarso nada sabemos.
Parece que permaneció allí unos cuatro o cinco años, y que es durante esa
época cuando recorrió “las regiones de Siria y de Galicia”
(Gal 1:21), es de creer que con fines misionales (cf. 15:41). De Tarso le irá
a sacar Bernabé para que le ayude en la evangelización de Antioquía (cf.
11:25). Como algo interesante,
Lucas nos presenta una hermosa vista global de la situación de la Iglesia,
gozando de paz y llena de los consuelos del Espíritu Santo; “gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba
consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el
Espíritu Santo.”
Se habla no sólo de Judea y Samaría, sino también de “Galilea,” lo que indica
que también en esa región había ya comunidades cristianas, aunque nada se
haya dicho anteriormente de cómo y cuándo fueran fundadas. Esta “paz” de que
goza la Iglesia quizás haya de atribuirse, al menos en gran parte, a las
circunstancias políticas de aquellos momentos. 3.
SALMO Ante esta realidad, el
salmo expresa confianza en la victoria del Señor. Participarnos de esta
oración, aclamando: R. Te alabaré, Señor, en la gran asamblea. O bien:
Aleluya. Sal 21, 26-28. 30-32 Cumpliré mis votos delante de los fieles: los
pobres comerán hasta saciarse y los que buscan al Señor lo alabarán. ¡Que sus
corazones vivan pan siempre! R. Todos los confines de la tierra se acordarán y
volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su
presencia. R. Todos los que duermen en el sepulcro se postrarán
en su presencia; todos los que bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante
él. R. Mi alma vivirá para el Señor, y mis descendientes
lo servirán. Hablarán del Señor a la generación futura, anunciarán su
justicia a los que nacerán después, porque ésta es la obra del Señor. R. 3.1 SALMO DEL JUSTO DOLIENTE Y PERSEGUIDO. Este quinto domingo de pascua, la liturgia nos trae nuevamente el
Salmo 21, (rezado el Domingo de Ramos) pero con una perspectiva diferente.
Esta bellísima oración, nos invita a reflexionar sobre su contenido
filosófico, la lamentación de un justo que se siente abandonado de su Dios y
se queja de su abandono, que considera inmerecido. Rodeado de enemigos, está
a punto de morir; por ello implora auxilio a su Dios, que parece ha ocultado
su rostro a sus sufrimientos Himno
eucarístico: lograda la liberación del peligro en que se hallaba, el salmista
da gracias a Dios y promete proclamar su salvación solemnemente en la
asamblea del pueblo. En este salmo, se destacan los dolores morales y espirituales del
alma, que se siente abandonada de Dios y se alude, sobre todo, a los dolores
físicos y a los tormentos corporales. Las expresiones de dolor son gráficas y
muy radicales. Y finalmente el salmo reza una acción de gracias y alabanza y
glorificación del Señor: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo,
descendientes de Jacob” 3.2 “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR
QUÉ ME HAS ABANDONADO?” El salmista empieza repentinamente con un grito de clamor: ¡Dios mío!
¿Por qué me has abandonado? Es la voz del justo, que en momentos muy fuertes
de depresión se siente como separado de su Dios, al que tanto ama. Lejos de
ser un grito de desesperación, es un arranque de suspiro y de confianza hacia
su Dios, en quien había puesto toda su confianza; es una manifestación
espontánea hacia el amigo y familiar que creía siempre había de tener a su
lado. Se siente abandonado y lejos de su Dios; por eso, las palabras de su
gemido resultan casi sin eco en la lejanía en que se halla Dios, en otro
tiempo su amigo y protector. 3.3 ACCIÓN DE GRACIAS POR LA
LIBERACIÓN Ahora, la perspectiva cambia totalmente. El salmista ha sido liberado
de la situación angustiosa en que se hallaba, y se encuentra ahora presente
en la asamblea solemne del pueblo con ocasión de algún acto público.
Profundamente agradecido a sus beneficios, el judío liberado quiere hacer
partícipes de sus sentimientos a sus hermanos υ correligionarios, los
israelitas, que usufructúan las mismas promesas religiosas. El nombre del
Señor, es decir, sus proezas, deben ser conocidas públicamente de la asamblea
de los fieles, Llevado de su entusiasmo, invita a todos los que teman a Dios,
es decir, a la descendencia de Jacob, la progenie de Israel; “Los
que teméis al Señor, ¡alabadle!
Descendencia toda de Jacob, ¡glorificadle! ¡Temblad delante de Él toda la progenie de Israel!” (v.24): los herederos de las promesas divinas.
Como tales, deben participar de la alegría del que milagrosamente ha sido
liberado de un peligro mortal. El Señor no se ha desentendido del desgraciado,
sino que benévolamente le escuchó, y, lejos de ocultar su rostro, le prestó
auxilio salvador. El salmista proclama su alabanza en la asamblea y se dispone a cumplir
los votos hechos en tiempos de angustia; “Cumpliré mis votos delante de los fieles”.
Y después invita a los pobres a participar del banquete de acción de gracias
que se seguía a base de las partes de las víctimas no quemadas en el altar; “los pobres comerán hasta saciarse y los que
buscan al Señor lo alabarán” En el Deuteronomio se exhorta al oferente
a que invitara a los pobres y levitas a tomar parte en el convite
sacrificial, para que se sacien y alaben al Señor. El oferente se siente
feliz entre sus invitados y les exhorta a regocijarse en el Señor:”
¡Que sus corazones vivan pan siempre!”. Los Santos Padres han aplicado las palabras
de este salmo de acción de gracias al banquete eucarístico del N.T. 3.4 CONVERSIÓN DE LAS NACIONES. La perspectiva del salmista se alarga; no sólo la progenie de Jacob
conocerá su liberación y se gozará en el Señor, sino las familias de todas
las gentes: “Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia”. La conversión de las gentes y el reino
universal de Yahvé es el tema de no pocos salmos postexílicos. Con todo, se
puede establecer un aumento (crescendo) en el salmo, primero el salmista
habla de sus problemas personales, después ve la proyección nacional hacia
Israel, y, finalmente, la perspectiva se extiende hacia todas las naciones y
a las generaciones del futuro. Según las antiguas promesas en la descendencia de Abraham, serían
bendecidas todas las familias de las gentes; el salmista se sitúa en esta
amplísima perspectiva. Todos los pueblos reconocerán la soberanía de Yahvé en
todas las naciones. También los gentiles tendrán acceso al convite
espiritual, como los pobres en el templo de Jerusalén invitados por el
salmista: comerán y se prosternarán todos los grandes de la tierra:”
todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia” Los
grandes de la tierra, al reconocer la soberanía de Dios, depondrán su
autosuficiencia y orgullo y no tendrán inconveniente en tomar parte con los
humildes en el banquete eucarístico organizado por el salmista para celebrar
su portentosa liberación. “Todos
los que duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia; todos los que
bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante él. “Los que descienden al polvo, es decir, los mortales en general, o quizá
mejor los que, asociados por la necesidad, se hallan al pie del sepulcro,
como antes el salmista, se sumarán alegres a este convite con los poderosos
en comunidad con los israelitas que temen a Dios. Finalmente, el propio salmista se asocia a la glorificación de Dios
con su descendencia. Y mis descendientes lo servirán”. En
muchos salmos se habla de anunciar la gloria y fidelidad a Yahvé de las
generaciones futuras; “Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después, porque ésta es la obra del
Señor.” Los israelitas tenían
un gran sentido de solidaridad comunitaria, en cuanto que esperaban un día en
su descendencia asistir a los tiempos mesiánicos. Todos vivían ilusionados con la gran manifestación del Señor en los
tiempos anhelados. Su vida espiritual giraba en torno a las esperanzas
mesiánicas. Sobre todo, los piadosos vivían obsesionados con una época en que
Dios fuera realmente el centro de los corazones. Aquí el salmista se alegra
al pensar que su posteridad servirá a su Dios, como su alma vivirá para El. “Mi
alma vivirá para el Señor”. 4.
SEGUNDA LECTURA Son muchas las
enseñanzas de esta carta de Juan. Escuchemos con mucha atención. Creer en el nombre de
Jesucristo equivale a amarse unos a otros. Para Juan, la experiencia del amor
de los hermanos, que es también para el hombre, la experiencia de sus
límites, sitúa al hombre en plena seguridad delante de Dios y le permite
reconocer que él permanece verdaderamente en nosotros. No hay dos virtudes
distintas: la fe, de una parte, y la caridad fraternal, de la otra. La fe se
abre a Dios en todo amor para vencer los bloqueos que el egoísmo interpone
sin cesar al amor de los hermanos. Lectura de la primera carta de san Juan. 1Jn 3, 18-24 Hijitos míos, no amemos con la lengua y de
palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la
verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos
reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce
todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún
reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá
todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le
agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que
cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos
que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Palabra de Dios. 4.1 EN ESTO CONOCEREMOS QUE SOMOS DE LA VERDAD El discípulo de
Jesucristo debe ser compasivo, como lo es Cristo, por tanto el corazón
insensible no puede ser cristiano. El amor por el prójimo será la señal y la
medida de la presencia activa del amor de Dios en el corazón del cristiano.
El amor fraterno ha de ser efectivo. No debe limitarse únicamente a palabras,
sino que ha de manifestarse en obras “Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra,
sino con obras y de verdad!”, como, por ejemplo, en la
limosna y hasta en el sacrificio de la propia vida. “Obras son amores y no
buenas razones,” dice muy bien y con mucha filosofía el refrán popular. San
Juan viene por tanto a alentar a los cristianos a tomar muy en serio las
exigencias de la caridad. El amor efectivo se muestra en las obras y no en
bellas palabras. Amar de verdad es amar como Jesucristo crucificado nos ha
amado. De ahí que cualquier obra buena que hagamos en favor del prójimo ha de
ser hecha con el mismo amor que animaba a Cristo sobre la cruz. El Señor y su
discípulo no han de formar sino uno solo. En práctica de la
caridad con todos, “en esto conoceremos
que somos de la verdad”, es decir, de Dios. Sólo cuando la caridad es activa y efectiva,
nuestra conciencia nos asegura que llevamos una vida conforme a la voluntad
divina y que somos hijos de Dios. No se puede amar al prójimo con sinceridad
si no somos de Dios. Y si este amor se da realmente en nosotros, será señal
de que estamos en comunión con Dios. El fiel que realiza lo que el apóstol
acaba de decir de la caridad, puede estar seguro que va por buen camino. 4.2 ESTAREMOS TRANQUILOS DELANTE DE DIOS AUNQUE
NUESTRA CONCIENCIA NOS REPROCHE ALGO. Los cristianos deben
sentirse tranquilos; “estaremos tranquilos
delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo”, pero si demostramos con los
hechos nuestro amor al prójimo, porque Dios es más grande que nuestro
corazón y conoce todo; “porque Dios es más
grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas”. Dios conoce mejor que
nosotros el estado de nuestra conciencia, la fragilidad de nuestra
naturaleza, nuestras caídas y nuestros actos de arrepentimiento. Conoce todo
y perdona nuestras faltas, porque sabe que le amamos a pesar de nuestras
ingratitudes. Dios es un juez infalible que tiene un conocimiento exacto de
todo lo que hacemos. Pero, a pesar de esta omnisciencia divina, nuestro
corazón y nuestra conciencia pueden permanecer tranquilos, porque, más allá
de nuestros pecados, Dios ve nuestro amor al prójimo, que es señal de nuestra
filiación divina. San Juan funda la paz del corazón de los hijos de Dios en
la magnanimidad del corazón de su Padre; “si nuestro corazón
no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y
él nos concederá todo cuanto le pidamos”. Dios nos ama de un modo trascendente, muy
superior al de los hombres. Su amor se guía por otros criterios de
apreciación. Su corazón es un océano inmenso de misericordia siempre abierto
a sus hijos, por esa razón si la conciencia no reprocha nada al cristiano,
entonces podrá dirigirse a Dios con toda confianza; “y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque
cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada”. Es así, como un hijo
obediente delante del padre cuya bondad ya ha experimentado otras veces, se
presenta con gozosa seguridad, porque está seguro que su padre le escuchará
en sus justos deseos. Dios escucha la oración del alma cuya conciencia no
siente ningún reproche. 4.3 SU MANDAMIENTO ES ÉSTE: QUE CREAMOS EN EL NOMBRE
DE SU HIJO JESUCRISTO El agradar a Dios, es
decir, el cumplir sus preceptos, es condición necesaria para que la oración al
Padre y el precepto principal que el
cristiano ha de observar es el de la caridad fraterna. “Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su
Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó.” El cumplimiento de este mandamiento
garantiza la eficacia de la oración. Porque el que ama a su hermano vive en
una íntima y vital comunión con Dios, ya que el amor activo en favor del
prójimo es sumamente agradable a los ojos del Padre. San Agustín dice a este
propósito: “La misma caridad gime, la misma caridad ora; a ella no sabe
cerrarle los oídos quien nos la dio. Está seguro; que la caridad pida, y allí
estarán los oídos de Dios” Jesucristo nos ha prometido
que el Padre escucharía las oraciones de los suyos: “Si ustedes permanecen
en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo
obtendrán.” Y San Juan sabía por experiencia
propia que el Señor escucha al buen cristiano. San Juan, resume; “que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo”, para él el mandamiento fundamental y que más agrada a Dios es la fe en
Jesucristo y que “nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó”, es decir, la caridad fraterna. La fe, según San Juan,
se perfecciona en la práctica de los mandamientos. Por eso, la caridad
fraterna es presentada como algo relacionado muy íntimamente con la fe, es
como la consecuencia de ella. La caridad fraterna manifiesta nuestra fe en
Dios y nuestra unión con Cristo. El cristianismo se define tanto por el
objeto de su fe: Jesús es el Hijo de Dios, como por la vida práctica de sus
fieles, por ende, el cristiano es el hombre que ama a sus hermanos en la
Iglesia. Los cristianos son hijos de Dios por la fe en Cristo, y la
obligación de amar a los hermanos deriva de nuestra filiación cristiana. La adhesión a la
verdadera fe y la práctica de la caridad fraterna aseguran la comunión íntima
y vital con Dios. Esta unión íntima con Dios confiere a nuestras oraciones
una confianza y una seguridad total. Esto también es el tema de las promesas
de Jesucristo en el discurso después de la cena. (Cf. Jn 15:7-11). 4.4 EL QUE CUMPLE SUS MANDAMIENTOS PERMANECE EN DIOS,
Y DIOS PERMANECE EN ÉL El Cumplimiento de los
mandamientos será prenda de nuestra permanencia en Dios y de Dios en nosotros;
“El que
cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos
que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.”. Dios y el cristiano vienen
a formar como una sola cosa. La caridad fraterna es para San Juan garantía de
la esencia divina en el fiel y de la más estrecha unión de éste con Dios. Un
criterio que servirá para conocer si Dios mora en el cristiano será la
presencia en el alma del fiel del Espíritu Santo. La posesión de este
Espíritu divino será el signo indicador para conocer nuestra comunión vital
con Dios. El apóstol insinúa que se cumple aquí lo que Jesús había pedido en
la oración sacerdotal: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo
en ti, para que también ellos sean en nosotros.” (Jn 17:21) El Espíritu Santo mora
en los hijos de Dios como en un templo (1 Cor 3:16), y desde allí les
certifica que Dios permanece en ellos. San Juan no dice expresamente cómo los
fieles saben que poseen el Espíritu Santo. 5.
EVANGELIO Con la alegoría de la
vid y los sarmientos, Jesús señala cómo quiere transmitirnos la fuerza que
hace posible nuestro cristianismo. Los sarmientos no tienen vida autónoma y,
separados de la parra, no sirven sino para el fuego. Si la vida que circula
por los sarmientos es la misma que circula por la parra, los cristianos somos
llamados a vivir la misma obediencia de Cristo, la misma humillación, su mismo
amor a Dios y a los hombres. Es, pues, inútil pretender un cristianismo sólo
horizontal o sólo vertical. La cruz domina radicalmente la espiritualidad
cristiana, que debe ser una espiritualidad de comunión integral y de misión
constante. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jn 15, 1-8 Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus
discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos
mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más
todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no
puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen
en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en
él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no
permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se
recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi
Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis
discípulos”. Palabra del Señor. 5.1 YO SOY LA VERDADERA VID Y MI PADRE ES EL VIÑADOR. Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.” Esta expresión de Jesús, es una alegoría dentro de un
fragmento evangélico de tendencia a ser parábola. Jesús se presenta como la
verdadera vid. Es vid verdadera en cuanto se trasladan a él, en el orden
espiritual, las propiedades de la vid. Al Padre se lo representa como el que
trabaja esta viña: el viñador. Lo que aquí se quiere expresar es que Jesús,
Dios-hombre, influye directamente, por la gracia, en los sarmientos. El
Padre, en cambio, es el que tiene el gobierno y providencia exterior de la
viña. 5.2 PERMANEZCAN EN MÍ, COMO YO PERMANEZCO EN USTEDES El tema central es la necesidad de estar unidos a
Jesús; “Permanezcan en mí, como Yo permanezco en ustedes”. Pero hay
dos modos de estar unidos a Jesús. Se habla de los fieles en general, tal
como está redactado, aunque aquí apunta, originariamente a los apóstoles
porque dice: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto
abundante, y así sean mis discípulos”. Un modo es por la fe, bautismo, pero sin obras.
“Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda
para que dé más todavía”. Al que así se comporta, el Padre lo cortará
de la Vid-Jesús. El Padre, que ejerce el gobierno y providencia exterior,
consumará la separación que, culpablemente, tenga ese sarmiento. Es efecto de
la fe sin obras, que es fe muerta (Sant 2:17). La fe que no opera por la
caridad (Gal 5:6). Así se anuncia el peligro trascendental en que están estos
sarmientos. Dice el Señor: “Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto”,
Y nos preguntamos, ¿Cuándo serán separados de Jesús? El relato no lo dice.
Suponemos entonces en la muerte y/o por la pérdida de la fe. 5.3 EL QUE NO PERMANECE EN MÍ, ES COMO EL SARMIENTO QUE SE TIRA Y SE SECA Dice Jesús: “Pero el que no permanece en mí, es como
el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y
arde”. Cuando dice de los sarmientos cortados y echados al
fuego, posiblemente se refiera especialmente al juicio final, como se
ve en los sinópticos (Mt 13:40.42; 25.41). También se hace ver la libertad
del hombre y la culpabilidad de su no cooperación a la gracia, “El que
permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada
pueden hacer”. La forma sapiencial en que es anunciado y el hablarse según la
naturaleza de las cosas, no considera el caso en que el sarmiento desprendido
pueda ser nuevamente injertado; lo que sería aquí el arrepentimiento y
penitencia. 5.4 AL QUE DA FRUTO, LO PODA PARA QUE DÉ MÁS TODAVÍA Pero hay otra forma de estar unido a Jesús: por
la fe, el bautismo y la fructificación en obras. Al que así está, el Padre lo
poda para que dé más todavía. Cuando en las vides los sarmientos son
excesivos, hay que podarlos para que la demasiada proliferación no reste
vigor a la savia. A su semejanza se hará con el fiel sarmiento que poda, se
le quitarán los obstáculos que le impiden a la savia de la gracia fructificar
y expansionarse. Pero aquí esta comparación es parabólica, pues la savia de
la gracia no se agota en Jesús ni la proliferación de los cristianos es obstáculo
al vigor de la savia. Se enseña aquí entonces la gran doctrina de las
purificaciones, en general, será el negarse a sí mismo o todo lo que es apego
egoísta e impedimento a la fructificación de la gracia. Esta enseñanza de
Jesús es el mejor comentario al libro de Job: por qué sufre el justo. 5.5 USTEDES YA ESTÁN LIMPIOS POR LA PALABRA QUE YO LES ANUNCIÉ La doctrina general — sapiencial — encuentra en
al decir; “Ustedes ya están limpios", es una aplicación directa a los
apóstoles. La obra de purificación a que aludió evoca la limpieza en que
ellos estaban a la hora del lavatorio de los pies (Jn 13:10). Tienen
fundamentalmente esa pureza a causa de la palabra que Yo les anuncié, la
palabra que les he hablado, es decir, el Evangelio: toda la enseñanza que Jesús
les hizo, ya que sus palabras son espíritu y vida. 5.6 PERMANEZCAN EN MÍ, COMO YO PERMANEZCO EN USTEDES Estando ya unidos a la Vid, sólo necesitan, pues,
tener toda esa vitalidad, permanecer en ella y en Él. Es permanencia mutua:
Él en ellos y ellos en Él. Este verbo, permanecer, es un término muy propio
de san Juan. Lo usa 40 veces en su evangelio y 23 en su primera epístola. Y
formula aquí con él la íntima, permanente y vital unión de los fieles con
Jesús. Es la palabra que usa para expresar el efecto eucarístico de unión:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.” (Juan
(SBJ) 6, 56-57). La expresión puede tener un sentido reglado o condicional:
permanece o permanecer para. Fundamentalmente el sentido no cambia. Lo
esencial es estar unidos a Jesús, así es como dice, “porque separados de mí,
nada pueden hacer”, siendo esta es la sentencia fundamental de todo el
fragmento. Este es uno de los textos donde se enseña la
absoluta necesidad de la dependencia sobrenatural de Jesús. “El
que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto”. El
pensamiento progresa. No solamente sin la unión a Jesús no se puede nada —
aspecto negativo —, sino que, permaneciendo en El — aspecto positivo —, se da
mucho fruto. La acción de la savia-gracia tiende a expansionarse. Cuando el
cristiano responde a las mociones de la misma, da fruto y el Padre le poda
para que se expansione más la gracia, dé mucho fruto. 5.7 SI USTEDES PERMANECEN EN MÍ Y MIS PALABRAS PERMANECEN EN USTEDES. Dice Jesús: “Si ustedes permanecen en mí y mis
palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”, en esta
promesa, Jesús nos da la clave para permanecer unidos a Él, esta unión es con
el recurso de la oración. La formulación que hace es universal. Se nos dará
cualquier cosa que pidamos, si le pedimos algo conforme a su voluntad, Él nos
oye. Pues es oración que se hace permaneciendo unidos a Jesús, y, movidos por
su savia, nada se pediría que no convenga; “Y todo lo que pidáis en mi
nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. (Juan (SBJ)
14,13). 5.8 LA GLORIA DE MI PADRE CONSISTE EN QUE USTEDES DEN FRUTO ABUNDANTE. Y no destaca Jesús: “La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante”, Es decir, en esto será
glorificado mi Padre: en que ustedes den fruto. La misión de Jesús es
glorificar al Padre. La glorificación, pues, del Padre está justamente en
esto, que demos muchos frutos. Es la valoración a la santidad, sea general,
sea, en concreto, a la del apostolado. Por eso dice: “y así sean mis
discípulos” El fruto que Dios espera de nosotros, es la
santidad de una vida fiel a los mandamientos, especialmente en el amor.
Nosotros, principalmente por el bautismo, estamos injertados a Jesús, somos
sus sarmientos, de El tomamos la savia, que es la vida divina, la gracia
santificante. Pero tal como crece el sarmiento, ese crecimiento lo debemos
hacer en Jesús, por medio de la santidad. Crecer en Jesús, es permanecer en
El, es tener vida íntima con Él, cobrando conciencia de que Él Vive en
nosotros y nosotros en El. Permanecer y estar unidos a Jesús, es pesar y amar
con Él, hacer una vida agradable a Dios. El discípulo de Jesús, cuando es
verdadero, Glorifica al Padre. Cristo Resucitado, viva en sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant QUINTO
DOMINGO DE PASCUA CICLO B Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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