“VANIDAD,
PURA VANIDAD! ¡NADA MÁS QUE VANIDAD! NI SIQUIERA DE NOCHE DESCANSA SU CORAZÓN”…..
“SÁCIANOS EN SEGUIDA CON TU AMOR, Y CANTAREMOS FELICES TODA NUESTRA VIDA”… “BUSQUEN
LOS BIENES DEL CIELO DONDE CRISTO ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DE DIOS. TENGAN
EL PENSAMIENTO PUESTO’ EN LAS COSAS CELESTIALES Y NO EN LAS DE LA TIERRA”….. “CUÍDENSE
DE TODA AVARICIA, PORQUE AUN EN MEDIO DE LA ABUNDANCIA, LA VIDA DE UN HOMBRE
NO ESTÁ ASEGURADA POR SUS RIQUEZAS” Reflexión desde las Lecturas del XVIII Domingo del
Tiempo Ordinario, Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1 LA ABSURDA INSENSATEZ EN OLVIDARSE DE DIOSEl evangelio nos presenta el
reverso de lo que es el núcleo esencial del mensaje de Cristo. Jesús ha
venido a comunicarnos que somos hijos de Dios, que nuestro Padre nos cuida y
que, por consiguiente, es preciso hacerse como niños, confiar en el Padre que
sabe lo que necesitamos y dejarnos cuidar (Mt 6,25-34). El pecado del hombre del
evangelio es que no se ha hecho como un niño: ha atesorado, fiándose de sus
propios bienes, en vez de confiar en el Padre. La clave la dan las palabras
de Jesús al principio: -Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus
bienes-. Por eso este hombre es calificado como –necio-. Su absurda
insensatez consiste en olvidarse de Dios buscando apoyarse en lo que posee,
creyendo encontrar seguridad fuera de Dios. En efecto, la autosuficiencia es
el gran pecado y la raíz de todos los pecados, desde Adán hasta nosotros. La
autosuficiencia que nace de no querer depender de Dios, sino de uno mismo, y
lleva a acumular dinero, conocimientos, bienestar, ideas, amistades, poder,
cariño e incluso virtudes o prácticas religiosas. Justamente lo contrario del
hacerse como niño es el sensato; su humildad y confianza le abren a recibir
todo como un don, incluidas las inmensas riquezas de “los bienes de allá
arriba”. El que busca afianzarse en sí mismo en lugar de recibirlo todo como
don es necio y antes o después acabará percibiendo que todo es vaciedad sin
sentido. 2 PRIMERA
LECTURA Ecl 1, 2; 2, 21-23
Vanidad, pura vanidad, nada más que vanidad, dice el sabio. Pero lo
que parece más importante en este relato, es el dolor por el esfuerzo en
conseguir los bienes y que después son heredados por quien no se ha fatigado
por alcanzarlos. Lectura del libro del
Eclesiastés. Vanidad, pura vanidad!, dice el
sabio Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un
hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que
dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y
una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que
busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su
ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También
esto es vanidad. Palabra de Dios. 2.1 VANIDAD,
PURA VANIDAD
Definimos la vanidad, a la confianza excesiva en las habilidades
propias. También es la atracción causada hacia los demás. La vanidad es presunción,
arrogancia, engreimiento, en otras palabras es una expresión exagerada de la
soberbia. La vanidad consiste en depositar la confianza en forma absolutista
en las cosas mundanas, lo que hace que el hombre vanidoso no necesite de
Dios. Comienza el prólogo del Libro del Eclesiastés, presentando el título
de la obra y el tema general o tesis fundamental de la misma. Aquél es
enunciado en los términos: “Palabras de
Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén”. (Eclesiastés 1,1). Cohelet es
el término con que los judíos designaron al libro sapiencial que sigue en la
Biblia a Proverbios. Es el apelativo que el mismo texto sagrado da al autor
de las sentencias que en él se contienen. Es un conjunto de sentencias y
razonamientos con los que Cohelet intenta probar su tesis, que queda
expresada en el repetido vanidad de vanidades; Vanidad, pura vanidad!.
El término hebreo correspondiente significa soplo, hálito, vapor tenue que
desaparece rápidamente, algo sin consistencia, sin duración. La repetición es
un superlativo hebreo como cantar de los cantares o santo de los santos y
significa suma vanidad. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! pensamiento con que el Eclesiastés abre su
libro, lo irá aplicando a lo largo del libro a aquellas cosas que prometen al
hombre la felicidad, y con el que pondrá punto final a su obra. “Si los
poderosos — comenta San Juan Crisóstomo —, los que gozan de autoridad,
comprendieran la verdad que esta sentencia del sabio encierra, lo escribirían
en todas las paredes y en sus mismos vestidos; en las portadas de sus casas
la harían grabar. Porque son muchas las meras apariencias, las imágenes
falsas que engañan a los incautos, es preciso recordar cada día este verso
saludable, y en los banquetes y en las reuniones susurrarlo cada uno a su
prójimo y escucharlo con gusto de él, porque realmente vanidad de vanidades y
todo vanidad.” Algunos eruditos, opinan que ésta sola sentencia basta para
condenar las opiniones de cuantos ponen su felicidad en cualquier cosa que no
sea Dios. 2.2 UNA TORTURA
A QUIENES CONSUMIERON SU VIDA EN EL AFÁN DE CONSEGUIR BIENES TERRENOS.
¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca
afanosamente bajo el sol? Nuevas consideraciones convencen a Cohelet de la vanidad de las
riquezas. En primer lugar, quien trabajó, tal vez con sudores, cuando llega
la hora de la muerte, tiene que dejar el fruto de sus trabajos a sus
herederos, sin que pueda llevarse más allá del sepulcro nada de cuanto con
sus afanes logró acumular. Es el pensamiento que frecuentemente tortura a quienes consumieron su
vida en el afán de conseguir bienes terrenos. Pero hay además incertidumbres
que aumentan esa desilusión: ¿irán a parar sus riquezas a manos de un sabio,
que hará con ellas honor a sus antepasados, o a las de un necio, que disipará
en poco tiempo la herencia que sus padres le legaron? Esto último acaeció a
Salomón con su hijo Roboam, a quien el Targum aplica estos versos. Igualmente
le desilusiona el pensamiento de que riquezas conseguidas con su inteligencia
y destreza sean heredadas tal vez por quienes no pusieron en su consecución
ni el más mínimo esfuerzo; Porque un hombre que ha trabajado con
sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no
hizo ningún esfuerzo. Y así resulta que la consecución de las riquezas supone destreza y
esfuerzo prolongado; su posesión no está exenta de angustia y temor ante la
posibilidad de que un azar desfavorable las arrebate; y la incertidumbre
sobre la suerte de tantos trabajos y ansiedades es causa de profunda
desilusión. Evidentemente, el afán por las riquezas es también vanidad e
intentar perseguir el viento. Porque todos sus días son penosos, y su
ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También
esto es vanidad. 2.3 QUIENES
VIVEN EN LA AMISTAD DE DIOS, CONTRIBUYEN A UNA ETERNIDAD MÁS FELIZ.
Nos encontramos todavía en el ambiente del Antiguo Testamento, en que
las perspectivas del más allá permanecían aún en la oscuridad para los
autores sagrados. Nosotros sabemos que los trabajos humanos, aun privados de
éxito material, ofrecidos por un motivo sobrenatural por quienes viven en la
amistad de Dios, contribuyen a una eternidad más feliz. El libro del
Eclesiastés viene a ser, en sentido negativo, una preparación para la
revelación del Nuevo Testamento. La constatación de la vanidad de las cosas
del mundo y su incapacidad para llenar las ansias de felicidad que el Creador
ha puesto en el corazón humano, hace añorar bienes superiores y lo preparan
para la revelación de los mismos, que comienza con los últimos libros del
Antiguo Testamento y se culmina con las enseñanzas de Jesucristo en el
Evangelio. 3 SALMO Sal 89 3-6. 12-14. 17R. Señor, Tú has sido nuestro
refugio. Tú haces que los hombres
vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Porque mil
años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de
la noche. R. Tú los arrebatas, y son como un
sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y
por la tarde se seca y se marchita. R. Enséñanos a calcular nuestros
años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta
cuándo.’? Ten compasión de tus servidores. R. Sácianos en seguida con tu
amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la
bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de
nuestras manos. R. 3.1 MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA HUMANA.
En estilo bellísimo y pintoresco, con abundancia de metáforas, el
salmista canta en la primera parte la grandeza de Dios, Señor del universo,
anterior a la formación de los montes, para quien mil años son como un día.
Frente a esta grandeza divina está la pequeñez e indigencia del hombre, hecho
de la tierra, sin consistencia, y cubierto de pecados, que excitan la ira
divina. Por sus faltas, la vida humana transcurre triste y en constante
turbación. “Es un canto emotivo, de elevación casi único. A la seriedad del
pensamiento sobre la pequeñez de la vida humana corresponde la solemnidad y
tonalidad grave de expresión. Pero, aunque esté bajo el golpe del dolor y de
una punzante melancolía, el poeta no se deja arrastrar por ella fuera de Dios
ni de la confianza en El... Su manera es demasiado viril para entregarse a
estériles lamentaciones...” 3.2 LA
ETERNIDAD DE DIOS Y LA PEQUEÑEZ DEL HOMBRE
Dios es anterior a la misma constitución de los montes, que en la
literatura bíblica son símbolo de la máxima estabilidad y antigüedad. A esta
eternidad aplastante de la divinidad, el poeta opone la realidad de la vida
humana, efímera, y ello por decreto del mismo Dios: Tú haces que los hombres
vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Por
imperativo superior, el hombre tiene que volver al polvo, lo que es un eco
del castigo divino impuesto a la primera pareja humana después del pecado. El
salmista no alude a la tragedia del pecado original, pero supone que la
muerte ha sido impuesta al hombre por la voluntad del Creador. La eternidad de Dios se mide por milenios, que para El cuentan como un
día, o aún menos, como una vigilia de la noche: un tercio de la misma. “Porque
mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia
de la noche” .La vida del hombre, en cambio, es pasajera: “son
como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y
florece, y por la tarde se seca y se marchita”. Las metáforas son
bellas y reflejan bien el carácter efímero de la vida humana, que no es más
que una ilusión. La brevedad de la vida es un misterio, y el salmista encuentra la
razón de ello en los pecados del hombre, que excitan la ira divina. Las
iniquidades del hombre están siempre desafiando a la justicia divina, y aun
los pecados más secretos resaltan ante su faz. Por eso, la vida del hombre no
sobrepasa muchos años, y aun éstos están llenos de amarguras y penalidades,
en las que se siente la vaciedad y el disgusto. Por otra parte, los hombres
no miden el alcance de la cólera divina, y así se entregan alegremente al
pecado, sin pensar que en ello les va la vida. El salmista suplica, en este
supuesto, que Dios le dé a entender la brevedad de la vida para saber vivir
con la conciencia de su limitación, y, en consecuencia, organizándola
conforme a las exigencias del temor de Dios, que es el principio de la
sabiduría: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance
la sabiduría”. 3.3 ANSIAS DE
REHABILITACIÓN
El salmista pone ahora un tono más confiado: desaparece el Dios
lejano, sumido en la eternidad, para aparecer el Dios providente que se
preocupa de los problemas de su pueblo. El salmista se hace eco de una
tragedia nacional: los que forman el pueblo de Dios han sido humillados y
afligidos. Y, en un arranque de impaciencia, el poeta exclama: “¿Hasta
cuándo? Ten compasión de tus servidores”. No concibe que su Dios
permanezca mucho tiempo apartado de su pueblo, y con tono confiado le dice: “¡Vuélvete,
Señor!” Siente el vacío de su
presencia, y por eso pide que muy pronto, desde la mañana, haga sentir su
gracia, es decir, su comunicación benevolente y protectora, sembrando así la
alegría y la confianza en sus siervos, que están desolados. No comprende el
alejamiento sistemático del que es su Protector desde los tiempos antiguos. Llevado de su fe ciega en Dios, le pide que manifieste su obra, es
decir, su intervención milagrosa en favor de ellos, brillando así su
magnificencia como Dios omnipotente y Señor de la historia. La oración
termina con el deseo de que la suavidad o benevolencia del Señor bendiga y
confirme el trabajo cotidiano de los que luchan por salir de una difícil
situación económica como consecuencia de una postración nacional. “Sácianos
en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda
hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar
la obra de nuestras manos”. 4 SEGUNDA LECTURA Col 3, 1-5. 9-11
El texto invita a los cristianos a vivir sólo para Dios en presencia
de Cristo, haciendo morir todo aquello que se opone al reino, despojándose
del hombre viejo que habita en cada uno para revestirse del hombre nuevo que
vive según los frutos del evangelio. Lectura de la carta del Apóstol
san Pablo a los cristianos de Colosas. Hermanos: Ya que ustedes han
resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado
a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto’ en las cosas celestiales
y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde
ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la
esperanza de ustedes, entonces también aparecerán ustedes con Él, llenos de
gloria. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la
lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la
avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los
otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se
revistieron del hombre nuevo, aquél que avanza hacia el conocimiento
perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso,
ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero,
esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos. Palabra de Dios. 4.1 LA UNIÓN
CON CRISTO, PRINCIPIO DE VIDA NUEVA
Comienza la parte moral de la carta, en que el Apóstol hace aplicación
de la doctrina expuesta a la vida cotidiana. En el presente párrafo, se recuerda
a los colosenses su nuevo estado de resucitados con Cristo, que les exige
vivir para el cielo: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo,
busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”…,
despojándose cada día más del hombre viejo y revistiéndose del nuevo:
“Porque
ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del
hombre nuevo”.. San Pablo parte del principio de que el cristiano, muerto y resucitado
místicamente con Cristo en el bautismo, ha roto sus vínculos con el mundo y
con sus doctrinas religiosas, habiendo entrado en una vida nueva, la vida de
la gracia, vida que posee ya realmente, pero que no se manifestará de modo
pleno hasta después de la parusía, cuando todos los miembros del cuerpo de
Cristo seamos asociados públicamente a su triunfo glorioso. Este nuevo estado
pide que nuestros pensamientos no estén puestos en las cosas de la tierra,
sino en las del cielo, “Tengan el pensamiento puesto’ en las
cosas celestiales y no en las de la tierra”, como corredores que piensan únicamente en la
meta, a la que dirigen todos sus pensamientos. Es este pensamiento del cielo
el que debe constituir la regla de nuestra conducta, subordinando todo al
progreso de esa nueva vida, cuya plena manifestación esperamos. De esta idea central surgen en la mente del Apóstol una serie de
consejos prácticos, que va especificando a continuación, lo mismo por lo que
se refiere a huida de los vicios; “Por lo tanto, hagan morir en sus miembros
todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los
malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría”. Estos
vicios miran sobre todo a los pecados de la carne, pero luego
separa otros que miran más bien a pecados contra el amor del prójimo: “Tampoco
se engañen los unos a los otros”. En todos ellos, los colosenses, anduvieron
en otro tiempo y por los que viene la cólera de Dios sobre el mundo, por
cuanto deben estar ausentes del cristiano que ha de hacer: “morir
en sus miembros todo lo que es terrenal”, es decir, darles muerte en
su actividad pecaminosa: “lujuria, la impureza, la pasión
desordenada”. Es lo mismo que se dice luego con otra expresión:
“despojarse del hombre viejo con todas sus obras” (Ef 4:22). En su lugar ha
de “revestirse
del
hombre nuevo”, renovándose continuamente, “según la imagen de su Creador”,
expresiones que están cargadas de significado, “hacia el conocimiento perfecto”,
hacia el que debemos tender el conocimiento del misterio cristiano, y no
es conocimiento meramente abstracto, sino un conocimiento que afecta al
hombre íntegramente, inteligencia y corazón, y prácticamente equivale a
nuestra completa asimilación a Cristo, luz y amor, conformándonos lo más
posible a su imagen. En ese estado de hombre nuevo o regenerado “ya
no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero,
esclavo ni hombre libre,”. Diferencias que desaparecen todas ante la
sublime realidad de Cristo, que a todos nos junta en un solo cuerpo, al que
da vida y cohesión; “sino sólo Cristo, que es todo y está en
todos. No hay ya por qué mirar con desprecio a los hombres de otros pueblos o
de otra condición social, pues Cristo nos diviniza a todos por igual, operando
en nosotros la renovación de la imagen divina, destruida por el pecado del
primer hombre. 5 EVANGELIÓ Lc 12, 13-21
La codicia y la ambición aparecen en este relató cómo obstáculos en la
búsqueda del reinado de Dios. Aquí Jesús deja en evidencia que a través de la
figura del hombre rico, es necesario cuidarse de la ambición y la codicia
para concentrarla atención sólo en Dios como única riqueza por ambicionar. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas. Uno de la multitud dijo al
Señor: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Jesús
le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre
ustedes?”. Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio
de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”.
Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas
tierras habían producido mucho y se preguntaba a sí mismo: “Qué voy a hacer?
No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto:
demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi
trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados
para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo:
“Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has
amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es
rico a los ojos de Dios”. Palabra del Señor 5.1 MAESTRO,
DILE A MI HERMANO QUE COMPARTA CONMIGO LA HERENCIA
En aquel
tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro,
dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. En este relato,
Lucas pone una introducción histórica, que le da motivo para insertar luego
la parábola sobre la avaricia. Es el único evangelista que la trae. Esta
persona le pide, basado en el prestigio que tenía, más que como un simple
rabí, que intervenga en un asunto familiar. En 5.2 UN HOMBRE
RICO TUVO UNA GRAN COSECHA Y SE PUSO A PENSAR
Lucas relata la
parábola de Jesús contra la avaricia. Lo que sugiere en el hermano antes
citado una retención injusta de la hacienda.. Jesús nos ilustra con esta
parábola de un rico que sólo se dedica a atesorar riquezas, pensando
disfrutar largos años de buena vida con ellas. Pero la muerte le sobrevino:
la avaricia le hizo no poder disfrutarlas. La palabra “alma” está por vida.
Se le llama “insensato” que en A.T. (Sal 14) se aplica al que, en la
práctica, niega a Dios; aquí absorbido por las riquezas de la vida. Y termina
con esta sentencia: “Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a
los ojos de Dios”. Este versículo añade un elemento nuevo a la
parábola. Esta hace ver la inutilidad del atesorar para prolongar la
existencia, pero aquí se añade un pensamiento nuevo: la riqueza en función de
la vida eterna. Por eso algunos la tienen por un elemento “adventicio” a la
parábola, aunque tomado de otra sentencia del Señor. 5.3 CUÍDENSE
DE TODA AVARICIA
Y dirigiéndose
a la multitud, dijo: “Cuídense
de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre
no está asegurada por sus riquezas”.. La avaricia es
uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo
mandamiento. (CIC 2514, 2534). Es importante en la vida del cristiano saber si
este mal, para no caer en la insensatez. Recordemos que
el Señor nos también nos dice: El que no renuncie a todo lo que posee, no
puede ser discípulo mío (Lc 14,33) y en el Catecismo Católico, (2536) se dice
que el décimo mandamiento proscribe la avaricia y el deseo de una apropiación
inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de lo
pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de
cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes
temporales: Cuando 5.4 EL ANSIA O
DESEO DESORDENADO Y EXCESIVO POR LA RIQUEZA.
La avaricia es
el afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas o “La avaricia
(del latín "avarus", "codicioso", "ansiar") es
el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Su especial malicia,
ampliamente hablando, consiste en conseguir y mantener dinero, propiedades, y
demás, con el solo propósito de vivir para eso”. Dice Santo
Tomás: Cuando el amor desordenado de sí mismo se convierte en deseo de los
ojos, la avaricia no puede ser retenida. El hombre quiere poseerlo todo para
tener la impresión de que se pertenece a sí mismo de una manera absoluta. La
avaricia es un pecado contra la caridad y la justicia. Es la raíz de muchas
otras actitudes: perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del corazón. El instinto de
conservación, se manifiesta en esa perversión que no hace más que exagerar el
instinto de economía y ahorro. La avaricia
sobrepasa la precaución y la prudencia; es un vicio espiritual, puesto que ha
dado lugar a la precaución de la precaución, y ambiciona no carecer de nada.
La avaricia es la enfermedad del ahorro. A veces, este pecado es considerado
como una virtud en razón de la modestia de vida del avaro y de su lógica ante
el porvenir. Teólogos y
científicos han observado la psicología del avaro y han comprendido la
perversión moral y psicológica de tal hombre. El avaro se aparta de los
demás, se encierra en sí mismo y se impone una austeridad que va incluso en
contra de sus necesidades vitales. Como menos de lo necesario, pierde horas
de sueño (para velar su fortuna), vive en la obsesión del robo o del
incendio. 5.5 ¿PARA
QUIÉN SERÁN TODOS TUS BIENES?’
El Evangelio
(Mt, 6,24) dice “Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a
uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes
no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” De acuerdo este relato, el personaje de la parábola es
un rico que, tras haber obtenido una abundante cosecha, decide almacenarla en
unos nuevos y grandiosos graneros, saboreando ya el placer tanto de poseer
muchos bienes como de disponer de muchos años para gozarlos alegremente. Sin
embargo, Dios le despierta de su estupidez haciéndole consciente de que no es
él el dueño de su vida y de que, de un momento a otro (siempre muy pronto),
será llamado a entregarla al Señor. El Señor nos
quiere hacer ver que quien piensa en acumular bienes para enriquecerse en
vistas a un interés sólo personal es un insensato, porque es ante Dios,
realizando el precepto del amor, como se enriquece el hombre. En efecto, sólo
dando es como nos enriquecemos del amor de Dios y de su premio eterno. Jesús nos ha
recomendado que no acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos
ha hecho conscientes de que allí donde consideremos que está nuestro tesoro,
allí estará constantemente nuestro corazón (cf. Mt 6,19ss). En consecuencia,
es importante que, especialmente en las profundidades del corazón, nos
mantengamos libres de los “apetitos de la carne” que nos llevan a este
desordenado instinto de la ambición. Cristo Jesús, vivan en nuestros corazones. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS XVIII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
…..
………