http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRfeOHDgLDGIvHQryRUmZUbcmoLH57JiPFHrqkFLE7vgVDoNeesIQ

Jesús nos revela el verdadero rostro de Dios

Reflexión desde el evangelio Lc 15, 1-3. 11-32,

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


Hoy tuvimos un largo encuentro, hablamos de todos los temas que habíamos preparados, y uno de los grandes temas, fue hablar de descubrir el “Rostro de Dios”, y justamente, de esto nos habla el evangelio de este domingo IV de Cuaresma. Es así, como le hago llegar una reflexión inspirado en esta parábola conocida como la del “Hijo Prodigo”, Reflexión desde el evangelio Lucas 15, 1-3. 11-32, con el deseo que unidos en la oración, sepamos ver donde esta lo más importante de ser hermanos e hijos de un mismo Padre. 

En efecto, nuevamente estamos invitados a descubrir como es el rostro de Dios, atesorada en el corazón, este relato nos abre la mente y el entendimiento, para descubrir como el padre tiene el mismo procedimiento de Jesús, acusado tanta veces por los fariseos por acoger a los pecadores, y es así, como llegamos a ver en el hermano menor, a los publicanos y pecadores que se animan a aproximarse a Jesús, y por otra parte, descubrir en el hijo mayor a los mismo escribas y fariseos que tanto criticaron a Jesús. Entonces nos hacemos una pregunta, nos quedamos con la imagen de un Dios difícil de llegar o en cambio, nos disponemos a observar al  verdadero rostro de Dios, que no busca que su morada sea residida por simple súbditos, sino por sus hijos.

Ciertamente en esta parábola, los dos hermanos del relato son hijos del mismo padre y el padre tiene el mismo amor por ellos, no obstante los dos hermanos, siguiendo caminos desiguales, tienen algo muy en común, ambos viven una vida de dependientes pero uno es rebelde y el otro apegado al rigor.

Y es así, como el hermano menor, toma una actitud de la rebeldía, pero luego se arruina y se derrumba. Dios nos ha hecho hombres libres para decidir, y consecuentemente, El respeta la libertad del hombre, lo trágico y ocurre tantas veces, en este caso la libertad de este hijo se convierte en esclavitud y lo lleva a unas circunstancias de humillación que luego lo lleva a vivir momento de destierro, desolación y desmoralización, pero que al final, recociendo que se ha equivocado, opta por regresar a la casa donde nunca debió irse, la casa de su padre.

Con todo, y el relato del regreso es muy vivo por que nos muestra como mucha veces actuamos, este hijo menor, prepara una discurso explicativo para su padre, una alocución no tanto como para demostrar todo el remordimiento y contrición que hay en su corazón, sino que hay en él interés de servirle al padre como uno de sus jornaleros. Sin embargo para gran sorpresa, su padre muestra una actitud para él inimaginable, aunque quizá muy deseable, donde no le permite que exclame ninguna palabra, ninguna explicación de porqué se fue y porqué regresa, un padre conmovido profundamente, que corre a su encuentro, lo abraza y lo besa. Este hijo vuelve humillado en su dignidad de hijo, y además convencido de que había perdido a su padre para siempre, y, al contrario, encuentra toda su dignidad de hijo, porque su padre permanece absolutamente fiel a su paternidad.

Por otra parte, el hijo mayor, toma una actitud apegado al rigor, vive como un hijo que trabaja en el campo de su padre. Pero al conocer del regreso de su hermano y de la actitud que ha tomado su padre con su hermano menor, celoso, no sólo se enoja con el padre y por la gran fiesta que ha organizado movido por la alegría del regreso de su hijo menor, además le echa en cara su propio trabajo y servicio: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes”. Estas palabras muestran una referencia triste, porque en su vida, él no se ha sentido un verdadero hijo y no se intuye  en él que sienta una paternidad acogedora y reconocida, muy hijo será, para no siente una paternidad amada. El padre, al contrario,  le responde con el título filial: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo”. Es decir, este es un padre que siempre ha sentido y vivido en una comunión de riquezas y, sobre todo, de amor hacia este hijo, mostrando su sentimiento de verdadero padre.

Así como llegamos a ver en el hermano menor, a los publicanos y pecadores que se animan a aproximarse a Jesús, vemos al hermano mayor como fueron los escribas y fariseos, es decir, hombres religiosos que cumplieron todos sus deberes, observaron todo tipo de precepto y aún más de los que debía, donde se esforzaron por cumplir la observancia de las cuanta reglas tuvieron, pero padecieron siempre del corazón.

En efecto, padecieron del corazón, porque este fue duro y de piedra, con una terquedad que no la dejo sorprenderse por la novedad de un Dios que es amor total por sus hijos y lleno de misericordia, donde además son incapaces de vivir la alegría de la fe. Por tanto, este relato llevado a nuestro tiempo, nos retrata a tantos hermanos cristianos que viven en la Iglesia, pero que tristemente no logran reconocer el rostro amoroso del Padre, aún más, antes que mirar el rostro misericordioso y lleno de luz del Padre, acaban por mirar hacia otro lado. Es así, como no es novedad encontrar en nuestra Iglesia, personas que fomentan el espíritu crítico, se dejan confundir por los celos y las envidias, se les observa amargado y acorralado por el aburrimiento, personas que no le hacen bien a la Iglesia, porque revelan ser parte de un mundo con un Dios y una fe que no es auténtica.

Y por otro lado, el hermano menor, que con su actitud representa a los publicanos y pecadores, nos hace ver en él a los hermanos que por diversas circunstancias se alejan de su casa, porque piensan que les quita la libertad, pero que después de abandonar la Iglesia y de haber experimentado el fracaso de una vida alejada de Dios, no le es fácil comenzar el camino de regreso a casa, porque no tienen aún una  conciencia clara del verdadero rostro de Dios.

Es así, como nos damos cuenta como tanto al hijo menor como al mayor, el Padre quiere descubrirle su verdadero rostro, que no es el rostro de un amo y señor, todo lo contrario, sino de un padre que ama de verdad a sus hijos. Y así se revela en la parábola, el correr a su encuentro, el abrazo, el beso, la mejor ropa, el anillo en el dedo y sandalias en los pies, el ternero engordado, pero sobre todo de un hijo al que se le devuelve la dignidad de hijo.

Con la parábola de hoy, Jesús nos revela el verdadero rostro de Dios y nos da a conocer la verdadera naturaleza de la conversión cristiana, la que no hay que tomar tanto como una causa anímica del pecador que regresa a Dios, como el cambio de la imagen de Dios que deben hacer el justo y el pecador. Convertirse significa descubrir el rostro de ternura que Jesús nos revela, volverse del yo a Dios, a la alegría de ser hijo del Padre que ama intensamente a sus hijos.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

 

 

www.caminando-con-jesus.org

www.caminando-con-maria.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

---