Reflexión desde las Lecturas del Domingo
XV Ciclo B Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ELEGIDOS POR DIOS, PARA SER SUS PROFETAS. LA
DIFICIL TAREA DE SER DISCIPULOS Y MISIONEROS 1. DIOS ELIGE A HOMBRES SENCILLOS Y HUMILDES En la primera lectura de este domingo XV, (Am 7, 12-15), Dios elige a quien quiere, aún a aquellos que son sencillos en su forma de vivir, como en el caso de Amos, un pastor y cultivador, es decir un labriego. Dios ha tenido una especial predilección por los hombres simples y humildes. El mismo Señor Jesús eleva al Padre una oración de gratitud por esta inclinación a los hombre sencillos: “Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños (sencillos y humildes)” (Mt 11,25). Es un gran detalle y fineza del Señor para con los hombres alejados de la vanidad y la soberbia, como en aquel tiempo a la dureza de corazón de los fariseos y maestros de la Ley, y hoy a muchos que le imitan en sus vanidades y soberbia, que a pesar de que hablan de Dios, no son los hombres que Dios desearía tener. Por esa razón el Señor Jesús da gracias al Padre por la humildad de aquellos que sí creyeron y acogieron la verdad revelada por Él, que lo acogieron a Él mismo. Jesús eligió como amigos para predicar su Palabra a pescadores, campesinos, labradores, aldeanos y pueblerinos. En la segunda lectura, (Ef 1, 3-14), Dios nos ha elegido en Cristo y nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos. Por lo que rezamos y bendecimos a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. En la vocación del Discípulo y misionero, está implícito el llamado a la santidad y su forma de vida debe ser incondicional a este llamado, por esa razón, nuestra misión, que nos pertenece a todos los cristianos, debe ser ejecutada con el testimonio de la propia vida, recordando que el mundo de hoy, necesita “testigos” más que maestros que gustan que se oigan sus conocimientos. En el Evangelio, (Mc 6, 7-13) Jesús llama a los doce apóstoles y los envía a evangelizar dándoles poder sobre los demonios y las enfermedades. El Señor les pide a sus misioneros que deben ser sobrios en todo, su comida y su equipaje, siendo necesario, estar libres ataduras para servir mejor a la Palabra, que es lo importante, es decir no deben llevar nada más que la palabra que anuncian. 2. PRIMERA LECTURA Am 7, 12-15 Lectura de la profecía de Amós. Amasías, el sacerdote de Betel, dijo a Amós: -Vete de aquí, vidente,
refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no
vuelvas a profetizar en Betel, porque éste es un santuario del rey, un templo
del reino-. Amós respondió a Amasías: “Yo no soy profeta, ni hijo de
profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de
detrás del rebaño y me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel”. Palabra de Dios. 2.1 AMOS Amos (en hebreo 'Amos: “¿portador?”) era oriundo de Tecua, a nueve kilómetros al sudeste de Belén, en los confines del desierto de Judá, y de profesión pastor. Alternaba sus trabajos de pastor con el de preparar y recoger los frutos de sicómoro. Las semejanzas que utiliza en su predicación están tomados de la vida pastoril y campestre. Criado en un ambiente de austeridad y pobreza, tenía una especial fastidio por todo lo que significara derroche y lujo en la vida sedentaria, y así, en su predicación aparece como el gran recriminador de los excesos de las clases pudientes y de sus extorsiones para con los pobres. Este buen profeta no pertenecía a ninguna orden especial, como él mismo declara con énfasis al sacerdote de Betel, y fue sorprendido por el llamamiento divino cuando se hallaba dedicado a sus faenas habituales de pastor y recolector de frutos de sicómoro. Este profeta, tenía mucha conciencia que no debía lucrarse con su tarea. Un aspecto ejemplar para muchos hombres que se animan a llevar la Palabra de Dios, es que Amos no estaba instruido por ninguna escuela profética, sino que obraba a impulsos de la inspiración divina y decía: “No soy profeta ni hijo de profetas. El Señor, me tomó de detrás del ganado, y me dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo Israel” (Am 7:14). Y, en prueba de su calidad de verdadero profeta enviado por Dios, sale a predicar solamente por amor a Él. 2.2 LA
VOCACIÓN PROFÉTICA, PUES, PROCEDE EXCLUSIVAMENTE DE DIOS, Un sacerdote de Betel llamado Amasias acusa a Amos al rey de conspirador contra la casa real, pues la tierra no puede soportar sus palabras. Después de denunciarle ante el rey, Amasias habla personalmente a Amos para convencerle por las buenas de que no debe continuar su predicación. A su entender, es un intruso que ha querido venir al reino de Samaría a ganar su pan dándoselas de profeta. Lo mejor que puede hacer es volver a Judá y allí continuar su labor de profeta: “Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí” La insinuación es injuriosa, pues Amasias considera a Amos como uno de tantos “ganapanes” que se presentaban como profetas al pueblo, embaucándolos con sus promesas y lucrándose de su profesión. Estas palabras de Amasias indignaron al celoso profeta de Dios, Amos, que había venido a predicar sin buscar ningún provecho de su ministerio. Amos, pues, al mismo tiempo que cuidaba de sus rebaños, se dedicaba a recoger y preparar los higos de los sicómoros para venderlos después en las localidades inmediatas, como Belén y Hebrón. Pero por inspiración divina dejó su negocio y se fue a predicar al reino del norte, en contra de sus intereses materiales: “el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel”. Su vocación profética, pues, procede exclusivamente de Dios, y se siente revestido de una autoridad especial para predicar donde Dios le manda. Hoy, muchos profetas como Amos, se encuentra con la autosuficiencia de quien opina que no necesita la ayuda de Dios. A otros, les molesta de sobre manera, que en nombre de Dios se denuncien los abusos cometidos por los que tienen autoridad. También dentro de nuestras comunidades, hay algunos que se creen únicos dueños de la Palabra de Dios. Por cierto, la misión del profeta es malmirada, deberá llevar la Palabra de Dios a hombres “duros de cerviz”, poner el dedo en las llagas de la sociedad, hoy muy deteriorada, muchas veces tendrá que nadar contra la corriente enfrentándose con los que están arriba y los que están abajo. 2.3 ANUNCIAR
LA PALABRA DEL SEÑOR El fragmento del libro de Amós, proyecta un rayo de luz sobre la vocación del profeta, hombre que por amor a Dios, deja su propio trabajo y su propia tierra para irse a anunciar la Palabra del Señor en el norte, en el Reino de Israel, precisamente junto al santuario cismático de Betel (7,10). La palabra que Dios le confía denunciar las graves injusticias que se estaban perpetrando durante el reinado de Jeroboán en perjuicio de los más pobres: la riqueza y el bienestar de los que gozaban algunos eran fruto de la explotación de muchos. En Betel, Amós es un extranjero indeseado porque, su palabra pone en peligro las instituciones del Reino, por esa razón, es expulsado y se le dice; “no vuelvas a profetizar en Betel, porque éste es un santuario del rey, un templo del reino”. Los profetas no han venido a inventar una historia o a contar el cuento, ellos son restauradores, ellos predican en contra de la soberbia, a favor del derecho, denuncian las iniquidades y hablan a favor de la justicia. En las Sagradas Escrituras, hay muchos relatos de las denuncias de los profetas, Natán acusa a David del adulterio con Betsabé y de la confabulación del asesinato de Urías (2 Sam 12,9); Elías se enfrenta con Ajab por la muerte de Nabot y la usurpación de su viña (1Re 21,19); Amós se enternece contra los que pisotean al pobre (Am 8,4). El mensaje de los profetas, se dirige a todos por igual, sin distinción de su cargo o autoridad, sean estos reyes o jueces y sacerdotes en cualquier posición, es decir, a todos los hombres y mujeres. Y hoy día, esto es lo mismo para nosotros y su palabra es tan válida como lo fue en tiempos de Amos y en todo los tiempos. Son hombre de Dios, incansables trabajadores por lo que Dios pide al hombre, la justicia (Amós), el amor (Oseas), la fe (Isaías), la humildad (Sofonías), y la religión interior (Jeremías), por eso San Pedro expresa; "Hacéis bien en prestar atención a la palabra de los profetas, como a lámpara que luce en lugar oscuro" (2Pe 1, 19) 3. SALMO 84, 9-14 R. Muéstranos, Señor, tu
misericordia, y danos tu salvación. Voy a proclamar lo que dice el
Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está
muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R. El Amor y la Verdad se
encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la
tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R. El mismo Señor nos dará sus
bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R. 3.1 ORACIÓN POR LA SALVACIÓN
DEL PUEBLO, versos 1 al 14 Este salmo se divide en tres
partes, que responden a tres momentos psicológicos del salmista, pasado,
presente y futuro. El pasado está en los versos 2 al 4, con reconocimiento de
la liberación pasada (Cautiverio en Babilonia), “¡oh Señor! Has hecho volver
a los cautivos de Jacob”. El presente,
se refleja en los versos 5 al 8, con la súplica de plena restauración:
“Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación”.. Y finalmente,
los versos 9 al 14, que proclama un futuro esperanzador lleno de felicidad,
para la plena rehabilitación de los tiempos mesiánicos: “Voy a proclamar lo
que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos”. Sin embargo, la restauración que siguió al
exilio fue sólo el preludio de otra futura que colmará las ansias de paz y de
felicidad de los afligidos israelitas. Sucedió que la repatriación de
los exilados de Babilonia no fue tan gloriosa como habían anunciado los
profetas. No obstante, a pesar de que las adversidades de la cautividad eran
ya sólo un recuerdo, la reconstrucción de la vida nacional y religiosa en la
tierra del Señor fue ardua y lenta, debido a la escasez de medios y a la
hostilidad de las poblaciones vecinas. Y es así, como el salmista parece
reflejar esta situación de desánimo de los repatriados, y, del mismo modo
como los profetas Ageo y Zacarías, trata de infundir ánimos, pidiendo a Dios
que complete la obra de liberación, olvidando el pasado pecaminoso de Israel
y ofreciendo un futuro más esperanzador. “Vuélvete a nosotros, Dios de
nuestra salvación, y haz cesar tu resentimiento contra nosotros” (84,5). 3.4 EL GLORIOSO FUTURO
MESIÁNICO, verso del 9 al 14 En estilo profético, el salmista
anuncia que Dios va a dar una palabra de esperanza en contestación a su
ansiada súplica. “Voy a proclamar lo que dice el Señor”. Después de tantos
sinsabores, Dios les va a hablar de paz: “el Señor promete la paz para su
pueblo y sus amigos”. Pero sólo participarán de esta promesa los que se
vuelvan a El de corazón. La hora de la ira y del resentimiento ha pasado para
traer la salvación a los que le temen. Su salvación está muy cerca de sus
fieles”, La gloria del Señor — su
manifestación esplendente en el templo — se va a manifestar en la tierra: “y
la Gloria habitará en nuestra tierra”. Hasta ahora el Señor mantenía
una actitud de reserva y mutismo respecto de su pueblo; pero ahora va a
colmarlo de favores. Como consecuencia de su intervención divina se van a
encontrar (la formulación está en perfecto profético) la piedad y la
fidelidad: la fidelidad de los hombres va a corresponder a la piedad del
Señor; y como consecuencia de su justicia salvadora se implantará la paz y la
reconciliación definitiva. “El Amor y la Verdad se encontrarán”, Llega la
hora en que la fidelidad brotará en la sociedad como un fruto espontáneo de
la tierra, correspondiendo a la justicia “la Justicia y la Paz se abrazarán”,
y a la salvación de Dios, que está en los cielos “la Verdad brotará de la
tierra y la Justicia mirará desde el cielo”. El Papa Juan Pablo II en su
catequesis, hermosamente escribe de este verso; “la justicia y la paz se besan
al encontrarse. La verdad brota como en una primavera renovada, y la
justicia, que para la Biblia es también salvación y santidad, mira desde el
cielo para iniciar su camino en medio de la humanidad”. Pero no sólo en el orden moral
se dará una transformación total, sino que también en el material la tierra
se mostrará fértil, dando sus frutos en correspondencia a la benevolencia del
Señor, que otorga el bien y la bendición. Todas las virtudes, antes
expulsadas de la tierra a causa del pecado, ahora vuelven a la historia y, al
encontrarse, trazan el mapa de un mundo de paz. La misericordia, la verdad,
la justicia y la paz se transforman por todas partes. También Isaías canta:
“Destilad, cielos, como rocío de lo alto; derramad, nubes, la victoria. Ábrase
la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, el
Señor, lo he creado” (Is 45,8). El salmista se sitúa en las
perspectivas de los vaticinios proféticos mesiánicos. Con una vigorosa
personificación presenta al Señor habitando en medio de su pueblo, llevando
como acompañantes a la justicia y a la paz, son su guardia de honor: “La
Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos”. Con esta
perspectiva esperanzadora cierra el salmista su composición, llena de
emotivos sentimientos y de resonancias mesiánicas. “El mismo Señor nos dará
sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos”. El Papa Juan Pablo, comenta en
su Catequesis de este salmo, que ya en el siglo II con san Ireneo de Lyón,
las palabras del salmista se leían como anuncio de la “generación de Cristo
en el seno de la Virgen” (Adversus haereses III, 5,1). En efecto, la venida
de Cristo es la fuente de la misericordia, el brotar de la verdad, el
florecimiento de la justicia, el esplendor de la paz. Por eso, la tradición cristiana
lee el Salmo, sobre todo en su parte final, en clave navideña. San Agustín lo
interpreta así en uno de sus discursos para la Navidad: “La Verdad brotará de la
tierra”: Cristo, el cual dijo: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6), nació
de una Virgen. “la Justicia mirará desde el cielo”: quien cree en el que
nació no se justifica por sí mismo, sino que es justificado por Dios.
"La verdad ha brotado de la tierra": porque "el Verbo se hizo
carne" (Jn 1,14). "Y la justicia ha mirado desde el cielo":
porque "toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto" (St
1,17). "La verdad ha brotado de la tierra", es decir, ha tomado un
cuerpo de María. "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque
"nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo" (Jn 3,27),
(San Agustín) R. Muéstranos, Señor, tu
misericordia, y danos tu salvación. 4. SEGUNDA LECTURA: Efesios 1,3-14 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso. Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos
ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e
irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus
hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su
voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy
querido. En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón
de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre
nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el
misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció
de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:
reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola
Cabeza, que es Cristo. En él hemos sido constituidos herederos, y destinados
de antemano – según el previo designio del que realiza todas las cosas
conforme a su voluntad – a ser aquéllos que han puesto su esperanza en
Cristo, para alabanza de su gloria. En él, ustedes, los que escucharon la
Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella,
también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese
Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo
que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria. Palabra de Dios 4.1 QUIÉNES SON LOS EFESIOS A primera vista, la pregunta parece innecesaria. Era Efeso una de las ciudades más conocidas del mundo greco-romano, y sabemos que allí fundó San Pablo una floreciente comunidad cristiana (cf. Hech 19:1-41). Parece obvio, pues, suponer que sean los fieles de Efeso los destinatarios de la carta, ya que en todos los manuscritos griegos y versiones aparece con el título A los Efesios. Cierto que estos títulos no son de San Pablo, pero están puestos ya desde muy antiguo e indican claramente una tradición. Por lo demás, en la misma carta se dice:” a los santos que están en Efeso” (1:1). La opinión tradicional (Orígenes, San Jerónimo, Santo Tomás) ha sido que la carta fue dirigida efectivamente a la iglesia de Efeso. Allí vivió el Apóstol San Pablo cerca de tres años, y a cuyos fieles conocía personalmente y recordaba con cariño (cf. Hech 20:17-38). Esta carta a los Efesiós, en gran himno de bendición, donde celebra el misterio que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo: el proyecto de salvación del que todos los hombres están llamados a beneficiarse. Jesucristo es el modelo y el artífice del plan eterno de Dios. Todo tiene lugar en él y por medio de él: el don gratuito de la elección y de la adopción filial, la redención llevada a cabo a través del perdón de los pecados, la revelación de la sabia voluntad de Dios y su actuación en la plenitud de los tiempos. Este proyecto, impensable para la antigua alianza, implica a todos los hombres, es decir a los cristianos procedentes del judaísmo y los que son procedentes del paganismo y gentiles. Ambos grupos se han convertido, por libre decisión divina, en propiedad de Dios, y están llamados a compartir su vida eterna en los cielos. Pablo, imitando la práctica litúrgica bautismal, recuerda los pasos por los que se accede a esa riqueza de vida: escucha del anuncio del Evangelio, adhesión de fe, recepción del Espíritu Santo, que, a modo de “sello”, garantiza y acredita la pertenencia a Cristo; “En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido” 4.2 COMUNICAR LOS BENEFICIOS DE DIOS Una misión de los profetas, algo que debe hacer todo discípulo y misionero, es comunicar a los hombres, el beneficio que nos trae oír la Palabra de Dios. En esta carta a los Efesios, el Apóstol afirma que Dios “nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo”. En los versículos siguientes concretará cuáles son esos beneficios de que Dios nos ha colmado y que constituyen el plan divino de salvación. Habla de bendición “espiritual,” en cuanto que son beneficios que proceden del Espíritu y pertenecen a la esfera del espíritu o parte superior del hombre. La expresión “en los cielos” viene a ser casi sinónima del adjetivo “espiritual,” señalando que se trata de beneficios celestes, por su origen y por su destino, ya que nos los dispensa Dios desde el cielo y están destinados a recibir allí su consumación definitiva. Todos estos beneficios nos son concedidos “en Cristo,” es decir, en cuanto estamos unidos a Cristo, formando algo uno con Él”. Después de esa afirmación de carácter general, el Apóstol comienza la enumeración de dichos beneficios. El primero y fundamental es que Dios; “nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor”. Porque Dios así lo quiere. Conforme a ese beneplácito, nos eligió para ser santos y nos predestinó a la adopción de hijos suyos. Es frecuente en el Apóstol, señalarnos la abundancia de dones con que Dios, Nuestro Padre nos ha favorecido, cosa que se vuelve a recalcar mencionando expresamente, aparte los ya indicados de “redención” y “remisión de nuestros pecados,” la “sabiduría” y la “prudencia”; “según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.” 5. EVANGELIO Mc 6, 7-13 Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más
que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con
sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: “Permanezcan en la casa
donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un
lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de
sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces fueron a predicar, exhortando
a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos,
ungiéndolos con óleo. Palabra del Señor. 5.1 DICIPULOS
Y MISIONEROS, Después de la ceguera que
había encontrado en su pueblo de Nazaret como consecuencia de la incredulidad
de sus coterráneos, continúa Jesús su tarea de anunciar el Reino de Dios y lo
hace mancomunado con sus discípulos. Como ya vimos en otro capítulo anterior,
(Mc 3,14-15), Jesús “designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para
que lo acompañaran y para enviarlos a predicar con poder de expulsar a los
demonios” Ahora el Evangelio nos señala
un segundo aspecto de la vida del discípulo: el de misionero. Jesús, toma la
iniciativa y les señala las condiciones a sus amigos, de cómo deben
desenvolverse en la misión que les encomienda. Jesús, hace partícipe a sus
misioneros de su mismo poder para que prosigan su obra. Jesús, envía a sus discípulos
de “dos en dos” por las ciudades, seguramente de Galilea. Así les permitía
atender a un mayor número de gentes. La forma de a dos en que los envía, les
permitía ayudarse y tutelarse. Nadie podía sospechar de aquel que tiene un
testigo. Repartidos en esta forma diseminada, impedía el provocar una
reacción excitada, pero permitía hacer despertar más esta idea mesiánica,
preparando su “venida.” Y les señaló el tema de la predicación, la conducta que
debían seguir, y les acreditó con el poder que les confirió de hacer
milagros. Un condición importante, consiste,
básicamente en anunciar un mensaje que debe animar y confortar a los hombres,
el Reino de Dios está presente y es apremiante convertirse, luchar contra el
maligno, realizar curaciones como signos probatorios de la Palabra proclamada
y como primicias del mismo Reino. “Entonces fueron a predicar, exhortando a
la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos” 5.2 LLEVAR
AL MUNDO, EL MENSAJE DEL SEÑOR CON SOBRIEDAD Jesús les hace a sus
discípulos algunas prohibiciones, como que no lleven pan, ni provisiones ni
dinero y que no tuvieran dos túnicas, además les manda calzarse con
“sandalias.” El
Señor quiere que vayan a todos los hombres, especialmente a los más
necesitados, pobres y rechazados. Donde vayan, irán en busca de hospitalidad:
“Permanezcan en la casa donde les den alojamiento”, no obstante, a donde
ellos lleguen, serán completamente pobres. El que va a predicar la
salvación, representa al Mesías crucificado, por tanto. Talvez el Señor
quiere que tengamos esto presente, aún en nuestro aspecto de vida escondida,
crucificada, en la pobreza y debilidad, en nuestras limitaciones. Lo profundo
en este mensaje, es hacer nuestra tarea en la humildad y en la carencia de
medios humanos. Hoy vemos esto como algo difícil porque no podemos prescindir
de ellos, sin embargo lo que importa es no poner nuestro afán en los medios
que tenemos que tener para hacer nuestra misión, es decir, emplear los medios
de este mundo para el servicio de Dios, sin estar apegados, sino desprendidos
totalmente de ellos. “Cuando los envié sin bolsa, sin alforjas, sin
calzado, ¿les faltó alguna cosa? Nada, dijeron ellos.(Lc 22, 35) Tenemos necesidad de llevar al
mundo, el mensaje del Evangelio con sobriedad, este modo debe ser la
característica principal de la forma de vida del discípulo y misionero, para
que lo que se anuncie sea acogido con cariño. La sobriedad, no solo sólo debe
entenderse como la forma de vestirse, sino que además en la prudencia y
compostura, de modo que la palabra que se proclame provea confianza al que la
recibe. La Palabra tiene un valor que está más allá de cualquier tipo de
riqueza, eso es lo importante, por lo cual el discípulo y misionero debe
consagrarse íntegramente. También, tal como nos ha advertido Jesús, el llevar esta
Palabra no es una tarea fácil y habrá oposición y consecuencia al predicarla,
y no nos debe extrañar que esto suceda, al mismo Jesús le ocurrió como vimos
en el capítulo anterior, donde el Maestro decía; “Ningún profeta es tenido en
poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia”. Por tanto,
tenemos que ser consiente, de que no siempre tendremos éxito en nuestra
misión. Hoy las condiciones para
entregar el mensaje del Evangelio ya no son las mismas de antes, algunos solo
lo hacen a través del púlpito, (es más cómodo), otros se esfuerzan y salen a
la calle, donde muy pocos se detienen a oírlo, también nos llega a través de la
radio, la televisión y el Internet, pero lo más importante es que la Palabra
sea creíble y el verdadero propósito del mensaje que se anuncia se atesorado
en el corazón de los hombres. 5.3 LA
BUENA NOTICIA DEL EVANGELIO DEBE LLEGAR A MUCHA GENTE Jesús quiere que el mensaje de
salvación llegue a todo lugar, a muchas gentes la Buena Noticia del
Evangelio. El apóstol de Jesucristo, es un enviado por El y su Espíritu.
Jesús le confiere poderes a sus enviados. Con esta reflexión nos debemos de
animar, porque cada vez hagamos nuestra tarea presentándonos como apóstol de
Jesús, somos participes del poder de sus mensaje. No tengamos miedo, no nos
preocupemos si tenemos cierta cualidades, si estamos bien preparados o no, si
conocemos de teología o no sabemos de eso, porque aunque las palabras sean
nuestras, llevan el Espíritu de Jesucristo con todos sus carismas. “No
se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se
les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán,
sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.”(Mt
10, 16-23) Jesús, les dijo a sus amigos
“Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí,
sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Estaba en
las concepciones judías que, si uno venía de viaje de regiones gentiles y no
se purificaba al entrar en Israel, la profanaba con el polvo que traía de
esas regiones. Por eso estaba obligado a sacudir sus vestidos y zapatos antes
de entrar en Israel. Gesto que materialmente usaron Pablo y Bernabé en
Antioquía de Pisidia cuando los judíos levantaron una persecución contra
ellos. En todo caso, nuestra misión
es ir a todos los lugares y como dice el Señor: “Al entrar en la casa,
salúdenla invocando la paz sobre ella.” (Mt 10, 7-15). El apóstol que no trae
la paz, no puede ser considerado como apóstol de Cristo. Sin embargo, el que
no nos reciban, siempre nos puede suceder, hay mucha gente que no quiere
recibir el mensaje de salvación, se niegan a oír, no son hospitalarios y se
justifican con odiosidades que no debemos acoger, pero si rezar para que se
inviertan en ellos. 5.4 SOMOS
APÓSTOLES CON LA MISIÓN DE TRANSMITIRLO AL MUNDO No obstante todo lo anterior, no es ni mejor profeta, ni
se es mejor discípulo por hablar con una gran argumentación, tampoco porque
nuestra ideas son buenas, lo que importa es seamos auténticos y que el
mensaje que se entregamos, tenga energía y llegue a corazón de los hombres,
para que los anime de verdad. Por otra parte, no hagamos nosotros demasiado
juicios humanos ni resistencia en aceptar el mensaje que viene a nosotros,
porque no atender la Palabra que se expresa en nombre de Dios, es en cierto
modo rechazar lo que viene de EL. Amos, Pablo y el mismo Jesús, no predicaron
en un ambiente favorable. Por tanto, tenemos que estar dispuesto a
experimentarán buenas recepciones, pero también rechazos, es decir, los
éxitos y fracasos que nos trae la vida real. El Señor necesita hombres que vayan por el mundo y hemos sido
elegidos por Jesucristo, quien nos llamó a la fe, nos dio su mensaje
evangélico, somos depositarios de él, somos apóstoles y discípulos con la
misión de transmitirlo por todas partes, porque no lo hemos recibido para
guardarlo para nosotros, es para compartirlo con todos los demás, porque
todos estamos llamados a la salvación. Es así, hemos sido destinados a
difundir el Reino de los Cielos, esa es nuestra misión, somos misioneros
porque la misión es la forma concreta de manifestarle a Dios nuestro reconocimiento
por haber sido llamados a ser en el mundo testigos de su amor. Los apóstoles, discípulos y
misioneros, somos todos los miembros de la Iglesia, obispos, sacerdotes,
diáconos, religiosos y laicos, aunque lo hagamos en distintos frentes y de
diferentes maneras, todos estamos encargados por Jesús a proclamar su Reino.
Apostolado es toda actividad efectuada por los cristianos que tiende a
propagar el Reino de Cristo en el mundo y Jesús es la fuente y el origen del
apostolado de la Iglesia, y la eficacia y la fecundidad de nuestra tarea
depende fundamentalmente de nuestra unión con Cristo. Voy a proclamar
lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su
salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra
tierra (Salmo 84) Muchas veces dijo Jesús a la gente: “El que tenga oídos, que oiga”. El Señor nos bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Reflexión a las Lecturas del Domingo XV Ciclo B Publicado en este link: (Enlace):
PALABRA DE DIOS Fuentes: Biblia Nácar Colunga Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
………