RAZONES PARA PRACTICAR LA CARIDAD CON NUESTROS HERMANOS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant En esta exposición que les entrego hoy, me
voy a referir como San Juan, en la carta 1 Juan 4, nos da las razones para lo
cual estamos obligados a tener caridad y unión con nuestros hermanos,
practicando el amor al prójimo. Dice san Juan, “Queridos, si Dios nos amó
de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros”. (1 Jn 4,11)
Estas palabras que nos regala el Evangelista San Juan, para declarar
el gran amor que Dios nos tuvo y nos mostró en enviarnos a su Unigénito Hijo,
deducen y concluyen, que Dios nos amó tanto, que nosotros también nos debemos
de amar unos a otros. ¿Pero porque el Evangelista deduce que por habernos
amado tanto Dios a todos nosotros, debemos amarnos?, Parece que San Juan
considera que no solo amemos a Dios, como una respuesta nuestra al amor que
él nos ha regalado, sino que además, hagamos presente esta respuesta en
caridad con todos. San Juan, amigo íntimo de Jesús, conoció
bien la exquisitez del amor del prójimo y lo importante que es esto para
Dios, pues el mismo Jesús nos presenta este caso como el mayor mandamiento de
Dios; y he de suponer buenamente, que San Juan pudo haber sido testigo,
cuando uno de los fariseos se acercó a Jesús y le preguntó con ánimo de
ponerle a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?”. Él le
dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es
semejante a éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,36) Y en esto
está la gran prueba de amor que Dios nos pide, porque del primero, se pasa
inmediatamente al segundo, mostrándonos así, lo mucho que le agrada el amor
al prójimo. Nosotros sabemos que este es un mandamiento
difícil, porque a nosotros se nos hace difícil practicarlo. Por mucho que
sintamos un inmenso amor a Dios, no miramos a nuestros hermanos con el mismo
amor, y al mismo tiempo sentimos a veces no nos miran con el amor que
deseamos, y en esto hay que ser muy honesto en decirlo, hay quienes predican
el amor, pero no lo practican, e incluso persiguen y buscan el modo de causar
daños a su prójimo amparado en una condición religiosa. Pero a pesar de todo, lo que a nosotros nos
vale, es como es el amor de Dios y el amor del prójimo para Dios. Cuando una
pareja se ama, el amor le invita a caminar juntos, y ninguno de los dos desea
separarse, se necesitan mutuamente, hacen vida común y para mantener vivo ese
amor, saben que juntos han de ir. Asimismo es el amor de Dios y el amor del
prójimo, siempre caminan juntos, en unidad de amor, y tampoco puede estar el
uno sin el otro, porque con un mismo amor amamos a Dios y al prójimo por amor
de Dios. De este modo, podemos amar al
prójimo con amor, con misericordia, humanidad y compasión, porque la razón de
amar al prójimo es Dios. El evangelista, que fue discípulo del
Señor, comprendió bien lo que le enseño su Divino Maestro, entonces, para mostrar que amando al prójimo amamos
también a Dios, nos dice a continuación; “Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud”. (1 Jn 4, 12). Luego San Juan nos pone en un compromiso,
el que nos obliga actuar en conciencia, pues expresa que si alguien dice;
“Amo a Dios”, pero aborrece a su hermano, (1 Jn 4, 20), es decir lo detesta,
o le hace daño porque le tiene envidia, lo hunde, o simplemente busca que
otros hermanos no lo quieran, San Juan agrega luego que; “es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no
ve”. Y también es un mentiroso quien solidariza con el que aborrece a su
hermano y por causa él le quita su amor.
Y para hacernos ver con mayor claridad que en el amor de Dios se une
férreamente al amor al prójimo, añade; “Y hemos recibido de él (El Señor)
este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (1 Jn 4, 21). Es así, como tenemos que reflexionar
diariamente este mandamiento del Señor, de amar a nuestros hermanos en
cualquier circunstancia, y tenderle una mano cuando el cae para ayudarle a
levantarse, con el mismo amor que lo hacía Jesús; “Pero Jesús, tomándole de
la mano, le levantó y él se puso en pie”. (Mc 9,27), “él, la tomó de la mano,
y la muchacha se levantó. (Mt 9, 18).
Esta actitud de Jesús, donde se destaca y resplandece el amor que Dios tiene
a los hombres. Del mismo modo, destaca el Señor así, cuánto quiere y aprecia
que nosotros también se lo tengamos, porque ciertamente no podemos amar a
Dios sin amar al prójimo, ni podemos ofender al prójimo sin ofender a Dios. Si nosotros como padres, somos capaces de
ponernos delante de nuestros hijos, en especial cuando están muy indefensos,
para protegerlos cuando le quisiesen ofender o atacar, ¿no es éste amparo una
muestra de gran amor?. Lo mismo es lo que hace Dios
con los hombres, Él nos ampara, se pone siempre delante, a fin de que no
podamos ofender al prójimo sin ofenderle a Él, para que así nos cuidemos de
ofender a nuestro hermano por no ofender a Dios. “El que a ustedes toca –
dice el Señor- a la niña de mi ojos toca”.
(Zacarías 2,12b). Por tanto, y hay que insistir en esto, ofendiendo al
prójimo, ofendemos a Dios, y amando al prójimo, amamos a Dios; y amando a
Dios, amamos al prójimo. Y con esta deducción y conclusión, que nos
hace presente San Juan, siempre deben caminar juntos amor de Dios y amor del
prójimo, y el uno se ampara en el otro y no se puede dividir ni apartar.
Porque muchas veces caemos en la tentación de excluir el amor al prójimo, aun
sabiendo que somos hombres de Dios, y esto se da, porque estamos consciente
de que la obligación de amar a Dios es un principio sabido, entonces queda
claro que Jesús, sabiendo que estos nos ocurre y nos va a suceder siempre,
agregó expresamente el amor del prójimo, para que a nadie se le ocurra sacar
y/o burlar esta unidad que debe existir en amar a Dios y al prójimo de la
misma manera. Por otra parte, San Juan, que nos ha
enseñado en esta carta que Dios es fuente de amor, nos reitera que el amor no
puede ser estéril, es decir este amor debe producir más amor entre los
hombres, por consiguiente más amor a Dios, por tanto debe ser provechoso,
acompañado de beneficios y buenas obras. Y así lo expone; “Hijos míos, no
amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto
conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia
ante Él”, (1 Jn 3,18-19), es decir, con obras, porque ése es el verdadero
amor. Y si esto aún no nos queda del todo claro, San Juan nos habla de las
grandes cosas que Dios hizo por nosotros, tales como que; “él nos amó y nos
envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados”. (1 Juan
4, 10) San Juan, en nombre de Dios, quien tanto amor y beneficios nos
ha regalado, pues tanto nos amó Dios y tanto le debemos, nos anima a que
amemos nosotros a nuestro prójimo y hermanos, porque en ellos traspasa Dios
toda la deuda que le debemos a Él. Observemos como la caridad y las buenas
obras que hacemos a nuestros hermanos, al mismo Dios la hacemos, y Dios, las
recibe como si a Él mismo se la hiciéramos, esto es Palabra del Señor, por
eso nos ha dicho, "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40). Y esto que nos aclara el
Señor, es otro de los grandes motivos que tenemos para amar y hacer bien a
nuestros hermanos. Y no estaría bien, que esperamos deberle un
favor a un hermano para darle caridad, porque a Dios, mucho le debemos, y
Jesús ha entregado y traspasado su derecho en estos hermanos suyos más
pequeños, por tanto nos encontramos impulsados a practicar la caridad con todos, en
especial, los más débiles y necesitados de nuestro amor. Tampoco está bien
abusar de nuestra posición de hombre de Dios, y no practicar la caridad
tratando de convencer a otros que es por el bien del que critica, por tanto
es un mandamiento para todos sin
excepción, y así el Evangelista agrega luego; “En esto conocemos que amamos a
los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”. (1 Jn 5,2) Y para motivarnos, animarnos y convencernos
más sobre este amor, San Juan nos agrega el gran misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios; “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que
Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él”. (1 Jn 4,9), para que siempre tengamos
presente, es decir no olvidemos que el Dios nos hizo sus hijos predilectos,
que es nuestro Padre Común, que somos hermanos de Jesucristo, por tanto, ya
como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo nos amemos como a tales. El
Señor nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes Sagrada Biblia de Jerusalén Ejercicio de Perfección y Virtudes
Cristianas, Padre Alonso Rodríguez Recursos propios www.caminando-con-jesus.org Diccionario Teológico Ravasi Publicado en este
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INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS |
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