¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Mt 21, 1-11 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1. CRISTO CON SUS DISCÍPULOS SUBE CAMINO DE
JERUSALÉN Esta entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén es relatada por
los cuatro evangelistas. El que rechazó tantas veces honores porque aún no
era su hora, consciente de que ésta ha llegado, va triunfalmente a la cruz y
a la resurrección. No nos olvidemos sus tres “predicciones.” Cristo con sus discípulos sube camino de Jerusalén en plan
de “peregrinación” pascual, numerosa muchedumbre había llegado para la
fiesta, (Jn 2:12). Llegó en este viaje
a Betania “Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba
Lázaro” (Jn 12:1). De aquí se va a dirigir, no se dice que el mismo día, a
Jerusalén. En su caminar se acercaron a Betania y luego legaron a Betfagé,
cerca del monte de los Olivos. El nombre de Betfagé significa “casa de higos
verdes.” 2. VAYAN AL PUEBLO QUE ESTÁ ENFRENTE Y así fue, como Jesús con sus discípulos se dirige de
Betania a Jerusalén y pasando por Betfagé,
manda a dos de sus discípulos, cuyos nombres no se dan, que vayan al
pueblo: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un
asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos”. Se trata de asna
atada y a su hijo, “un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía
ningún hombre” (Lc 19, 29) para
indicar el honor de llevar al Mesías. En el A.T. en algunos sacrificios sólo
se podía ofrecer víctimas que no hubiesen llevado yugo; “sin defecto, que no
tenga manchas, y que no haya llevado yugo.
(Núm 19, 2). Jesús pide que los desaten sin más y se los traigan. Y
que, si alguno les dijese algo, le respondan sencillamente que “el Señor” los
necesita; y “los va a devolver en seguida”. 3. MIRA QUE TU REY VIENE HACIA TI, HUMILDE
Y MONTADO SOBRE UN ASNA Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el
Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y
montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Mateo, (también
Juan) cita a este propósito un texto profético en el que ven, cuando fue
escrito en los evangelios, el cumplimiento de lo que se había profetizado. Es un texto tomado, parte del mismo — su principio —, de
Isaías: “Digan a la hija de Sión” (Is 63:11), es decir, Jerusalén; el resto
es una cita abreviada del profeta Zacarías. El profeta habla del Rey-Mesías,
que tiene su dominio universal, pero destacándose que El viene a reinar con
humildad y mansedumbre, y el profeta cita, que el Mesías hará su entrada sin
tropas ni armas, sino montado en un asno, en un pollino hijo de asna:
“¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He
aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un
asno, en un pollino, cría de asna.” (Zac 9, 9) 4. LA ENTRADA BONDADOSA DEL MESÍAS EN UN
IMPERIO DE PAZ. Los rabinos decían que, si Israel era puro, entonces el
Mesías vendría sobre las nubes, conforme a Daniel: “Y he aquí que en las
nubes del cielo venía como un Hijo de hombre.” (Dan 7:13); pero, si no, sobre
un asno, conforme a Zacarías (Zac 9:9). Aquí, en el relato, aparecen como
realidad estos dos animales. Naturalmente, no sugiere esto una “adaptación,”
sino una no inaudita realidad. Los discípulos encontraron allí una asna y un
pollino. “Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, (Mc 11,4). Fueron, pues, los enviados y lo
encontraron como les había dicho. (Lc 19,32). Cuando desataban el pollino,
les dijeron los dueños: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos les contestaron:
Porque el Señor lo necesita, (Lc 19,33). Toda la escena es de lo más natural. Los asnos están
atados a una de las argollas o salientes de las casas, mientras sus dueños
despachan sus asuntos o comercian en las tiendas. Pero algunos de los “dueños”
están cerca, y se dan cuenta de la acción de los discípulos. Por eso les
preguntan el porqué de aquello. A la respuesta de lo que había dicho Jesús,
les dejaron llevarlo. Posiblemente eran discípulos, simpatizantes, amigos o
conocidos, y les era un honor prestar así un servicio al que era maestro y
famoso por sus milagros 5. PUSIERON SUS MANTOS SOBRE ELLOS Y JESÚS
SE MONTÓ. La palabra de Jesús a sus discípulos acusa doblemente
profecía y señorío. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había
mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús
se montó. El asno, en los países orientales de la antigüedad, no tenía sólo
el sentido de pobreza que en los occidentales. Servía de cabalgadura a reyes
y nobles. El poner sus “mantos” sobre estos animales es señal de honor. Es
curiosa la forma de Mateo, pusieron sus mantos “sobre ellos,” sobre los dos
animales. De seguro que sólo se refiere a aquel sobre el cual se montó Jesús.
Es una forma global de decir las cosas. Pues, según el mismo Mateo, luego de
poner los “mantos” sobre ambos animales, dice que montaron a Jesús también
“sobre ellos”. Lo que no es posible. Pero ello mismo refleja la amplitud de redacción
del evangelista. Así montado y rodeado de sus discípulos, algunos de los
cuales iban seguramente conduciendo la burra y a su hijo, ya que ésta era la
costumbre que tenían los discípulos con los rabinos y sus maestros, se
encaminan para entrar en Jerusalén. Con El debió de venir ya desde un
principio un cierto cortejo de discípulos. Pero las gentes que viene a
engrosar este cortejo es la que sale de Jerusalén, al saber que llegaba El y por
efecto del milagro de la resurrección de Lázaro (Jn 12:18). Y así se formó un
gran cortejo delante, y detrás de El, todos acompañándoles y aclamándolo con
entusiasmo. 6. AL SABER QUE JESÚS LLEGABA A JERUSALÉN,
SALIERON GOZOSAMENTE A SU ENCUENTRO Por eso, “cuando estaban cerca (de Jerusalén), en la
bajada del monte de los Olivos,” fue cuando comenzó a desbordarse el
entusiasmo. Porque a la vista de la ciudad y cuando Jesús bajaba así para
entrar en Jerusalén, rodeado de sus discípulos y de la gente que le “seguía”
se encontraron con otra “gran muchedumbre” que había venido a la Pascua, y
“al saber” que Jesús “llegaba a Jerusalén,” salieron gozosamente a su
encuentro (Jn 12:12.13), El entusiasmo se sobrepasó. Se habían cortado “ramos de
los árboles.” Y unos “tomaron ramos de palmeras” (Jn), como se solía hacer en
las fiestas importantes (Jdt 15:12) para unirse festiva y triunfalmente al
cortejo, como el de Simón Macabeo, que entró en Jerusalén “entre gritos de
júbilo y ramos de palmas.” (1 Mac 13:51), o como lo escribe, en forma más
imprecisa, Marcos: “Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros,
follaje cortado de los campos”. (Mc 11,), al estilo judío, en señal de
homenaje. Como a Judit y a los Macabeos, así las afluencias de gentes acompañaban
con aclamaciones a Jesús. 7. “HOSANNA.” Tanto los evangelios de Mateo, como Marcos y san Juan,
recogen el clásico “Hosanna.” Esta expresión, perdiendo su sentido etimológico
primitivo (Yahvé salva), vino a ser una exclamación de júbilo susceptible de
diversos matices. En esta escena de Cristo, el sentido natural del hosanna es
nuestro equivalente “¡Viva!”, como si dijéramos hoy, ¡Viva el Señor! Aparte de ser muy natural el hosanna en boca de las
gentes, también surgía espontáneo al salir a recibir a Jesús con ramos y
palmas. Precisamente en la fiesta de los Tabernáculos, todo judío llevaba en
sus manos dos ramos, el lulag y el etrong, el primero era de cedro, y el
segundo, una palma, de la cual pendían ramos de mirto y sauce, y los agitaban
en la procesión. Este ramo se llamaba también “Hosanna.” Mientras, se
cantaban “hosannas”. Las aclamaciones llevan toda la estructura, tan
tipificada, de un oriental. La última expresión, “¡Hosanna en las alturas!”,
hace llegar el agradecimiento de este beneficio mesiánico a Dios en el cielo.
8. “ES JESÚS, EL PROFETA DE NAZARET DE
GALILEA”. Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y
preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta
de Nazaret de Galilea”. Y cuando el cortejo entró en la ciudad se conmovió. Y,
ante aquel cortejo y aquel entusiasmo, las gentes, sobre todo los peregrinos
de la Diáspora que se encontrasen allí aquellos días, o incluso
jerosolimitanos, preguntaban extrañados: “¿Quién es éste?” La respuesta que
reciben de la muchedumbre es “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”. En
la ciudad se había producido una gran impresión a causa de la resurrección de
Lázaro. Por ese motivo había ido a Betania “una gran muchedumbre de judíos” (Jn
12:9). Se le llama “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”,
antes, en la misma escena de se le aclama con el “¡Hosanna al Hijo de David!”
que es el título mesiánico más corriente. No se puede olvidar que en Galilea,
la Pascua anterior, las gentes quisieron, entusiasmadas, tomarle para
llevarle a Jerusalén y proclamarle Rey-Mesías (Jn 6:15), y en Mateo, (12:23)
ya se preguntaban las gentes: “Y toda la gente atónita decía: ¿No será éste
el Hijo de David?” 9. ¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL
SEÑOR! ¡HOSANNA EN LAS ALTURAS!” El Señor, llegó a Jerusalén, para hacer su entrada final a
una ciudad donde había realizado muchos prodigios, la misma ciudad donde
gente sencilla y humilde, conocían sus palabras; allí ya vivían muchos que se
habían convertido, pero también vivían otros que le querían matar. Como ya
sabemos, en Jerusalén, El estaba predestinado a morir por nuestra salvación. Así fue como mucha gente acogió a Jesús en su entrada,
adornando con sus mantos el camino; otros, ramas de los árboles y lo cubrían
con ellas a fin de entregarle a Jesús, una bienvenida digna al que viene en
el nombre del Señor. Jesús entro a Jerusalén montado en asno, no obstante los
que le aclamaban sentían su alta dignidad como Hijo de Dios y gritaban:
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!” Apreciemos este regalo que nos ha hecho nuestro Padre, de
enviar a su Hijo Jesucristo para ser el redentor del mundo. Acerquémonos con
alegría al Señor que ha venido a perdonar nuestra debilidades humanas,
salgamos a su encuentro y acompañémosle y quedémonos para siempre con El. El Señor nos Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant ocds Domingo de Ramos |
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