Reflexión desde las Lecturas del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario,
Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. EL PODER DE LA ORACIÓN Por tercer domingo consecutivo el
evangelio nos remite a la fe como realidad fundamental de nuestra vida
cristina: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.
En este caso, se trata de una fe que converge en oración, de una oración empapada
de fe. Para inculcarnos la necesidad de orar siempre sin desfallecer, Jesús
nos propone la parábola del juez inmoral: Si este hombre sin sentimientos
atiende a los ruegos de la viuda sólo para que le deje en paz, “Y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque
los haga esperar?” En consecuencia, la eficacia de la oración
garantizada por el lado de Dios, pues la súplica se encuentra con un Padre
infinitamente amoroso que siempre escucha a sus hijos, atiende a sus
necesidades y acude en su socorro. Pero del lado nuestro requiere una fe
firme y sencilla, que suplica sin vacilar, convencida de que lo que pide ya
está concedido (Mc 11,24). Es esta fe la que hace orar con insistencia
–clamando “día y noche”– y con perseverancia –“siempre sin desanimarse”–,
aunque a veces parezca que Dios no escucha, con la certeza de que “el auxilio
me viene del Señor”. Una ilustración de este poder de la
oración lo tenemos en la primera lectura: “Mientras Moisés tenía los
brazos levantados, vencía Israel”. La oración es el arma más poderosa
que nos ha sido dada. Ella es capaz de transformar los corazones y cambiar el
curso de la historia. Una oración hecha con fe es invencible; ninguna
dificultad se le resiste. 2.
PRIMERA LECTURA
Éx 17, 8-13 El relato de la lucha entre los israelitas
y sus enemigos nos lleva a una importante reflexión, donde la fuerza de Dios
se hace presente superando a la del hombre, y que es el fruto de la oración y
mediación de Moisés. Cuando Moisés no puede sostener sus brazos, otros deben
ayudarlo a mantenerlos erguidos, pues a pesar de su debilidad, es la oración
de intercesión la que les alcanza el triunfo que viene de Dios. Lectura
del libro del Éxodo. Los
amalecitas atacaron a Israel en Refidim. Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos
de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie
sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios». Josué hizo
lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas.
Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Y mientras
Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba
caer, prevalecía Amalec. Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos
tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la
piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así
sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa manera, Josué
derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada. Palabra
de Dios. 2.1 PEDÍA CON LOS BRAZOS EN ALTO LA AYUDA DE
DIOS Algunas tribus nómades del desierto, hacen
su vida buscando alimentar a su rebaño, una de estas tribus era la de Amalec,
a quien el hambre mantiene siempre dispuesto a lanzarse sobre los pueblos
vecinos del desierto o sobre los viajeros que atraviesan el desierto, para despojarlos de
cuanto llevan. Tenían por ese entonces mala fama los pastores del desierto y
se protegían de ellos los poblados con fortalezas. Los “amalecitas,” que
conocemos por el Libro de Génesis, eran una población muy antigua, y están mencionados
en diversos textos bíblicos. Como nómadas, andaban por las soledades del
desierto en busca de pastos, defendiendo los pequeños oasis junto a los pozos
contra las incursiones de tribus enemigas. Inesperadamente se encontraron con
unos intrusos en la inmensa estepa, los hebreos, que iban cargados de botín
de Egipto. Con ánimo de apoderarse de él, los amalecitas atacaron por
sorpresa, como es ley del desierto donde se sufre de sed y hambre Moisés encargó a Josué la misión de
repeler la agresión. “Moisés dijo a Josué: Elige a algunos de
nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec”. Josué se
defendió, y los amalecitas quedaron frustrados en sus planes. Pero el autor
sagrado nos hace ver que la victoria no fue debida tanto a los esfuerzos de
los guerreros de Israel -novatos en la lucha- en cuanto a las oraciones de su
caudillo, Moisés. Le había dicho Moisés a Josué, “Yo estaré de pie sobre la cima
del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios”. “Y mientras Moisés tenía
los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía
Amalec” Importantísimo ejemplo y enseñanza, mientras Moisés pedía con
los brazos en alto la ayuda de Dios, se salvaba su pueblo. 2.2 UNIDOS EN LA ORACIÓN, PARA SALIR VICTORIOSO Moisés, actúa como mediador entre Dios y
el pueblo. Dios es su eterno amigo, con quien ha estado dialogando constantemente,
y ora con gran confianza, no obstante debe pedir ayuda, porque, si decae su mediación,
el enemigo se levanta. Y llega el minuto, que: “Moisés tenía los brazos muy
cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó
sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado”.
Escena llena emoción, para animar
al mundo, unidos en la oración, para salir victorioso en cualquier misión. Canta
el salmista, como si respondiera a esta acción: Tú sólo, oh Rey mío, Dios
mío, decidías las victorias de Jacob; por ti nosotros hundíamos a nuestros
adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores”. (Salmos 44, 5-6),
para destacar la necesidad de la oración persistente. Esta forma que utiliza Moisés para vencer con
la oración los grandes desafíos, nos enseña de manera apropiada, según la
tradición, el poder de la oración para todos los cristianos, y lo grandioso
que es orar unidos con nuestros hermanos. Y así con la ayuda de los demás, “sus
brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa manera, Josué
derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada. También este relato, tiene para nosotros
los cristianos, un gran significado, Moisés sube a orar “a la cima del monte”
para permanecer en ella con los brazos tendidos entre el cielo y la tierra,
en un gesto elocuente de intercesión y de amor por el pueblo. Nuestro Señor
Jesucristo, tiempo después, también subirá “a la cima del monte”, donde
con los brazos extendido, pide por toda la humanidad. 3.
SALMO Sal 120,
1-8 Esta composición refleja las ansias de los
peregrinos al acercarse al santuario del Señor, del que procede la protección
sobre los fieles israelitas. A la sombra protectora del Dios de Israel podían
los peregrinos emprender la dura marcha, seguros de que nada desagradable les
había de ocurrir, porque la solicitud de Dios velará por ellos. El salmista,
pues, recoge los pensamientos y ansias de los peregrinos de Sión para
inculcarles confianza al emprender la ruta hacia el lugar santificado por la
presencia del Señor. En el salmo parecen oírse las exhortaciones mutuas de
los peregrinos que se lanzan por el camino de la ciudad santa, esperando
divisar pronto los “montes” sobre los que descansa el santuario del Dios de
Israel, desde el que mantiene vigilancia sobre sus devotos para que nada
nocivo les sobrevenga. R.
Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor. Levanto
mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra. R. Él
no dejará que resbale tu pie: ¡tú guardián no duerme! No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel. R. El
Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará
el sol, ni la luna de noche. R. El
Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. Él te protegerá en la
partida y el regreso, ahora y para siempre. R. 3.1 EL DIOS CREADOR DE TODO CUANTO HAY, LES
GARANTIZA SU PROTECCIÓN. El peregrino levanta sus ojos para
contemplar en el horizonte las siluetas lejanas de los montes que rodean la
ciudad santa; “Levanto mis ojos a las montañas”. En una de ellas, la colina
de Sión, descansa el trono del Señor “que hizo el cielo y la tierra”. Justamente, desde el santuario de Jerusalén
provendrá el socorro a los piadosos que se confían a su Dios, que es nada
menos que del “que hizo el cielo y la tierra”. Esta explicación del salmista
tiene por objeto sembrar confianza en sus devotos, que pueden dudar antes de
exponerse a los peligros de una dura peregrinación. El Dios Creador de todo
cuanto hay, les garantiza su protección. Una segunda voz puntualiza más esta idea
de protección: “El no dejará que resbale tu pie”. El Señor, será tan
solícito de sus siervos y devotos, que no permitirá que resbalen sus pies. El
Señor no es un centinela que fácilmente se duerme en su puesto de vigilancia,
sino que estará constantemente en su puesto de guardia velando por los
intereses de sus devotos. El salmista repite con énfasis: “¡tú
guardián no duerme! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel”, para
sembrar confianza entre los piadosos peregrinos que se acercan a la ciudad
santa. La caravana de los peregrinos puede estar segura a la sombra del
guardián de Israel, que es el que plasmó los cielos y la tierra. Otra voz del coro insiste en la
Providencia divina: “El Señor es tu guardián, es la sombra protectora
a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche”. Uno
de los peligros de las grandes caminatas era la insolación y la inflamación,
atribuida por el pueblo al efecto de la luna llena. En realidad se debía al
hecho de dormir al sereno, expuesto a los fuertes cambios de temperatura en
las zonas semiesteparias de Palestina. La protección divina se extenderá no
sólo a los días de la marcha hacia la ciudad santa, sino a todas las empresas
— tus salidas y tus entradas — de los que se confían a su providencia. “Él
te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre”. 4.
SEGUNDA LECTURA
2Tim 3, 14- 4, 2 El texto recuerda la importancia de la transmisión de generación en
generación que se hace de Lectura
de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo. Querido
hijo: Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente
convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez
conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce
a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Palabra
de Dios. 4.1 PROCLAMA LA PALABRA DE DIOS, INSISTE CON
OCASIÓN O SIN ELLA Pablo propone una vez más a Timoteo su
propio ejemplo. Muchas persecuciones, pero de todas le libró el Señor. Entre
las cosas que Timoteo ha podido apreciar en Pablo, son la “fe,” “caridad” y
“paciencia”, virtud esta última que constituye como una forma privilegiada de
la “esperanza”, formando así la trilogía de las virtudes teologales, mención
que es frecuente en Pablo. Lo que el Apóstol añade ahora es de suma
importancia doctrinal. Ahí tenemos indicado el cauce como llega a nosotros la
verdad revelada o mensaje evangélico: tradición, Sagrada Escritura. Entre los
maestros de la fe de Timoteo hay que contar, sin duda, a sus maestros en su infancia:
“Recuerda
que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras”, pero sobre todo
a Pablo .De la Escritura dice el Apóstol que es divinamente inspirada; “Toda
Este final de la carta es de lo más
dramático y solemne que salió de la pluma del Apóstol. Pablo, que prevé
próximo su fin, insiste con redoblada energía sobre su predilecto discípulo
Timoteo para que cumpla con valentía y decisión su deber de ministro de
Cristo. Es como su testamento. Primeramente le pone ante la vista el gran
día del juicio final, cuando aparecerá Cristo para juzgar a “vivos
y muertos” e inaugurar su reino. La expresión “vivos y muertos,” que
ha entrado en nuestros símbolos de fe, refleja la doctrina expuesta en varios
lugares por San Pablo de que los que se hallen con vida en el momento de la
parusía no pasarán por la muerte. Pablo conjura a Timoteo, “Yo
te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús” y le pide que se entregue
de lleno a su ministerio; proclama 5.
EVANGELIO Lc 18,
1-8 La perseverancia, la fe y la confianza, se
hacen presente en esta parábola. Los cristianos también podemos sentirnos cansados
y agobiados a lo largo de nuestra vida, y nuestra fe también se puede
debilitar cuando creemos que Dios se ha olvidado de nosotros. Por eso esta
parábola insiste en que la fe debe ser animada para que nos ayude ante las
adversidades cotidianas, pues no sabemos cuándo Dios responderá a nuestras
súplicas ni de qué modo. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús
enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En
una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y
en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te
ruego que me hagas justicia contra mi adversario". Durante mucho tiempo
el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan
los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no
venga continuamente a fastidiarme". Y
el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará
justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga
esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero
cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” Palabra
del Señor. 5.1 UNA INVITACIÓN A PERMANECER EN Este relato evangélico nos trae una
parábola que es propia de Lucas. El evangelista quiere destacar en su evangelio los aspectos
relativos a la oración, sus singularidades y sus características. Y lo hace
mostrando antes que nada a Jesús como orante por excelencia, pero
revelándonos también a aquel a quien se dirige la oración de Jesús. La
parábola que nos propone deja ver las disposiciones del corazón de Dios hacia
“sus elegidos, que claman al día y noche”. La enseñanza de Jesús —expresada
por medio de una parábola— es una invitación a perseverar en la oración sin
detenerse, con constancia –“siempre sin desanimarse”. 5.2 ES NECESARIO ORAR SIEMPRE SIN DESANIMARSE Como los discípulos deberán sufrir mucho,
para esto les es necesaria la oración, estando alerta para esta venida. En el
lugar paralelo del “Apocalipsis sinóptico” se vaticina todo esto, y se les
recomienda para ello estar atentos, “vigilantes” y “orar”, “Estad en vela,
pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que
está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.” (Lucas 21,36). Esta constante vigilancia
por la oración es lo que inculca esta parábola, cuyo tema se enuncia
abiertamente al comienzo de ella: “es necesario orar siempre sin desanimarse”
No se trata de una oración rigurosamente continua, pero sí muy
asidua. 5.3 LE HARÉ JUSTICIA PARA QUE NO VENGA
CONTINUAMENTE A FASTIDIARME La parábola se centra en un juez
posiblemente deshonesto que no se molesta en hacer justicia a una pobre
viuda. Ya los profetas clamaban contra este abuso de los desvalidos. Pero
ella urgía le resolviese su asunto, que en el contexto es favorablemente — “hacer
justicia” —, e insistentemente volvía a la carga. El mismo temió; le
estaba molestando tanta insistencia. Por lo que se decide a hacerle justicia
pensando: “pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga
continuamente a fastidiarme” 5.4 ESA ORACIÓN PERSISTENTE, HARÁ JUSTICIA, Y
PRONTAMENTE Y Jesús saca la conclusión con un
argumento “a fortiori”, es decir a mayor motivo. Si por egoísmo los seres
humanos hacen justicia, favores, ¡cuánto más Dios hará justicia!, por alusión
a la parábola, pero con el significado de despachar favorablemente lo que
piden, a los “elegidos,” no en contraposición a condenados, sino en el
sentido vulgar y paulino de “fieles,” que asiduamente claman a él, “aun
cuando les haga pacientemente esperar”. Sí, ante esa oración
perseverante, hará justicia, y prontamente, lo que no está en contradicción
con la “espera.” Es un modo hiperbólico de asegurar la certeza del logro de
esa oración. 5.5 La parábola nos recuerda algunas
expresiones paulinas como “orad siempre” o
“no perdáis ánimos”. Pero lo fundamental de la parábola, es la enseñanza
de la necesidad de una oración perseverante. Pero, a su vez, en el contexto
de Lucas viene situada aquí por la necesidad de la “vigilancia” ante la
venida del Hijo del hombre. A la hora de esta venida, se “enfriará la caridad
de muchos” (Mt 24:12), y aparecerán falsos profetas y falsos “cristos,” con
portentos, que pretenderán engañar, si fuera posible, a los mismos “elegidos”
(Mc 13:22). Evocada por esto, aparece esta pregunta al final de la parábola,
en la que se pide la perseverancia en la oración, como insinuándose que por
no atender a esta enseñanza, o si no se la atiende, en orden a esta
perseverancia, esa “frialdad de la caridad” podrá afectar a muchos. 5.6 “PERO CUANDO VENGA EL HIJO DEL HOMBRE,
¿ENCONTRARÁ FE SOBRE Dice el Concilio que "desde su mismo
nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (GS, 19). Usa las
mismas palabras de Santa Teresa de Jesús cuando define la oración:
"Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos
ama". No le cabe al hombre excelencia mayor que poder sostener un
diálogo con Dios, su Creador que, por la revelación de Jesús, sabemos que,
además, es nuestro Padre. Diálogo que el mismo Jesús quiere que sea
incesante, como nos apunta San Lucas: "Para explicarles que tenían que
orar siempre y no desanimarse..." Y al final de la parábola, dice Jesús:
“Y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aunque
los haga esperar?”. Y termina
con un lamento: "Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la
tierra?”. 5.7 La pregunta que nos hace Jesús, nos da a
entender que la fe no se puede perder. No es suficiente haber crecido en la
fe, no basta que llevemos una vida cristiana, es preciso estar alerta,
vigilante, a fin de que nuestra fe se convierta en vida, para que se
verdadera. Dice San Agustín, “El Señor dice esto
refiriéndose a la fe perfecta, porque esta fe apenas se encuentra en la
tierra. Llena está de fieles Esto lo añade el Señor para dar a conocer
que si la fe falta, la oración es inútil. Por tanto, cuando oremos, creamos y
oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración y la oración produce
a su vez la firmeza de la fe. Si la fe es luz, no vivamos en las tinieblas,
vivamos en la luz, viviendo la fe. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Publicado en este link: PALABRA DE DIOS XXIX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
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