“Ningún hombre más grande que Juan el Bautista, amigo de Jesucristo” III Domingo de Adviento, Ciclo A Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant El Evangelio de Hoy, Mateo 11, 2-11, nos
relata que Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y
mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir
o debemos esperar a otro?” El Evangelista San Juan, (Juan 3) nos
relata que todavía Juan Bautista no
había sido metido en la cárcel cuando se produjo una discusión entre sus discípulos
y un judío acerca de la purificación. Entonces vinieron donde él y le
preguntaron; “Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de
quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él” y Juan
respondió: “Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo”. (Juan 3,
24-27) Juan Bautista, como todo buen maestro, no
les responde a sus discípulos con dureza, todo lo contrario, no obstante en
su breve respuesta les hace notar lo admirable que son las obras de
Jesucristo, y esa es la razón porque todos llenos de admiración acuden a Él.
Y además les hace entender de este modo, que eso no es nada de extraño, porque
es Dios quien hace esto. En efecto, las cosas humanas son criticables muchas
veces, y carecen de importancia, desapareciendo en poco tiempo. Pero éstas no
son de esa clase, porque no son inventadas por los hombres sino ordenadas por
Dios. Luego Juan Bautista le recuerda a sus discípulos;
“Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo,
sino que he sido enviado delante de él." (Juan 3, 26). El Bautista parece
que desea dejar en claro cuál es su
papel, la de ser ministro del Señor y que
debe predicar lo que interesa a Aquél que lo envió, no buscando en ello la
estimación humana, sino sirviendo a Dios. A través de este fragmento de Juan, podemos
deducir que no solo el Bautista conocía bien quien era Jesucristo, sino que
además, es se siente amigo de él. Es así como les dice luego a sus discípulos; “El que tiene
a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se
alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha
alcanzado su plenitud. (Juan 3, 26)
Cuando Juan se refiere a la novia, se refiere a la Iglesia y el novio
es Jesucristo. Y Juan Bautista, se declara amigo del novio, es decir amigo de
Jesucristo, y además, dice que le asiste, le oye y se alegra con su voz, y
humildemente completa la frase diciendo; “Es preciso que él crezca y que yo
disminuya”. (Juan 3, 30). En síntesis, el sobrio Juan el Bautista, que por otra parte
es pariente de Jesús, hijo de Isabel y Zacarías, es el amigo que se alegra
con la llegada del novio, conocía y sabía bien quien era el Cristo. Es importante destacar, para que el
Bautista sea ejemplo para nosotros, la alegría del hombre cuando oye la voz
del Señor, cuando comprende que no debe alegrarse de su sabiduría propia,
sino de la sabiduría que recibió de Dios. Y además destacar la actitud del
que no busca su propia gloria o su alabanza en los beneficios, y no desea puestos
de relevancia ni los bienes de la tierra sino los del cielo, quien así piensa
y actúa, ese es el amigo del novio. No obstante lo anterior, el evangelio de
Hoy, nos relata que Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de
Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que ha
de venir o debemos esperar a otro?”. Esta frase que pone Mateo en su
Evangelio nos invita a una nueva reflexión, porque, antes Juan Bautista ya había
dado testimonio de él y clamando: “Este era del que yo dije: El que viene
detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo” y luego
había expresado; “Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el
camino del Señor…. Y el que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de
desatarle la correa de su sandalia…. Y al día siguiente ve a Jesús venir
hacia él y dice: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Este
es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante
de mí, porque existía antes que yo. ….Y yo le he visto y doy testimonio de
que éste es el Elegido de Dios. (Juan 1, 20 al 34) Por tanto nos preguntamos: ¿Por qué motivo
envió el Bautista estos discípulos suyos con este mensaje a Jesús? De una
gran cantidad de hipótesis, por un lado podemos pensar que Juan Bautista no
envía sus discípulos a Jesús para que le responda a él, quitándole su
incierta duda, sino para que haga desaparecer la incertidumbre a sus
discípulos. Lo cierto es que cuando el Bautista envía a
sus discípulos a preguntar a Jesús, él estaba recluido, evidentemente estaba
en una situación donde una persona se ve más necesitada de Dios, pero Juan
había anunciado la venida de Jesús, "Este es el Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo" (Jn 1,29). Es decir Juan conocía muy bien
quien era Jesucristo. Pero él sabe que va a morir, entonces desea que sus
discípulos no tengan dudas, y los manda para que sean testigos de las
maravillas del Señor, para que aprendan además directamente de los mismos
labios de Jesús. Pero también nos queda otra hipótesis,
donde se nos presenta en la fragilidad de su fe. Los signos realizados por
Jesús lo dejan en duda, no sabe reconocer la presencia del Mesías. Necesita
ser sostenido en su fe por el mismo Jesús, que lo invita y lo acompaña a
releer los signos que realiza, a la luz de las Escrituras. Con todo, Jesús, hace el elogio del
Bautista, que está prisionero por testimoniar la verdad. Es el modelo de la
fidelidad a su misión y de su dignidad. Los evangelistas transmiten con una
viveza extraordinaria las palabras de Jesucristo sobre el Bautista. Este
había creado una gran expectación cuando apareció anunciando el bautismo de
penitencia (Mt 3:5). Hasta el historiador judío Josefo se hace cargo de aquel
movimiento, y las autoridades judías de Jerusalén enviaron una legación a
preguntarle si él era el Mesías (Jn 1:19-27). Seguramente, a muchos de los
que fueron oyentes del Bautista se dirigieron ahora las palabras de Jesús. El Bautista, “en el desierto,” no era una
“caña agitada por el viento.” Estas, que nacen en abundancia junto al Jordán,
escenario bautismal de Juan, fueron siempre símbolo de insipidez, de ligereza,
de falta de consistencia (1 Re 14:15; 2 Re 18:21). Pero el Bautista tenía la
reciedumbre moral para enfrentarse contra el escandaloso adulterio de Antipas
y Herodías. No era el Bautista la figura suave de los cortesanos de Tiberias, que vestían delicadamente y vivían
placenteramente. Juan tenía la vestimenta y la austeridad de los profetas.
Por eso el “crescendo” de indagación sigue: salieron no sólo a ver a un
profeta, “sino a más que profeta.” Del mismo modo, como la alegría de Juan el
Bautista al reconocer en Jesús al Mesías, esa también debe ser nuestra misma
alegría y en este domingo, la Liturgia nos llama a estar muy alegres, nos
invita a alegrarnos porque lo que nos fue anunciado por Isaías, en la primera
lectura, se cumple en las palabras y en los gestos de Jesús, el Mesías: “Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos,
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará
de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con
gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo
y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán” (Is 35, 5-6). No tratemos de buscar a nuestro alrededor
los ciegos, los sordos y los mudos, miremos a nuestro interior para descubrir,
y sentir interiormente, que los verdaderos ciegos, sordos, cojos y mudos
somos nosotros mismos. Por eso se nos pide (segunda lectura): “Tengan
paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador
espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que
caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense,
porque la Venida del Señor está próxima”. (Santiago 5, 7-10). Es Dios, viene
a visitarnos y nos hará gustar su entrada en nuestra historia, para abrirnos
a la plenitud de la vida en el reino. Las cargas pesadas que llevamos en las “mochilas”
de nuestra vida están colmadas de muchas cosas que no nos dejan esperar
vigilantes esta visita. ¡Cuántas cosas inútiles llenan nuestra vida y al final
de cuentas, terminan por dificultar nuestra paciencia, nos provocan daños, son
perjudiciales, pesadas y nos perturban! No carguemos más cosas inútiles en nuestras
vidas, seamos capaces de convertirnos a lo esencial. El ejemplo de Juan el
Bautista, nos señala lo esencial, nos lleva a lo fundamental, nos abre a lo principal
y esto es poner orden en nuestra vida, en otras palabras, el ejemplo de Juan
el Bautista es una conducta que nos educa y que nos forma, no para llenarnos
de cosas inútiles, y para no llenarnos con necesidades sin sentido, que lo
único que hace es multiplicar nuestros ídolos. El ejemplo de Juan el Bautista,
es para que seamos capaces de hacer sitio a Dios y a los hermanos que nos
corresponde servir con sencillez y humildad, sin caer en la tentación de ser
mayor que los demás para servirnos de ese puesto y que nos vean los hombres
lo importante que somos. Por tanto, que comprendamos en este día,
que lo esencial es la toma de conciencia de que somos todos peregrinos en
camino hacia el Padre. Nuestra verdadera realidad, la que se nos recuerda en
este tiempo de Adviento, es que nuestro camino es visitado por Dios y va
hacia Dios, hacia el día sin atardecer, en el que Dios será todo en todos.
Este es el ejemplo que nos viene de Juan el Bautista, su humildad y sencillez.
Como el ejemplo que nos viene en el mundo de hoy de tanta gente necesitada,
no de cosas burdas, sino llenos de esperanza en una vida mejor, no lleve a
hacer una vida más simple y esencial que para nosotros que decimos tener fe,
es Dios mismo. El Espíritu Santo, que visitó a la Santísima
Virgen María, haciéndola Madre de Cristo y que preparó a Juan el Bautista
para anunciar la presencia del Mesías en el mundo, prepare también nuestro
corazón para acoger plenamente el don del Nacimiento del Señor, ya inminente. El
Señor nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Domingo
III de Adviento Ciclo C Publicado en este
enlace de mi WEB: REFLEXIONES
INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS |
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