CONOCER SU PROPIO CORAZÓN “Aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29) Autor: Pedro Sergio Donoso
Brant Uno de los
momentos más reconfortante en el dialogo de amistad con Dios, es aquel que
hacemos con El sintiendo que lo hacemos de corazón a corazón. Por tanto si
deseamos estar unidos a Él en la oración, debemos tener presente que “El
sondea el abismo y el corazón humano”, (Eclesiástico 42, 18) y que sus ojos
ven lo recto. Y sabiendo entonces que El “mi corazón sondea”, (Salmos 17, 3), la mejor opción para
nuestra amistad con Dios, es la pureza de corazón. Canta el salmo; “¿Quién
subirá al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en su recinto santo? El de manos limpias y puro corazón, (Salmos 24,3). Por tanto en mi
opinión, es necesario que el corazón tenga el conocimiento de sí mismo, es
así como importa conocer qué es y cómo es nuestro corazón, como además tener
claro de qué manera se comporta, “Amaos
intensamente unos a otros con corazón puro”
(1 Pedro 1,22), esto es, qué tiene contenido y qué en sus sentimientos
pueda comprender si en él hay buenos o malos sentimientos, rectos o de torcidos
propósitos. Y en el caso de ser éstos ciertamente rectos, darse cuenta si
tiene el mismo interés para todas las virtudes, tanto de pensamiento
como de obra, o bien solamente para las cosas necesarias y que están a
mano. El Rey David, a
su hijo Salomón le encarga: “reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con
corazón entero y con ánimo generoso, porque el Señor sondea todos los
corazones y penetra los pensamientos en todas sus formas. (1 Crónicas 28,9) Otra cosa que debemos analizar, es si nuestro corazón está en
situación de perfeccionarse de modo que vaya creciendo por la
comprensión de las cosas y por el aumento de las virtudes, o bien se ha detenido
y estable en el punto al que pudo llegar. “Sea mi corazón perfecto en
tus preceptos, para que no sea confundido.” (Salmos 119,80) También debemos
meditar si nuestro corazón se dedica a cultivarse exclusivamente a sí
mismo, o bien se esfuerza por aprovechar a otros y contribuir un poco de beneficio,
sea con la palabra de sabiduría o con los ejemplos de su buena vida. .
“Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva” (Salmos 51,12) Ahora en el caso que nos damos cuenta que nuestro corazón no está
empapado de cosas buenas o no es de buenos sentimientos ni tampoco de rectos
propósitos, hay que reflexionar cual es el motivo. Pero mejor será si después
de esta reflexión intima e interior, podemos darnos cuenta y comprender si nos
falta bastante aún y si estamos lejos del sendero de la virtud, o bien
si ya nos encontramos en el camino mismo y si tenemos fuerza por caminar con
deseo de alcanzar lo que está delante y de olvidar lo que tenemos que
dejar atrás. Un punto que nos debe llevar esta parte de nuestra meditación, es si
nos podemos acercar o si nos parece que está próxima o no ha llegado a
nuestra vida la idea de la perfección. Sin embargo, en este aspecto y
llegado ya a este punto, me parece que el corazón que llega a conocerse a sí
mismo, requiere saber si realiza cosas malas, lo hace por sentimiento o lo
concibe por gusto o bien por cierta fragilidad y como quien hace lo que
no quiere, y hace lo que aborrece. Y por otra parte, si las cosas
buenas las realiza con buen sentimiento y recto propósito. “Guarda tu amor a
los que te conocen, y tu justicia a los de recto corazón.” (Salmos 36,11) Para mejor entendimiento de esta ideas, es saber si frenamos nuestra ira
para con unos y en cambio le damos rienda suelta para con otros, o bien la
refrenamos siempre y no la mostramos con ninguno por ningún motivo. “Ansiedad
en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría.”
(Proverbios 12,26) También eso puede ser parecido en nuestros momentos de tristeza,
porque sucede que en unos casos nos atemorizamos y en otros la aceptamos,
o bien la rechazamos de plano y en todos los casos. Y es el mismo caso a lo
que se refiere al temor y a todos los demás sentimientos que se oponen a
las virtudes. El sabio escribe en el eclesiástico: “Ni hay
riqueza mejor que la salud del cuerpo, ni contento mayor que la alegría del
corazón…..No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con
tus cavilaciones…..La alegría de corazón es la vida del hombre….consuela tu
corazón, echa lejos de ti la tristeza…..corazón radiante viene bien” (Eclesiástico
30, 16-25) Pero el corazón que se conoce a sí mismo tiene todavía necesidad de
saber si está muy deseoso de gloria, o poco o nada y por ningún motivo.
Esto lo podemos deducir si nuestro corazón se complace en las alabanzas y en
cuanto se consiente, esto es mucho, medianamente o nada. Otro aspecto es si en
las ofensas que recibimos nos entristece mucho, poco o nada. “El justo se
alegrará en el Señor, en él tendrá cobijo; y se gloriarán todos los de recto
corazón.” (Salmos 64,7) Asimismo, en el dar y el recibir se manifiesta el corazón que se
conoce a sí mismo. “Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano
padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el
amor de Dios?” (1 Juan 3,17). En
efecto, si lo que reparte o lo que ofrece, lo hace con un sentimiento
de comunión y por este hecho se alegra en que haya igualdad entre los
hombres o sin embargo para él le resulta hacerlo con tristeza y por
obligación. O bien lo hace buscando el agradecimiento de aquellos que reciben
o de los que saben de sus gestos. Asimismo en el recibir, el corazón que se conoce a sí mismo
observará si lo que recibe lo deja indiferente, o bien se goza en ello
como en un bien y lo atesora como algo maravilloso. Sobre las maravillas que
uno puede guardar, Lucas relata; “María, por su parte, guardaba todas estas
cosas, y las meditaba en su corazón.”
(Lucas 2, 19) Con todo, el corazón habrá de examinarse a sí mismo todavía
sobre el alcance de su espíritu, para saber si fácilmente le pone en acción
el relato de cualquier cosa creíble y se deja engañar por la habilidad,
la dulzura o la astucia de los discursos, si esto lo hace padecer o no
le impacta. El sabio escribe qué; “el corazón inteligente las palabras
mentirosas” distingue. (Eclesiástico 36,19) Sin duda, si alguien quiere hacer más alternativas u otras
comparaciones parecidas, puede plantear un sin número de ellas, por las
cuales el corazón probará que se conoce a sí mismo y que contempla su
belleza, la que recibió a imagen de Dios en la creación. “Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan
las fuentes de la vida.” (Proverbios 4,4) “Los que buscan al Señor le
alabarán" ¡Viva por siempre
vuestro corazón! (Salmos 22,27) “¡viva vuestro corazón, los que
buscáis a Dios!” (Salmos 69,33) El Señor nos bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
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