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EL
SACRAMENTO DE Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
EL SACRAMENTO DE 1422 "Los que se acercan al
sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de
los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con 1423 Se le denomina sacramento de
conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la
conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre
se había alejado por el pecado. Se
denomina sacramento de Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz" (OP, fórmula de la absolución). Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24). II Por qué un
sacramento de la reconciliación después del bautismo 1426 La conversión a Cristo, el
nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y III La conversión de los bautizados 1427 Jesús llama a la conversión. Esta
llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en 1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a
la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda
conversión es una tarea ininterrumpida para toda 1429 De ello da testimonio la
conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de
infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc
22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor
hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria.
Esto aparece en la llamada del Señor a toda S.
Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en 1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18). 1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4). 1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10). Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4). 1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48). V Diversas formas de
penitencia en la vida cristiana 1434 La penitencia interior del
cristiano puede tener expresiones muy variadas. 1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23). 1436 Eucaristía y Penitencia.
La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en 1437 La lectura de 1438 Los tiempos y los días de
penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada
viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la
práctica penitencial de 1439 El proceso de la conversión y
de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola
llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el Padre
misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria,
el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se
encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse
obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las
algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el
arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino
del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos
son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y
el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de
alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia,
que es VI El sacramento de 1440 El pecado es, ante todo, ofensa a
Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la
comunión con Sólo Dios perdona el pecado 1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre. 1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5,18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). Reconciliación con 1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9). 1444 Al hacer partícipes a los
apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también
la autoridad de reconciliar a los pecadores con 1445 Las palabras atar y desatar
significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la
comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión,
Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con El sacramento del perdón 1446 Cristo instituyó el sacramento de
1449 La fórmula de absolución en uso
en 1450 "La penitencia mueve al pecador a sufrir todo voluntariamente; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra toda humildad y fructífera satisfacción" (Catech. R. 2,5,21; cf Cc de Trento: DS 1673) . La contrición 1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es "un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar" (Cc. de Trento: DS 1676). 1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta"(contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental (cf Cc. de Trento: DS 1677). 1453
La contrición
llamada "imperfecta" (o "atrición")
es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la
consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y
de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la
conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo
la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí
misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves,
pero dispone a obtenerlo en el sacramento de 1454
Conviene preparar
la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz
de 1455 La confesión de los pecados,
incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita
nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta
a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por
ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de 1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia: "En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos" (Cc. de Trento: DS 1680): Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido. Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque `si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora' (S. Jerónimo, Eccl. 10,11) (Cc. de Trento: DS 1680). 1457 Según el mandamiento de 1458 Sin ser estrictamente necesaria,
la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente
por El
que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus pecados, si tú
también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, son por así
decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar del hombre, es Dios quien lo ha
hecho; cuando oyes hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo ha hecho.
Destruye lo que tú has hecho para que Dios salve lo que él ha hecho...Cuando
comienzas a detestar lo que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan
porque reconoces tus obras malas. El comienzo de las obras buenas es la confesión
de las obras malas. Haces la verdad y vienes a La satisfacción 1459 Muchos pecados causan daño al
prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir
las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado,
compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado
hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el
prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes
que el pecado causó (cf Cc. de Trento: DS 1712). Liberado del pecado, el
pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe
hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de
manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama
también "penitencia". Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que nos fortalece, lo podemos todo" (Flp 4,13). Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda "nuestra gloria" está en Cristo...en quien satisfacemos "dando frutos dignos de penitencia" (Lc 3,8) que reciben su fuerza de él, por él son ofrecidos al Padre y gracias a él son aceptados por el Padre (Cc. de Trento: DS 1691). VIII El ministro de
este sacramento 1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". 1462 El perdón de los pecados
reconcilia con Dios y también con 1463
Ciertos pecados particularmente
graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica
más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de
ciertos actos eclesiásticos (cf CIC, can. 1331; CCEO, can. 1431. 1434), y
cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho
de 1465 Cuando celebra el sacramento de 1466 El confesor no es dueño, sino el
servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la
intención y a la caridad de Cristo (cf PO 13). Debe tener un conocimiento
probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas,
respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al
magisterio de 1467 Dada la delicadeza y la grandeza
de este ministerio y el respeto debido a las personas, IX Los efectos de este
sacramento 1468 "Toda la virtud de la
penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con él
con profunda amistad" (Catech. R. 2, 5, 18).
El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con
Dios. En los que reciben el sacramento de 1469 Este sacramento reconcilia con
Pero
hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por
así decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el
pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más
íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se
reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se
reconcilia con 1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta (cf 1 Co 5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15). Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida "y no incurre en juicio" (Jn 5,24). 1471 La doctrina y la práctica de las
indulgencias en Qué son las indulgencias "La
indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya
perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo
determinadas condiciones consigue por mediación de "La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente". "Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, can. 992-994). Las penas del pecado 1472 Para entender esta doctrina y
esta práctica de 1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo" (cf. Ef 4,24). En la comunión de los santos 1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra sólo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística" (Pablo VI, Const. Ap. "Indulgentiarum doctrina", 5). 1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra- un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, ibid). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado. 1476 Estos bienes espirituales de la
comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de 1477 "Pertenecen igualmente a
este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo
que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de Obtener la indulgencia de Dios por medio de 1478 Las indulgencias se obtienen por 1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados. XI La celebración del
sacramento de 1480 Como todos los sacramentos, 1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.". 1482 El sacramento de la penitencia
puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria,
en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por
el perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución
individual están insertadas en una liturgia de 1483 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general. Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (CIC can. 962,1). Al obispo diocesano corresponde juzgar s i existen las condiciones requeridas para la absolución general (CIC can. 961,2). Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave. 1484 "La confesión individual e
íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los
fieles se reconcilien con Dios y Resumen 1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación. 1487 Quien peca lesiona el honor de
Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el
bien espiritual de 1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. 1490 El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina. 1491 El sacramento de 1492 El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama "perfecto"; si está fundado en otros motivos se le llama "imperfecto". 1493 El que quiere obtener la
reconciliación con Dios y con 1494 El confesor impone al penitente el cumplimiento de ciertos actos de "satisfacción" o de "penitencia", para reparar el daño causado por el pecado y restablecer los hábitos propios del discípulo de Cristo. 1495 Sólo los sacerdotes que han
recibido de la autoridad de 1496 Los efectos espirituales del
sacramento de — la
reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia; 1497 La confesión individual e
integra de los pecados graves seguida de la absolución es el único medio
ordinario para la reconciliación con Dios y con 1498 Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos y también para las almas del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de los pecados. |
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