DE LA TRISTEZA A LA ALEGRIA, PARA SERVIR MEJOR A DIOS

 “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”. (Juan (SBJ) 16,20)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

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1.      LOS DAÑOS QUE NOS PRODUCEN AL ALMA EL VIVIR TRISTES

No entregues tu alma a la tristeza….La alegría de corazón es la vida del hombre. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 30,20-23)

No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con tus cavilaciones. La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 30,20-23)

San Juan Casiano, Padre de la Iglesia, declara que en este verso el Profeta expone muy bien sobre los daños que siguen a la tristeza, por lo que debemos cuidarnos de sanarnos de este mal, como si fuera una enfermedad, para que no lleguen a nosotros otras enfermedades espirituales y nos produzcan tedio y aburrimiento, como reza el salmo; “Se va en lágrimas mi alma por el tedio”  (Salmos (SBJ) 119, 28)

Aconseja el escritor sagrado en el Libro Eclesiástico; “Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho, haz el duelo según su dignidad, un día o dos, para evitar murmullos; después, consuélate de la tristeza. Porque de la tristeza sale la muerte, la tristeza del corazón enerva las fuerzas. En la adversidad permanece también la tristeza, una vida de miseria va contra el corazón.  No des tu corazón a la tristeza, evítala acordándote del fin. No lo olvides: no hay retorno, a él no le aprovechará, y te harás daño a ti mismo. Recuerda mi sentencia, que será también la tuya: a mí ayer, a ti te toca hoy. Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate de él, porque su espíritu ha partido. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 38,17-23)

San Juan Casiano, nos invita a reflexionar para que nos cuidemos de nos hacer una vida tristes diciendo; “Guardaos, de la tristeza, no la dejéis entrar en vuestro corazón; porque si le dais entrada, y se comienza a enseñorear de vos, (ocuparse de nosotros) luego os quitará el gusto de la oración, y hará que os parezca larga la hora, y que no la cumpláis enteramente: y aún algunas veces hará que os quedéis del todo sin oración, y que dejéis la lección espiritual. Y en todos los ejercicios espirituales os pondrá un tedio y un hastío que no podáis arrostrar (resistir)  a ellos”

Ciertamente, y los que hemos padecido momentos de tristeza, experimentamos largos ratos desanimados que nos llevan a la pereza incluso hasta de tener un dialogo amistoso con Dios, porque nuestra mente queda como adormecida, hasta el extremos de quedar algunas veces torpe para todo lo bueno y no vemos luz para nuestra desdicha. Y algunas veces es tan grande el fastidio que nos produce la tristeza, que nos pone desabridos y áspero con todos los a quien nos enfrentamos. San Gregorio dice: “La tristeza mueve a ira y enojo; y así experimentamos que cuando estamos tristes, fácilmente nos airamos y nos enfadamos luego de cualquier cosa; y más, hace al hombre impaciente en las cosas que trata, le hace sospechoso y malicioso, y algunas veces turba de tal manera al hombre la tristeza, que parece que le quita el sentido y le saca fuera de sí”

Otro aspecto negativo que nos viene de la tristeza, es que cuando ésta se ha apoderado de nosotros y nos ponemos demasiado melancólicos, nos vienen unas aprensiones que nos sacan de la realidad y nos llenan de sospechas y temores sin fundamento. San Juan Casiano dice que lo mismo que hace la polilla en la vestidura, y el gusano cuando carcome en el madero, eso hace la tristeza en el corazón del hombre. La vestidura comida de polilla no vale nada, ni puede servir para nada; y el madero lleno de polillas o termitas no es de provecho para el edificio, ni se puede cargar sobre él peso alguno, porque luego se hace pedazos; así el hombre lleno de melancolía, triste y desgraciado, se hace inútil para todo lo bueno. Y así el sabio (Eclesiástico) nos pide; “echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 30,23) Es decir, cuando dice que perdió a muchos, es porque la tristeza ha llevado a algunas personas a tentaciones y caídas descontroladas, por eso se nos aconseja que; “No des tu corazón a la tristeza, evítala”  (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 38,20), por que la tristeza en el corazón es causa y raíz de muchas incitaciones a caer en falta hasta consigo mismo.

2.      LOS QUE SE ALEGRAN CON NUESTRA TRISTEZA

. “Quien se burla de un pobre, ultraja a su Creador” (Proverbios (SBJ) 17,5).

No es raro saber de alguien que se alegra con nuestra tristeza, no pretendo estigmatizar a los que se ríen de la desgracia o el dolor ajeno. “Quien se burla de un pobre, ultraja a su Creador, quien se ríe de la desgracia no quedará impune”. (Proverbios (SBJ) 17,5). Decía el bienaventurado San Francisco que se alegra mucho el demonio cuando el corazón de uno está triste; porque fácilmente o le ahoga en la tristeza y desesperación, o le convierte a los placeres mundanos.

En efecto, lo que decía San Francisco, tiene importancia, porque el que anda triste y melancólico, es presa fácil del demonio, pues alienta a sus presas a que se pongan desconfiados, desesperados, desconcertados y embotados de la mente, de tal forma que les impide a sus victimas tener claridad para ver bien, entonces cegados cometen faltas graves para Dios, pero que son delicias y alegres para el demonio, así como lo hizo con Caín, Judas.

En otra ocasiones, el hombre es tentado y piensa que para salir de la tristeza, debe participar de los deleites mundanos,  los que son hoy muy diversos y no me refiero a la sana entretención, sino de aquellos que lo impulsan a pasiones descontroladas, reñidas con la moral y en contra de los valores que nos ha instruido nuestra vida cristiana. Y de aquí es, que cuando los religiosos están tristes, puede también ser presa de las tentaciones de la vocación, porque piensan que el mundo fuera de la vida religiosa pareciera que se vive mejor o mas alegre. Otras veces ciertas personas le llegan como necesidad para abandonar los momentos tristes pensamientos deshonestos y buscan salir de su pena a través del gusto a la sensualidad, pensando que con eso desechará la tristeza y se aliviará su corazón.

Por todas estas dificultades, es necesario preocuparse de los andan tristes y melancólicos, porque ellos pasan por muchas posibilidades de ser tentado. Y lo advierte muy bien San Gregorio. Dice que, como todo hombre naturalmente desea alguna satisfacción y contento, cuando no lo halla en Dios ni en las cosas espirituales, luego el demonio, que sabe bien nuestra inclinación, le representa y pone delante cosas sensuales y deshonestas, y le ofrece gusto y contento en ellas, con que le parece que se le mitiga y alivia la tristeza y melancolía presente. “Entended, dice el Santo, que si no tenéis contento y gusto en Dios y en las cosas espirituales, le habéis de ir a buscar en las cosas viles y sensuales, porque no puede vivir el hombre sin algún contento y entretenimiento.” Finalmente, son tantos los males y daños que se siguen de la tristeza, que dice el Sabio “Porque de la tristeza sale la muerte, la tristeza del corazón enerva las fuerzas”. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 38,18)

Es así, como el Señor preocupado por nosotros, y por ser  tan grandes los daños y peligros que se siguen de la tristeza, nos previene y nos revela a través de las Sagrada Escritura. Del mismo modo los Santos, nos entregan su sabiduría y buenos consejos, por los que nos piden que nos cuidemos de nos estar tristes.  Ya sabemos, que muchas veces no estamos tristes por nuestro gusto; que si no hubiera más que eso, poco importaba que estuviésemos tristes o alegres. Y por eso también la desea y procura tanto el demonio, porque sabe que es causa y raíz de muchas actuaciones equivocadas, perturbaciones, males y pecados.

3.      SERVIR A DIOS CON ALEGRIA Y VOLUNTAD

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.  (Filipenses (SBJ) 4, 4)

Repetía frecuentemente el bienaventurado San Francisco: “Al demonio y a sus miembros pertenece estar tristes, mas a nosotros alegrarnos siempre en el Señor.”. “En las moradas de los justos siempre se ha de oír voz de alegría y de salud “

Los salmos son una constante invitación a alegrarse en El Señor, “¡Alegraos en El Señor, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!”  (Salmos (SBJ) 32,11), “alegraos en el Señor, exultad ante su rostro.” (Salmos (SBJ) 68, 8), “¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan!”  (Salmos (SBJ) 70,5), “Justos, alegraos en el Señor, celebrad su memoria sagrada.” (Salmos (SBJ) 97,12), “servid al Señor  con alegría, llegaos ante él entre gritos de júbilo!”  (Salmos (SBJ) 100,2), “se alegre el corazón de los que buscan al Señor  (Salmos (SBJ) 105, 3), del mismo modo, encontraremos en las Sagradas Escrituras muchas invitaciones no solo a estar alegres en el Señor,  sino que además invitaciones para que sirvamos a Dios con alegría, con entusiasmo y voluntad.

Nos ha traído el Señor a su casa, y escogido entre millares: ¿cómo hemos de andar tristes? Creo que de ahí, es que las Sagradas Escrituras nos invitan y nos recomiendan que hagamos una vida alegre, porque en la tristeza, como ya se ha explicado, no solo es dañina para nuestra salud, sino que además, no llevan a cometer faltas contra los mandatos para una  vida recta, como nos pide Dios. Por tanto, si Dios nos quiere alegre, es bueno comentar cuales son las razones por las cuales nos conviene más vivir en el servicio de Dios con alegría de corazón.

San Pablo, nos dice que; “Dios ama al que da con alegría”  (2 Corintios (SBJ) 9,7), y el sabio escribió; “Ni hay riqueza mejor que la salud del cuerpo, ni contento mayor que la alegría del corazón”. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 30,16), y luego también; La alegría de corazón es la vida del hombre,  (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 30,22), por esa razón, todo lo que demos hay que darlo con alegría y si lo damos como servicio a Dios, aún mas alegres aún, porque en la vida común, nuestros padre también piden a sus hijos les sirvan con alegría y cuando uno anda triste y malhumorado, seguramente servimos con el ceño de la tristeza y no parece que hemos servido con buena voluntad, por tanto es el mismo caso para Dios, a El debemos servirlo con voluntad y alegre.

Otro punto interesante, es el aspecto de la voluntad con la cual se sirve a Dios, a mi parecer, El no estima tanto las cosas que se hacen,  como con la disposición y la voluntad con que la que se hace, por eso nos acostumbramos a fijarnos en el estado de ánimo de quien nos hace alguna obra, y es por eso que acostumbramos a decir que; “la voluntad con que lo hace vale más que todo, y aquello” y valoramos mucho esta disposición aunque la cosa sea en sí pequeña. Y, por el contrario, por muy grande que sea la cosa que nos han hecho, pero fue hecha con mala cara, y sin voluntad, no la estimamos ni la agradecemos como corresponde, antes nos descontenta. Lo mismo es a Dios, es bueno servirle con alegría, porque de esa manera muestra uno que hace aquello de buena gana y que le parece todo poco para lo que desea hacer.

4.      SERVIR A DIOS CON EL ROSTRO ALEGRE

“No pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan”  (Mateo (SBJ) 6,16).

El andar por la vida siempre triste, es andar por la vida con el rostro lleno de amargura. Entonces parece que los que sirven a Dios con tristeza, dan a entender que hacen mucho, y que andan reventado con la carga o el servicio que dan, y que apenas se la pueden,  por llevar una carga grande y pesada, y eso desagrada y se muestra en el rostro. Y así es, como una de las causas por que el bienaventurado San Francisco no quería ver en el rostro de sus frailes con tristeza, era porque da a entender que hay pesadumbre en la voluntad y pereza en el cuerpo para el bien. Pero esos otros, según van de alegres y ligeros, parece que están diciendo que no es nada lo que hacen para lo que desean y querrían hacer. Como decía San Bernardo: “Señor, lo que yo hago por Vos, apenas es trabajo de una hora; y si más es, con el amor no lo siento”. Seguro que eso que dice el santo, da mucho más alegría al Señor.

En efecto, todo los esfuerzos que uno hace por el Señor, hay que hacerlo con el rostro alegre y el mismo Cristo nos lo pide; “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan”;  (Mateo (SBJ) 6,16). Es decir,  si vamos a servir, pongamos cara alegre, que no parezca que servir es una tarea triste, como dice el Evangelio: “desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan” y a esto Jesús pide: “Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo (SBJ) 6). En otras palabras el Señor nos pide que no andemos tristes, como los hipócritas que quieren dar a entender a todos que ayunan y que vean que hacen algo. Ciertamente y lo hemos visto, que hay algunos, que para andar con modestia y recogimiento, les parece que es necesario andar cabizbajos y con semblante triste, y ni siquiera miran para saludar. Dice San León (Papa) en uno de sus sermones: “La modestia del religioso no ha de ser triste, sino santa. Ha de traer siempre el religioso una modestia alegre y una alegría modesta. Y saber juntar estas dos cosas, es gran decoro y grande ornato del religioso.”

También debemos subrayar que frente a las demás personas, el servir a Dios con un rostro alegre, es muy provechoso, es un muy buen ejemplo, porque de esta manera  es más fácil convencer mucho a los hombres con el ejemplo que en el camino del servicio a Dios, no hay la aflicción y dificultad, como algunas personas se lo imaginan y entonces al ver como se sirve a Dios y al prójimo con alegría es una invitación para que otros se animen y se unan a Servir a Dios con un rostro alegre.

En este punto, apliquemos este deseo de que nos vean alegres en nuestros ministerios, tanto los ordenados como los laicos comprometidos, ya tratar con todo el mundo con alegría y con una sonrisa, es hacer más eficaz nuestra tarea de conquistar almas para Dios. Porque de esta manera se ganan y animan muchos, no sólo a cooperar, sino que a vivir evangélicamente, caminando hacia la perfección y a vivir feliz nuestra religión. Y esto es en serio, porque sabemos que algunos han dejado la vida mundana y se han decidido por una vida religiosa por ver la alegría y satisfacción con las que andan los religiosos y los laicos comprometidos con el Señor.

Aristóteles (La Ética) expresa que: “La alegría y gusto con que se hace la obra es causa de que se haga con perfección; y la tristeza, de que se haga mal hecha”  Y así vemos por experiencia que hay mucha diferencia del que hace la cosa con gusto al que la hace de mala gana; porque éste no parece que atiende más que para poder decir que la hizo; pero aquél se está esmerando en hacer bien lo que hace, y procura hacerlo lo mejor que puede se añade a esto lo que dice San Crisóstomo, que la alegría y contento del ánima da fuerzas y aliento para obrar. Y en la tarea al Señor el salmista canta; Corro por el camino de tus mandamientos, pues tú mi corazón dilatas.  (Salmos (SBJ) 119, 32)

5.                  LOS REMEDIOS QUE TENEMOS PARA DEJAR LA TRISTEZA

“Contento, Señor Contento” (San Alberto Hurtado)

Es bueno preocuparse de saber de que nos viene la tristeza y que remedios tenemos para dejarla, y así de esta manera, ponernos al servicio de Dios con alegría.

Indudablemente, este análisis de conocer el origen de donde nace la tristeza, es un tema de experto en esta materia, por tanto el análisis hay que hacerlo un poco con sentido común. Algunas veces estamos tristes, porque nos sentimos enfermos, o hay alguna causa externa que nos pone melancólicos, y entonces, no siendo expertos, no nos queda mas que ir descubriendo que es lo que nos pone tan apenados, que en algunos casos, se agrava porque, nos hacen perder la fe y queremos abandonar los caminos por donde nos ha puesto el Señor.

Pero basados en nuestra propia experiencia, sabemos que sin haber precedido alguna causa en particular, de repente nos sentimos tristes y melancólico, y es tal así, que ese instante no nos gusta nada de nada y nos ponemos antisociales, nos alejamos de los amigos y de las gratas conversaciones que antes gustábamos de hacer, entones, todo nos molesta, cambiamos el rostro, no tratamos bien a los demás ni a nosotros mismos, se nos olvido la suavidad y la afabilidad. Al respecto, escribe el Jesuita Padre Alonso Rodríguez, (Virtudes Cristianas) que san Juan Casiano deduce que nuestras impaciencias y palabras ásperas y desabridas no nacen siempre por motivos que nos dan nuestros hermanos para ello, sino de acá dentro: en nosotros está la causa; el no tener controladas nuestras pasiones es la raíz de donde nace todo esto. Y así, no es el remedio para tener paz el huir el trato y conversación de los hombres, ni nos manda Dios eso, sino el tener paciencia y controlar muy bien nuestras pasiones; porque si éstas no las manejamos, donde quiera que vayamos y a donde quiera que huyamos, llevamos con nosotros la causa de las tentaciones y turbaciones. Y dice el mismo santo: “De manera que en vos está la causa de vuestra inquietud e impaciencia, y no en vuestros hermanos, controlad vos vuestras pasiones, y de esa manera, aun con las bestias, fieras tendréis paz, conforme a aquello de Job: “la bestia salvaje vivirá en paz contigo” (Job (SBJ) 5,23), por tanto cuanto más con vuestros hermanos.

Otras veces, dice San Buenaventura que nos llega la tristeza de algún trabajo que sobreviene, o de no haber alcanzado alguna cosa deseada. Y San Gregorio y San Agustín y otros Santos ponen también esta raíz que la tristeza del mundo nace de estar uno aficionado a las cosas mundanas; porque claro está que se ha de entristecer el que se ve que está privado de lo que ama. Pero el que está desapegado de todas las cosas del mundo, en especial las superficiales y pone todo su deseo y alegría en Dios, estará libre de la tristeza del mundo.

Aplicando todo esto a nosotros mismos, que es lo que nos interesa, me parece que tiene mucha importancia para ponerle atajo a las penas, imitar a Cristo y vivir conforme a la voluntad de Dios, por lo que sabemos, el quiere lo mejor para nosotros, como dice le Evangelio: “Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo”. (Mateo (SBJ) 6,8) y lo que hace que nos de pena y andemos con sobresalto, es andar pensando si me quitarán esto en que me hallo bien;  si tengo que hacer aquello que no me agrada, etc. Así lo dice San Gregorio: “Porque desea uno tener lo que no tiene o teme perder lo que tiene, por eso anda con pena y sobresalto.”.

Una expresión que debe animarnos, es la utilizada por San Alberto Hurtado; “Contento, Señor Contento”, y el mejor remedio para estar contento, es aceptar con alegría la voluntad de Dios, que además es garantía para el Cielo, el mismo Jesús nos lo dijo: "No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.  (Mateo (SBJ) 7), y también nos une mas a Cristo: “Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”  (Mateo (SBJ) 12)

Otro buen consejo lo da el mismo Jesús, y de seguro es un buen remedio para dejar de lado la tristeza, esto es la mansedumbre y la humildad, que nos ayudará a contentarnos más y a estar libre de todas las tristezas y desasosiegos, gozar de mucha paz v descanso, tal como dice el Señor: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.  (Mateo (SBJ) 11, 29).

6.      EL REMEDIO DE LA ORACION PARA DEJAR LA TRISTEZA Y VIVIR ALEGRES

Estad siempre alegres. Orad constantemente.  (1 Tesalonicenses (SBJ) 5, 16-17)

San Agustín, Obispo de Hipona y doctor de la iglesia, dice sobre la oración:"La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El".  Santa Teresa de Lisieux comenta así; "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde dentro de la alegría". 

San Juan Casiano, (coll. 9, 18), dice que orar; “Es una mirada a Dios nada más, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable”

Casiano dice que para todo género de tristeza, por cualquier vía o causa que venga, es muy bueno acogernos a la oración, y pensar en Dios y en la esperanza de la vida eterna que nos está prometida; con lo cual se quitan y aclaran todos los nublados, y huye el espíritu de la tristeza, como cuando David tañía con su arpa y cantaba, huía el espíritu malo de Saúl y le dejaba. Y como lo dice el salmo “En el día de mi angustia voy buscando al Señor, por la noche tiendo mi mano sin descanso, mi alma el consuelo rehúsa.  De Dios me acuerdo y clamo, medito, y mi espíritu desmaya.  (Salmos (SBJ) 77,3-4). Y así el Apóstol Santiago dice: ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos.  (Santiago (SBJ) 5, 13)

Y Santa Teresa de Jesús define la oración como: "A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Ciertamente, si el conversar con un amigo basta para que dejemos las penas a un lado y alegrarnos, ¿que será el conversar con Dios? Y así entonces los hijos de Dios, han de tomar como remedio para alejar sus tristezas y melancolías el hablar con su Padre Dios, que es quien mejor nos va a entender y de verdad, sin absurdos consuelos. Acudir a Dios y recogerse a la oración, ha de ser el mejor consuelo y descanso para el corazón. Así también nos lo dijo el Señor: “¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra;  o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mateo (SBJ) 7, 9-11)

Al leer el Libro del Génesis (Génesis 8, 9-10) halláremos este relato: Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y dando vueltas hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre. La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la asió y metióla consigo en el arca. Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca.  (Génesis (SBJ) 8, 9-10). Preguntan los Santos  Padres: Pues el cuervo no volvió, claro está que encontró dónde poner los pies; ¿cómo dice la Escritura que la paloma no halló dónde ponerlos? La respuesta es que el cuervo, sobre aquellos lodazales, y sobre aquellos cuerpos muertos hizo su asiento, pero la paloma simple, blanca y hermosa, no se ceba de cuerpos muertos, no hace su asiento en lodazales, y así se volvió al arca, porque no halló dónde poner los pies, no halló dónde descansar. Pues así el verdadero siervo de Dios y el hombre bueno y  religioso, no busca la alegría ni recreación en esas cosas muertas, en esos entretenimientos vanos del mundo, y así se vuelve, como la palomita, al arca de su corazón y todo su descanso y consuelo en todos sus trabajos y tristezas es acudir a la oración, acordarse de Dios, irse un rato al Santísimo Sacramento y consolarse con Cristo y darle allí cuenta de sus trabajos y decirle: ¿Cómo puedo yo, Señor, estar triste estando en vuestra casa y compañía? , rezamos en el Salmo; " ¿Quién nos hará ver la dicha?  “¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro!  Señor, tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo. En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo, pues tú solo, Señor, me asientas en seguro”.  (Salmos (SBJ) 4, 7-9). Y sobre esto comenta San Agustín: Nos enséñanos aquí el santo Profeta que no se ha de buscar la alegría fuera  en las cosas exteriores, sino allá dentro, en la celda secreta del corazón, donde dice Cristo nuestro Redentor que hemos de orar al Padre Eterno; Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.  (Mateo (SBJ) 6, 6)

Muchas Bendiciones

Unidos en la oración

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

Julio 2012

Fuentes de inspiración, recomiendo el Libro Ejercicios de Perfección y Virtudes Cristianas, Editorial Testimonio, escrito en el siglo XV por el venerable Jesuita Padre Alonso Rodríguez

Textos Bíblicos tomados de la Sagrada Biblia de Jerusalén (SBJ)

Conceptos: Diccionario Teológico RAVASI

Editado en este Link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

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