“¡SEÑOR, DIOS MÍO, QUE
VUELVA LA VIDA A ESTE NIÑO!” EL SEÑOR ESCUCHÓ EL CLAMOR DE ELÍAS: EL ALIENTO
VITAL VOLVIÓ AL NIÑO”..… “YO TE
GLORIFICO, SEÑOR, PORQUE TÚ ME LIBRASTE”….
“¡SEÑOR, DIOS MÍO, TE DARÉ GRACIAS ETERNAMENTE!”… CUANDO DIOS, QUE ME ELIGIÓ DESDE EL VIENTRE
DE MI MADRE Y ME LLAMÓ POR MEDIO DE SU GRACIA, SE COMPLACIÓ EN REVELARME A SU
HIJO”…. “NO LLORES”……“JOVEN, YO TE LO ORDENO, LEVÁNTATE”. Reflexión desde las Lecturas del X Domingo del Tiempo
Ordinario, Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. LA VISITA DE DIOS “El Señor se conmovió”.
Este relato –que sólo Lucas nos refiere– muestra la compasión y la bondad de
Cristo. El corazón se le va espontáneamente hacia los más pobres y más
desprotegidos. El difunto es un joven, la mujer –que además era viuda– queda
completamente desvalida, este hijo era el único... Es un milagro que nadie
pide, sino que brota totalmente de las entrañas misericordias de Cristo el
Señor. “Joven, Yo te lo ordeno,
levántate”. Al mismo tiempo, llama la atención en toda la escena la
autoridad soberana de Jesús: Él toma absolutamente la iniciativa, manda a la
mujer no llorar, manda al joven levantarse... Junto con la misericordia,
irrumpe en la historia el poder de Dios. Porque todo sucede conforme a su
palabra: lo dice y lo hace. “Dios ha visitado a su pueblo”.
En efecto, la visita de Dios es salvífica. Todos quedan sobrecogidos, pues
los acontecimientos se han desarrollado de manera contraria a las
previsiones. La muerte ha sido derrotada. Ningún mal puede resistir a la
acción todopoderosa de Dios en su Hijo Jesucristo. Basta que nos dejemos
visitar por Él. ¿Cómo seguir diciendo que «todo tiene remedio menos la
muerte»? Es contradictorio ser cristiano y poner límites a la esperanza. 2.
PRIMERA LECTURA 1Rey 17, 17-24 Dios es el Dios de la vida no de la muerte. Elías lo invoca; y el niño
muerto revive y el profeta lo devuelve a su madre: ¡Mujer, tu hijo vive! Lectura del primer
libro de los Reyes. En aquellos días,
cayó enfermo el hijo de la viuda que había socorrido al profeta Elías, y su
enfermedad se agravó tanto que no, quedó en él aliento de vida. Entonces la
mujer dijo a Elías: “¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¡Has
venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo! “. “Dame a
tu hijo”, respondió Elías. Luego lo tomó del regazo de su madre, lo subió a
la habitación; alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho. EL invocó al
Señor, diciendo: “Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me ha dado
albergue la vas a afligir, haciendo morir a su hijo?” Después se tendió tres
veces sobre el niño, invocó al Señor y dijo: “¡Señor, Dios mío, que vuelva la
vida a este niño!” El Señor escuchó el clamor de Elías: el aliento vital
volvió al niño, y éste revivió. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación
alta de la casa y se lo entregó a su madre. Luego dijo: “Mira, tu hijo vive”.
La mujer dijo entonces a Elías: “Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de
Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca” Palabra de Dios. R.
Te alabamos, Señor. 2.1 DIOS OBRA EL MILAGRO A RUEGOS DE ELÍAS. Este párrafo que relata la reanimación del hijo de la viuda de Sarepta
forma parte del “ciclo de Elías” (1 Re 17-2 Re 2), donde un conjunto de
capítulos nos traen relatos que nos narran la vida del profeta a través de
una serie de crónicas, algunos de ellos milagrosos. El contexto histórico en el que se inserta nuestro fragmento atestigua
la fuerte polémica que la fe en Dios, y de modo especial la teología deuteronomista,
tuvieron que mantener contra los cultos naturalistas y, en particular, contra
los baálicos, que tentaban todavía a los israelitas. Elías es el hombre de Dios que atestigua con su propia vida el juicio
del Señor. Por ese motivo, la viuda a la que se le acaba de morir su hijo
reacciona con agresividad a la presencia del profeta: “¿Qué tengo que ver yo contigo,
hombre de Dios?”, éste le “renueva la memoria” de su pecado y la
mujer le echa en cara el haberse entrometido en su vida, atrayendo sobre ella
la atención divina que le castiga por los pecados pasados; “¡Has
venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo!” El
profeta, en efecto, como hombre de Dios, hace actual la presencia de Dios,
que revela la iniquidad y hace tomar conciencia de las culpas cometidas. Por otra parte, el reproche que la viuda dirige a Elías de haber hecho
que muriera su hijo revela el “principio de la retribución”, muy arraigado en
la mentalidad israelita, según el cual no hay pecado que no vaya acompañado
de un castigo. A ese principio se opondrán, de manera decidida, Jeremías y
Ezequiel (cf. Ez 14,12; 18; Jr 31,29ss) “En
aquellos días no dirán más: "Los padres comieron el agraz, y los dientes
de los hijos sufren de dentera", sino que cada uno por su culpa morirá”. “¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!” El milagro de la reanimación realizado por Elías, “El Señor escuchó el clamor de
Elías” con una acción simbólica, casi mágica, y con la palabra será para
la viuda el signo de la veracidad de la palabra y de la acción profética de Elías,
además de la demostración de que el Dios de la vida “Mira, tu hijo vive”, es
El Señor: “el aliento vital volvió al niño, y éste revivió” y no Baal, esto es, el Dios verdadero es El
Señor y no Baal. El fragmento termina, y no de modo casual, con una confesión
de fe por parte de la viuda: “Ahora sí reconozco que tú eres un hombre
de Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca” 3.
SALMO
Sal 29, 2. 4-6. 11-12. 13 Consciente de esta verdad, el salmo de este domingo nos invita a dar
gracias a Dios por el don de la vida. Participamos de esta oración,
aclamando: R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste. R. Yo te glorifico,
Señor, porque Tú me libraste. Yo te glorifico,
Señor, porque Tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre
los que bajan al sepulcro. R. Canten al Señor, sus
fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su
bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana
renace la alegría. R. «Escucha, Señor, ten
piedad de mí; ven a ayudarme, Señor». Tú convertiste mi lamento en júbilo: ¡Señor, Dios mío, te daré gracias
eternamente! R. 3.1 ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS
DE UNA ENFERMEDAD GRAVE. Este salmo es un himno eucarístico de un
justo que, después de hallarse postrado en el lecho del dolor, fue liberado,
gracias a la intervención divina, de la muerte segura. Después de invitar a
los piadosos a gozarse con él por el favor conseguido, ensalzando la bondad
del Señor, relata cómo, a causa de un acto de presunción, apartó su rostro de
él, privándole de su protección y dejándolo en un estado de postración física
y de peligro de muerte. Angustiado, clamó a Él, quien le salvó de aquella
situación comprometida. Por ello, su duelo se cambió en alegría, pues se veía
ya a las puertas del sepulcro. Agradecido, cantará eternamente las alabanzas
de su Dios. 3.2 ACCIÓN DE GRACIAS POR LA SALUD OTORGADA El salmista prorrumpe en un himno de
acción de gracias al sentirse libre de un peligro inminente de muerte. “Yo
te glorifico, Señor, porque tú me libraste”. Con ello se habrían
alegrado sus enemigos, pues hubieran deducido de su desaparición que El Señor
no era ya su protector. “y no quisiste que mis enemigos se rieran
de mí”. El salmista se siente tan próximo a la muerte, que supone,
por licencia poética, que ha visitado ya su alma la región tenebrosa del
sepulcro, donde están las sombras de los muertos “Tú, Señor, me levantaste del
Abismo”. Por ello ahora se siente como resucitado de entre los que
bajan a la fosa o sepulcro. “y me hiciste revivir, cuando estaba entre
los que bajan al sepulcro”. Se daba ya por difunto, pero la
intervención divina le devolvió la vida. 3.3 INVITACIÓN A LOS PIADOSOS A CELEBRAR SU
CURACIÓN Radiante de alegría por la recuperación de
la salud, el salmista invita a los piadosos, que saben apreciar los secretos
caminos de la Providencia en la vida de los justos, a entonar un himno en
acción de gracias en honor del santo recuerdo de Yahvé, es decir, sus proezas
y favores extraordinarios. “Canten al Señor, sus fieles; den gracias
a su santo Nombre”. En ellas se manifiesta su “nombre” o gloria; por
eso en los salmos la expresión “den gracias a su santo Nombre”, equivale
a “alabar su nombre sagrado”; el nombre del Señor, su acción gloriosa, ha
dejado un santo recuerdo en la historia en favor de Israel y de sus fieles.
Su “nombre” sintetiza su naturaleza y sus acciones gloriosas; Alegraos en Yahvé, ¡oh justos! y alabad su
santo recuerdo. (Sal 96,12). Y el salmista concreta en qué consiste el
santo recuerdo o la huella del Dios santísimo en la vida: su providencia se
guía por las exigencias de sus justicias y de su misericordia; pero en su
proceder prevalece siempre la benevolencia, pues mientras su cólera dura un
instante para castigar justamente las transgresiones, su benevolencia tiene
un efecto permanente durante toda la vida; “porque su enojo dura un
instante, y su bondad, toda la vida”. La protección del Señor hacia
los justos es permanente, y sólo es interrumpida momentáneamente por alguna
falta cometida; “No juntes con los
pecadores mi alma, ni mi vida” (Sal 26,9). Las pruebas a que son
sometidos los justos son transitorias, mientras que la amistad benevolente
del Señor permanece por toda la vida. Para probar su afirmación, el salmista
trae a colación un proverbio: “si por la noche se derraman lágrimas, por
la mañana renace la alegría”. El duelo y los llantos son como un huésped
inoportuno, al que se le da hospedaje a regañadientes, pero después al día
siguiente se convierte en motivo de alegría. En realidad, el llanto para el
justo es un peregrino que a lo sumo pasa una noche con él; pero al día
siguiente cambia la situación, y con la luz del día renace la alegría y
bienestar. 3.4 SÚPLICA DE SALVACIÓN Postrado y abandonado a sus fuerzas, el
salmista clama ansioso al Señor para que tenga piedad de él. “Escucha,
Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme”. La muerte significaba, en
realidad, para los justos del A.T., la interrupción de una vida de amistad
con Dios; por eso, al morir, no se podía continuar las alabanzas al Señor.
Por ello, el salmista ansiosamente pide a su Dios que le escuche y le salve
de la situación de peligro en que se haya de descender a la fosa o sepulcro. Conforme a la dramatización literaria
habitual en el estilo salmódico, el justo se presenta ya con la salud
recuperada, cambiando su lamentación en júbilo “Señor. Tú convertiste mi
lamento en júbilo”. Por
ello, el salmista entona un himno de alabanza a la gloria del Señor, que ha
de perdurar por siempre. “¡Señor, Dios mío, te daré gracias
eternamente!” La expresión por la eternidad es enfática e
hiperbólica, para recalcar su decisión de alabar constantemente al Dios
Salvador. 3.5 A LA LUZ DEL EVANGELIO DE HOY, ESTE SALMO
ES UN CANTO A JESUCRISTO, EL DIOS DE LA VIDA, EL DIOS QUE NOS RESUCITARÁ. Hoy somos nosotros, cristianos, los que
podemos rezar hoy este salmo con pleno sentido. Un israelita sabía que si era
librado de la muerte ello sucedía sólo de forma momentánea, porque al final
sucumbía inexorablemente en sus garras. A la luz del evangelio de hoy, este
salmo es un canto a Jesucristo, el Dios de la vida, el Dios que nos
resucitará. Si es verdad que Dios no nos ahorra la muerte – como no se la
ahorró al propio Cristo –, nuestro destino es la vida eterna, incluida la
resurrección de nuestro cuerpo, en una dicha que nos saciará por toda la
eternidad. Hemos de dejarnos invadir por los
sentimientos de este salmo. ¿Hasta qué punto me alegro de júbilo por haber
sido librado de la muerte por Cristo? ¿En qué medida desbordo de gratitud
porque mi destino no es la fosa? ¿Experimento el reconocimiento agradecido
porque mi Señor no ha permitido que mi enemigo – Satanás – se ría de mí? La
fe en la resurrección es algo esencial en la vida del cristiano. Pero es
sobre todo en un mundo asediado por el tedio y la tristeza de la muerte
cuando se hace más necesario nuestro testimonio gozoso y esperanzado de una
fe inconmovible en Cristo resucitado y en nuestra propia resurrección. Si
todo acabase con la muerte, la vida sería una aventura inútil. 4.
SEGUNDA LECTURA Gál 1, 11-19 Pablo afirma haber recibido directamente el evangelio de parte de
Dios; y que Dios lo ha escogido desde el seno materno, lo ha llamado y
enviado a evangelizar. Lectura de la carta
del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia. Quiero que sepan,
hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres,
porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de
Jesucristo. Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el
Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo
aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de
celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el
vientre de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en
revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de
inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a
los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a
Damasco. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a
Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino
solamente a Santiago, el hermano del Señor. Palabra de Dios. R.
Te alabamos, Señor. 4.1 AUTORIDAD APOSTÓLICA DE SAN PABLO Lo primero que Pablo necesitaba dejar bien claro ante los gálatas,
dado el ambiente formado contra él por los agitadores judaizantes, era su
condición de verdadero apóstol. Sin ese presupuesto era inútil pasar a la
cuestión doctrinal. Fácilmente le hubieran respondido que él podía pensar
como quisiera, pero que los auténticos apóstoles de Cristo, los Doce, seguían
observando las prescripciones de la Ley, y a eso había que atenerse. De ahí
la necesidad de comenzar por la cuestión personal, y dejar bien sentado que
también él, Pablo, era auténtico apóstol de Cristo, no inferior a los Doce,
por lo que resultaba inútil tratar de oponer su evangelio al de ellos. En este relato Pablo insiste sobre todo en dos puntos: ha recibido su
evangelio directamente del Señor; “yo no la recibí ni aprendí de ningún
hombre, sino por revelación de Jesucristo”… “Dios, que me eligió desde el
vientre de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en
revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara”, y el segundo punto es
que él no ha tenido necesidad de ponerse en contacto con los Doce para que le
den información doctrinal; “sin consultar a ningún hombre y sin subir
a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo” En efecto, el Apóstol afirma que su evangelio no es de “ningún
hombre” ο dicho de otra manera, “yo no la recibí ni aprendí de
ningún hombre”, sino “por revelación de Jesucristo”.
Aquí tenemos indicado ya el punto base de su argumentación ante los gálatas.
La expresión “ningún hombre” equivale a decir que no es doctrina elaborada
por hombres, con los defectos inherentes a todo lo que es humano. Asegura el
apóstol, “No es cosa de los hombres”, a pesar de que una doctrina que
se “reciba” por tradición puede también ser divina y no necesariamente “de
hombre.” Sin embargo, parece que en este caso, a juzgar por lo que
dice San Pablo, él amplía el significado de la expresión “No es cosa de los hombres”, y
así de esta manera, el expresa que su evangelio no es
doctrina “humana,” elaborada en las escuelas de los hombres, y además así
rechaza que sea una doctrina que le haya sido “transmitida” por hombres. “Yo
no la recibí ni aprendí de ningún hombre”” y eso exige la frase
positiva que pone como contrapartida: “por revelación de Jesucristo”.
Desde luego, San Pablo podía haber llegado al conocimiento del Evangelio,
doctrina “divina,” a través de otros hombres, como de hecho llegamos hoy nosotros.
Pero no fue así; y esa su independencia en el apostolado, colocándose en la
misma línea que los Doce, es lo que trata de recalcar aquí. No obstante todo este análisis nos obliga hacernos una pregunta; ¿Es
que no había recibido información alguna sobre Jesucristo y su doctrina a
través de la catequesis apostólica y de conversaciones mismas con testigos
oculares de la vida del Señor? Evidentemente que sí. Incluso antes de
convertirse tenía ya noticias de los dogmas principales del cristianismo, y
por eso precisamente, por considerarlo incompatible con sus doctrinas de
celoso fariseo, perseguía furiosamente a los cristianos; “Seguramente ustedes oyeron
hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la
Iglesia de Dios y la arrasaba”. 4.2 PABLO LLAMADO AL APOSTOLADO DIRECTAMENTE
POR DIOS A fin de que aparezca mejor que todo lo debe es por la intervención
directa de Dios, San Pablo hace una breve historia de su vida anterior a la
gran revelación de Damasco, haciendo notar cómo se distinguía entre todos sus
compatriotas por su furor persecutorio contra los cristianos. Esta su furia
persecutoria contra la “Iglesia de Dios” es un pecado que
frecuentemente se echa en cara a sí mismo; “cómo aventajaba en el Judaísmo
a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones
paternas”. En otras cartas, San Pablo explica que lo hacía por
ignorancia (cf. 1 Tim 1:13). Y llega el momento de la gran “revelación,” que lo transforma en
apóstol, igual a los Doce. San Pablo presenta ese momento con toda
solemnidad: “Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por
medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo
anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre”.
Esta son frases cargadas de ideas que, al mismo tiempo, manan agradecimiento.
Es Dios, dice, quien en sus inescrutables designios, igual que había hecho
con otros para otras misiones “me eligió” ya desde antes de
nacer y me “llamó” por pura misericordia; “por medio de su gracia”. Lo que San Pablo trataría de hacer notar es que Dios le manifestó a
Jesucristo en visión interior, inmediata y penetrante, a fin de que luego él
lo diese a conocer a los gentiles: era una exigencia de su nueva condición de
“apóstol,” testigo de Jesús y de su obra, del mismo rango que los Doce. La revelación plena y auténtica de Jesucristo, por la que Dios elegía
directamente a Pablo para apóstol, éste ya no necesitaba pedir instrucciones
a nadie en orden a la predicación del Evangelio, ni siquiera al grupo de los
Doce. Pero no quiere decir sino que no tuvo necesidad de contar con ningún
hombre para comenzar a ejercer el apostolado. A continuación nos informa de sus desplazamientos; “me fui a Arabia y después regresé a
Damasco” con la intención manifiesta de hacer ver que no ha recibido
su evangelio de los apóstoles, de los que sólo ha visto a dos, y brevemente. “Tres
años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con
él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el
hermano del Señor” 5.
EVANGELIO Lc 7, 11-17 En Jesús, Dios ha visitado a su pueblo y lo manifiesta en el
extraordinario milagro de Naím. Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús se dirigió a
una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar
al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al
verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó
el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, Yo te lo
ordeno, levántate”. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo
entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios,
diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha
visitado a su Pueblo”. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió
por toda la Judea y en toda la región vecina. Palabra del
Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús. 5.1 CUANDO EL SEÑOR LA VIO, SE COMPADECIÓ DE
ELLA Y LE DIJO:”NO LLORES”. Al sur-oeste de
Nazaret, en Galilea, aproximadamente a 10 km. Se encuentra Nain. En aquel
tiempo, se dirigía Jesús a esa población, como siempre lo hacía acompañado de
sus discípulos y de mucha gente que lo seguía. Al llegar a la entrada de la
población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, este hijo era
el único de una viuda. La acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la
vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Expresa el Evangelio
que Jesús se compadeció; “el Señor se conmovió” El siempre ante el dolor se conmueve y se
apiada, pero para mayor precisión lo que hace el Señor condolecerse, es decir
sentir compasión y lástima por la desgracia y por el sufrimiento ajeno, pero
además participar de ello. Jesús le está
diciendo: “No llores”, ¿Se puede decir no llores a quien se la ha
partido el corazón de dolor? Llorar no es solo derramar lágrimas,
especialmente cuando lloramos por un suceso desgraciado. Llorar es lamentarlo
y sentirlo profundamente, sobre todo cuando hemos perdido una vida muy
querida, amigo o familiar, y perder es algo que se tiene y se deja de
tenerlo, pero ese “No llores” que dice el Señor, es distinto, es un ruego de
confianza, porque en otra palabras es “deja el llanto y ten fe”. También es
un mensaje para el que no tiene fe, para el que ha perdido toda esperanza,
por eso también es “deja de dudar”, o “no dejes de creer”. 5.2 SOMOS HUMANOS, Y CUANDO AMAMOS, LLORAMOS Si creemos
¿porque lloramos?, acaso ¿no creemos en la infinita bondad del Señor?, ¿no creemos
en la disposición y el cuidado que se toma Dios para evitarnos un daño?, ¿no
creemos que nuestro Padre busca nuestro bien?, si creemos, pero somos
humanos, y cuando amamos, lloramos. Jesús, también lloró y lo hizo por amor
como nos relata el evangelio de san Juan; Jesús,
al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió
hasta lo más hondo y pregunto: “Donde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven,
Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras
cuánto lo amaba!”. (Cfr Jn 11, 1-45) Nuevamente
Jesús, nos muestra sus sentimientos y su gran Corazón, cuando se encuentra
con la desgracia y el sufrimiento, nunca pasa de largo, es así como cuando
vio a la triste viuda se compadeció de ella. La misericordia es “lo propio de
Dios”, afirma Santo Tomás de Aquino, y se manifiesta plenamente en Jesucristo
cada vez que se encuentra con el sufrimiento. Jesús tiene una inclinación
natural a tener un sentimiento de pena y lástima por la desgracia y por el
desconsuelo ajeno, aquí lo demuestra al acercarse a la madre privada de su
hijo. Este es el ejemplo que debemos imitar de Jesús, tener compasión de
todos cuantos sufren. Porque el que sufre inspira compasión al que conoce de
sentimientos, y si nos sentimos impresionados por el dolor, y llegamos
angustiarnos por los oprimidos, y llorar juntos con ellos, estamos sintiendo
a un hermano como lo sentía Cristo y así entenderemos mejor esta compasión
del Señor. 5.3 JOVEN, YO TE LO MANDO: LEVÁNTATE Sigue el
Evangelio; Jesús acercándose al ataúd, lo tocó. Los que lo llevaban se
detuvieron. Entonces, dijo: “Joven, yo te lo mando: levántate”.
Inmediatamente el muerto se levantó y comenzó a hablar; y Jesús se lo entregó
a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar
a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo”. La noticia del
hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Jesús nos
enseña quién es y en qué consiste ser profeta, pero un profeta del Pueblo de
Dios que da la vida a los muertos, porque solamente los profetas de Dios,
pueden hablar con autoridad del mismo Dios, pero además Él es que ha sido
anunciado como tal por los antiguos profetas de la Sagradas Escrituras, Él es
el Mesías prometido, es el mayor de todos, los anteriores y los posteriores.
A veces pensamos que profeta es aquel que nos anticipa el futuro, pero este
evangelio no nos entrega esta imagen de profeta, porque la gente, después de
ver a Jesús, reanimando el cadáver del joven de Naín, no lo aclama como un
obrador de milagros, sino que exclama: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo”. En tiempos de Jesús la gente intuyó
cuál era la verdadera misión del profeta que hablaba en nombre del Dios de la
vida. 5.4 EL ES SEÑOR DE LA VIDA, NO DE LA MUERTE Jesús, devuelve
la vida, la ilusión, la esperanza y la confianza a un mundo que, como la
madre y viuda de Naín, que había perdido su único hijo, se sentía triste y
desanimada. Jesús, anuncia y vive la profunda ternura que el Padre siente por
los desdichados, a los cuales está destinado -en primer lugar- el Evangelio
de la salvación. Ese Evangelio lo anuncia Jesús aquí con una orden
perentoria: “No llores”. Y con un gesto “tocó el féretro” y una
palabra, “Joven, yo te lo mando: levántate”. Llenos de poder
salvífico, restituye la vida al joven, y el hijo a su madre. Jesús va de
pueblo en pueblo anunciando que es posible la vida, y que su palabra es para
hacer buena la vida, aquella que el hombre se dedica a destruir, con una
irreverencia incomprensible, aceptando el hambre, cerrando los ojos a la
pobreza, a la drogadicción, a la marginación, enterrando las esperanza de paz
con la guerra y el terrorismo, con la violencia que se asoma en cada esquina
del mal, y lo peor, es la permisividad para que estas cosas ocurran. Entonces, si
somos seguidores de Jesucristo, seamos consecuente, con el llamado de Jesús y
detener esta marcha fúnebre en la que transita el mundo, para darle la vida,
la vida de la gracia, del amor y la esperanza, asumiendo el papel profético
frente a este cadáver, porque Dios quiere que vivamos, y porque él es Señor
de la vida, no de la muerte. Jesús, nos ha
pedido, ámense, como Él nos ha amado, como Él nos ha hecho ver con el ejemplo
de su vida, amor que se dirige a toda la humanidad, amor que se hace al
percibir el sufrimiento, la injusticia, la pobreza y la comprensión por la
fragilidad física del hombre. Jesús nos muestra su Corazón misericordioso,
sigamos su amoroso ejemplo, mostrémosles el nuestro a los que necesitan de él.
El Señor les
Bendiga Que Cristo Jesús viva en sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS X DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
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