“Quien nos salva es Jesucristo y no el cumplimiento de
los ritos” VI DOMINGO DE PASCUA Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Ya hemos llegado al sexto Domingo de Pascua
y cada día va aumentado más nuestra alegría de ser cristiano y de pertenecer
a nuestra iglesia, sin duda, cada domingo, las lecturas de la liturgia es
para todos una constante invitación a sentirnos entusiastas en nuestra fe, nos
disponemos a asistir y participar en la celebración que hacemos en memoria de
Jesús, y se nos dilata el corazón tanto por la resurrección de Cristo como
por la redención realizada en favor de todos los hombres tan amados por El. Los acontecimientos que nos trae este
tiempo litúrgico de Pascua, nos invitan a vivir con una personal e íntima
intensidad el misterio de la Iglesia, fundada por nuestro Señor Jesucristo y
que ha nacido, precisamente, en virtud de la Pascua de Cristo. Entonces, a
pesar de las muchas dificultades que
encontramos a diario, y tal vez el mismo tipo de discusiones en las que
participaron los primeros cristianos, con el relato que nos trae Lucas
en lectura de los Hechos de los
Apóstoles este VI Domingo de Pascua, la Palabra del Señor llega hoy a
nosotros destacando que la Iglesia debe ser una comunidad de amor alimentada
por el poder del Espíritu Santo que la vivifica y la hace capaz de recibir y
transmitir la salvación. Nuestra Iglesia Católica, es y debe ser una
Iglesia universal y cosmopolita, es decir para todos los hombres sin
distinción e instalada en distintos lugares de la Tierra, para enseñar el
Evangelio de Nuestros Señor Jesucristo a toda la creación, y de este modo ser signo
perdurable en el mundo del amor de Cristo, caridad que es el verdadero estímulo
para todo el mundo cristiano y si somos capaces de transmitirlo, seremos
también aptos para hacer creíble el mensaje evangélico en las situaciones
cotidianas. Aunque algunos quieran pensar lo contrario,
la Iglesia no puede ser considerada por una parte como un organismo
jerárquico y por otra como cuerpo místico, como Iglesia de la tierra e
Iglesia que ya está en posesión de los bienes celestiales. Estos son dos
aspectos de una misma realidad y son inseparables entre ellos. La Iglesia es
una, tanto en la gloria como en la tierra, en cuanto la Jerusalén celestial
se entrelaza con la historia de la Jerusalén terrestre, siendo esta última la
continuación de la obra de Nuestro Señor Jesucristo. Para alegría de la humanidad, Jesús ha resucitado
y, ha subido a los cielos para estar sentado a la derecha de Dios Padre, por
tanto, ya no está visible para los ojos de los fieles. No obstante no se ha
ido para alejarse de nosotros, sino para estar más intensamente y
profundamente en cada una de nuestras vidas y actividades cotidianas. Nuestro
Señor Jesucristo, es el centro y el principio de unidad de la Iglesia
triunfante, purificadora y participante. Aquel mismo Jesús que se encontraba en la
tierra humildemente, que compartió sus enseñanzas y amor por los hombres y
murió en la cruz, luego cuando resucitó
recibió la plenitud de la gloria, y con la misma generosidad con la
cual se dio a todos, no se ha la reservado sólo para él, sino que la ha
extendido a sus seguidores. Y ese es en parte el sentido del evangelio de
este VI Domingo de Pascua, dicho por el mismo Jesús; “El que me ama será fiel
a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él”. Gran alegría y al mismo tiempo gran
responsabilidad para cada uno de nosotros, el Señor está con quien lo ama, es
fiel a su palabra y cumple con ella, por lo cual el cristiano, siendo fiel al
mensaje evangélico, poniéndolo en práctica de corazón, no solo de palabra, es
decir amando, consigue atesorar y llevar bien prendido a
Dios en su corazón. Esto, no puede ser de otra manera, sabemos y
estamos conscientes que Dios es amor y en esta comunión el diálogo de amistad
con Él, nos hará amar lo que Dios ama. Nuestra Iglesia Católica, que abre sus
puertas al mundo y que invita a evangelizar el corazón de los hombres, debe
ser la que promueva realizar aún más este encuentro con Dios, ya que la
Iglesia es una comunidad de participación de amor, en la que todos los
hombres pueden dar un buen testimonio de que Dios nos ama a todos indistintamente. No
olvidemos que creer y amar constituyen un acto de coraje de los cristianos,
que sólo se puede comprender por el hecho de que Cristo nos ha prometido el
don del Espíritu Santo, que el Padre enviará en su Nombre, y nos enseñará todo y nos recordará lo que Jesús
nos ha dicho. Este suceso, la venida del Espíritu Santo,
será un signo futuro de la presencia de Dios en el mundo porque, con la
venida del Espíritu, el cristiano comprenderá más a fondo en las enseñanzas
y, de este modo, podrá llevar a cabo no sólo un recuerdo de Él como simple
repetición, sino como una profundización capaz de llegar a nuevos
perfeccionamientos y nuevas atenciones de la única experiencia salvífica
realizada en Cristo. De esta manera se obtendrá el verdadero sentido del
culto a Dios, un culto santificante
porque se dará cuenta de la presencia del Espíritu Santo que le dilata
el corazón y lo anima. Es éste el camino que los fieles católicos
esperamos, pensamos que es este el Espíritu que necesita nuestra Iglesia en
su camino auténtico que ha recorrido por muchos siglos y que debe seguir por
muchos más, para ser fiel a la memoria completa de Nuestro Señor, esto es una
Iglesia que tiene "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG
11), dónde La Eucaristía, es fuente y cumbre de la vida eclesial, en la cual
recuerda a su Señor. Pero no se trata de una memoria imaginada, sino de una
memoria (memorial) que es presencia real de Cristo, que se realiza por medio
del Espíritu de modo perdurable y siempre nuevo. Es por eso, que la liturgia de este
domingo, busca que entendamos que el significado de Iglesia completamente
nuevo respecto a aquella que, como se lee en la lectura de los Hechos de los
Apóstoles, donde se invitaba a la observancia minuciosa de la ley de Moisés. Tal como lo expone San Lucas en el texto de
la lectura, “El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido”, es decir,
el Espíritu Santo es el que interviene proponiendo a los apóstoles y los
presbíteros una línea de fidelidad en el amor, esto es fidelidad a la
enseñanza de Cristo, que ordenó “Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”, (Mc 16,15),
difundiendo el Evangelio, la buena nueva, superando así la observancia
externa de la ley mosaica. Esta lectura, es una prueba cierta de que
el Espíritu Santo asiste a su Iglesia iluminando a los pastores de las
comunidades e inspirándoles para que vivan conforme a la vida de Cristo.
Seguramente siempre habrá tensiones y dificultades en la vida de la Iglesia,
tensiones internas porque en ella participan hombres de toda índole, pero la
barca de Pedro, nunca se irá a pique porque en el timón está el Espíritu de
Dios. El Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes:
PRIMERA
LECTURA Hech 15, 1-2. 22-29 SEGUNDA
LECTURA Apoc 21, 10-14. 22-23 EVANGELIO
Jn 14, 23-29 Publicado en este
enlace de mi WEB: REFLEXIONES
INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS |
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