Reflexión desde las Lecturas del VI Domingo de
Pascua, Ciclo B Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. PERMANEZCAN EN MI AMOR Permanezcan en mi amor. En esta Pascua Cristo nos ha manifestado más
clara e intensamente su amor. Y ahora nos invita a permanecer bajo el influjo
de este amor. En realidad podemos decir que toda la vida del cristiano se
resume en dejarse amar por Dios. Dios nos amó primero. Nos entregó a su Hijo
como víctima por nuestros pecados. Y el secreto del cristiano es descubrir
este amor y permanecer en él, vivir de él. Sólo la certeza de ser amados por
Dios puede sostener una vida. No sólo hemos sido amados, sino que somos
amados continuamente, en toda circunstancia y situación. Y se trata de
permanecer en su amor, de no salirnos de la órbita de ese amor que permanece
amándonos siempre, que nos rodea, que nos acosa, que está siempre volcado
sobre nosotros. Amémonos los unos a los otros. Sólo el que permanece en su amor puede amar a los demás como Él. El
amor de Cristo transforma al que lo recibe. El que de veras acoge el amor de
Cristo se hace capaz de amar a los demás. Pues el amor de Cristo es eficaz.
Lo mismo que Él nos ama con el amor que recibe de su Padre, nosotros amamos a
los demás con el amor que recibimos de Él. La caridad para con el prójimo es
el signo más claro de la presencia de Cristo en nosotros y la demostración
más palpable del poder del Resucitado. El que ama ha nacido de Dios. Dios infunde en
nosotros su misma caridad. Por eso nuestro amor, si es auténtico, debe ser
semejante al de Dios. Pero Dios ama dando la vida: el Padre nos da a su Hijo;
Cristo se entrega a sí mismo, ambos nos comunican el Espíritu. La caridad no
consiste tanto en dar cuanto en darse, en dar la propia vida por aquellos a
quienes se ama; y eso hasta el final, hasta el extremo, como ha hecho Cristo
y como quiere hacer también en nosotros: “Nadie tiene amor más grande que el
que da la vida por sus amigos”. El amor de Cristo es de este calibre. Y el
amor a los demás que quiere producir en nosotros, también. (P. Julio Alonso Ampuero,
Meditaciones Bíblicas Sobre el Año Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA El Espíritu Santo derramado también sobre los paganos. Los primeros
seguidores de Jesús fueron judíos, y durante los primeros años de la Iglesia,
parecía que sólo los judíos podían formar parte de la comunidad cristiana.
Por ellos hubo gran sorpresa cuando unos paganos empezaron a interesarse por
la fe en Jesucristo. La conversión de Cornelio es un episodio que marcó
profundamente a la Iglesia naciente. Viviendo este acontecimiento Pedro ha
debido “constatar” que Dios no hace distinción de personas: ante el Dios de
Jesucristo todos los hombres gozan de una igualdad fundamental. Hombres y
mujeres de toda cultura y condición podrían también hoy, vivir un nuevo
Pentecostés, si los cristianos, tomásemos verdaderamente en serio que Dios no
discrimina las personas. Lectura de los Hechos de los apóstoles. Hech 10, 25-26. 34-36. 43-48 Cuando Pedro entró en la casa del centurión Cornelio, éste fue a su
encuentro y se postró a sus pies. Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole:
“Levántate, porque yo no soy más que un hombre”. Después Pedro agregó:
“Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en
cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a
él. Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia
de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Todos los
profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el
perdón de los pecados, en virtud de su Nombre”. Mientras Pedro estaba
hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban la
Palabra. Los fieles de origen judío que habían venido con Pedro quedaron
maravillados al ver que el Espíritu Santo era derramado también sobre los
paganos. En efecto, los oían hablar diversas lenguas y proclamar la grandeza
de Dios. Pedro dijo: “¿Acaso se puede negar el agua del bautismo a los que
recibieron el Espíritu Santo como nosotros?”. Y ordenó que fueran bautizados
en el nombre del Señor Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara con
ellos algunos días. Palabra de Dios. 2.1 DIOS NO
HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS Pedro estaba reflexionando sobre una visión que había tenido, cuando
llaman a la puerta unos mensajeros del centurión Cornelio, (centurión
piadoso, temeroso de Dios con toda su casa, que hacía muchas limosnas al
pueblo y oraba a Dios continuamente, Hechos 10, 1-2) y el Espíritu le ordena
resueltamente: “Ahí están unos hombres...; baja y vete con ellos
sin vacilar, porque los he enviado yo” (Hechos 10, 18-20). Comienza la
interpretación abierta del Espíritu Santo, que será quien vaya dirigiendo
visiblemente toda la escena, hasta el punto de que Pedro, para justificarse
luego ante los que critican su modo de proceder, no tendrá otra respuesta
sino “¿quién era yo para oponerme a Dios?” (Hechos 9:17). Al llegar a Cesárea, el recibimiento que le hace Cornelio a Pedro, es de
elevado respeto: “Cuando Pedro entró en la casa del centurión Cornelio, éste fue a su
encuentro y se postró a sus pies.” Este recibimiento, no parece
normal para esa época tratándose de un centurión romano, por cuanto podemos
deducir que Cornelio quiso adaptarse la costumbre hebrea en señal de
deferencia y respeto. Quizá entendió que Pedro era un enviado de Dios. Sería
un error pensar que el gesto de Cornelio, a quien se alaba como “piadoso y
temeroso de Dios” (v.2), se suponga alguna intención idolátrica. La respuesta
de Pedro; “Levántate, porque yo no soy más que un hombre” demanda
necesariamente otra cosa. Pedro al atreverse ir a la casa de Cornelio reflexiona: “Verdaderamente,
comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación,
todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él.” Pedro, después de esta idea notable de aquel momento, resume la vida de
Jesús: “Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena
Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos” y
del que dan testimonio todos los profetas; “Todos los profetas dan
testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los
pecados, en virtud de su Nombre”. 2.2 EL ESPÍRITU SANTO DESCENDIÓ SOBRE TODOS LOS QUE ESCUCHABAN LA PALABRA Por lo que respecta a la introducción, “Que Dios no hace acepción de
personas”, la afirmación es clara: absoluta igualdad de todos los
seres humanos ante Dios, trátese de esta o de aquella nación, de judíos o de
gentiles. Por otra parte, Jesucristo, en varias ocasiones y de varias
maneras, había dicho que todas las naciones estaban llamadas a formar parte
de su reino (cf. Mt 8:11; Mc 16:15-16; Jn 10:16), Pedro mismo en sus
anteriores discursos daba por supuesta esta misma verdad, al afirmar que la
bendición mesiánica estaba destinada no sólo a los judíos, sino también “a
los que están lejos” (Hechos 2:38) o, como dice en otra ocasión, a los judíos
“en primer lugar” (Hechos 3:26), con lo que daba a entender que también
estaba destinado a otros, es decir, a los gentiles. Pero todo eso en nada se
oponía a que, bajo la influencia de su formación judaica, siguiese
estableciendo aún clara separación entre judíos y gentiles. “Mientras Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos
los que escuchaban la Palabra.” Esta
escena ha sido llamada el “Pentecostés de los gentiles.” El Espíritu Santo
desciende no sólo sobre Cornelio, sino sobre todos los de su casa, familia y
servidumbre, que se hallaban más o menos en las mismas condiciones de su amo.
El fenómeno tuvo lugar, “Mientras Pedro estaba hablando”
es decir, antes de terminar su discurso. Los judío-cristianos que habían
acompañado a Pedro no salían de su asombro; “Los fieles de origen judío que
habían venido con Pedro quedaron maravillados al ver que el Espíritu Santo
era derramado también sobre los paganos”, así se concedían los dones
del Espíritu Santo. No parece que entre estos que se asombran hayamos de
incluir también a Pedro, pues las anteriores revelaciones le habían dado ya
claramente a conocer que en Dios no había “acepción de personas”. Desde
luego, el texto nada dice de él. Con todo, no cabe duda que esta nueva
intervención del Espíritu fue también para Pedro una clara señal de cuál era
la voluntad divina, obligándole más y más a dar el gran paso respecto de los
gentiles. 2.3 BAUTIZADOS EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO” Pedro ordena administrar el bautismo en nombre de Jesucristo; “¿Acaso
se puede negar el agua del bautismo a los que recibieron el Espíritu Santo
como nosotros?”. Y ordenó que fueran bautizados en el nombre del Señor
Jesucristo.”. Se comprende que no es únicamente Pedro quien bautiza,
sino que encarga hacerlo, lo que parece indicar que los apóstoles habían
confiado esa misión a otros. También que es éste el único caso en que, antes
del bautismo, habían recibido ya los recién convertidos al Espíritu Santo (v.44).
Algunos añaden también el caso de Pablo (Hechos 9:17-18). Es natural que la efusión del
Espíritu fuese algo posterior al bautismo, que es la puerta de entrada en la
Iglesia, pero si no fue así en el caso de Cornelio, era porque quería Dios
manifestar públicamente ante Pedro y los demás judíos asistentes a la escena
que también los gentiles, sin necesidad de la circuncisión, podían ser
agradables a sus ojos y entrar en la Iglesia. Por eso Pedro, ante tal
testimonio, ordena bautizarlos, para que así queden agregados a la comunidad
cristiana. 3.
SALMO El salmo de hoy es una vibrante invitación a la tierra entera: “Canten,
aclamen al Señor...”Al hacer de este salmo su oración en este tiempo pascual,
la Iglesia celebra la maravilla de la victoria de Jesús sobre la muerte, la
maravilla del envío del Espíritu sobre los paganos y su adhesión al
Evangelio. Sal 97, 1-4 R. El Señor reveló su victoria a las naciones. O bien: Aleluya. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano
derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R. El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las
naciones: se acordó de su amor y su fidelidad a favor del pueblo de Israel.
R. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R. Canto de Alabanza a Dios después de la
Liberación. En este brevísimo salmo encontramos dos
fragmentos salmodíeos de distinta procedencia, los ritmos son diferentes en ambas
secciones, y el contenido ideológico también diverso. La liturgia de este
sexto Domingo de Pascua, solo ha considerado para este día los versos 1 al 4. 3.1 ACCIÓN DE
GRACIAS POR UNA LIBERACIÓN En el primer fragmento, desde los versos 1
al 3, encontramos una acción de gracias por una liberación, esta parte parece
hacerse eco de la liberación de la cautividad babilónica, que es la nueva
gran maravilla del Señor en favor de su pueblo, como el paso del mar Rojo lo
había sido en la antigüedad al formarse la nación israelita. Todos los
pueblos han sido testigos de las últimas maravillas del Dios de Israel. Esto
indica que el Señor sigue siendo el Dios poderoso de los primeros tiempos y
ha mostrado la fidelidad a sus promesas salvadoras sobre su pueblo. Las proezas nuevas del Señor exigen
entonar un nuevo cántico que refresque el eco de las antiguas maravillas. “Canten
al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas” De nuevo se ha manifestado
victoriosamente su diestra invencible y su santo brazo o poder sagrado. “su
mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria”. Característica
de la divinidad es la trascendencia, que para los hebreos se reflejaba en la
idea de santidad, que incluía incontaminación y separación. Por eso, la
expresión santo brazo equivale aquí a omnipotencia desbordante, fuera de toda
comparación con lo humano. La nueva salvación obrada por Yahvé ha servido
para manifestar la justicia divina ante las gentes: “El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones”. El verso está copiado
en Isaías; Ha desnudado el Señor su
santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de
la tierra la salvación de nuestro Dios. (Isaías (SBJ) 52,10).” En el verso 3 ”se acordó de su amor y su fidelidad a
favor del pueblo de Israel”, se
resume Sal 106:44-46. Esta victoria salvadora del Señor ha tenido lugar
porque Él se ha acordado
de los compromisos con su pueblo, manteniendo así su fidelidad como en otras
memorables ocasiones. Todos los pueblos son testigos de esta manifestación
salvadora del Dios de Israel. Estos signos de salvación (de los versos 2
y 3), se revelan “a las naciones”, hasta “los confines de la tierra”, para
que la humanidad entera sea atraída hacia Dios salvador y se abra a su palabra
y a su obra salvífica. (Comentario de
Beato Juan Pablo II) Por otra parte, en este salmo son muchas
las citas implícitas de textos de la segunda parte del libro de Isaías y de
otras composiciones del Salterio. Todo esto hace pensar que ha sido
compuesto, uniendo dos fragmentos diversos que al principio tenían vida
independiente, por un autor que vive después del exilio. (SB Nácar Colunga) 3.2 EL ADVENIMIENTO
DE YAHVÉ COMO JUEZ En el segundo, desde el verso 4 al 9,
encontramos el anuncio del reino escatológico del Señor, siguiendo la
perspectiva de los dos salmos anteriores.
En esta parte se invita a toda la tierra a regocijarse porque se
acerca el advenimiento del Señor como Juez para inaugurar un reinado de
justicia y equidad, como se declaraba en los salmos anteriores. Será una
intervención deslumbrante que ofuscará a los prodigios del pasado. Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios. Con frases redundantes, el salmista invita
a todos los habitantes del orbe a mostrarse jubilosos por el advenimiento
próximo del Juez de la tierra. No se alude para nada a la liberación de
Israel. La perspectiva es más amplia. A este júbilo de los habitantes de la
tierra debe responder el regocijo de la naturaleza inanimada: el mar, los
ríos y los montes: Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan
en cantos jubilosos. El Señor, va a inaugurar los tiempos
mesiánicos, gobernando con justicia y equidad. Esto es algo nuevo en la
historia, y por eso la misma naturaleza inanimada debe asociarse al triunfo
moral que va a dominar la sociedad en el nuevo orden de cosas, como relata
Isaías 11; “La vaca y la osa pacerán,
juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el
niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién
destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo
Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento del Señor, como cubren
las aguas el mar. (Isaías (SBJ) 11, 7-9). 4.
SEGUNDA LECTURA Dios es amor. ¿Quién es Dios? San Juan nos da de Él una definición
inesperada, sorprendente, nueva. ¿Quién es Dios?: Las palabras de esta
lectura llegan a las mayores profundidades de nuestra fe. Las relaciones
entre Dios y el hombre empiezan siempre por la iniciativa de Dios. En el plano
del amor la iniciativa pertenece a Dios, ya que Dios es amor y el amor toma
siempre la iniciativa: la del primer gesto que es la del perdón. Él nos ha
amado enviándonos a su Hijo. Dios, en primer lugar, ama al hombre; después,
el hombre, si quiere, corresponde al amor de Dios. Y si nosotros queremos
amarnos los unos a los otros es necesario remitirnos a Dios: “No hemos sido
nosotros quienes hemos amado primero a Dios”. Lectura de la primera
carta de san Juan. 1Jn 4, 7-10 Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de
Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a
su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor
no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó
primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Palabra de Dios. 4.1 HAY QUE AMAR A DIOS PARA CONOCERLE Y PERMANECER EN EL. El amor, según San Juan, es una participación de la vida de Dios; “porque
el amor procede de Dios”. El amor proviene de Dios como de su fuente.
Por eso, “el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”, es hijo de
Dios, animado por su gracia El amor fraterno es un efecto de nuestro
nacimiento sobrenatural. Dios, al hacernos participantes de su vida, nos ha
hecho también partícipes de su caridad. Por eso, la caridad no es un don
divino cualquiera, ni una gracia carismática concedida temporalmente, sino
que está íntimamente ligada con el renacimiento del cristiano, es lo propio
de su filiación divina: “el que ama ha nacido de Dios”.
Dios, al engendrarnos a la vida divina, nos comunica su naturaleza y su vida,
Y la facultad de amar es algo inseparable a la naturaleza divina recibida de
Dios. El amor es fruto del germen divino recibido en el bautismo. De ahí que
el cristiano sea capaz de amar por sí mismo, por la misma razón de que es
hijo de Dios. El conocimiento actual y permanente de Dios es, a su vez, algo que va
unido al amor fraterno habitual. El que ama muestra que conoce a Dios, porque
el verdadero conocimiento se perfecciona en la práctica del gran precepto del
amor. La filiación divina y el conocimiento de Dios son los principios y los
fundamentos de la caridad fraterna. El que ha sido engendrado por Dios y se
ha hecho partícipe de su naturaleza divina, es apto para amar y conocer
divinamente. El conocimiento de Dios como Padre está impregnado de amor y
condicionado por ese mismo amor. Por consiguiente, hay que amar a Dios para
conocerle y permanecer en El. Por el contrario, “El que no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor” es decir,
el que no ama divinamente demuestra que no ha llegado al .verdadero
conocimiento de Dios. No le conoce íntima y realmente. Un gran teólogo podrá
saber mucho de Dios, de sus perfecciones y atributos. Pero eso no es
conocerle como hay que conocerle. El conocimiento de que nos habla San Juan
presupone una relación íntima y personal con Dios fundada en una experiencia
viva y amorosa. “Dios es amor”. Esta es la mejor definición de
Dios y la que resume todo lo que el cristiano puede saber de su Creador. El
amor es el atributo divino que mejor da a conocer la naturaleza de Dios. El
amor, el ágape, es la revelación más prodigiosa y constante de Dios a los
seres humanos. Ya desde el sermón de la Montaña, Jesús evoca el amor del
Padre celestial, generoso incluso para con los enemigos y pecadores. 4.2 ASÍ DIOS NOS MANIFESTÓ SU AMOR La vida misma de Cristo está toda ella llena de benignidad y de paciencia.
Y se termina por el sacrificio de su vida, entregada para rescatarnos de la
esclavitud del demonio. “Así Dios nos manifestó su amor: envió a
su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.” Esta
es la expresión suprema del amor de Dios por los hombres. Hasta tal punto es
propio de Dios el amor, que San Juan ya casi no lo considera como un
atributo, sino como la expresión de la naturaleza misma de Dios. El apóstol
llega aquí a la cumbre de la mística y del pensamiento humano: nada hay más
grande. La encarnación es la manifestación, la epifanía del amor de Dios. “Así
Dios nos manifestó su amor”. Porque el amor de Dios se ha hecho
evidente y palpable en el envío de su Hijo unigénito para salvarnos. San Juan
considera la encarnación como una venida de Cristo al mundo, como un hecho
histórico ya realizado una vez para siempre en el mundo, pero que conserva
una actualidad permanente. La encarnación y la redención son frutos del amor de Dios por los
hombres. Y el amor de Dios es amor fecundo que comunica la vida. La
encarnación de Jesucristo, con relación al Padre, constituye una misión, el
enviado tiene una misión especial: hablar y obrar en nombre del Padre,
representarlo ante los hombres. Por consiguiente, es el Padre quien se revela
y manifiesta su amor infinito a los hombres. El Padre no envía un delegado
cualquiera, sino a su propio Hijo unigénito, es decir, a su Hijo el más
amado. Este acto de benevolencia del Padre nos demuestra, mejor que otra
cosa, su amor inmenso por nosotros, que no dudó en sacrificar a su Hijo muy
amado “como víctima propiciatoria por nuestros pecados.”. La finalidad que Dios se propuso al enviar a su Hijo al mundo fue para
que los creyentes en El “tuviéramos Vida por medio de él”, verdadera
vida, la vida de la gracia y de la gloria. “Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó primero.” Nosotros hemos amado al Señor; pero ese amor nuestro no es otra cosa que
una respuesta a un amor primero que Dios nos ha tenido y sigue teniéndonos.
El amor de Dios tiene sobre el nuestro una prioridad cronológica, pues Dios
nos ha amado ya desde la eternidad. La iniciativa de la salvación corresponde, por consiguiente, al Padre, el
cual “envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.” 5.
EVANGELIO San Juan nos presenta un itinerario del amor. Desde su experiencia, Jesús
nos invita a seguirlo: amando a Dios y a nuestros hermanos, incluso hasta dar
la vida por ellos si es necesario. Este Evangelio pone en claro la necesaria
mediación de Cristo en todo amor fraternal auténtico. Porque sólo él ha amado
a los hombres permaneciendo totalmente en el amor del Padre, que es la fuente
de todo amor verdadero. Para amar es necesario, desde luego, ser amados por
Cristo, ser llamados a su amistad y haber sido introducidos por él en la
condición filial. Con estas condiciones, la alegría del Maestro será la
nuestra y nuestra oración habrá sido escuchada. Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan. Jn 15, 9-17 Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me
amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen
mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de
mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea
perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he
amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis
amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el
servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado
a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a
mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den
fruto, y ese fruto sea duradero. Así, todo lo que pidan al Padre en mi
Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los
otros”. Palabra del Señor. 5.1 PERMANEZCAN EN MI AMOR” “Como el Padre me amó, también yo los he amado a
ustedes. Permanezcan en mi amor.” Jesús, les habla a sus apóstoles del ansia
de su amor hacia ellos para que fructifiquen unidos a Él, pues los
ama al modo sobrenatural, como el Padre le ama a Él. Unidos a Él y amados
por El no necesitan para dar “mucho fruto,” más que “permanecer en
El.” Y la prueba de esta permanencia son las obras: “si cumplen
mis mandamientos”. Porque no todo el que diga Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
del Padre (Mt 7:21). Ha de ser copiado su ejemplo: “como yo cumplí
los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” Y Jesús les dice; “esto para que mi gozo sea el de
ustedes, y ese gozo sea perfecto” Porque cumplen el mensaje del
Padre, que El trajo como el Enviado. Y para nuestro gozo
sea cumplido. Pues al saber que estamos unidos a Cristo-Vid,
permaneceremos unidos a Él y que al guardar sus mandatos, sabemos
entonces la meta suprema de nuestras aspiraciones es: “ser amados
por el Padre”. Y Cristo nos pide que nos dejemos amar por Dios, porque
“Dios nos amó primero”, y nuestra gran tarea, es manifestar este amor y
permanecer en él, vivir de él. 5.2 COMO TAMBIÉN YO LOS
HE AMADO A USTEDES Amar es entregarse, es darse, es saber qué podemos
hacer nosotros por nuestro amado Jesucristo que vive en nuestro prójimo, y
entregarnos a nuestro prójimo como Cristo se entrego
por todos nosotros. Por tanto sólo el que permanece en el amor de Cristo,
puede amar a los demás como Él. Y así es como nos pide Jesús, ámense los
unos a los otros, “como también yo los he amado a ustedes”. Y lo hermosos es
que Cristo nos ama con el mismo amor que ama al padre. En los Evangelios encontramos la fuerza del amor
de Jesús, es un libro abierto para descubrir cómo fue el amor de
Jesús, “En esto Conocerán todos que sois mis Discípulos, si tenéis amor
los unos por los otros” (Jn, 13-35), “Como el Padre me Amó,
también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Jn 14-9), “Si
Guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también
he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”,
(Jn 14-10) “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los
otros, como yo os he amado” (Jn 14-12), “Nadie tiene mayor amor
que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn 14-13) “Yo les
he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer Todavía, para
que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en
ellos." (Jn 17-26) 5.3 A QUIEN MIRÓ JESÚS, LOS HIZO
CON AMOR Es así, como a quien miró Jesús, los hizo con amor;
"Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de
los que son como éstos es el Reino de los Cielos" (Mt 19,
14), amor puro por los niños y amor natural por el bien de los
demás. Ciertamente, no hemos visto personalmente a Jesús, sin embargo a través
de la lectura y meditación de los evangelios, conocemos como es el
cariño de Jesús. En efecto, la meditación de esta buena noticia, nos ayuda a
descubrir a un hombre con inclinación natural a hacer el bien; “Al
llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le
tocó la mano y la fiebre la dejó; (Mt 8, 14-15), es así como
podemos hallar en Jesús, dulzura, suavidad, amabilidad de carácter. Y Jesús, no solo tiene la facultad de ser
el perfecto amigo bueno, además en todo lo parece y se manifiesta claramente
sus sentimientos por sus íntimos amigos; “dice Jesús a Simón
Pedro: Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?” (Jn 21,15), en otras palabras
es el puro amor, que nos maravilla por su aptitud del conocimiento
perfecto de la comprensión, con un dominio absoluto para el
entendimiento y la capacidad para respetar y ser tolerante con los demás;
“Entonces Jesús, levantándose, le dijo: "Mujer, ¿dónde están ellos?
¿Ninguno te condenó?" "Ninguno, Señor", respondió
ella. Y Jesús le dijo: "Yo no te condeno tampoco. Vete, desde
ahora no peques más” (Jn 8, 10-11) Así es el amor de Jesús, ese que no
condena, ese que nos da misericordia, ese que transforma nuestras
vidas, ese que nos da paz absoluta, por tanto podemos definir
qué Jesús es perfecto e inigualable sinónimo de amor, amor para
mirarnos hoy con afecto al corazón, su suave voz es además una insistencia
permanente en nuestra conciencia, voz que nos invita a seguirlo,
aceptarlo y a la cual debemos guardar fidelidad, y a amarlo como
él lo hizo y lo sigue haciendo. 5.4 “ÁMENSE LOS UNOS A
LOS OTROS, COMO YO LOS HE AMADO” La situación histórica de esta sección del Evangelio
de Juan, queda sugerida por el lugar paralelo del amor al prójimo,
donde Cristo nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a
los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los
unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son
mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
(Jn13:34.35) El amor mutuo que han de tenerse los discípulos del Señor, no es
filantropía, ha de estar calcado en el ejemplo de Él, amarse como Él los
ha amado. Precisamente por este modo es por lo que antes llamo
también a este precepto “un mandamiento nuevo”. Quizá muchas veces meditamos en el amor al prójimo.
Pero tal vez no meditamos tanto en la medida de ese amor, en ese “como yo”.
La medida del amor al hermano es dar la vida por él como Cristo la ha dado,
gastar la vida por los demás día tras día. Mientras no lleguemos a eso hemos de
considerarnos en deuda. El cristiano nunca se siente satisfecho como si ya
hubiera hecho bastante. “El amor de Cristo nos apremia” (2Cor 5,14). Y lo
maravilloso es que realmente podemos amar como Él porque este amor “ha sido
derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”
(Rom 5,5). Cristo resucitado, viviendo en nosotros nos capacita y nos impulsa
a amar “como Él”. 5.5 NO HAY AMOR MÁS
GRANDE QUE DAR LA VIDA POR LOS AMIGOS Nuestro Señor Jesucristo resucitado, vivo y
presente, que ha dado la vida por los amigos, nos llama y nos atrae a su
amistad. Ante todo, busca una confianza mayor con cada uno de nosotros. Jesús
se ha permitido contarnos todos sus secretos, Él nos ha introducido en la
intimidad del Padre. Jesús nos ofrece una amistad que va en serio,
El, la ha demostrado dando la vida por los que eran enemigos (Col
1,21-22) y convirtiéndolos en amigos. A la luz de la Pascua hemos de examinar
si nuestra vida camina por los cauces de la verdadera amistad e intimidad con
Jesucristo. ¿O talvez todavía le vemos alejado? Nuestro Señor Jesucristo, nos
demanda a corresponder a esta amistad con la fidelidad a sus mandamientos,
¿estamos dispuestos? Cristo nos da ejemplo que clarifica este amor suyo,
pone lo que es prueba humana, esto es dar la vida por los amigos.
No es que Cristo restrinja la universalidad de su muerte, sino que
utiliza la comparación usual humana y El llama a sus apóstoles
amigos y los amigos conocen sus intimidades. Cristo, como buen amigo, les revelo
el gran secreto y mensaje del Padre, es decir el Evangelio, las
intimidades de Dios. Pero la verdadera amistad exige obras. Así
como nos dice: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les
mando”. Como amigos de Cristo son predilectos. Y esto recuerda la
elección que hizo de ellos para el apostolado, como lo indica el
término lingüístico según san Juan 13:18, donde les dice:
“no hablo de todos ustedes, yo sé a quién he escogido”. 5.6 YO EL QUE LOS ELEGÍ
A USTEDES Yo el que los elegí a ustedes. Nuestra fe, nuestro ser
cristiano, no depende primera ni principalmente de una opción que nosotros
hayamos hecho. Ante todo, hemos sido elegidos, personalmente, con nombre y
apellidos. Cristo se ha adelantado a lo que yo pudiera pensar o hacer, ha
tomado la iniciativa, me ha elegido. Ahí está la clave de todo, ahí está la
raíz de nuestra identidad. Y es preciso dejarnos sorprender continuamente por
esta elección de Dios, “Él nos amó primero” (1Jn 4,19). Cristo, directamente se refiere no a la
predestinación, sino a la elección, vocación, al apostolado, que
les hizo al llamarlos a cada uno en su día; “¿No os he elegido yo a vosotros,
los Doce?· (Jn 6, 70), y de este modo no piensen que
este privilegio fue algo que salió de ellos. La finalidad de esta elección es para que vayan. El
sentido es: “a seguir su camino”, (Mt 9:6; 19:21), es la misión de apóstoles;
y no le pone límite geográfico a su misión, “Id pues y hagan
discípulos a todas las gentes”, (Mt 28-19): es decir que den mucho fruto
de apostolado. Es la vocación a la santidad antes dicha. Y es a lo
que lleva la sección siguiente, en que habla de las persecuciones
que tendrán por causa de él. Para que vayan y den fruto, y ese
fruto sea duradero, es decir, el fruto de su apostolado que sea de
una eficacia permanente allá donde ellos arrojen la simiente. 5.7 Y LOS DESTINÉ PARA
QUE VAYAN Y DEN FRUTO, Y ESE FRUTO SEA DURADERO Nos dice Jesús: No son ustedes los que me eligieron
a mí, sino yo el que los elegí a ustedes. Tenemos que comprender,
que no le hacemos un favor a Jesús acatando su llamada, Él nos
está haciendo a nosotros una ayuda, por tanto debemos estar
agradecido del Señor, Él nos llama a la santidad en nuestras
vidas, entonces no es suficiente alborozarse por este llamado, es
necesario comprender cuál es la razón y el fin de esta elección,
así como nos lo dice Jesús: Y los destiné para que vayan y den fruto, y ese
fruto sea duradero. San Agustín nos enseña, “que no eligió a
los buenos, sino que a los que eligió los hizo buenos”. El propósito es que
recojamos los frutos trabajando. Y esos frutos deben permanecer, porque todo
lo que trabajamos en esta vida terrena, apenas dura hasta la muerte, y
llegando ésta, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hacemos por
la vida eterna, aun después de la muerte perdurará. Produzcamos, pues, tales
frutos, que permanezcan, y que la muerte, que todo lo acaba, sea el principio
de su duración. Pero no olvidemos, estar unidos a Cristo, él nos lo ha
pedido; “porque separados de mí no podéis hacer nada. (Jn 15, 5) 5.8 “ASÍ TODO LO QUE
PIDAN AL PADRE EN MI NOMBRE, ÉL SE LO CONCEDERÁ”. Y otra vez se pone la oración como medio eficaz de
apostolado. “Así todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo
concederá”. El apóstol tiene en la oración un recurso de éxito, pero
tiene la obligación de usarla como medio normal del fruto de su apostolado.
La forma rotunda con que está expresada la concesión de todo lo
que pidan tiene una explicación semejante a lo anteriormente
expuesto. Y todos los evangelios están llenos de preceptos,
consejos y parábolas, donde Jesús pide a sus Apóstoles que oren, como por
ejemplo que lo hagan para no caer en la tentación. Y a las multitudes les
enseñaba diciendo que oraran sin desfallecer, con insistencia y siempre. ¿Quién no se sentirá estimulado a orar cuando Cristo nos
dice; "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá? (Mt 7, 7-8), y aún más, orar
unidos como hermanos, habiéndonos prometido el Señor; “Os aseguro también que
si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo
que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. (Mt 18, 19). Lo
importante no es que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. 5.9 LO QUE YO LES
MANDO, ES QUE SE AMEN LOS UNOS A LOS OTROS Y el Evangelio de hoy, termina con una exposición
impactante: “Lo que yo les mando es que se amen los unos a los
otros.” Pero solo hay un precepto: el amor. Toda la voluntad de Cristo
se resume en esta palabra, amor, amar, de este modo y solo así se
cumple la voluntad de Dios y la misma voluntad del Hijo, que no es otra que
la voluntad del Padre. Sólo el que permanece en el amor de Cristo, puede
amar a los demás como Él. El amor de Cristo transforma al que lo recibe. El
que de veras acoge el amor de Cristo se hace capaz de amar a los demás. Pues
el amor de Cristo es eficaz. Lo mismo que Él nos ama con el amor que recibe
de su Padre, nosotros amamos a los demás con el amor que recibimos de Él. No
dejemos de entender en este tiempo de Pascua, que el amor para con el prójimo
es el signo más claro de la presencia de Cristo en nosotros y la demostración
más palpable del poder del Resucitado. Cristo Resucitado, viva en sus
corazones Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant SEXTO
DOMINGO DE PASCUA CICLO B Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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