“¿CÓMO PUEDO
HABLAR CON DIOS?” Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. UNA CONVERSACIÓN CON DIOS, ¿NOS
ENCIENDE UNA FE VIVA, CAPAZ DE CAMBIARNOS LA VIDA? Me parece
normal que tanto el deseo de hablar con Dios, como la aspiración de saber si
el me escucha sea una realidad, ya que muchas veces nos parece que él no nos
oye. Nos preguntamos también porque él no nos responde, es como cuando
tocamos la puerta de una casa vacía, llamamos y no hay respuesta, o como
cuando hablamos por teléfono y desde el otro lado de la línea nadie nos
responde y no sabemos si estamos en conexión. No obstante,
hay personas que con sinceridad pueden decir que sienten que Dios los escucha
y aún más, confiesan absolutamente en que él responde. Entonces pueden
manifestar con mucha devoción que el Señor está con ellos y que jamás les ha
abandonado. La receta parece ser que para todo el que pide y recibe, es la
misma, solicitar con sencillez, sinceridad, devoción, humildad y aceptación
de la voluntad de Dios. Ciertamente,
una conversación con Dios nos enciende una fe viva, capaz de cambiarnos la
vida, colmándola de paz y gozo interior sin límites. Un dialogo de amor con
Dios, sintiendo la eficacia de la oración, en especial cuando es sincera y
humilde nos dilata el corazón y nos convence que entre Dios y nosotros hay
mucho más que una relación de afecto es amor puro de un Padre que nos dará
fortaleza para no caer en desesperación y angustia alguna, por tanto,
aprender a conversar con Dios, como aprender a reconocer sus respuestas, es
orar como lo hizo tantas veces Cristo Jesús, a solas, sabiendo que dialoga
con quien de verdad da amor. Teresa de Jesús, maestra de oración lo
comprendió muy bien, “orar es un trato de amistad con quien sabemos nos ama”. 2. TENER FE, PARA RECIBIR DE DIOS, PUES ¿ES
NECESARIO CREER EN EL PARA HABLAR CON DIOS? El Señor,
siempre le dio mucha fortaleza a los que le tuvieron Fe, en el libro de
Hebreos 11, se nos relata “los héroes de la fe”, el capítulo comienza; La fe
es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se
ven. (Hebreos 11,1) Bienaventurados
los que no vieron y creyeron", nos ha dicho el Señor (Jn 20). Este capítulo
11, nos ayuda a perseverar en la fe y en nuestra vida cristiana, allí en el
texto se nos hace una descripción de la fe que, y esta fe, sin la cual ni
agraciar a Dios podemos caminar en la claridad, fe de todos los tiempo
relatado con la experiencia de los padres o patriarcas. Pone este relato, ejemplos de los padres
que vivieron después del diluvio, por “cuya fe eleva de sobremanera la fe de
Cristo”. (Dice Santo Tomas de Aquino). Se destaca también la fe tan grande
que le tuvo a Dios Abraham, fe que le mantuvo sin desfallecer hasta la
muerte. Se honra la fe de Isaac, de Jacob y de José, que, al bendecir a sus
hijos, como una enseñanza a creer y esperar solamente en el vivo y verdadero
Dios. (Aquino, comentario a los Hebreos). Y el mismo libro no responde, porque
“ahora bien, sin fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios
ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan. (Hebreos 11, 6), a los que le piden con fe
verdadera. Por cuanto,
una primera disposición para comunicarnos con Dios es creer que Dios existe,
como del mismo modo creer que Dios da y recompensa a aquellos que lo buscan,
es así, como podemos hallar en nosotros la mejor disposición de conversar con
Dios y de saber que nos escucha siempre. 3. ¿QUE SE
ENTENDE POR LAS ANSIAS DE DIOS DE DAR LO QUE NECESITAMOS? Si creemos
en Dios y que él nos da, podemos descubrir las ansias que tiene nuestro Padre
de los Cielos en darnos mucho. En efecto, Dios nunca es indiferente a
nuestras necesidades. Por eso el mismo Señor nos ha dicho: “Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide
recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso
alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; ¿o si le
pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar
cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los
cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mateo 7, 7-11) Los Padre de
la Iglesia, tuvieron siempre muy presente que, si pedimos con la fe, buscamos
con la esperanza y llamamos con la caridad, Dios nos dará mucho más. Primeramente, debemos pedir para alcanzar,
después buscar para encontrar, y luego de haber hallado, guardar lo que
poseemos para poder entrar. “O de otro modo, pedimos orando, buscamos
viviendo bien y llamamos perseverando. (Remigio, Catena aurea). La petición, pues, tiene por objeto
implorar la salud del alma, a fin de que podamos cumplir lo que está mandado.
Mas el acto de buscar se refiere a la adquisición de la verdad, pues una vez
que se ha encontrado la verdadera vida se llega a su posesión, la cual sólo
se abre al que llama. (San Agustín, Catena aurea). El Señor, subraya que busquemos y que
llamemos, dándolos a entender que debemos pedirse con mucha insistencia y con
fuerza. “El que busca separa de su imaginación todo lo demás y se fija sólo
en aquello que busca. El que llama viene con ánimo vehemente y fervoroso”.
(San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,4, Catena aurea) 4. ¿PUEDO
HABLAR CON DIOS SI SOY PECADOR? Dramáticamente
dice el Evangelista San Juan; “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; más,
si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.” (Juan 9, 31. No es suficiente creer en Dios,
sino que, además, hay que creerle a Dios, tampoco es bastante, conocer a
Dios, sino que es necesario, hacer su voluntad. Pero, además, es necesario,
tener esperanza en El, y creer que él tiene no solo la potestad de
perdonarnos, sino que además nos quiere perdonar si buscamos el perdón con
sinceridad. Ciertamente, si Dios no oyera nunca a los pecadores, no
tendríamos esperanza, ya que todos somos pecadores. Dice San Pablo: “Pues
todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”. (Romanos 10,13). Por tanto,
cuando nos dirijamos a Dios, que no sea como el fariseo, sino como el
publicano, que dice: "¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy
pecador!" (Lucas 18, 13) y fue
oído por Dios y perdonado. Es así, como el Señor no quiere que nos alejemos
de Él porque sabemos que somos pecadores, él no nos condena, solo quiere que
dejemos de pecar, como en el relato de la adultera: “¿Nadie te ha condenado?
Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y
en adelante no peques más.” (Juan 8,
10-11). La bondad de Dios está por encima de todo, como reza el salmo; Bueno
y recto es el Señor; por eso muestra a los pecadores el recto camino; (Salmo
25,8). 5. ¿DONDE
PUEDO HABLAR CON DIOS? Relata el
Evangelio de Mateo: “Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre,
que ve en lo secreto, te recompensará”.
(Mateo 6,6). San Agustín nos
dice que por nuestros aposentos deben entenderse nuestros corazones, de
quienes se dice en el Salmo: "Lo que decís en vuestros corazones,
lloradlo en vuestros aposentos" (Salmo 4,5). Ciertamente, en nuestra
habitación, solitariamente, no tenemos las distracciones del exterior que
muchas veces no nos impiden orar. Porque cuando hablamos con Dios, solo
debemos poner la atención a Él, y consciente de la importancia de con quien
hablamos. Es así como San Agustín nos aclara que: “Debe cerrarse la puerta,
esto es, debe resistirse a la tentación carnal, para que la oración
espiritual se dirija al Padre, y por eso se hace en lo íntimo del corazón donde
se ruega al padre en lo escondido. Y por ello dice: " Y tu Padre, que ve
en lo secreto, te recompensará”. No olvidemos que nada podemos ocultar a
Dios, el conoce nuestros secretos del corazón y ve el fondo de nuestra alma. Si embargo,
Lucas nos relata que Jesús: “se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en
la oración de Dios”. (Lucas 6).
Seguramente, Jesús. Quería estar a solas con su Padre, a sola con quien Él
sabía quién mucho lo ama. En estos tiempos y porque vivimos más en la ciudad,
es difícil ir a lugar retirado como esos montes donde oraba Jesús, no
obstante, siempre nos es posible ir a nuestro cuarto, procurar estar solo,
cerrar la puerta y proponerse unos momentos de tranquila comunión con Dios. 6. ¿CUANTO
DEBE DURAR MI ORACIÓN? Y al orar,
no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería
van a ser escuchados. (Mateo 6) “Así como es
propio de los hipócritas manifestarse para que los vean en la oración, cuyo
fin no es otro que agradar a los hombres, así también los gentiles (esto es,
los paganos) creen que cuando hablan mucho podrán ser oídos. Y por esto
añade: "Y cuando oréis no habléis mucho". San Agustín, de sermone
Domini, 2,3. Ciertamente,
algunas veces pensamos que, al orar, es necesario hablar mucho o decir muchas
cosas, que no es lo mismo que pasar mucho tiempo en oración. Lucas nos relata
que Jesús; “fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de
Dios”. (Lucas 6,12) Los evangelios nos
hablan de que Jesús pasaba mucho tiempo en oración. Por tanto,
no debemos decir muchas palabras en la oración. Ciertamente, hablar mucho o
decir muchas cosas en la oración es tratar algo muy necesario con palabras
sobrantes. Lo importante es volcar el corazón a Dios. También la oración debe
ser, perseverante fervorosa y continua, no interrumpiéndola por mucho tiempo,
no vaya a suceder que malos pensamientos nos introduzca en nuestro corazón la
pereza en orar. Pero, ante todo, la oración es abrir el corazón a Dios como a
un amigo, que a la vez es Padre y Madre, en palabras sencillas y espontáneas. 7. ¿QUE DEBO
PEDIR Y PARA QUE? El Evangelio
de San Juanse nos sentencia: “Pedid lo que queráis y lo conseguiréis. (Juan
(SBJ) 15, 7), “todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. (Juan
(SBJ) 15,16). “Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. (Juan (SBJ) 14,14) Jesús nos
dice que todo lo que pidamos al Padre en su nombre, Él nos lo concederá, y la
pregunta entonces es que debo pedir, para qué y para quien. Jesús siempre no
pone la oración como medio eficaz de apostolado, por tanto, el apóstol tiene
en la oración un recurso de éxito, pero tiene la obligación de usarla como
medio normal del fruto de su apostolado. La forma rotunda con que está
expresada la concesión de todo lo que pidamos, es aquello que podamos
compartir con los demás, es decir, no podemos pedir nada que nos lleve al
egoísmo y solo sea para nosotros. Pedimos los que necesitamos para nosotros y
para los demás. Del Profeta
Isaías: Entonces clamarás, y el Señor te responderá, pedirás socorro, y dirá:
“Aquí estoy”. Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad,
repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada,
resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía.
Te guiará el Señor de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor
a tus huesos, y serás como huerto regado, (Isaías 58, 6-9) 8.¿ESTAMOS
DISPUESTO A RECIBIR TODO LO QUE DIOS NOS QUIERE DAR? Lo
incuestionable es que Dios está dispuesto a darnos mucho, ahora lo importante
es que nosotros estemos dispuestos a recibirlo y en estado de recibirlo,
libre del peso de la conciencia, digo esto, porque algunas veces pedimos
torcido, o nuestra conciencia no nos deja llegar a Dios, al respecto, san
Juan nos dice que: “en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios
es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no
nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto pidamos lo recibimos
de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.” (1 Juan
3, 20-21) Es decir,
nuestra disposición, debe ser estar preparados en conciencia, con confianza
en Jesucristo, en hecho y obras de amor a nuestros hermanos, y guardando sus
mandamientos, todo ello con agrado y buscando agradar a Dios. ¿Y qué es lo
que le agrada al Señor?, san Juan nos da a continuación la respuesta: “Y este
es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos
amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos
permanece en Dios y Dios en él”. (1
Juan 3, 23) 9. ¿POR QUÉ,
A VECES SENTIMOS QUE NUESTRAS ORACIONES NO SON RESPONDIDAS COMO QUEREMOS? “En esto está la confianza que tenemos en
él: en que, si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos
que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que
hayamos pedido. (1 Juan 5, 14-15) Nos sucede
muchas veces que oramos y nos parece que Dios no nos responde como queremos,
entonces hay que preguntarse, si lo que hemos pedido corresponde que Dios nos
lo entregue o si estamos cuestionando que es El que verdaderamente sabe lo
que necesitamos. “El Señor no niega la satisfacción a los que caminan en la
perfección”. (Salmo 84,11). “Porque
todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un
pez le da una culebra; o, si pide un huevo, ¿le da un escorpión?” (Lucas 11). Lo que se nos está diciendo,
que ningún padre que ame a su hijo le dará algo que le dañe, por ejemplo, que
le dé un frasco de algo venenoso o una navaja afilada para que juegue con
ella por el solo hecho de que este hijo se lo pidió. También al
Señor hay que tenerle paciencia, en especial si no recibimos precisamente y
al instante las cosas que estamos pidiendo. Y si tarda lo que rogamos, igual
debemos seguir creyendo que el Señor nos oye y que contestará nuestras
plegarias. También es importante no ser cortos de vista y no ver que algunas
veces pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros. Si nuestro
Padre sabe que es lo que necesitamos, él nos contestará con amor nuestras a
nuestras oraciones, y nos dará todo aquello que es para nuestro bien. Por
tanto, además debemos rogar que tengamos la sabiduría para poder ver lo bueno
que nos da Dios. 10. OREMOS CONSTANTEMENTE. Se nos ha
recomendado en todas nuestras enseñanzas que oremos infatigablemente, y es
una receta para que vivamos alegres. “Estad siempre alegres. Orad
constantemente”. Y también orar para gradecer, no sólo para pedir: “En todo
dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de
vosotros. (1 Tesalonicenses 5, 17-18).
Porque la oración constante y persistente, nos ayudará a mantener una unión
continua con Dios, de modo que esta unión haga en nosotros una vida honesta y
pura. Una vida de continua unión con Dios nos hará contagiarnos de la
Santidad de Dios. Es necesario orar constantemente para caminar a la
santidad. Pero también hay que orar como lo hizo Jesús en Getsemani,
pidiendo: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas 22, 42), porque como ya se sabe, con
confianza en que nuestro Padre sabe y desea para nosotros aquello que es
bueno. En una
ocasión, mi papa, escucho de un hermano decir que este castigaría con un
golpe a otro hermano, él le miró con dulzura y le dijo: Reza un Padrenuestro
y después le castigas. Fue una observación muy sabia, porque nadie hace mal a
otro después de orar, por eso el Señor en Getsemani dijo a sus amigos,
“Levantaos y orad para que no caigáis en tentación”. (Lucas 22,46).
Recomendación que podemos tener siempre presente, en especial cuando vemos
que podemos caer, por tanto, el encargo es orar y orar incesantemente para no
pecar. Y “Que El,
el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el
espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de
nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es él quien lo hará.
Hermanos, orad también por nosotros. (1 Tesalonicenses 5, 24-25) Muchas Bendiciones Unidos en la
oración Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant Abril 2012 Fuentes; Textos, Sagrada Biblia de Jerusalén (SBJ) Conceptos: Diccionario Teológico RAVASI Editado en este Link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS Artículos
Relacionados en estos LINK: QUE ES ORAR Y COMO ORAR, TALLER
DE ORACION “DIALOGO DE AMIGOS” LA ORACIÓN A TRAVÉS DEL EVANGELIO DE
SAN LUCAS |
………………………………………………..