Reflexión desde las Lecturas del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario,
Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
SIN
CONDICIONES Renunciar a todos los bienes. En el transcurso de su larga subida
a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, quiere dejar muy
claras las condiciones para ser discípulo suyo. ¡Que nadie se llame a engaño!
Ya desde el primer paso hay que estar dispuesto a “renunciar a todo lo que posee”, y a posponer a su padre y a su madre, a su mujer y a sus
hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a su propia vida”. Sin estar dispuesto a jugárselo todo por
Cristo, ni se construirá ese edificio que es Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu. Lo que Cristo dice parece duro y exigente. Por eso es necesario que Dios nos dé “la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu” (1ª lectura) para que estas palabras nos resulten atractivas y encontremos en ellas nuestro gozo. Esta sabiduría, que es don del Espíritu, no sólo nos hace entender las palabras de Cristo, sino que suscita en nosotros el deseo de cumplirlas en totalidad y con perfección. Sin condiciones. Es sólo el amor apasionado a Jesucristo el que nos hace estar dispuestos a perderlo todo por él, a no poner condiciones, a no anteponer a él absolutamente nada. Cuando no existe ese amor o se ha enfriado, todo son “peros”, se calcula cada renuncia, se recorta la generosidad, se frena la entrega.... 2. PRIMERA
LECTURA Sab 9, 13-18 “¿Quién
comprende lo que Dios quiere?”. El ser humano es poca cosa sin la asistencia
de la sabiduría, sobre todo para la administración de la justicia, su
principal tarea. El texto presenta una muestra de los aspectos que deberían
constituir su principal tarea. Lectura del libro de la
Sabiduría. ¿Qué hombre puede conocer los
designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? Los
pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y está morada de arcilla
oprime a la mente con muchas preocupaciones. Nos cuesta conjeturar lo que hay
sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu
voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu
santo espíritu? Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la
tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría,
fueron salvados. Palabra de Dios. 2.1 LA INTELIGENCIA HUMANA. PRECISA DE LA LUZ
DE LA SABIDURÍA DIVINA Esta plegaria es una ampliación de la que hizo Salomón al Señor cuando
se le apareció en Gabaón después de haber ofrecido el rey sabio en su honor
un gran número de sacrificios, en este fragmento, confiesa que, si el Señor
no la concede, no es posible obtenerla. En esta tercera parte de su oración,
el rey sabio vuelve los ojos a su condición humana para poner de relieve la
impotencia del ser humano para alcanzar la sabiduría, lo que justifica más la
necesidad de la plegaria a Dios. Repitiendo la idea de Isaías (Is 40:13), que recogerá también San
Pablo (18 Rom 11:34), se pregunta: ¿Qué hombre puede conocer los designios de
Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?.
Importa, especialmente al rey, conocer la voluntad de Dios; pero el hombre no
puede conseguirlo con las solas luces de su inteligencia humana. Precisa de
la luz de la sabiduría divina; por eso los grandes caudillos de Israel acudían en sus dudas al tabernáculo,
para recibir iluminación de lo alto (19 Ex 33:11-23). Los
pensamientos de los mortales son inseguros, afirma el sabio, y nuestros
cálculos aventurados. ¡Cuántas veces creemos obrar bien siguiendo nuestros
criterios y después nos dimos cuenta que nuestras obras no respondieron
objetivamente a la voluntad de Dios! Nosotros conocemos, en general, la
voluntad de Dios, que se nos manifiesta en los mandamientos y en los deberes;
pero muchas veces, en concreto, no sabemos discernir qué debemos hacer, por
lo que lógicamente el hombre teme equivocarse. Nuestra alma se halla como encerrada en un cuerpo sensible y en
contacto continuo con las cosas terrenas, lo cual le dificulta el elevarse
por encima de los sentidos para contemplar y descubrir con luz meridiana la
verdad. La dificultad de remontarse por encima de las cosas de la tierra para
poner la mente y el corazón en los cielos ha sido constatada por los
moralistas de todos los tiempos. El mismo San Pablo exclamaba: “¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?” (Rom 7:23-24; Gal 5:17). Morada terrestre
llama el autor a nuestro cuerpo, denominación frecuente en la Biblia, con la
que se expresa el carácter efímero y transitorio de nuestra vida sobre la
tierra. 2.2 “PORQUE UN CUERPO CORRUPTIBLE PESA SOBRE EL
ALMA Y ESTA MORADA DE ARCILLA OPRIME A LA MENTE CON MUCHAS PREOCUPACIONES” Lo que aquí afirma el autor de la Sabiduría sobre el alma y el cuerpo
es una consecuencia del pecado original: “porque un cuerpo corruptible pesa sobre
el alma y está morada de arcilla oprime a la mente con muchas
preocupaciones”, en el que el
hombre perdió el don de la integridad, con lo que su vida se convirtió en una
lucha entre el alma, que tira hacia arriba, hacia Dios, y el cuerpo, cuyas
tendencias inclinan hacia las cosas sensibles y terrenas, de modo que es
preciso un esfuerzo grande para mantener siempre en alto el espíritu para no
dejarlo arrastrar y encadenar por las inclinaciones sensibles y terrenas del
cuerpo, que dificultan el conocimiento de las verdades naturales, y más todavía
el de las sobrenaturales. Con razón reflexiona el sabio: “Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la
tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero
¿quién ha explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu
voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu
santo espíritu?” A esta dificultad aludía Jesucristo cuando decía a
Nicodemo: “Si hablando de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeríais si os
hablase de cosas celestiales?” (Jn 3:12). No tenemos todavía, en sentido literal histórico, la revelación del
Espíritu Santo, aunque sí un lenguaje que la va preparando, y en el cual
nosotros, a la luz del Nuevo Testamento, podemos descubrir un sentido más
profundo que el que captó el autor sagrado. Fue la sabiduría quien
manifestaba la voluntad de Dios y lo que le era grato a cuantos en los
tiempos pasados dirigieron sus pasos por el recto sendero de la virtud; por
lo cual fueron salvados de la destrucción y de la muerte eterna gracias a la
intervención de la sabiduría. La actitud del rey sabio contiene una lección admirable para todos
aquellos a quienes el Señor se ha dignado confiar la dirección temporal o
espiritual de sus hermanos. La oración humilde, profunda y ardiente en
demanda de la sabiduría y prudencia divinas ha de preceder a toda acción
encaminada al buen gobierno de los súbditos. La Iglesia hace recitar los más
hermosos sentimientos de la plegaria salomónica en los responsorios de los
maitines del oficio de los domingos y días feriales del mes de agosto. 3. SALMO
Sal 89, 3-6. 12-14. 17 R.
¡Señor, Tú has sido nuestro refugio! Tú
haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: «Vuelvan, seres
humanos». Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R. Tú
los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por
la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R. Enséñanos
a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R. Sácianos
en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda
hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga
prosperar la obra de nuestras manos. R. 3.1 MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA HUMANA. En
estilo bellísimo y atractivo, con abundancia de metáforas, el salmista canta
en la primera parte de este salmo la grandeza de Dios, Señor del universo,
anterior a la formación de los montes, para quien mil años son como un día.
Frente a esta grandeza divina está la pequeñez e indigencia del hombre, hecho
de la tierra, sin consistencia, y cubierto de pecados, que provocan la ira
divina. Por sus faltas, la vida humana transcurre triste y en constante
turbación. Es un canto emotivo, de elevación casi único. A la seriedad del
pensamiento sobre la pequeñez de la vida humana corresponde la solemnidad y
tonalidad grave de expresión. Pero, aunque esté bajo el golpe del dolor y de
una penetrante melancolía, el poeta no se deja arrastrar por ella fuera de
Dios ni de la confianza en El. 3.2
“VUÉLVETE, SEÑOR! ¿HASTA CUÁNDO...? TEN
COMPASIÓN DE TUS SERVIDORES” En
este poema, el salmista suplica, que Dios le dé a entender la brevedad de la
vida para saber vivir con la conciencia de su limitación, y, en consecuencia,
organizándola conforme a las exigencias del temor de Dios, que es el
principio de la sabiduría. A Dios es anterior a la misma constitución
de los montes, que en la literatura bíblica son símbolo de la máxima
estabilidad y antigüedad. A esta eternidad aplastante de la divinidad, el
poeta opone la realidad de la vida humana, efímera, y ello por decreto del
mismo Dios: “Tú
haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: «Vuelvan, seres
humanos».. Por imperativo superior, el hombre tiene que volver al
polvo, lo que es un eco del castigo divino impuesto a la primera pareja
humana después del pecado El salmista no alude a la tragedia del pecado
original, pero supone que la muerte ha sido impuesta al hombre por la
voluntad del Creador. La
eternidad de Dios se mide por milenios, que para El cuentan como un día, o
aún menos, como una vigilia de la noche: un tercio de la misma. “Porque mil años son ante tus ojos como el
día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche”. La
vida del hombre, en cambio, es pasajera, como un sueño mañanero, o como
musgo, que brota por la mañana y por la tarde se seca. “Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la
tarde se seca y se marchita”. Las metáforas son bellas y
reflejan bien el carácter efímero de la vida humana, que no es más que una
ilusión. Si
los versos anteriores a este fragmento, el salmista trataba de las
relaciones de Dios con el ser humano en su proyección humana, sin restricción
alguna; ahora la perspectiva se estrecha y se consideran las relaciones del
Señor con sus siervos, los pertenecientes al pueblo elegido. El tono es más
confiado: desaparece el Dios lejano, sumido en la eternidad, para aparecer el
Dios providente que se preocupa de los problemas de su pueblo. El salmista se
hace eco de una tragedia nacional: los que forman el pueblo de Dios han sido
humillados y afligidos. Y, en un arranque de impaciencia, el poeta exclama: “Vuélvete,
Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores” No
concibe que su Dios permanezca mucho tiempo apartado de su pueblo, y con tono
confiado le dice: “Vuélvete”. Siente el vacío de su presencia,
y por eso pide que muy pronto, desde la mañana, haga sentir su gracia, “Alégranos
por los días en que nos afligiste”, es decir, su comunicación
benevolente y protectora, sembrando así la alegría y la confianza en sus
siervos, que están desolados, “por los años en que soportamos la
desgracia”. Los años de humillación y de postración exigen ahora
una compensación proporcionada de alegría en la intimidad con el Señor. Llevado
de su fe ciega en Dios, le pide que manifieste su obra, es decir, su
intervención milagrosa en favor de ellos, brillando así su magnificencia como
Dios omnipotente y Señor de la historia'. “Que tu obra se
manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos”. La
oración termina con el deseo de que la suavidad o benevolencia del Señor los
bendiga. “Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor” y
confirme el trabajo cotidiano de los que luchan por salir de una difícil
situación de prosperidad: “que el Señor, nuestro Dios, haga
prosperar la obra de nuestras manos”. “Señor, sácianos con tu amor”. 4. SEGUNDA LECTU RA Flm 9-10. 12-17 En la breve carta a Filemón, Pablo anciano
y prisionero, hace un llamado a la luz de la fe a su amigo, motivándolo a un
nuevo trato de relaciones entre los cristianos, que sea capaz de cambiar
incluso la relación entre los hombres; es el vínculo del amor que convierte
al esclavo en hermano. Lectura
de la carta del Apóstol san Pablo a Filemón. Querido
hermano: Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te
suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Te lo
envío como si fuera una parte de mí mismo ser. Con gusto lo hubiera retenido
a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a
causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento,
para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez,
él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre,
no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido.
Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él
por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo
como a mí mismo. Palabra de
Dios. 4.1 BENEVOLENCIA A FAVOR DE ONÉSIMO Expone aquí San Pablo el objeto principal
de su carta: pedir benevolencia a favor de Onésimo. Lo hace con delicadeza
exquisita, aduciendo una serie de motivos por los que Filemón debe perdonar a
Onésimo y tratarlo como hermano. Comienza recordándole delicadamente que
él, como apóstol de Cristo, tendría derecho a darle una orden concreta en la
materia y decirle cuál era su obligación de cristiano en este caso (v.8); ”Por lo cual, aunque tendría plena
libertad en Cristo para ordenarte lo que es justo”, sin embargo, prefiere
apelar a su caridad, y que vea que quien se lo pide es ya un “anciano” y, además, ahora “prisionero” por haber
servido a Cristo: “Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te
suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión”.
Puesto eso por delante, indica ya concretamente a Filemón por quién le pide:
por Onésimo, hijo suyo espiritual, que ha convertido a la fe estando entre
cadenas, “te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la
prisión” y que si en un tiempo fue “inútil” a su amo, ahora le será
muy “útil,” como lo sería también al mismo Pablo: Juega aquí el Apóstol con
el nombre de Onésimo, que en griego significa “útil,” como diciendo: si en un
tiempo hizo traición al nombre que lleva y no era enésimo, ahora ese nombre
ya le cuadra bien y es Onésimo para ti y para mí. Que lo reciba, pues,
Filemón como si fueran las entrañas. “Te lo envío como si fuera una parte de mí
mismo ser, es decir, el propio corazón de Pablo. 4.2 “POR ESO, SI ME CONSIDERAS UN AMIGO,
RECÍBELO COMO A MÍ MISMO” Añade el Apóstol que en un primer momento
pensó retener a Onésimo junto a sí, y estaba seguro de que Filemón no se
hubiera opuesto; pero, nuevo gesto de delicadeza de Pablo, no quiere
retenerlo, suponiendo que el amo accede, sino que se lo envía, a fin de que
ese amo obre con más libertad, y sea él quien, si lo cree oportuno, lo mande
de nuevo a Pablo: “Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu
nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio” Todavía hay
más. Que piense Filemón que tal vez haya sido todo obra de la Providencia
divina, permitiendo la huida de Onésimo para que ahora, hecho cristiano,
resulte mayor bien para todos; a los lazos naturales entre esclavo y amo que
le unían con él, se añaden ahora los lazos “según el Señor,” es decir, los
que surgen de una común fe en Cristo, que nos hace a todos hermanos, hijos de
un mismo Padre que está en los cielos: “Si es tan querido para mí, cuánto más lo
será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor”..
Y, en un arranque sublime de caridad cristiana, identificándose con el
esclavo, Pablo dice a Filemón que, si es que le tiene por amigo y compañero,
le acoja como si fuera Pablo mismo: “Por eso, si me consideras un amigo,
recíbelo como a mí mismo” 5.
EVANGELIO Lc 14, 25-33 Con los ejemplos presentados en este
relato, la invitación de Jesús es a ser previsores. Todo aquel que quiera
hacerse su discípulo debe estar dispuesto a renunciar a aquello que lo ata,
calcular y descubrir el verdadero nivel de disponibilidad y cargar la propia cruz,
como él la cargó. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Junto
con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que
venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus
hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi
discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a
calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez
puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él,
diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar". ¿Y qué rey,
cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con
diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por
el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada
para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no
renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Palabra
del Señor. 5.1
DEBE ESTAR IMPLÍCITO EL GRAN AMOR QUE SE DEBE TENER POR EL SEÑOR Si nos dijeran que ya hemos ganado el cielo, nuestra alma se emocionaría de alegría, porque nos hemos asegurado la vida eterna. Sin embargo todos sabemos que no es así de fácil, porque este premio solo se alcanza con un trabajo arduo, espinoso y peliagudo, es decir con sacrificio y sin descanso. Y a esta laboriosidad hay que añadirle que debe estar implícito el gran amor que se debe tener por el Señor, primero de todos los preceptos y sin abandonar el segundo que es semejante, el amor por todos los hijos de Dios. Es así, como muchos de los que seguían a Jesucristo, no lo hacían con todo el amor que Él se merece, sino con tibieza. Sabiendo el Señor que hay muchos voluntarios que desean seguirle, El de ante mano les dio en aquel tiempo y lo mantiene hoy vigente cómo debe ser su discípulo. 5.2
SI ALGUNO QUIERE SEGUIRME Entonces
Jesús dijo: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a
su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí
mismo, no puede ser mi discípulo.” Cuando
nos referimos a contemplar las palabras de Señor, decimos que es pensar intensamente
en Él o en sus atributos divinos mirando al Señor, acto seguido meditamos, es
decir pensamos, reflexionamos o discurrimos con atención y con detenimiento,
ordenando las ideas en la mente para llegar a una conclusión y esta dejarla
atesorada en el corazón. Todos estos pasos, son parte de la oración íntima y
personal que nos conviene tener con aquel que nos llama con amor. Así es, y
ese es el trato, eso es lo que nos enseña Teresa de Jesús al decirnos que la
"Oración es tratar de amistad,
estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" Es así, como cuando Cristo nos dice algo, tenemos que buscar el verdadero sentido de estas palabras, y comprender bien por qué se nos manda a que debemos preferir el amor a Dios por encima del amor a nuestros padres, esposa e hijos, de modo que descubramos íntimamente que Jesús no nos manda a no querer a nuestros padres y familia próxima, lo que Él nos pide es que no nos separemos de Dios por amor de nuestros padres u otro miembro, es decir que ningún privilegio que estemos disfrutando puede ser superior al amor a Dios. 5.3
“Y EL QUE NO CARGA SU CRUZ Y ME SIGUE, NO PUEDE SER MI DISCÍPULO.” Por supuesto no dijo esto para que llevemos una verdadera cruz sobre nosotros, pero si lo ha dicho para simbolizar el sacrificio que tenemos que hacer, el que incluye entregar nuestra vida por El. ¿Morir por Jesús?, ¿Abandonar todo esto que estamos gozado por EL?, "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15). El Señor quiere que seamos sus discípulos, y espera nuestra respuesta. Respondámosle a Jesús que sí, y que con gran amor deseamos ser sus discípulos, porque el representa para nosotros una vida santa, sana, pura, amable, afectuosa, bondadosa, divina y nos motiva de todo corazón a seguirle. Pero el Señor quiere que sepamos muy bien que seguir su paso, supone que el amor a Dios está por encima de todo, de nuestras propias actividades, nuestra vida y nuestro yo. Porque las admirables palabras de Jesús, no solo están dotadas de hermosura, también llevan implícita las exigencia mínimas que El impone a un seguidor, “Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. Pero sólo permanecerán en mi amor, si ponen en práctica mis mandamientos, lo mismo que yo he puesto en práctica los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” (Jn 15, 9-17 5.4
PORQUE, QUIÉN DE USTEDES SI QUIERE CONSTRUIR UNA TORRE, ¿NO SE PONE
PRIMERO A CALCULAR EL COSTO, PARA VER SI TIENE CON QUÉ TERMINARLA? Por tanto, todo lo que hacemos debemos prepararlo con la meditación debida. Por ejemplo, si proyectamos levantar la torre de la humildad, primeramente debemos prepararnos a sufrir las adversidades de este mundo. El sentido de una torre es el de una atalaya alta para defender una ciudad y para observar las acometidas de los enemigos. A modo de una torre de esta clase se nos ha dado el entendimiento para conservar los bienes y prever los males. El Señor nos mandó que nos sentásemos para calcular al empezar la edificación si podríamos concluirla. Es así, como se debe perseverar para llegar al término de toda ardua empresa, observando los mandamientos de Dios para consumar esta obra divina. 5.5
“ESTE HOMBRE COMENZÓ A CONSTRUIR Y NO PUDO TERMINAR”. Jesús
nos agrega; “No sea que, después de haber echado los cimientos no pueda acabarla
y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: “Este hombre
comenzó a construir y no pudo terminar”. En efecto, porque ni la fábrica de la torre es una sola piedra, ni el cumplimiento de uno solo de los preceptos puede conducir al alma a la perfección, sino que debe existir el cimiento. No debemos, pues, poner el cimiento -esto es, empezar a seguir a Jesucristo- y no dar fin a la obra como aquellos de quienes dice San Juan (Jn 6,66) que muchos de sus discípulos se retiraron. Los cimientos, son los fundamentos, nuestras obligaciones morales, las enseñanzas del Evangelio, todos estos son necesarios para que podamos terminar la torre de la fortaleza contra los enemigos de nuestras conductas como verdaderos discípulos de Jesús. Porque si cuando nos ocupamos de las buenas obras, no vigilamos con cuidado a los enemigos de nuestra conducta, seremos objeto de burla de los que al mismo tiempo nos aconsejan el mal. 5.6
¿NO SE PONE PRIMERO A CONSIDERAR SI SERÁ CAPAZ? Pero de esta comparación pasa a otra más elevada, para que las cosas más pequeñas nos hagan pensar en las más grandes y dice Jesús: “O qué rey que va a combatir a otro rey, ¿no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? “Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle condiciones de paz.” Nos asedia una multitud de situaciones que debemos vencer para no caer en el pecado, contra ellas debemos prepararnos para salir victoriosos. El rey que domina en nuestro cuerpo mortal es el pecado (Rom 6), pero nuestro entendimiento también ha sido constituido en rey. Por tanto, el que quiera pelear contra el pecado, piense consigo mismo y con toda su alma. 5.7 DE LA MISMA MANERA, CUALQUIERA DE USTEDES
QUE NO RENUNCIE A TODO LO QUE POSEE, NO PUEDE SER MI DISCÍPULO. Jesús nos quiere hacer ver que las tentaciones son el doble, porque diez mil contra veinte mil es como uno contra dos. Es decir, consideremos primero si podemos pelear con un ejército doble en contra de uno sencillo. El fragmento del evangelio concluye: “De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Estas palabras no significan otra cosa distinta, son nítidas, y pide que cada uno renuncie a todo lo terrenal que posee, en especial los vicios y pecados, y guarde todo los frutos que el Espíritu Santo nos da. Por tanto Él nos pide desprendernos de todo aquello que sea un obstáculo en nuestro camino de salvación, porque El Señor busca que todos seamos salvos. Ser discípulo de Jesús supone una entrega total, ante el no caben medias tintas. Por tanto no cabe duda, que el seguimiento de Jesucristo, como autentico cristiano, nos obliga a sacrificar la comodidad y hay que tomar su cruz con fidelidad. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Publicado en este link: PALABRA DE DIOS XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
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