SER CATOLICO EN UN MUNDO ATRIBULADO V DOMINGO DE PASCUA Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant La lecturas de la liturgia de este Domingo
V de Pascua, nos habla también que debemos ser hombres de fe sabiendo enfrentar
las dificultades, y que todas las tribulaciones serán superadas solo con el
amor, pero con el amor que nos ha enseñado Jesús y con las capacidad de amar
como él nos ha amado. Ciertamente ser católico frente a las
dificultades, es algo que no es fácil, pero el que rehúye el camino y opta
por no recorrerlo de nuevo, no actúa como el verdadero apóstol que no evita
el peligro cuando lo pide el bien de las almas, y que más que predicar
públicamente lo hace solo para sí mismo. Eso es los que nos quiere decir la
primera Lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, donde se nos relata
el regreso del primer viaje misionero de San Pablo. Con mucha claridad, nos
advierte San Pablo que la misión apostólica requiere un esfuerzo sereno y
ponderado, para ser capaz de enfrentar las dificultades que se pueden
encontrar en el camino del apostolado del que nos hemos dispuesto a ejercer. Las dificultades, los sinsabores, y todo
tipo de tribulaciones son un aspecto común de la vida cristiana y ciertamente
es algo que no nos gusta aceptar, no obstante estas dificultades forman parte
de nuestra vida religiosa y de fe. Por eso llamarse discípulo de Cristo no es
decir tengo una vida sin problemas, todo lo contrario, quiere decir que
aceptamos ser personas que vivimos angustiados
y apesadumbrados por las dificultades de este mundo, por tanto no hay
discipulado sin tribulación. Es así, como sin las pruebas, sin los
sinsabores, ¿es posible comprender la razón del porqué del Reino de Dios? Si
no somos capaces de soportar las dificultades y las pruebas que nos llegan,
seremos capaces de seguir a Cristo por la vía dolorosa, en otra palabras,
¿seremos capaces de comprender porque la cruz?, y finalmente, ¿conseguiremos
imitar de verdad a Cristo? Jesús es nuestro verdadero maestro, él nos
ha enseñado a enfrentar todas las pruebas, todos los sufrimientos y
tribulaciones en comunión con el Padre, entonces nos cabe ahora otra
pregunta; ¿quiénes somos nosotros para desear un seguimiento “tranquilo”,
exento de dificultades, sin sobresaltos, sin espinas? Jesús es aquel a quien
queremos seguir e imitar también en las tribulaciones, en su camino hacia la
cruz. Luego en la segunda Lectura, san Juan nos
presenta la nueva Jerusalén que baja del Cielo como una esposa. Dios hace
nuevas todas las cosas, Dios crea la ciudad de los hombres, signo de
convivencia, de crecimiento cultural y relacional. Siempre es Dios quien crea
las condiciones, la posibilidad de vivir y de compartir. Dios planta su
tienda en el centro de la ciudad y, en consecuencia, todo debería depender de
la presencia de Dios en medio de los hombres y en medio de sus relaciones. Este texto se inspira en el profeta Isaías,
el cual dice: “Y destruirá a la muerte para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas
de todos los rostros, y alejará el oprobio de su pueblo, lejos de toda la
tierra” (Is 25:82). Un nuevo orden de cosas será inaugurado. En él cesará
toda miseria, y los elegidos serán colmados de felicidad en la nueva
Jerusalén, porque la primera condición de la bienaventuranza es la exclusión
de todo mal. Con esto comienza el reino de la alegría y de la felicidad. Por
tanto, es un texto de gran esperanza frente a los aprietos y conflictos que
conocemos a diario, porque todo lo que en el mundo de los hombres trae
consigo sufrimiento, tristeza, angustia y tribulación, será borrado en el
momento en que Dios retomará el primer lugar en la existencia humana. En el Evangelio nos encontramos en el
Cenáculo, durante la Última Cena, después que Judas salió a un oscuro lugar,
con sombríos propósitos. Jesús y sus discípulos viven momentos intensos, uno
de ellos, que ha vivido y compartido por largo tiempo, ha decidido traicionar
a Jesús. San Juan, en casi todos los relatos, no entrega ciertas ideas para
que sepamos el tiempo o el lugar donde sucedes cosas importante en la vida de
Jesús, en esta ocasión, para dar una mejor idea de lo que estaba sucediendo,
dice que; “era de noche”, es decir es un momento oscuro, así de este modos,
no solo quiere referirse solo al tiempo, sino que al estado que tiene el
corazón del que traiciona, que vende a un amigo y que además está consciente
de su maldad y su traición. Esta situación del traidor, nos recuerda que sin
pecar de paranoia, siempre es posible toparse en los grupos humanos, personas
siniestras, que conviven con nosotros, que muchas veces, nos parecen personas
buenas, pero urden en las sombras el deseo de su maldad. Frente a esto hay
que estás atento a la tentación, para lo cual debemos seguir la recomendación
de Jesús, de no abandonar la oración. No obstante lo anterior, Jesús nos habla de
glorificación, nos habla de un proceso que no ha de detenerse, que se
localiza en la pasión y en la cruz su culminación. Y así es, aunque parezca
una paradoja, ser traicionado, pasar por la pasión y la cruz glorifican al
Hijo de Dios, que muestra a través de su defraudación su omnipotencia, su
reino de misericordia y de amor inmenso para todos y cada uno de los hombres. Justamente, la glorificación en la
traición, en la pasión y en la cruz nos permite que podamos percibir la
presencia eficaz de Dios. En efecto, también nosotros podemos vivir, sentir
este proceso de glorificación si somos capaces de aprender a despojarnos de
nosotros mismos, de manera de hacer visible solo a Dios en su presencia
amorosa y benigna. No obstante, es necesario tomar conciencia
que despojarse de sí mismo, no se puede hacer si no somos capaces de amar al
prójimo. Jesús nos pide algo muy intenso y a veces muy difícil de llevar a
cabo, porque nos propone no un amor cualquiera, no un amor simple y sin
compromiso de esfuerzo que debe nacer en nuestros corazón, y para esto, Jesús
nos da una exigencia bien precisa: “ámense los unos a los otros. Así como Yo
los he amado”. ¿Y ahora, como debemos amar a los otros? ¿Y Cómo nos ha amado
Jesús?. La respuesta no es otra, dándose a sí mismo, aceptando cualquier
tribulación, pasando por muchas dificultades, engrandeciendo y construyendo
al prójimo, sanando no sólo de la enfermedad física, sino de todo el mal que
vamos sufriendo. También esto sea ocasión de responder otras preguntas, ¿de
qué manera puedo hacer que mi testimonio sea creíble, verdadero y fuerte?, la
respuesta está en esta petición que nos hace el Señor, amando de verdad, es
decir con el corazón y sin fingimiento. Porque solo el amor fidedigno es
creíble. Si estamos fuertemente adheridos y
conectados al amor de Cristo, será posible amarnos los unos con los otros, y
si somos capaces de amarnos, podremos
llamarnos verdaderos discípulos y de este modo, poder católicos en un mundo
atribulado. El Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
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