‘¡YA VIENE EL ESPOSO! ¡SALGAN A SU ENCUENTRO!’

Mateo (25, 1-13)

 

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

1.        DIOS QUE NOS AMA Y VIENE A NUESTRO ENCUENTRO.

Dios —personificado por la sabiduría— sale constantemente a nuestro encuentro y nos busca. Radiante e incorruptible es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean. (Sabiduría 6, 12-16). Esto es como un preámbulo, que ata la búsqueda de la sabiduría que procede de Dios y se ordena a su servicio, es “Darle la primacía en los pensamientos es prudencia consumada, quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones”. Esta es la sabiduría que nos hace ser prudentes, es la sabiduría que nos enseña a no pasar nuestra vida perdiendo el tiempo en cosas y pensamientos inútiles, es la sabiduría que nos motiva a emplearla en el servicio a nuestro Amado Padre, por tanto busquémosla a fin de que no nos halle desprevenido a la llegada del “Esposo”

Los ilustrados que en su tiempo saborearon las Escrituras, representaron la sabiduría, como un elemento de la cercanía de Dios para los hombres, se la imaginan como intermediaria, y por ella se dice que Dios es accesible al encuentro, que está cerca, busca, sale al paso en todos los caminos, por tanto logra la sabiduría el que la persigue con interés y con amor, porque en ella está el verdadero saber que ofrece término a todas las aspiraciones.

2.        “PARA QUE NO VIVAN TRISTES, COMO LOS QUE NO TIENEN ESPERANZA”.

Y el Apóstol San Pablo, nos estimula a esperar nuestro final con la segura esperanza de quienes creen en Jesús, alentando a los Tesalonicenses sobre el destino eterno del hombre, “para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza”. Todo esto porque ellos no comprendían que habiéndose incorporado a Cristo, están llamados a participar en su gloria. “Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él”. Y es porque la fe y la unión a Jesús valen no sólo para esta vida, sino también para la muerte, la resurrección y la glorificación. Esta es la meta luminosa a la que el creyente debe mirar para estar en vela a la espera del Esposo y para ver con serenidad la muerte, que lo introducirá en las bodas eternas donde estará el Señor. Porque la esperanza de la resurrección no es solamente un bien individual, sino colectivo: no se trata solamente de la su  vivencia de cada uno sino de una segunda edición de toda la humanidad. Esta visión optimista estimula para la continua construcción de un mundo mejor.

3.        YA VIENE EL ESPOSO! ¡SALGAN A SU ENCUENTRO!

Es así como Jesús hace un llamado a nuestra responsabilidad personal frente a Dios que nos ama y viene a nuestro encuentro. El nos hace un insistente aviso a velar, a estar alerta. Esto va contra una falsa mística que despoja al cristiano de toda responsabilidad personal, esperando únicamente del cielo o de dirigentes religiosos la receta detallada del comportamiento moral.

Y nos relata el Señor que: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo.” El Esposo es Cristo; viene de improviso llamar a su banquete eterno a los creyentes, simbolizados en las diez jóvenes vírgenes que velan a la espera de introducidas en la boda. En esta parábola las relaciones entre Dios y el hombre se presentan, como sucede con frecuencia en el Antiguo Testamento— como relaciones nupciales.

Por cierto, nuestra vida es una espera desvelada del Esposo, y debe ser una vida que se ocupe en buenas obras, para este caso, en la parábola están representadas por el aceite que alimenta la lámpara de la fe. Las vírgenes prudentes están bien provistas de él, por lo tanto pueden resistir lo prolongado de la vigilia nocturna y encontrarse prontas para el recibimiento del esposo. En cambio, las vírgenes necias, que representan a los cristianos descuidados el cumplimiento de sus deberes, ven que sus lámparas se apagan sin remedio, llegan luego tarde y llaman inútilmente: “Señor, señor, ábrenos”.

4.        COMENTARIO PREVIO SOBRE LAS COSTUMBRES DE AQUEL TIEMPO.

Las bodas comenzaban al atardecer, a la puesta de Sol y era de esta forma: La novia esperaba en su casa y siempre rodeada de sus amigas, luego venia el esposo a buscarla y el también se hacía acompañar del grupo de sus amigos, luego, con todo el grupo de familiares y demás amistades la llevaban unidos en dos cortejos, a casa del futuro esposo, que es donde luego vivirían. Todo este séquito se realizaba con lámparas y alegres cantos. La esposa llevaba su cabeza ceñida de una corona y era llevada en andas a casa de su esposo. Este y los suyos rodeaban el anda (litera). Tanto los amigos del esposo, como las amigas de la esposa iban entonando cánticos festivos y alusivos a los mismos de la ceremonia. A la llegada del cortejo se celebraba el banquete de bodas.

5.        ESTÉN, PUES, PREPARADOS, PORQUE NO SABEN NI EL DÍA NI LA HORA”.

Volviendo al Evangelio, san Mateo, nos presenta un cortejo de diez vírgenes. El número es parte de armar la historia, y luego dice que son vírgenes, a fin de se entienda de que no son casadas, como las amigas que habían de acompañar a la novia. En este caso, suponemos que hubo alguna tardanza y el esposo llego cerca de la media noche, por cuanto se habían quedado dormidas. De estas diez vírgenes, cinco de ellas eran descuidadas, necias o imprudentes, en cambio las otras eran previsoras o prudentes. Todas ellas salieron al encuentro del cortejo del esposo, y llevando con ellas, pues, conforme al uso de noche, lámparas para alumbrar el camino del cortejo nupcial.

EL resultado es que las imprevisoras, no tomaron, con sus lámparas una vasija donde llevar el aceite de relleno.

¿Que nos quiere decir Jesús con esta Parábola? Simplemente que vigilemos, porque “no sabemos el día ni la hora” de la venida final del Hijo del hombre.

El esposo, es Jesús, su venida será inesperada y su venida es la parusía. Las vírgenes previsoras, las almas preparadas para la parusía. Las vírgenes imprevisoras, las almas no preparadas para esa hora. Las vasijas de aceite de relleno y el prepararlas al despertar indica la solicitud de estas almas y su preparación y su actitud vigilante en orden a la parusía. Del mismo modo, se debe tener una actitud espiritual en orden a esta preparación para el glorioso regreso de Jesucristo. Pero también, no basta con un asistir, sin más, a este cortejo, que en el caso de la parábola es nupcial y en el caso de la enseñanza es la parusía, además, hay que tener esta previsión del relleno para la lámpara, es decir es necesario cooperar directamente en una preparación que es personal. En efecto, cada una de las vírgenes previsoras ha cooperado y se ha preparado, ya que el esposo puede llegar inesperadamente.

Del mismo modo, no basta con lamentarse como las jóvenes imprevisoras, ya que se requiere las obras de toda una vida. Recordemos además las Palabras de Jesús, No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor! Yo entonces les diré: Nunca os conocí” (Mt 7:21-23).

6.        “DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS”,

En esta enseñanza de Jesús, como vemos algunas son consideradas necias por imprudentes y faltas de razón, y otras prudentes, porque actúan con moderación y cautela, aunque a todas les entró sueño y se quedaron dormidas su preparación era distinta.

Estas son las dos opciones que tenemos en nuestra forma de esperar el regreso glorioso de Jesucristo. Rezamos en el credo, “desde allí ha de venir a juzgar los vivos y a los muertos”, esperamos pasivamente y sin preocuparnos o lo hacemos activamente y con responsabilidad y bien preparados.

En efecto, las cinco vírgenes necias, actuaron con irresponsabilidad y no estaban preparadas, y luego cuando ellas necesitaron la fuente de su luz, acudieron a las prudentes, "¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?" y quienes mostrando su buen juicio y su reflexión antes de actuar les respondieron: "No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado". La negativa a facilitar el aceite, o el no conseguirlo, nos dice que no se puede improvisar esto en el último momento ni se puede prestar ni transferir de unos a otros, en otras palabras, es como decir, yo he realizados buenas obras de esas que agradan al Señor, he rezado, le he sido fiel, le he amado a El y a mi hermanos, tu no lo hicisteis, te presto un poco de mi vida, para que parezcas preparada.

Así fue, como cuando el esposo es finalmente anunciado a media noche, las muchachas necias no están preparadas, y no tienen luz para ofrecerle, y no fueron consideradas para entrar al fiesta nupcial, Y luego cuando ellas pensaron que porque a última hora se consiguieron el relleno, y apuradas llegan tarde, se les consideraría, por mucho que gritaron Señor, Señor, ábrenos", no fueron admitidas y, el esposo respondió: "Les aseguro que no las conozco"

Así estas muchas necias e imprevisoras, están representando a aquella comunidad de los fieles que carecen de auténtica entrega, y por tanto no están preparados, como del mismo modo a aquellos que escuchan el mensaje, pero no lo han llevado a la práctica. Las otras cinco, las prudentes, simbolizan a las personas pertenecientes a la comunidad, que viven su vida de tal manera que dan luz a los demás, y que el mensaje de Cristo lo han hecho parte de su vida, con prudencia y sensatez, es por esos cuando llegó el esposo, estando preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

7.        "QUE VIENE EL SEÑOR"

El esposo representa al Hijo Jesucristo, como en la parábola de Mateo 22,1-14. La fiesta nupcial, el banquete que esta preparado, la alegría y felicidad del Reino.

Este Evangelio es una voz de alerta para todos nosotros, "Ya viene el esposo, salgan a su encuentro", esto es ¡Que viene el Señor!, esto debe resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón, nos debe poner en estado de alerta y acción, es un despertador para que no nos quedemos dormidos y para que tengamos suficiente luz, con lámparas donde abunde el aceite de la fe, esa luz que nos ayuda a ver y a descubrir a Dios. El aceite, representa nuestra conducta, nuestras buenas obras, el quedarse dormido, la tibieza espiritual.

Ciertamente, nos llegara el día y la hora en el que deberemos presentarnos delante del Señor, no sabemos cuando, pero si sabemos que ocurrirá, no nos olvidemos de Dios, el no se olvida de nosotros, estemos preparados, que no nos sorprenda, esperémoslo con una vida pensada en El, viviendo y haciendo cosas por El, para que cuando llegue ese día no nos desconozca, lo que no se hace por el Señor, queda desconocido por El.

8.        OREMOS

Hagamos de nuestra vida una lámpara encendida que brille con la luz de la fe y oremos con el Salmo 62, percibiendo que el Señor es el supremo valor, y expresemos nuestra ansia de Dios

Porque: Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.

Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.

Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

 

Cristo Jesús vivan en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Noviembre 2008

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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