LOS
IMPERDONABLES PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO Y LA MISERICORDIA DE DIOS Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
AL
QUE LA DIGA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO, NO SE LE PERDONARÁ En los Evangelio Sinópticos, es decir
Marcos, Mateo y Lucas, se nos dice que hay un pecado y blasfemia que no
tendrá perdón nunca, ni en este mundo ni en el otro, ¿cuál es este pecado tan
grave y que hay de verdad que nunca podrá ser perdonado? Evangelio de san Marcos: “Yo os aseguro que
se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias,
por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno” (Marcos 3,28-29) Evangelio de san Mateo: “El que no está
conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Por eso os
digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia
contra el Espíritu no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el
Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”. (Mateo 12, 30-32) Evangelio de san Lucas: “A todo el que diga
una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no se le perdonará”. (Lucas 12, 10) Estas sentencias, corresponden a una respuesta
del Señor a los fariseos, y el punto es si es para atemorizarlos o
exhortarlos a que no se blasfeme contra el Espíritu Santo, dada la gravedad
que está implícita en esta falta. Porque por otra parte, sabemos que nuestro
Padre Dios perdona nuestros pecados, así lo afirma el Hijo: “Que si vosotros
perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial”, (Mt 6,14) y más adelante nos dice Jesús: “Pues para que
sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar
pecados” (Mt 9, 6). Entonces porque
esta obstinación de los Evangelios Sinópticos?, o porque al que diga una palabra contra el
Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro?. La respuesta no
parece tan sencilla, en especial para aquellos que no poseemos un estudio
teológico tan afinado. Lo que queda claro, -como lo propone San Agustín,
sermones, 71- es que el Señor nos pide, no mostrarnos rebelde al don del
Espíritu Santo, por cuyo don se opera el perdón de los pecados. 2.
REFLEXION
DEL TEXTO BIBLICO Se lo denomina “blasfemia” (Mt-Lc) o
“pecado” (Mc) contra el Espíritu. Añadiéndose por los tres sinópticos que no
será perdonado. ¿Por qué esto? ¿Cuál es su naturaleza? Está acusada en el
contexto mismo, en el versículo de Mateo 12,24: “Mas los fariseos, al oírlo,
dijeron: Este no expulsa los demonios más que por Belcebú, Príncipe de los
demonios”. Ante la expulsión de un demonio
por Jesús, los fariseos atribuían este poder del Señor al Príncipe de los
demonios, es decir al diablo; atribuían el bien al mal; atribuían la acción
de Dios por facultad y obra del Espíritu Santo a una a acción satánica. En
estas condiciones, el pecado contra el Espíritu Santo, es imperdonable por su
misma naturaleza, aunque no en absoluto, pues Dios puede cambiar el corazón
del hombre que por un instante piense y luego llevarlo por caminos de rectitud y a una condición de perdón.
Así nos relata Lucas en los Hechos de los Apóstoles, donde muchos que fueron
fariseos, se convirtieron después de la resurrección de Cristo, y el mismo
Pedro dice: “pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o
impuro a ningún hombre” (Hechos 10,28) En muchos casos la redacción en la Biblia
expresa con extremismo algunas sentencias, como la de Mateo: “pero al que la
diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el
otro”, que en cualquier caso significa nunca, pero por otra parte el mismo
Mateo, igual como lo expresa Lucas, dice previamente; “Y al que diga una
palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará”. Esta contraposición no
está en el Evangelio de Marcos. Entonces cual es la diferencia entre el
pecado contra el Hijo del hombre en contraposición al del Espíritu Santo? El primero un pecado de ignorancia; el otro, de malicia
y desprecio a Dios. Antonio Royo Marín, O.P., en su Libro
Teología Moral para Seglares (BAC), nos aclara sobre este pecado: “Los
pecados contra el Espíritu Santo son aquellos que se cometen con refinada
malicia y desprecio formal de los dones sobrenaturales que nos retraerían
directamente del pecado. Se llaman contra el Espíritu Santo porque son como
blasfemias contra esa divina persona, a la que se le atribuye nuestra
santificación”. Cristo calificó de blasfemia contra el
Espíritu Santo la calumnia de los fariseos de que obraba sus milagros por
virtud de Belcebú (Mt. 12,24-32). Era un pecado de refinadísima malicia,
contra la misma luz, que trataba de destruir en su raíz los motivos de
credibilidad en el Mesías. 3.
NÚMERO
(CANTIDAD) Y DESCRIPCIÓN DE LOS PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO En realidad, los pecados contra el Espíritu
Santo no pueden reducirse a un número fijo y determinado. Todos aquellos que
reúnan las características que acabamos de señalar, pueden ser calificados
como pecados contra el Espíritu Santo. Pero los grandes teólogos medievales
suelen enumerar los seis más importantes, la desesperación, la presunción, la
impugnación, la envidia del provecho espiritual del prójimo, la obstinación en el pecado y la impenitencia deliberada, que se detalla
a continuación: La
desesperación.
Entendida en todo su rigor teológico, o sea, no como simple desaliento ante
las dificultades que presenta la práctica de la virtud y la perseverancia en
el estado de gracia, sino como obstinada persuasión de la imposibilidad de
conseguir de Dios el perdón de los pecados y la salvación eterna. Fue el
pecado del traidor Judas, que se ahorcó desesperado, rechazando con ello la
infinita misericordia de Dios, que le hubiera perdonado su pecado si se
hubiera arrepentido de él. La
presunción.
Que es el pecado contrario al anterior y se opone por exceso a la esperanza
teológica. Consiste en una temeraria y excesiva confianza en la misericordia
de Dios, en virtud de la cual se espera conseguir la salvación sin necesidad
de arrepentirse de los pecados y se continúa cometiéndolos tranquilamente sin
ningún temor a los castigos de Dios. De esta forma se desprecia la justicia
divina, cuyo temor retraería del pecado. La
impugnación de la verdad conocida. No por simple vanidad o deseo de eludir las
obligaciones que impone, sino por deliberada malicia, que ataca los dogmas de
la fe suficientemente conocidos, con la satánica finalidad de presentar la
religión cristiana como falsa o dudosa. De esta forma se desprecia el don de
la fe, ofrecido misericordiosamente por el Espíritu Santo, y se peca
directamente contra la misma luz divina. La
envidia del provecho espiritual del prójimo. Es uno de los pecados más
satánicos que se pueden cometer, porque con él -no sólo se tiene envidia y
tristeza del bien del hermano, sino de la gracia de Dios, que crece en el
mundo- (Santo Tomás). Entristecerse de la santificación del prójimo es un
pecado directo contra el Espíritu Santo, que concede benignamente los dones
interiores de la gracia para la remisión de los pecados y santificación de
las almas. Es el pecado de Satanás, a quien duele la virtud y santidad de los
justos. La
obstinación en el pecado. Rechazando las inspiraciones interiores de la gracia y
los sanos consejos de las personas sensatas y cristianas, no tanto para
entregarse con más tranquilidad a toda clase de pecados cuanto por refinada
malicia y rebelión contra Dios. Es el pecado de aquellos fariseos a quienes
San Esteban calificaba de “duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de
oídos, vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo” (Hech 7,51). La
impenitencia deliberada. Por la que se toma la determinación de no arrepentirse
jamás de los pecados y de resistir cualquier inspiración de la gracia que
pudiera impulsar al arrepentimiento. Es el más horrendo de los pecados contra
el Espíritu Santo, ya que se cierra voluntariamente y para siempre las
puertas de la gracia. “Si a la hora de la muerte—decía un infeliz
apóstata—pido un sacerdote para confesarme, no me lo traigáis: es que estaré
delirando”. 4.
"CREO
EN EL PERDÓN DE LOS PECADOS" Es doctrina de fe, es lo que se nos ha
enseñado y a lo cual estamos convencidos de esto, es en el poder de la
Iglesia para perdonar todos los pecados, así es que rezamos en nuestra
profesión de fe: “creo en el perdón de los pecados”. Al dar el Espíritu Santo
a su Apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de
perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos" (Jn 20, 22-23). La Iglesia: “ha recibido las llaves del
Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los
pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta
Iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de
vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado” (San Agustín, Sermón 214, 11). Destaca nuestro Catecismo Católico: “No hay
ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No
hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está
arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de
perdón" (Catecismo Romano, 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos
los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas
del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22)” CIC 982. “Dice san Agustín: “Si en la Iglesia no
hubiera remisión de los pecados, no habría ninguna esperanza, ninguna expectativa
de una vida eterna y de una liberación eterna. Demos gracias a Dios que ha
dado a la Iglesia semejante don” (San Agustín, Sermón 213, 8, 8). 5.
ENTONCES,
¿ES ABSOLUTAMENTE IMPERDONABLE ESTE PECADO? Un aspecto que me parece importante
reflexionar, es sobre los convertidos y, los paganos que por no conocer o no
tener claridad, o empujados por otros, ofendieron al Espíritu Santo, los
mismos judíos que sabían del Espíritu Santo, pero negaron la presciencia de
éste en Cristo, o en la misma Iglesia,
o los que niegan que el Espíritu Santo sea la tercera persona de la Trinidad,
pero luego al estar en conocimiento de la verdad, ¿acaso, deben estos ser
abandonados y considerados como no tienen la posibilidad de salvación?, como
dice el Señor: “no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su
corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. (Mt 13, 15) Entonces, ¿es absolutamente imperdonable
este pecado? A pesar de que en el Evangelio se nos dice que: “al que la diga
contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”.
(Mt 12, 30-32), no hay que interpretar rectamente estas palabras. No hay, ni
puede haber un pecado tan grave que no pueda ser perdonado por la
misericordia infinita de Dios si el pecador se arrepiente debidamente de él
en este mundo. Como lo expresa Lucas: “Arrepentíos, pues, y convertíos, para
que vuestros pecados sean borrados”
(Hechos 3,19). Pero, como precisamente el que peca contra el Espíritu
Santo rechaza la gracia de Dios y se obstina voluntariamente en su maldad, es
imposible que, mientras permanezca en esas disposiciones y sin arrepentirse,
se le perdone su pecado. Lo cual no quiere decir que Dios le haya abandonado
definitivamente y esté decidido a no perdonarle. 6.
LA
CONVERSIÓN Y VUELTA A DIOS NO ES IMPOSIBLE El caso peor, es el hecho del pecador que
no desea arrepentirse de haber blasfemado, entonces morirá obstinado en su
pecado. Sin embargo, la conversión y vuelta a Dios de hombres malos no es
absolutamente imposible, quizá para los hombres sí, pero la Misericordia de
Dios siempre será un atractivo, esto es un misterio que solo lo podemos
reconocer en nuestros propios corazones. Recordemos que Dios le habló a Caín
al corazón, en un dialogo cariñoso e íntimo,
(Génesis 4, 6-7). En efecto, conforme al relato del Génesis, Dios se
comporta como un Padre amoroso e invita a Caín a cambiar sus sentimientos y
le anima a levantar el rostro abatido, y para eso solo debe obrar bien. Este
es un gran detalle que se pone en los labios de Dios, que nos invita a oír la
voz de la conciencia del hombre, esta es la voz de Dios que nos susurra y que
nos advierte que no debemos actuar mal, es la voz que nos invita a tomar
siempre un buen camino. Lo triste es que Caín no quiso oír la voz de Dios,
reflejada en la de su conciencia, que le prevenía contra el pecado o crimen,
y se decide a lo peor. Hemos sido creados por Dios, por tanto la
amistad con Él se encuentra en nuestro corazón, y lo mejor que podemos tener,
es la maravillosa oportunidad de dialogar con toda confianza con El, y si le
hemos ofendido, confiar en su misericordia. El Concilio Vaticano II nos lo
dice con toda certeza: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en
la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al
diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por
Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la
verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador"
(GS 19,1). En uno de sus aforismos, la Beata Carmelita
Isabel de la Trinidad nos dice: “Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos
una fe viva para estar en todo unidos a Dios” (H, 576). Al Señor de la misericordia, que hizo todo
los creado con su palabra, le pedimos que al juzgar, tengamos en cuenta su
bondad y, al ser juzgados, confiemos es misericordia. (Cfr. Sabiduría 12,22) El
Señor nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes: Propias, www.caminando-con-jesus.org Biblia de Jerusalén Catecismo Católico Diccionario Teológico Ravasi Antonio Royo Marín, O.P., en su Libro
Teología Moral para Seglares (BAC), pagina 267 Publicado en este
enlace de mi WEB: REFLEXIONES
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