MISERICORDIA Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia. (Mateo 5, 7) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
CREA EN MÍ, OH
DIOS, UN PURO CORAZÓN, LLENO DE MISERICORDIA "Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito
yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo
he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando
hablas y tu victoria cuando juzgas. Mira que en culpa ya nací, pecador me
concibió mi madre. Más tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo
secreto me enseñas la sabiduría. Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Devuélveme el son del gozo y la
alegría, exulten los huesos que machacaste tú. Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu
firme dentro de mí renueva; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de
mí tu santo espíritu. Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu
generoso afiánzame; (Salmos 51,3-14) 2.
LA MISERICORDIA,
ES EL ATRIBUTO MÁS CARIÑOSO DE DIOS La misericordia, es el atributo más
cariñoso de Dios, se representó en la
vida de Jesús, “que pasó haciendo el bien y curando a todos los
oprimidos…..porque Dios estaba con él; (Hechos 10, 38). Misericordia, humanidad,
compasión, comprensión, todo esto se identifica con Jesús, por su humanidad,
en la que se revela la misericordia del Padre. La misericordia es
particularmente un sentimiento de piedad o de compasión, que induce a la
ayuda y al perdón. Es así, como Jesús, movido por amor intenso a todos los
hombres, de cualquier condición, sanó a los leprosos, le dio la vista a los
ciegos, hizo caminar a los inválidos, perdonó a la mujer adúltera, dio de
comer a las muchedumbres hambrientas, sintió compasión de las viudas, los
desvalidos, los enfermos. Jesús, fue todo sentimiento de misericordia y
enseñó con pedagogía como se debe ser misericordioso, con hermosas parábolas
tales la del hijo prodigo (Lc 15,11) y el buen samaritano. (Lc 10,31) 3.
CRISTO ES REALMENTE
LA IMAGEN VIVIENTE DEL PADRE, "DIOS, RICO EN MISERICORDIA "Imagen de Dios invisible, primogénito
de toda la creación" (Col 1,15 2Co 4,4), el Hijo unigénito del Padre,
"el resplandor de su gloria y la impronta de su ser" (He 1,3),
"haciéndose carne y habitando entre nosotros"(Jn 1,14), fue desde
su aparición en el mundo el revelador del misterio de aquel a quien Pablo
llama, "el Padre de las misericordias" (2Co 1,3), es decir, aquel
que es fuente de la misericordia y que la derrama generosamente sobre nosotros.
Más que cualquier otro atributo divino, todo el Nuevo Testamento muestra que
Cristo es realmente la imagen viviente del Padre, "Dios, rico en
misericordia, por el grande amor con que nos amó” (Efesios 2,4), pero antes con su vida que
con sus palabras. Contagiados por Cristo y confortados
por ese amor de misericordia, don que
se nos regala, gracia que se nos concede, nos hace hallarnos amparados por
quien mucho y gratuitamente nos ama hasta el extremo. Todo esto, aviva
en nosotros una extraordinaria gratitud
y nos anima a ser afables en nuestra
relación con nuestro prójimo, y a mirar con un corazón sensible y más humano
a los que requieren compasión. 4.
A TRAVÉS DE ÉL,
HAN CONOCIDO AL PADRE MISERICORDIOSO Los Evangelios, nos relatan cómo llenos de
gratitud, muchos de los que se beneficiaron de la compasión de Jesús, se
fueron a sus casa saltando de alegría. “Y él, arrojando su manto, dio un
brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres
que te haga? El ciego le dijo: ¡que vea!. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha
salvado. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino”. (Marcos
10, 50) Del mismo modo cuantos hemos hoy gozado en esta vida del sentimiento
de ternura de ese amor que nos regala
Jesús, con su Palabra, con su ejemplo de amor por los más desvalidos, por esa
compasión inesperada de aquellos que no se reconocían dignos de su
misericordia, pero que a través de él, han conocido al Padre misericordioso.
Por todo esto, todos los que le conocemos, podemos ser testigos de la
misericordia en un mundo que se presenta frio y desierto, necesitado de
calidez y del agua viva que calma toda sed. 5.
ACOGER LA
MISERICORDIA QUE DIOS Dios, es rico en misericordia, no tenemos
ninguna duda y todos estamos necesitados de sentir la misericordia de Dios y
nos encanta contaminarnos de ese verdadero sentimiento de compasión ante la
miseria y el dolor de los hombres. Por eso, atesoramos el ejemplo humano y
misericordioso del padre que acoge su hijo luego de haberse ido de casa, (Lc
15,11) del Buen Samaritano, (Lc 10,31), de los dos ciegos gritando, (Mt
9,27), de la mujer cananea (Mt 15,22),de aquel padre que tenía un hijo
lunático (Mt 17,15). Todas estas enseñanzas, no invitan a una tarea evangelizadora donde lo más importante, es
dar testimonio de misericordia. Es así, como tenemos necesidad de acoger esa
misericordia que Dios mismo desinteresadamente nos regala, con la misma
satisfacción que la recibe el publicano que reza con humildad y percibe la
cercanía misericordiosa de Dios (Lc 18,13) o El Buen Samaritano que no
esquiva a un herido y le regala el cuidado con amor y se deja transformar por la misericordia de
Dios, que se compadece antes el sufrimiento de los pobres. 6.
BRINDAR
MISERICORDIA. Brindar misericordia, debiera ser una
permanente una práctica coherente de vida cristiana y esto debe comenzar con
el respeto a la vida, a la opción por los pobres, al acompañamiento
espiritual de los enfermos, al cuidado de los desamparados, los
discapacitados y los indefensos, a imitación de Cristo, que mando a entrar a
los pobres y lisiados, y ciegos y cojos
(Lucas 14, 21). A Jesús, se le acercó mucha gente trayendo
consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus
pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los
mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los
ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel por tanta misericordia. (Cfr.
Mateo 15, 30). Si nos decimos cristianos y deseamos de verdad emprender una experiencia de misericordia
en nuestra vocación evangélica,
debemos por comenzar por amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón,
con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra mente; y
al prójimo como a nosotros mismos. (Lucas 10, 27). Y así, al igual como la
respuesta del legista a Jesús: “Él dijo: El que practicó la misericordia con
él”, nos dice Jesús: “hagan ustedes lo mismo”. (Cfr. Lucas 10,37) Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente,
rico en amor para todos los que te invocan;
(Salmos 86, 5) El
Señor nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Publicado en este enlace
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