CATECISMO CATOLICO
ARTÍCULO 5
LA
UNCIÓN DE
LOS ENFERMOS
1499 "Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de
los presbíteros , toda la Iglesia entera
encomienda a os enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie
y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de
Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios" (LG 11).
I Fundamentos en la
economía de la salvación
La enfermedad en la vida humana
1500 La enfermedad y el sufrimiento se
han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida
humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y
su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.
1501 La enfermedad puede conducir a la
angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a
la rebelión contra Dios. Puede también h acer a la
persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial
para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja
a una búsqueda de Dios, un retorno a él.
El
enfermo ante Dios
1502 El hombre del Antiguo Testamento
vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf
Sal 38) y de él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la
curación (cf Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino de
conversión (cf Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la curación
(cf Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de
una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a
Dios, según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el Señor, soy el que te
sana" (Ex 15,26). El profeta entreve que el sufrimiento puede tener
también un sentido redentor por los pecados de los demás (cf Is 53,11).
Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que
perdonará toda falta y curará toda enfermedad (cf Is 33,24).
Cristo,
médico
1503 La compasión de Cristo hacia los
enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (cf Mt 4,24)
son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc
7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente
poder para curar, sino también de perdonar los pecados (cf Mc 2,5-12): vino a
curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos
necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta
identificarse con ellos: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt
25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo
largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos
hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio
origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren.
1504 A menudo Jesús pide a los enfermos
que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e
imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s).
Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de
él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos,
Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
1505 Conmovido por tantos
sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace
suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades" (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus
curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una
curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua.
En la Cruz,
Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el
"pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una
consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al
sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión
redentora.
“Sanad
a los enfermos...”
1506 Cristo invita a sus discípulos a
seguirle tomando a su vez su cruz (cf Mt 10,38). Siguiéndole adquieren una
nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los asocia a su vida
pobre y humilde. Les hace participar de su ministerio de compasión y de
curación: "Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los
curaban" (Mc 6,12-13).
1507 El Señor resucitado renueva este
envío ("En mi nombre...impondrán las manos sobre los enfermos y se
pondrán bien"; Mc 16,17-18) y lo confirma con los signos que la Iglesia realiza
invocando su nombre (cf. Hch 9,34; 14,3). Estos signos manifiestan de una
manera especial que Jesús es verdaderamente "Dios que salva" (cf Mt
1,21; Hch 4,12).
1508 El Espíritu Santo da a algunos un
carisma especial de curación (cf 1 Co 12,9.28.30) para manifestar la fuerza
de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas
obtienen la curación de todas las enfermedades. Así S. Pablo aprende del
Señor que "mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la
flaqueza" (2 Co 12,9), y que los sufrimientos que tengo que padecer,
tienen como sentido lo siguiente: "completo en mi carne lo que falta a
las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col
1,24).
1509 "¡Sanad a los
enfermos!" (Mt 10,8). La
Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta
realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como
por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia
vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia
actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que
da la vida eterna (cf Jn 6,54.58) y cuya conexión con la salud corporal
insinúa S. Pablo (cf 1 Co 11,30).
1510 No obstante la Iglesia apostólica tuvo
un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por Santiago: "Está
enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros
de la Iglesia,
que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de
la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y s i hubiera
cometido pecados, le serán perdonados" (St 5,14-15). La Tradición ha
reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia (cf DS 216;
1324-1325; 1695-1696; 1716-1717).
Un
sacramento de los enfermos
1511 La Iglesia cree y confiesa
que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente
destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos:
Esta
unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un
sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por
Mc (cf.Mc 6,13), y recomendado a los fieles y
promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor [cf. St 5,14-15] (Cc. de
Trento: DS 1695).
1512 En la tradición litúrgica, tanto
en Oriente como en Occidente, se poseen desde la antigüedad testimonios de
unciones de enfermos practicadas con aceite bendito. En el transcurso de los
siglos, la Unción
de los enfermos fue conferida, cada vez más exclusivamente, a los que estaban
a punto de morir. A causa de esto, había recibido el nombre de
"Extremaunción". A pesar de esta evolución, la liturgia nunca dejó
de orar al Señor a fin de que el enfermo pudiera recobrar su salud si así
convenía a su salvación (cf. DS 1696).
1513 La Constitución
apostólica "Sacram Unctionem
Infirmorum" del 30 de Noviembre de 1972, de
conformidad con el Concilio Vaticano II (cf SC 73) estableció que, en
adelante, en el rito romano, se observara lo que sigue:
El
sacramento de la Unción
de los enfermos se administra a los gravemente enfermos ungiéndolos en la
frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las
circunstancias, con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas
palabras: "per istam
sanctam unctionem et suam piissimam misericordiam adiuvet te Dominus gratia spiritus sancti ut a peccatis liberatum te salvet atque propitius allevet" ("Por esta santa Unción, y por su
bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo,
para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu
enfermedad", cf. CIC, can. 847,1).
II Quién recibe y quién
administra este sacramento
En caso de grave enfermedad ...
1514 La unción de los enfermos
"no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir. Por
eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a
estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez" (SC 73; cf CIC, can.
1004,1; 1005; 1007; CCEO, can. 738).
1515 Si un enfermo que recibió la
unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir
de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento
puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos
antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las
personas de edad edad avanzada cuyas fuerzas se
debilitan.
"...llame
a los presbíteros de la
Iglesia"
1516 Solo los sacerdotes (obispos y
presbíteros) son ministros de la unción de los enfermos (cf Cc. de Trento: DS
1697; 1719; CIC, can. 1003; CCEO. can. 739,1). Es deber de los pastores instruir
a los fieles sobre los beneficios de este sacramento. Los fieles deben animar
a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir este sacramento. Y que los
enfermos se preparen para recibirlo en buenas disposiciones, con la ayuda de
su pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompañar muy
especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones fraternas.
III La celebración del
sacramento
1517 Como en todos los sacramentos, la
unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria (cf SC
27), que tiene lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo
enfermo o para un grupo de enfermos. Es muy conveniente que se celebre dentro
de la Eucaristía,
memorial de la Pascua
del Señor. Si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento
puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía. En
cuanto sacramento de la
Pascua de Cristo, la Eucaristía debería ser siempre el último
sacramento de la peregrinación terrenal, el "viático" para el
"paso" a la vida eterna.
1518 Palabra y sacramento forman un
todo inseparable. La
Liturgia de la
Palabra, precedida de un acto de penitencia, abre la
celebración. Las palabras de Cristo y el testimonio de los apóstoles suscitan
la fe del enfermo y de la comunidad para pedir al Señor la fuerza de su
Espíritu.
1519 La celebración del sacramento
comprende principalmente estos elementos: "los presbíteros de la Iglesia" (St 5,14)
imponen -en silencio- las manos a los enfermos; oran por los enfermos en la
fe de la Iglesia
(cf St 5,15); es la epíclesis propia de este
sacramento; luego ungen al enfermo con óleo bendecido, si es posible, por el
obispo.
Estas
acciones litúrgicas indican la gracia que este sacramento confiere a los
enfermos.
IV Efectos de la
celebración de este sacramento
1520 Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de
este sacramento es un gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las
dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la
vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la
fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente
tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (cf. Hb 2,15). Esta
asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo
a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad
de Dios (cf Cc. de Florencia: DS 1325). Además, "si hubiera cometido
pecados, le serán perdonados" (St 5,15; cf Cc. de Trento: DS 1717).
1521 La unión a la Pasión de Cristo. Por
la gracia de est e sacramento, el enfermo recibe la
fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en
cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del
Salvador. El sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido
nuevo, viene a ser participación en la obra salvífica de Jesús.
1522 Una gracia eclesial. Los
enfermos que reciben este sacramento, "uniéndose libremente a la pasión y
muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios" (LG 11).
Cuando celebra este sacramento, la
Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el
bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento,
contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los
que la Iglesia
sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre.
1523 Una preparación para el último
tránsito. Si el sacramento de la unción de los enfermos es concedido a
todos los que sufren enfermedades y dolencias graves, lo es con mayor razón
"a los que están a punto de salir de esta vida" ("in exitu viae constituti";
Cc. de Trento: DS 1698), de manera que se la llamado también "sacramentum exeuntium"
("sacramento de los que parten", ibid.). La Unción de los enfermos
acaba de conformarnos con la muerte y a la resurrección de Cristo, como el
Bautismo había comenzado a hacerlo. Es la última de las sagradas unciones que
jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo había sellado en nosotros la
vida nueva; la de la
Confirmación nos había fortalecido para el combate de esta
vida. Esta última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un sólido
puente levadizo para entrar en la
Casa del Padre defendiéndose en los últimos combates (cf ibid.: DS 1694).
V El Viático, último
sacramento del cristiano
1524 A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además
de la Unción
de los enfermos, la
Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso
hacia el Padre, la Comunión
del Cuerpo y la Sangre
de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla
de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor:
"El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día" (Jn 6,54). Puesto que es sacramento de Cristo
muerto y resucitado, la
Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la
vida, de este mundo al Padre (Jn 13,1).
1525 Así, como los sacramentos del
Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada
"los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto
viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, "los
sacramentos que preparan para entrar en la Patria" o los sacramentos que cierran la
peregrinación.
Resumen, Unción de los
Enfermos
1526 "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los
presbíteros de la Iglesia,
que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de
la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera
cometidos pecados, le serán perdonados" (St 5,14-15).
1527 El sacramento de la Unción de los enfermos
tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las
dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de vejez. 1528 El
tiempo oportuno para recibir la Santa Unción llega ciertamente cuando el fiel
comienza a encontrarse en peligro de muerte por causa de enfermedad o de
vejez.
1529 Cada vez que un cristiano cae
gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también cuando, después de
haberla recibido, la enfermedad se agrava.
1530 Sólo los sacerdotes
(presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción de los enfermos;
para conferirlo emplean óleo bendecido por el Obispo, o, en caso necesario,
por el mismo presbítero que celebra.
1531
Lo esencial de
la celebración de este sacramento consiste en la unción en la frente y las
manos del enfermo (en el rito romano) o en otras partes del cuerpo (en Oriente),
unción acompañada de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide
la gracia especial de este sacramento.
1532 La gracia especial del
sacramento de la Unción
de los enfermos tiene como efectos:
— la unión del
enfermo a la Pasión
de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;
— el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los
sufrimientos de la enfermedad o de la vejez;
— el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el
sacramento de la penitencia;
— el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud
espiritual;
— la preparación para el paso a la vida eterna.
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