LIBRO DE LOS SALMOSDOCUMENTOS
DE FORMACION TEOLOGICA LA BIBLIA
COMENTADA LIBROS
SAPIENCIALES — Para
Usos Internos y Didácticos Solamente — ADAPTACION
PEDAGOGICA: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol 2 Nombre, número y numeración de los
Salmos. 5 Autores y datación de los Salmos. 6 Colecciones de salmos y formación del
Salterio. 7 Belleza poética y estructura
literaria de los salmos. 8 Mensaje doctrinal de los Salmos. 2
Nombre,
número y numeración de los Salmos. El Salterio
es llamado en la tradición judía “Libro de las alabanzas” y,
juntamente con Job y Proverbios, constituía la serie de los “hagiógrafos
mayores.” En el N.T. se le conoce bajo la denominación
de “Libro de los Salmos” (βίβλος
ψαλμών)2.
El nombre de Salmo proviene del vocablo griego ψάλλει
ν, que significa originariamente tocar un instrumento de cuerda o cantar
al son de dicho instrumento. Es el equivalente aproximado del heb. mizmór (del v. tramar: “tañer,” “tocar”). El conjunto de salmos es llamado Salterio, que traduce
el heb. nébel
(instrumento músico de cuerdas) 3. Las composiciones salmódicas son generalmente de índole lírica, si bien no
faltan entre ellas cantos épicos, composiciones didácticas y aun fragmentos oraculares proféticos. El concilio
Tridentino, recogiendo la tradición eclesiástica, incluye entre las
Escrituras canónicas Psalterium davidicum
150 Psal-morum4. Son justamente los 150 salmos
del texto masorético hebreo, excluyendo así el 151 de la versión griega de
los LXX, al que se le califica de “psalmus David idiographus et extra numerum po-situs.”5 La
expresión Psalterium davidicum
del Tridentino no ha de tomarse en el sentido de determinación crítica del
autor humano de los Salmos, sino simplemente en el de registrar como canónica
la colección de Salmos, que era comúnmente considerada como de origen
davídico por la tradición. El concilio trata en su decreto de la canonicidad de los 150 salmos, no de su origen crítico
humano. Así lo han entendido comúnmente los comentaristas católicos, y en las
determinaciones posteriores oficiales jamás se urge la necesidad de admitir
el origen davídico de todas las composiciones del Salterio. El texto
hebreo masorético y el de las versiones griega y latina del Salterio no
coinciden en la distribución numérica de los Salmos, fuera de los ocho
primeros y los tres últimos. He aquí el esquema de la numeración según la
diversa distribución del texto hebreo masorético y la de los LXX y Vg:
Esta distribución, aunque es la general mantenida en la mayoría de los
códices, sin embargo, en algunos se dan otras distribuciones 6. Se
admite que, por razones convencionales del culto litúrgico, algunos salmos
han sido separados, y otros juntados en uno 7. La colección completa del Salterio se divide en cinco libros, que se
terminan, respectivamente, por la doxología: “Benedictus Dominus... Amen,
amen.”8 Se supone que esta quíntuple división de los Salmos
obedece a la tradicional división del Pentateuco — la Toráh
— en cinco libros. Libro I: 1-41(40). Se le llama libro davídico,
porque todos los salmos de esta primera colección se atribuyen a David,
excepto los salmos 1.3(2) y 24(23). En estos salmos
predomina el nombre divino Yahvé. Se considera como la sección primitiva del
Salterio, y, sin duda, muchos de los salmos son de la época davídica o
salomónica. Libro II: 42(41)-72(71). En este libro segundo se
incluyen dos colecciones, la de los “hijos de Coré”
42(41)-49(48)1 y la de David 51(50)-70(69)]. Al final del salmo 72(71) se
dice: “Se acaban las oraciones de David, hijo de Jesé”; lo que implica que
para el compilador eran desconocidas las siguientes colecciones del Salterio. Libro III: 73(72)-89(88). Tiene una primera colección atribuida
a Asaf (73-88). A este mismo personaje se atribuye el salmo 49 del libro
anterior. Predomina en este tercer libro y en el segundo el nombre divino
Elohim, Por eso ambos constituyen la gran colección de los salmos elohisticos (42-83). Libro IV: 90 (89)-106(105). Conjunto heterogéneo, en el que
se destacan los salmos que celebran el imperio universal de Yahvé (93-100). Libro V: 107(106)-150. En esta última serie son de
notar los llamados salmos “graduales” o de las “subidas” y los del “gran Halleí,” porque se iniciaban con el aleluya. Como este
libro no se cierra con la conocida doxología “Benedictus Dominus... Amen,
amen,” no pocos autores consideran el brevísimo salmo 150 como el colofón doxológico del Salterio. La mayor parte de las composiciones del Salterio tienen unas
indicaciones preliminares de índole histórica, musical o literaria 9.
No pocos salmos se atribuyen a David o a otros personajes organizadores del
culto del templo: a los hijos de Coré y de Asaf,
Salomón, Moisés, Ernán, Etán,
Iditún. a) Indicaciones literarias Mizmór: equivale a nuestra
denominación de “salmo” (cántico
recitado con acompañamiento de un instrumento de cuerdas). Este título
acompaña a 57 composiciones del Salterio; 36 de éstas se atribuyen a David; a
Asaf, 9; a los hijos de Coré, 6, y i a los hijos de
Coré y Hernán ezraíta (el
salmo 89). Sólo en cinco casos no aparece esta indicación literaria vinculada
a un nombre propio. La versión de los LXX no siempre traduce mizmór por ψαλμό$,
pues en los salmos 4 y 39 traducen φδή;
en cambio, en otras composiciones en que no aparece el nombre de mizmór las califican de ψαλμοί. Shir: designa propiamente un
“cántico,” religioso o profano 10. Generalmente, la palabra shir va unida a la de mizmór
(en 13 salmos); en el salmo 45(44) aparece sola; en cambio, califica a los
salmos “graduales” o de las subidas (Sal 120-134). Los LXX lo traducen
generalmente por φδή, y la Vg por “canticum.” En general tiene el sentido de “cántico”
triunfal, festivo, por oposición a la qindh, que equivale a elegía. Tefilláh: oración, plegaria.
Aparece en cinco salmos: 17.86.90. 102.142. Al final del salmo 72 se dice:
“Fin de las plegarias (tefillóth)
de David, hijo de Jesé.” Esto indica que, para el compilador, la palabra tefiláh equivale
a tehilláh,
que traducimos por “alabanza.” Tehilláh: alabanza. Aparece sólo
en el encabezamiento del salmo 145; pero podría aplicarse a gran parte de las
composiciones del Salterio. De hecho, entre los judíos, al libro de los
Salmos se le llama sefer tehillím (“libro
de las alabanzas”). Maskil: generalmente se
traduce esta palabra por “didáctico,” relacionándola con la raíz ski, que
significa “ser prudente,” y en
forma causativa “instruir.” Así, podemos traducirlo por “instructivo,” “sapiencial.”
No obstante, esta calificación sólo conviene a los salmos 32 y 78 de los Miklám: aparece en seis salmos
y es una palabra de sentido incierto. Los LXX traducen στηλογραφία,
y la Vg “tituli inscriptio.” Quizá leyeran miktáb, y entonces podría
traducirse como poema que debe “inscribirse en una estela” o piedra. Sin
embargo, Aquila, Símaco
y San Jerónimo y el Targum han leído mdktám, y
traducen por “humilde” y “sencillo,” aplicándoselo a David. Recientemente los
autores han relacionado el vocablo misterioso con el arameo kéthém (oculto): poema esotérico; kethém heb.: “oro”: “poema aureum,”
selecto. Shiggáyón: denominación
enigmática, que aparece sólo en el encabezamiento del salmo 7. Los LXX y Vg traducen por “psalmus,” pero otras versiones antiguas le dan el sentido
de “pecado cometido por ignorancia.” Los exegetas modernos más bien traducen
por “ditirambo.” Pero el salmo 7, en el que aparece dicho término misterioso,
es más bien una plegaria penitencial, y entonces se le relaciona con el
asirio shegu:
delirar, lamentarse violentamente. En Hab 3:1
aparece la expresión (al shighyónoth, que los LXX traducen por μετά
φδή$· b) Indicaciones musicales Son de diversa índole: alusión al maestro de capilla, a los
instrumentos con los que debía ser acompañado el salmo y a la melodía popular
conocida según la cual debía cantarse. Lamnaséaj: se suele traducir
generalmente: “Al maestro de coro” u. La Vg,
siguiendo a la versión de los LXX (εις
το τέλος),
traduce por “in finem,”
sin duda porque leyeron lánésaj. Aquila,
Símaco, Teodoción y San
Jerónimo traducen “vencedor,” “victoria” (sin duda leyendo en heb. mnaséaj). En ese supuesto se trataría de un “pean” o
“canto de triunfo.” Pero la mayor parte de las composiciones del Salterio que
llevan esta indicación no tienen este carácter literario 12. Lelamméd: aparece sólo en el
salmo 60 y se traduce comúnmente “para enseñar.” Esta indicación aparece
también en la elegía de David sobre Saúl y Jonatás13. 'Al-hashmíníth: se traduce generalmente “pro octava”13, y se interpreta en el sentido de que debía
interpretarse con una “octava” baja o con voces graves 14. 1Al-'alámóth: lit. “a las vírgenes.” Y se
supone que es una alusión a las voces de soprano. Le 'annóth: aparece en el salmo 88. La Vg
traduce: “ad respon-dendum,”
siguiendo a los LXX: του άποκριθήναι.
San Jerónimo: “ad praecinendum.”
Generalmente se entiende esta indicación con la significación de
“alternancia” de coros. Séláh: esta extraña palabra la encontramos no en las
cabeceras de los salmos, sino en el cuerpo de los mismos. Aparece setenta y
una veces en 39 salmos, y tres veces en el cántico de Habacuc 15.
Generalmente aparece en la colección del “maestro de capilla.” San Jerónimo
lo traduce por “semper,”
y para él es una exclamación semejante a “amen”
o “paz.” La Vg no la traduce, y los LXX oscilan
entre διάψαλμα
y αεί (versión de Aquila, y algunas
veces de Símaco y Teodoción,
aunque éstos generalmente traducen como los LXX). El sentido etimológico es
oscuro. Comúnmente se interpreta como cambio de estrofa o de recitación coral16. Higgáyón: se suele entender en el sentido
de “meditativo” (de la raíz hágdh, “murmurar,” “meditar,” “musitar”). Bineghínóth: aparece en seis salmos y en el
cántico de Habacuc. Se suele traducir por “con instrumentos de cuerdas”:
arpa, lira... ΈΙ-nejílóth: “instrumentos de viento”: flauta, etc. Al-hagghittith: el Talmud
traduce “sobre la cítara de Geth.” Los LXX y Símaco: υπέρ
των ληνών;
y San Jerónimo: “pro torcularibus,” “para los
lagares.” Quizá se aluda a un cántico que se solía cantar cuando se prensaba
la uva o el aceite. ΆΙ-'ayyéléth hashshajar: “sobre la cierva de
la aurora.” Los LXX: υπέρ
τή$ αντιλήψεως
της έωθινήs. Vg “pro
susceptione matutina” (leyendo 'éyálüth
en vez de ''ayyéléth.”
Probablemente se trata del comienzo de alguna canción conocida a cuya melodía
debía adaptarse la recitación del salmo. Al-yónath Celera rejoqim: “sobre la paloma muda
de las lejanías.” Los LXX traducen “sobre el pueblo que ha sido alejado de
los santos.” Los traductores alejandrinos, en realidad, se ven muy
embarazados al traducir estos títulos, que responden a piezas musicales para
ellos desconocidas. ´Al-müth
labbén: “sobre la muerte del hijo.” Los LXX: “sobre las
faltas secretas de los hijos” (leyeron al-alümé(1) -habbén). ΆΙ-müth: “sobre la muerte.” Los LXX:
εϊ$ τους αιώνας. Vg: “in saecula” (leyendo sin duda 'al-olámoth, que
consideran como equivalente a 'al-olámim). ‘Al~majalath: “sobre la enfermedad.” Los LXX lo toman como
nombre propio: υπέρ Μαελέθ. Así también la Vg: “pro Maheleth.” Aquila, Símaco, Teodoción y San
Jerónimo leen 'al-mejoláth:
“para el coro de danza.” ΆΙ-shóshanim: “sobre los lirios.” ‘Al-shüshan leduth: “sobre el lirio (7) testimonio.” ΈΙ-shóshannim 'édüth: “sobre los lirios-testimonio.” Los LXX traducen
“por los que son cambiados” (leyendo 'al-sheshshónim). c) Indicaciones litúrgicas En el texto hebreo masoretico
apenas se encuentran estos títulos de significación litúrgica. Únicamente
lleva una indicación de esta índole el salmo 92: “Cántico. Para el día del
sábado.” En cambio, en la versión de los LXX y en la Vg
abundan estos títulos litúrgicos. Los salmos se utilizaban en el canto del
templo al ofrecerse los sacrificios y las oblaciones 17. La
recitación de los salmos por los levitas alternaba con el sonido de las
trompetas, manejadas por los sacerdotes 1S. En la versión de los
LXX aparecen determinados salmos asignados para los distintos días de la
semana 19. Encontramos también indicaciones como éstas: “in dedicationem do-mus” 20, “in rememorationem” 21, que
parece ser la traducción del lehazkír del TM, que
puede relacionarse con el ‘azkarah o “memorial” de Lev 2:2: una oblación especial
conmemorativa, consistente en quemar incienso los sábados sobre los panes de
la proposición 22. Otros salmos llevan el título de lethódah: “para
alabanza”; quizá se cantaba con motivo de un sacrificio de acción de gracias.
El salmo 30 lleva por título shír janukkatt habbaith:
“cántico para la dedicación del templo.” Quizá se aluda aquí a la dedicación
del segundo templo, reconstruido después del retorno de la cautividad, o a la
purificación del mismo en el La serie de salmos que comprende
120 al 134 lleva por encabezamiento: “Cántico de las subidas o de las
gradas”: shír hamma 'alóth: φδή των αναβαθμών.
Se supone que se cantaba cuando “subían” los peregrinos a Jerusalén o cuando
avanzaban por las “gradas” que llevaban al templo 25. Finalmente, hay otra serie de
salmos llamados “aleluyáticos,” porque van
precedidos de la exclamación Halelüyah (“Alabad a Yahvé”) 26. El grupo de
los salmos 113(112)-118(117) es llamado el “Gran Hallel,”
y se cantaba en las fiestas de Pentecostés, de los Tabernáculos y en la cena
pascual 27. d) Indicaciones históricas Un grupo de 13 salmos — atribuidos a David — llevan unas indicaciones
sobre la ocasión histórica de su composición. En general están tomadas de los
libros de Samuel. El compilador ha querido concretar para sus lectores el
momento histórico de la vida del gran rey, que dio lugar a determinadas
composiciones salmódicas. En nueve salmos se alude
a la persecución de que fue objeto David de parte de Saúl 28. En
el salmo 3 se menciona la rebelión de Absalón; en
el 51 se alude al adulterio de David, y en el 6o a la guerra siroamonita. En la versión griega aparecen otros salmos
con indicaciones históricas 29. En general podemos decir que todos estos títulos de los Salmos son
anteriores a la versión griega de los LXX (s.ΙΙΙ-ΙΙ a.C.) 30. 5
Autores y datación de los Salmos. El texto hebreo masorético atribuye 73 salmos a David 31,
mientras que según la versión de los LXX son 84 los davídicos, 65 en la Vg y 86 en la siríaca. No pocos Santos Padres, siguiendo
tradiciones rabínicas 32, sostuvieron que los 150 salmos del
Salterio son obra del propio David 33. San Jerónimo rechaza esta
opinión 34. Las expresiones “Salmos de David,” “Himnos de David,”
“Libro de los Salmos de David,” “Salterio davídico,” empleadas en las
antiguas colecciones y en los mismos concilios para designar los 150 salmos
del A.T., no obligan a sostener que todos los
salmos hayan de atribuirse a sólo David 35. Los críticos modernos son más bien propensos a negar la paternidad
davídica de la mayor parte de las composiciones del Salterio. Así, Delitzsch admite sólo 44 salmos davídicos 36; Hitzig, 14 37; Briggs, 13 38. En
general hay tendencia a retrasar la época de composición de los Salmos,
poniéndolos en la época persa o macabea 39. En realidad, no es fácil determinar la fecha de composición de la
mayor parte de los salmos, pues “las pruebas internas, sean de estilo o de lenguaje,
resultan ser una guía precaria. Muchos de los salmos tienen un carácter
completamente general: las circunstancias de un período se parecen muchas
veces a las de otro; muchos salmos han sufrido adaptaciones y modificaciones,
y la datación de un salmo no ha de determinarse por una simple palabra o una
frase” 4°. Con todo, hay muchas veces indicios de composición
tardía: alusión al templo, a la cautividad, ausencia de alusiones a la
idolatría. En cambio, en no pocos salmos se refleja el estado eufórico de los
tiempos gloriosos de la monarquía antes del exilio. Por otra parte, sabemos
que David se distinguió por su inspiración poética y sus aficiones musicales,
lo cual hace muy verosímil que muchas de las composiciones líricas religiosas
suyas hayan sido adoptadas en la vida litúrgica del templo, quedando
incorporadas al canon judaico. Precisamente por ser David un gran “poeta” —
el poeta religioso por excelencia —, no pocas composiciones del Salterio le
son atribuidas por la tradición, como se atribuyen a Salomón la mayor parte
de los libros Sapienciales por ser el “sabio” por excelencia de la tradición
israelita, De la exposición de estos apartados se deduce claramente el espíritu
moderador de la autoridad eclesiástica en esta cuestión crítica de la autenticidad
davídica del Salterio. En realidad, no hay razones críticas poderosas para
negar que un núcleo principal del Salterio sea del profeta regio. Muchos
salmos reflejan un estilo y léxico de los mejores tiempos preexílicos,
y pueden muy bien atribuirse al propio David. Los autores del N.T. citan no pocas veces
salmos atribuyéndolos a David42. En realidad, ni los apóstoles ni
el mismo Cristo tratan con estas citas de resolver el problema de la
autenticidad crítica humana de los salmos, pues su finalidad es pastoral y
apologética; y en sus argumentaciones utilizan los textos acomodándose a la
común creencia de los destinatarios judíos, que suponían que dichos salmos
eran de David. De esto se deduce que dichas citas no prejuzgan el problema
de la autenticidad crítica de las composiciones del Salterio. Ya hemos indicado antes que en los títulos de los salmos se atribuyen
muchos de éstos a diversos personajes, además de David: a Asaf se adscriben
12; a los hijos de Coré, n. El salmo 72(71) es
atribuido a Salomón; el 90(89), a Moisés; el 88(87), a Ernán, y el 89(88), a Etán. En
la versión griega de los LXX aparecen otros atribuidos a Jeremías, a
Ezequiel, a Zacarías y a Ageo. Vemos, pues, que la
tradición ha buscado vincular la mayor parte de las composiciones del
Salterio a determinados personajes famosos por su carácter regio, profético o
levítico 43. La pseudonimia es corriente
en la literatura sapiencial del A.T., y, por eso,
estas indicaciones de los títulos no han de tomarse al pie de la letra, pues
son obra de los escribas y copistas, que han pretendido vincular las
composiciones salmódicas a nombres venerados de la
tradición bíblica, entre los que descollaba el gran poeta rey de Israel, el
legendario David44. 6
Colecciones de salmos y formación del Salterio. El actual Salterio se fue formando paulatinamente por yuxtaposición de
nuevas composiciones recogidas de distintas épocas. Podemos distinguir en el
Salterio tres colecciones distintas que tuvieron vida propia literaria antes
de ser incorporadas a la gran colección unitaria actual. Las composiciones de esta primera serie son de diversa índole: himnos
de alabanza o de acción de gracias 45, composiciones didácticas o
sapienciales46, profecías mesiánicas 47. Todos los
salmos de esta colección son atribuidos a David, excepto los salmos 1:2.10 y
33. El salmo i parece ser de inserción posterior a la primitiva colección yahvista, como introducción sapiencial a esta serie o a
todo el Salterio. A Dios se le designa ordinariamente en esta colección
con el nombre de Yahvé 48; de ahí la denominación de “yahvista.” En
general, los poemas de esta colección llevan el sello individual, frente a
otros de otras series que reflejan la preocupación nacional. Esta primera
colección yahvista
es considerada como el núcleo primitivo del Salterio, pudiendo muchos de sus
salmos ser obra del propio David. En esta serie prevalece el nombre divino de Elohim49; de
ahí la denominación de elohistica. Este afán de
sustituir el nombre de Yahvé por el de Elohim se ve clara en los salmos 53 y 70,
que son la repetición de los salmos 14 y 40:14-18, respectivamente, con la
diferencia de poner Elohim en vez de Yahvé. Generalmente se explica esta
diferencia por el afán de evitar el sacrosanto tetragrámmaton, según las
exigencias teológicas de la época, en que se quería salvar ante todo la
trascendencia divina. Algunos autores creen que esta colección del Salterio
fue compilada para uso de los judíos de la diáspora, y de ahí el cuidado de
evitar el nombre de Yahvé en tierras extrañas a la heredad del Dios de
Israel50. Pero no hay indicios claros para avalar esta
hipótesis. Esta segunda colección es más heterogénea que la primera, pues en ella
encontramos “plegarias de David, poemas de Asaf, composiciones de los hijos
de Coré y un salmo atribuido a Salomón.” Los atribuidos a David son de la más diversa índole: penitenciales, invectivos, deprecativos, de acción de gracias y aun
himnos procesionales 51. Los pertenecientes a los “hijos
de Coré”52 tienen también una gran
variedad literaria: elegías, himnos guerreros, cánticos eucarís-ticos,
poemas triunfales en honor del Creador, cantos procesionales, fragmentos cpitalámicos, poemas sapienciales y plegarias mesiánicas.
“En cuanto a la forma poética y literaria, el Salterio coraíta
constituye una joya única en medio de los esplendores que adornan el gran
Salterio. Magnificencia, naturalidad, frescor de imágenes y de comparaciones,
profundidad, nobleza, sinceridad de pensamientos y de sentimientos,
flexibilidad y sencillez de ritmo métrico y estrófico, nada falta a estas
pequeñas composiciones para hacer de ellas obras maestras,” 53 La versión de los LXX tiene tendencia a atribuir muchos de estos
salmos a David, sin excluir el otro título de los “hijos de Coré,”54 La serie atribuida a Asaf, poeta, profeta y organizador del canto en
el tabernáculo en los tiempos de David55, tiene un carácter más
sapiencial y aun filosófico, con no pocas reflexiones sobre la historia de
Israel56. Pero no faltan las composiciones elegiacas, los oráculos
proféticos 57 y las odas triunfales a Yahvé, juez de la historia58.
“No se debe buscar en los poemas asáficos la
delicadeza exquisita de sentimiento, la melancolía dulce y penetrante de
ciertos salmos coraítas, ni la perfección métrica y
estrófica. Están escritos en estilo a veces áspero y oscuro. Pero están
llenos de vigor y de vida, de un movimiento rápido y dramático. Se diría que
sus autores han desdeñado la forma para atenerse sólo al fondo” 59. En general tienen una proyección nacional. El estilo profético
caracteriza algunas de sus composiciones, haciendo hablar a Dios en forma oracular. Por eso se los ha denominado “salmos
proféticos.” Es un grupo más heterogéneo que los dos anteriores: 17 salmos
davídicos, uno atribuido a Salomón (el 127) y otro a Moisés (el 90), y los
restantes son anónimos, y no pocos “huérfanos” o desprovistos de todo título.
Desde el punto de vista del contenido, son también de diversa índole:
deprecativos60, sapienciales61, me-siánicos62,
imprecatorios63, elegiacos64, históricos65,
líricos66, himnos 67. En esta última colección se incluyen los “cánticos de las subidas” o
“graduales”68, que se caracterizan por su brevedad y frescor,
escritos en lenguaje popular y familiar. Existe en ellos un ritmo “gradual,”
de forma que las ideas van subiendo como por escalones: se repite una idea y
sirve de punto de partida de una nueva idea 69. También pertenece a esta colección la serie de los salmos
ale-luyáticos70. Entre ellos se destaca el “gran Hallel”71, que se
recitaba en las grandes fiestas del año 72. Supuesta esta estratificación de salmos, podemos inferir que el actual
Salterio se fue formando paulatinamente por crecimiento gradual, conforme a
las exigencias de la piedad judía y las necesidades litúrgicas. Suponiendo
que un núcleo primitivo llegue a los tiempos davídicos, los restantes se
fueron añadiendo en los tiempos eufóricos de la monarquía bajo Ezequías (s.VIII) y Josías (s.VII), reyes que fomentaron la piedad y la vida de culto
en el templo jerosolimitano73. Finalmente, una gran parte
pertenece a la época postexílica. La literatura
sapiencial floreció particularmente después de la repatriación, y en las
escuelas de “sabios” no faltaban poetas que se preocupaban de cantar
alabanzas a Dios, expresando las íntimas angustias del fiel incomprendido
en la sociedad. 7
Belleza poética y estructura literaria de los salmos. Los salmos son ante todo composiciones poéticas, lo que quiere decir
que lo intuitivo y afectivo priva sobre lo lógico y didáctico. El poeta se
deja llevar de impresiones íntimas difíciles de concretar, de vivencias
profundas que no encuentran su encasillado en las estratificaciones frías y
calculadas de la razón. “La comunicación de esa vivencia no se puede ahogar
en el tecnicismo árido y frío de un análisis y de un examen puramente críticos...
El salmo es un poema que se presenta desde dos puntos de vista: la
experiencia interna, que es algo real y que tiende a unirse con la forma
externa, busca el modo de presentar lo eterno en algo concreto, palpable,
viviente y muchas veces pintoresco. La presentación plástica se realiza
con imágenes y símbolos. En esa realidad palpable se esconde algo interno...
La visión poética se proyecta necesariamente sobre un plano determinado y
limitado, pero el plano espiritual se cierne sobre el puramente particular y
estrecho... En la poesía de los Salmos, la historia de Israel se abre
espontáneamente a un porvenir lejano. Las experiencias de ayer y de hoy se
transfiguran de manera radical, y las líneas fundamentales de los hechos salvíficos de Dios en favor de los hombres, que los
poetas experimentan tan al vivo, se alargan hacia horizontes que se pierden
en un luminoso futuro.”74 Como es ley en la poesía hebrea, el salmista establece un constante
contrabalanceo de miembros, un movimiento pendular del pensamiento, y así,
los versos en dísticos son como los dos platillos de la balanza, que
mutuamente se equilibran. El semita va dando las ideas por entregas en
círculos más o menos concéntricos, de forma que el pensamiento va
gradualmente avanzando, a base de insistir en una idea que se repite, pero
que es punto de partida de otra nueva o de la misma bajo otra forma de
expresión. Es el estilo concéntrico: “Lo que se dice es una sucesión
de comunicaciones plenas, cada una de las cuales abarca la sustancia en su
totalidad, pero sin agotarla enteramente. Se añade sin cesar algo nuevo, ora
un aspecto, ora otro, y lo que nosotros creíamos haber captado a la primera
en su totalidad, pero de manera vaga, aparece de este modo patente y claro a
nuestro espíritu y penetra hondo en nuestro corazón. Se trata de un
movimiento circular, de un proceso de pensamiento concéntrico. En medio de
este flujo y reflujo queda un punto central que nunca se aclara del todo...
Este pensamiento es musical y rítmico. Es algo así como una composición
musical en la que se repiten sucesivamente motivos con apenas ligeras
variaciones, pero que se nos antoja algo enteramente nuevo y con vivencias no
percibidas anteriormente. Gracias a estas repeticiones y a esta progresión in
crescendo, puede uno asimilar más completa y profundamente el motivo
fundamental”75. No convienen los autores al determinar las leyes convencionales que
presiden la expresión externa de la poesía hebraica. Con todo, hay una cosa
clara: el ritmo interno conceptual, el contrabalanceo de sentencias. Es el
paralelismo de miembros, que, en expresión de los especialistas, es “la ley
primera y más cierta de la poesía hebrea”76. Como ya hemos
indicado en la introducción general a los libros Sapienciales, el paralelismo
de miembros tiene tres formas: sinónimo, antitético y sintético o progresivo. Paralelismo sinónimo. — Es la repetición de la misma idea bajo
distinta formulación en las dos partes del verso: “No te irrites por mor de los malvados ni
envidies al que obra inicuamente”77.”Oye, Dios mío,
mi clamor, atiende a mi oración” 78. Paralelismo antitético. — Contraposición de dos ideas en cada una de
las partes del verso para provocar un choque psicológico en el lector y
aclarar por contraste su contenido: “Estos en carros, aquéllos en los caballos, pero nosotros esperamos
en el nombre de Yahvé, nuestro Dios”79. “Muchos son los dolores del impío, pero la misericordia ceñirá al
que espera en Yahvé” 80. Paralelismo sintético. — Desenvolvimiento parcial de la idea expresada
en el primer estico, mediante una nueva idea o una
comparación ilustrativa: “Como el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma te desea a
ti, Dios”81. “Entonad al Señor un canto nuevo, entonadlo al Señor las tierras
todas” 82. “Bocas tienen, mas no hablan; ojos
tienen, mas no ven” 83. Fuera de este ritmo lógico de sentencias, poco es lo que con certeza
se sabe de la distribución rítmica y estrófica del verso hebreo. Las
hipótesis se multiplican, pues mientras para unos autores la clave del ritmo
hebraico está en la cantidad de sílabas largas o breves, como en el latín
clásico 84, para otros el secreto está en la distribución de
acentos; y no faltan quienes sostengan que la poesía se basaba en el número
de sílabas, sin relación alguna con su cantidad 85. Tampoco la
división estrófica se puede determinar con claridad. Con todo, hay algunos
indicios: el estribillo repetido en el poema86, la inclusión (la
misma estrofa empieza y termina con las mismas palabras) 87, la
responsión (correspondencia de ideas en dos estrofas sucesivas) 88
y la concatenatio (distribución de ideas o de
palabras para encadenar grupos de versos o estrofas). Así, una estrofa
empieza con las mismas palabras con que se cierra la anterior. Se llama
también “anadiplosis.” 89 Un artificio bien conocido en la poesía hebrea es la distribución
alfabética o acróstica. Cada verso o cada estrofa empieza con una letra
distinta del alefato hebreo y siguiendo su orden 90. Es un
procedimiento de la poesía decadente, ya que resulta demasiado artificial,
sujetando la agilidad e inspiración del pensamiento. Con todo, las
Lamentaciones de Jeremías son una excepción a esta apreciación, ya que poseen
un patetismo y aun lirismo inigualables; pero las composiciones acrósticas
que tenemos en el Salterio son de inspiración pobre, pues el poeta no sabe
moverse con agilidad dentro del encasillado del alefato hebreo. En la versificación hebrea, y en concreto en el Salterio, encontramos
otros artificios literarios: Anáfora: repetición de una o muchas palabras al principio de muchos
versos: “¿ Hasta cuándo, Señor, me has de
olvidar, hasta cuándo apartas tu rostro de mí?” 91 Epífora: repetición de las
mismas palabras al fin de muchos versos: “Todas las gentes me cercaban, y, confiado en el nombre de Yahvé,
las derrotaba. Me rodeaban, me cercaban, y, confiado en el nombre de Yahvé,
las derrotaba. Me rodeaban como abejas, y, confiado en el nombre de Yahvé,
las derrotaba” 92. Symploké: repetición de las
mismas palabras al principio y al fin de cada verso: “Diga ahora, Israel, porque es bueno, porque su misericordia es para
siempre. Diga ahora la casa de Aarón, porque para siempre es su misericordia.
Digan ahora los que temen a Yahvé, porque para siempre es su misericordia” 93. Estribillo: es un “ritornello” o refrán que
se repite después de determinadas sentencias de modo regular. Así, en el
salmo 42:6.12 se repite: “¿Por qué te abates, alma mía, por qué te turbas dentro de mí?.” 94 Estos son los artificios literarios que encontramos en la técnica externa
de la poesía hebraica, y que abundan en las composiciones del Salterio. 8
Mensaje doctrinal de los Salmos. El libro de los Salmos, como todos los de la Biblia, es eminentemente
religioso, pero precisamente la vena poética sirve para resaltar más la inspiración
e intuición espiritual de los fieles, que se sentían vinculados a los
destinos providenciales de Israel — ”sacerdocio real y nación santa” 95
— en la historia. La poesía hebrea del Salterio es más que un mero desahogo
individual, pues está impregnada del sentido histórico-mesiánico de la
comunidad teocrática. En la historia sagrada encontramos desde el principio
explosiones lírico-religiosas del alma popular israelita con motivo de una
intervención milagrosa de Yahvé en favor de su pueblo. Es el caso del paso
del mar Rojo cantado por los rapsodas populares, y que ha llegado a nosotros
con el nombre del gran caudillo, Moisés. Después de la organización del culto en el templo, esta inspiración
poético-religiosa quedó canalizada a través de los representantes de la
familia levítica, especialmente vinculados a la vida litúrgica del santuario.
Así, pues, la mayor parte de las composiciones salmódicas
surgieron en torno a las exigencias de la vida litúrgica. Almas selectas que
vivían con profundidad la vida religiosa en el templo en intimidad con Yahvé
— fuente de toda vida espiritual —,dejaron sus
experiencias espirituales en los Salmos, que aún hoy día son alimento de las
almas del N.T. “El culto de Israel, que alcanzaba su plena vivencia en las grandes
fiestas anuales, en los sacrificios cotidianos, en las ceremonias de acción
de gracias, en los días de oración, significa la celebración de los hechos salvíficos de Yahvé, el reconocimiento de Yahvé como su
Dios. La liturgia es para ellos, como para nosotros, algo más que el simple
recuerdo de acontecimientos pasados. La historia de los hechos salvíficos, y en especial la salida de Egipto con todo lo
que lleva consigo, no se conmemora simplemente, sino que de alguna manera se
actualiza de nuevo, precisamente como actos (y palabras) salvíficos
de Dios, y de esta manera pueden los fieles vivir de nuevo estos
acontecimientos. Los hechos salvíficos se
anuncian en la comunidad, que es el centro donde resuena la palabra de Dios.
Y este anuncio auténtico de la palabra de Dios opera algo, opera la
salvación... De estas celebraciones litúrgicas traen su origen los
Salmos” 9Ó. Los salmistas aluden constantemente a la proyección
litúrgica, en la asamblea, de sus propias vivencias espirituales, de sus beneficios
alcanzados de Yahvé 97. De este ambiente cultual litúrgico brotaron las composiciones del
Salterio. Según, las exigencias de determinadas fiestas, el poeta componía un
nuevo poema religioso, que era después recitado e incorporado a la colección preexistente.
Surgieron así diversas familias salmódicas conforme
al módulo literario poético exigido por las circunstancias: himno, canto de
acción de gracias, oraciones deprecativas, odas epitalámicas, composiciones
épicas y aun elegiacas. Los problemas individuales del salmista adquieren así
un valor público, pues su salvación milagrosa de un peligro de muerte —
enfermedad grave, hostilidad de los impíos — es una prueba de que Yahvé no
abandona a los que le son fieles, y en este sentido su experiencia personal
es una lección para la comunidad religiosa. Es muy importante señalar el módulo literario que preside la
conformación de cada salmo, pues sólo así podemos calibrar sus afirmaciones
en la debida medida; pero no debemos olvidar que muchas veces en la misma
composición intervienen distintos módulos literarios. Así, se mezclan a veces
la deprecación, la elegía, la acción de gracias, el oráculo profético, el
género sapiencial. “Los exegetas generalmente dividen los salmos en familias,
por el contenido de los mismos o por su género literario, para captar mejor
su mensaje y sentido. “Cada grupo se
caracteriza por su propio ambiente, su propia mentalidad y por su pequeño
mundo de ideas. Cada grupo tiene su idea central, y por eso vive su
correspondiente actitud de alma.”98 Podemos dividir las diversas composiciones del Salterio en las
siguientes familias: salmos de alabanza o himnos de acción
de gracias, deprecativos, de peregrinación, profesionales, de entronización,
regios, mesiánicos. Todos ellos están presididos por la idea
obsesionante del Dios providente: “La atmósfera de los salmos es
eminentemente teocéntrica. Sus autores están
sedientos de divinidad. A sus ojos, Dios es todo... Ni un instante los salmistas apartan de Dios su mirada y su
pensamiento. Si exultan, si gimen, si contemplan, si relatan, todo cuanto
sale de sus plumas converge en la sumisión, la prosternación, la aclamación o
la adoración... Si acaban de obtener una victoria, si están enfermos, si
sienten sus almas asaltadas por las dudas, si tienen conciencia de su pequenez y de su pobreza, siempre se vuelven hacia Dios/
que podrá sacarles de sus situaciones difíciles o merece las acciones de
gracias... Dios es la trama, no subyacente, sino resplandeciente y viva, de
cada uno de los versículos. Cualquier ocasión sirve a los salmistas para
repetir que Dios es grande, justo, fiel o misericordioso, y reiterarle la
expresión de su fe, su confianza y su amor” Las invitaciones a alabar a Yahvé por sus proezas arrancan de los
tiempos del Éxodo100. En el canto de Débora se enaltece el poder
del Dios de Israel, que ha vencido a los enemigos de su pueblo 101.
En la visión inaugural del ministerio profético de Isaías se hace exclamar a
los serafines: “Santo, santo, santo, Yahvé de los ejércitos; llena está toda
la tierra de su gloria.”102 Toda la creación es la manifestación
gloriosa de su poder y magnificencia. En los esplendores litúrgicos del
templo, el salmista entona himnos de alabanza y de admiración al Dios de la
creación y al Dios de la historia de Israel. Se cantan las antiguas gestas y
se glorifican las nuevas “salvaciones” de Yahvé en favor de su pueblo.
Algunas veces estos cánticos tienen un aire de responsorio, en el que
interviene el solista y el coro general del pueblo: “Alabad a Yahvé, porque es bueno, porque es grande su misericordia. Diga la casa de Israel: Es eterna su misericordia. Diga la casa de Aarón: Es eterna su misericordia.”103 Con el canto alternaban los sonidos de los instrumentos músicos de la
más diversa índole: de cuerda y de aire: harpas, cítaras, flautas, cuernos,
tambores y címbalos. El salmista invita a todos los instrumentistas a tomar
parte en la glorificación de Yahvé salvador en el templo: “Alabadle al son de las trompetas, alabadle con el salterio y la
cítara, alabadle con tímpanos y danzas, alabadle con las cuerdas y flautas,
alabadle con címbalos resonantes, alabadle con címbalos de júbilo. Todo
cuanto respira alabe a Yahvé. ¡Aleluya!”104 El pueblo se asociaba con danzas y movimientos rítmicos a esta
manifestación bullanguera en honor de su Dios. Las gentes de mentalidad
primaria son propensas a manifestar con músicas altisonantes sus afectos
íntimos. El pueblo israelita se sentía dichoso en el templo en torno a su
Dios, y la música le enardecía sobremanera. El “aleluya” era
como un grito espontáneo de alabanza que salía de las gargantas del pueblo,
agradecido a las bendiciones y bondades de su Dios. Otras veces respondía
con la palabra de asentimiento, amén, a las alabanzas de los levitas y
cantores oficiales 105. En los himnos de alabanza, el poeta empieza con una invitación a los
fieles yahvistas a unirse a sus alabanzas en torno
al Dios de Israel; después expone los motivos de estas alabanzas, para
terminar con una fórmula de glorificación aceptada acorde a la idionsicracia del pueblo. La perspectiva del salmista
se extiende a todo Israel, a todas las criaturas, al universo, invitando
incluso a los seres angélicos a entonar un himno de alabanza. En la parte
central, no pocas veces se enumeran los motivos más diversos para entonar
alabanzas a Dios: por ser Creador, por haber salvado a su pueblo de la
opresión egipcia y haberle alimentado milagrosamente por el desierto 106.
No pocas veces se canta el poder divino, manifestado en las fuerzas caóticas
del mar tenebroso y sobre los monstruos marinos, como el Leviatán 107.
La sucesión del día y la noche, la aparición de las fuentes y los ríos, son
motivos de alabanza y expresión del poder y sabiduría divinos 10S.
Su omnipotencia absoluta se pone a veces en contraposición a la impotencia
de los ídolos 109. Los israelitas tenían una concepción viviente de Dios, que
manifiestan en la historia de su pueblo a la par que en la creación. Las
vinculaciones históricas de Yahvé con Israel privan sobre las consideraciones
de una pura teodicea natural. “Su experiencia religiosa era ante todo una
experiencia salvífica, y toda la idea de Dios se
apoya sobre una experiencia de ese mismo Dios. Se fundaba sobre los
hechos de la historia de la salvación, en el hecho de que Dios estaba
próximo a su pueblo. Más tarde va tomando cuerpo en una reflexión
ulterior la conciencia de las relaciones entre Creador y criatura. La
Biblia no se alza de la filosofía a la teología, sino que, partiendo de la
experiencia religiosa, de la convicción de pertenecer al pueblo de Dios,
de la plena conciencia de ser el pueblo elegido, llega, mediante
reflexiones posteriores, a conclusiones precisas sobre el ser, el cosmos y la
creación.” 110 “La fe de Israel ha nacido de la experiencia
espiritual del obrar de Dios con su pueblo y con cada individuo en
particular. Israel ha captado a su Dios como un Dios viviente, que se
revela en la historia del pueblo y en la vida de los individuos. Israel ha
aprendido a conocer a Dios como a un Salvador y a un guía, como a un
Dios Sanador. Israel no extrae de la naturaleza el conocimiento que
tiene de Dios, como lo hacen los demás pueblos orientales antiguos, que
arrancan de la naturaleza las imágenes de los dioses. A Israel le viene ese
conocimiento de las intervenciones de Dios en la historia de su pueblo,
como muy bien podrían apreciarlas a la luz de la revelación en Moisés y los
profetas.” 111 “También Israel podía
conocer a Dios partiendo de la creación, pero de hecho lo ha conocido mejor y
aún más íntimamente a través de las intervenciones divinas en la vida misma
de Israel, en su historia. Yahvé se ha manifestado vivo y operante, se ha
revelado a Israel, se ha dejado experimentar por Israel.”112 Los salmistas tienen conciencia de esta elección excepcional de Israel,
debida únicamente a la voluntad salvadora de Yahvé 113; y por eso
cantan entusiasmados sus gestas antiguas — liberación de la esclavitud
faraónica, estancia en el desierto y conquista de Canaán —, para dar
confianza en los momentos críticos de la historia hebrea posterior. Las
dificultades y la cautividad babilónica hacen suspirar por la urgente
manifestación poderosa de Yahvé, como en otro tiempo contra los egipcios. El
pasado del Éxodo se idealiza, y los poetas ansianas
una nueva etapa de vida nacional bajo la égida de Yahvé. Pero los autores de los Salmos saben que el Dios de Israel es
también el Dios de la naturaleza y el Soberano de todas las gentes:
“Israel empieza conociendo a Dios como Yahvé, el Dios de su pueblo, el
Redentor. A medida que va familiarizándose con la acción redentora de Yahvé,
aprende Israel a conocerle también como Creador. Los hechos que acaecen irán
madurando la visión teológica de Israel. Yahvé no será ya simplemente el
Elohim de Israel, su Dios. El gran hallazgo de Israel consiste precisamente
en que El sea Elohim pura y simplemente.”114 Llevados de su sentido religioso, los salmistas saben ver la mano de
Dios en todas las manifestaciones de la naturaleza, particularmente en su providencia
para con todos los seres vivientes, pues provee de comida y sustento a todos
los animales 115 y, sobre todo, protege al hombre, haciendo que
toda la naturaleza esté a su servicio 116. Dios no es un ser
inmóvil, inerte, alejado del contacto con lo creado, sino el principio de
toda vida: “Ampáranse los hombres a la sombra
de tus alas, sácianse de la abundancia de tu casa,
y los abrevas en el torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente de
la vida y en tu luz vemos la luz.”117 No obstante, es el Rey majestuoso que dirige las manifestaciones
cósmicas y atmosféricas 118. Justamente en la tempestad es donde
mejor se refleja su poder, fulgurando rayos y conmoviendo con su voz los
cimientos de los montes: “Precédele fuego, que abrasa en derredor a sus enemigos. Sus rayos
alumbran el mundo; tiembla la tierra al verle. Derrítense
como cera los montes ante Yahvé, ante el Señor de toda la tierra.”119 Dios es inaccesible, trascendente y santo 120; al mismo
tiempo es eterno 121, omnisciente y todopoderoso 122,
creador 123, providente 124, bondadoso y misericordioso
125. Lejos de ser un ser dominado por la fuerza incontrolada de su
poder omnímodo, el Dios de los salmistas es justo y equitativo, obrando
siempre conforme a las exigencias de su sabiduría y bondad. En los himnos de alabanza se cantan las glorias de Dios y sus
beneficios generales sobre las criaturas y sobre el Israel de la historia.
Los salmos de acción de gracias, en cambio, giran en torno a un beneficio nuevo
otorgado al salmista o al pueblo israelita como colectividad. Después de una grave enfermedad o con ocasión de un beneficio obtenido
por el fiel, éste iba al templo a ofrecer sacrificios eucarísticos,
cumpliendo sus votos 126. La ceremonia era seguida del banquete
comunitario a base de las partes de la víctima no quemadas sobre el altar, al
que eran invitados los levitas y necesitados 127. En estos salmos
de acción de gracias encontramos un esquema muy homogéneo: anuncio de la
acción de gracias, relato de los beneficios recibidos y una invitación a los
asistentes a sumarse al acto eucarístico 128. En la parte central
se concreta el beneficio recibido; generalmente se alude a una postración
física por la enfermedad o a un peligro de ser presa de los enemigos. Siempre, pues, la mente del salmista se centra en torno a una
“liberación,” de un peligro. Por eso, con toda crudeza revive sus penalidades
pasadas, y así, sus palabras tienen un sello también deprecativo, pues relata
las súplicas que en los momentos de angustia hizo a Dios. Pero insiste en que
ha mantenido incólume la confianza en su poder en los momentos más
críticos. Finalmente, describe su liberación: “Es tan profundo el cambio,
que se nota sin esfuerzo alguno. Se trata de un paso de la estrechez a la
holgura, de las lágrimas a la risa, del triste llanto a la danza gozosa, del
saco de penitencia a los vestidos de fiesta, de las puertas de la muerte a
las puertas de la hija de Sión, de la oscura región de la muerte al país de
los vivos. Se describe la fiesta actual: el salmista da gracias en hábitos de
fiesta, ungido con óleo puro; el banquete está preparado; las copas, llenas
de vino hasta el borde, están esperando a los comensales.”129 No
pocas veces la perspectiva del salmista se extiende anunciando la llegada de
todas las gentes para participar en este banquete de acción de gracias. 130 La conciencia del salmista está íntimamente vinculada a la suerte de
su nación; por eso, al lado de sus problemas personales afluyen las
inquietudes colectivas. Sobre todo hay algunas composiciones eucarísticas del
Salterio que llevan el sello nacional, pues están redactadas con motivo de
alguna victoria 131 o con ocasión de una buena cosecha 132.
La estructura de estos salmos es más bien hímnica; pero, por el contenido,
estas composiciones son eminentemente eucarísticas. Como en el apartado anterior, deben distinguirse los salmos
deprecativos de índole individual y los de proyección nacional. El ser humano
es esencialmente débil y necesita en todo momento de la mano poderosa de
Dios para sacarle de los momentos de angustia. Los salmistas, llevados de
su profunda religiosidad, reconocen en sus desgracias personales la mano
punitiva de Yahvé, y, confesando sus faltas, suplican el auxilio necesario
para salvar una situación comprometida. En general, estos salmos deprecativos
no nacen en el ambiente litúrgico, sino que son ocasionados por
circunstancias personales, sobre todo a causa de un peligro de muerte. En la
panorámica del salmista no cuenta todavía la vida dichosa en ultratumba, como
encontramos enseñado en el libro de la Sabiduría 133, y por eso
ansia prolongar los días en esta vida terrenal en compañía de su Dios, al que
sólo es posible alabar entre los vivos. Yahvé es un Dios de vivos 134,
y de ahí que la muerte prematura se considera como el castigo merecido por
los impíos 135. La estructura de esta serie de salmos es similar en todos: invocación,
lamentación, súplica propiamente tal y motivos alegados para justificar esta
demanda de auxilio. La invocación tiene el aire de una oración a Yahvé
todopoderoso. El nombre del Dios de Israel es ya una garantía de
asistencia y de fidelidad a sus promesas de auxilio hacia los justos.
Después el salmista describe, generalmente con vivos colores, su sufrimientos físicos y morales 136. Sus
palabras tienen la forma de lamentación angustiada. La súplica propiamente
tal se caracteriza por su familiaridad confidencial con Dios. El salmista
habla con el corazón en la mano. En algunos momentos se queja de que Yahvé le
tiene olvidado, en contra de sus promesas. Por otra parte, la causa del justo
doliente es la causa de Dios, y por ello debe salvarle, pues, de lo
contrario, los impíos deducirán que es vana su fe, ya que Yahvé los
abandona cuando están más necesitados. Para hacer fuerza a su oración, el
salmista confiesa sus pecados y hace actos de penitencia. Los salmos deprecativos de índole nacional surgen en los momentos de
calamidades colectivas: una batalla perdida, una sequía pertinaz, una mala
cosecha, una peste, una invasión de langostas. Los salmistas, en estas
ocasiones de crisis nacional, apelan a las antiguas gestas de Yahvé, a sus
antiguas promesas de protección y a la condición de Israel como pueblo
elegido entre las naciones 13? Las fiestas de peregrinación obligatoria entre los israelitas eran
Pascua, Pentecostés y Tabernáculos 138. La primera era la fiesta
de la luna llena, de origen pastoril: el cordero era el centro de su
liturgia. La segunda era la de la cosecha de los cereales, y la tercera
cerraba el ciclo agrícola con la recolección de los frutos. Pero, además,
tenían un sentido histórico: la de la Pascua recordaba la liberación de la
opresión egipcia; la de Pentecostés conmemoraba la legislación del Sinaí, y
la de los Tabernáculos recordaba la estancia de Israel en el desierto. En
estas conmemoraciones anuales se realzaba el sentido de solidaridad religiosa
y nacional y la convicción de pertenecer al pueblo de Dios. Las solemnidades
eran ruidosas, y los corazones estaban motivados por el júbilo espiritual
que los embargaba. El salmista, interpretando la alegría íntima de los
peregrinos, entonaba gozoso: “ ¡Cuan amables son tus moradas,
Yahvé de los ejércitos! Mi alma anhela ardientemente ver los atrios de Yahvé.
Mi corazón y mi carne saltan de júbilo por el Dios vivo. Halla una casa el
pájaro, y la golondrina un nido donde poner sus polluelos. Yo he hallado tus
altares, ¡oh Yahvé de los ejércitos, Rey mío y Dios
mío!”
139 Los levitas enumeraban las condiciones que debía tener el peregrino
para entrar en la casa de Yahvé: “El de inocentes manos y el de puro corazón, el que no lleva su
alma al fraude y no jura con mentira.” 140 Después el director de coro invitaba a los peregrinos a tomar parte en
las ceremonias sagradas: “Servid a Dios con júbilo, venid gozosos a su presencia. Sabed que
Yahvé es Dios, que El nos hizo y suyos somos, su pueblo y la grey de su
pastizal. Entrad por su puerta dándole gracias, en sus atrios alabándole;
dadle gracias y bendecid su nombre.” 141 El pueblo respondía enardecido: “Porque es bueno, y su misericordia es para siempre, y su fidelidad
de generación en generación.” 142 En la capital de la teocracia — Jerusalén —, el israelita se sentía en
su propio hogar. En ella tenía su residencia oficial su Dios y su
representante el rey. El templo era el punto de convergencia de todas las
ansias religiosas del fiel yahvista: “Vale más un
solo día en tus atrios que mil lejos de ellos” 143. Los desterrados
de Babilonia sueñan con la reconstrucción del santuario y con las antiguas
solemnidades litúrgicas 144. La presencia de Yahvé se hacía sensible de un modo particular en el
arca de la alianza y después en su santa morada del templo de Jerusalén.
Los salmistas describen gozosos las procesiones en torno al santuario de
Jerusalén: “Delante van los cantores; los citaristas cierran el cortejo; en
medio, las doncellas tocan los tamboriles... Allí va Benjamín, el más mozo de
todos, en cabeza; príncipes de Judá con sus escuadras, los príncipes de Zabulón y de neptalí.”145 Cuando llega la procesión al atrio del santuario, el salmista entona
solemne: “Alzad, ¡oh puertas! vuestros dinteles,
porque entra el Rey de la gloria.” Una voz pregunta: “¿Quién es ese Rey de la gloria?” y la voz del salmista: “Yahvé es fuerte y poderoso, Yahvé poderoso en la batalla...”146 No pocas composiciones del Salterio celebran la realeza de Yahvé sobre
todo lo creado, y particularmente sobre los hombres. Su trono es eterno 147,
y desde el cielo rige a todas las naciones: “Porque El es el Rey sobre toda la tierra: cantadle un himno. Dios
reina sobre las naciones, se sienta Dios sobre su santo trono...” 148 Ha sometido a todos los pueblos, pero se ha reservado a Israel como
“heredad” particular 149. Domina las fuerzas cósmicas 15°.
El salmista se dirige hacia un reconocimiento universal de la soberanía de
Yahvé, y así, invita a todos los pueblos a reconocerle como Rey 151.
“La proximidad de Dios y de su reino son los temas sobre los que versan los
salmos procesionales y los de entronización. Toda la revelación tiende al
establecimiento de una comunión íntima entre Dios y el hombre. Dios se
aproxima al hombre. Establece su reinado en la humanidad. Ese dominio total
de Dios no tiene otro fin sino elevar al hombre a la comunión con El mismo. Yahvé
es Rey, pero su reino cabe los seres humanos se manifiesta
progresivamente. A medida que se revela más claramente en la historia del
pueblo elegido, éste lo va comprendiendo cada vez mejor. Yahvé es rey porque,
gracias a su protección, Israel ha podido constituirse en pueblo
independiente y triunfar así de sus enemigos. Los profetas contemplan esta
realeza, hecha realidad plena en el reino de justicia, cuando venga el
“juicio” de Yahvé sobre Israel y sobre los gentiles. Los profetas más
recientes examinan la perspectiva de una nueva creación del mundo, mediante la
cual Dios estará próximo al mundo nuevo. Los apocalipsis
descubren el establecimiento de este reino mediante el desquiciamiento y la
catástrofe cósmica. En la literatura sapiencial, el reino de Dios es el
fruto de la realización progresiva de los planes de la sabiduría divina,
infinita, sobre el mundo”152. 15
Salmos regios mesianicos. Dada la mentalidad teocrática del pueblo israelita, el rey tenía un
carácter sagrado, como lugarteniente de Yahvé. Por eso se le llama
“ungido de Yahvé”153. Los salmistas, a través de las grandes
manifestaciones de pompa de la corte israelita, sabían elevarse a la
dimensión religiosa de la dinastía davídica, y por eso entonaban poemas
áulicos, pero con un marcado sello religioso y mesiánico. El verdadero y
único Rey de Israel era el propio Yahvé; el representante de la dinastía
davídica era un simple delegado de sus derechos en la sociedad hebrea. “Cuando
se honraba a este rey en el día de sus ascensión al trono o en el aniversario
de su nacimiento y consagración; cuando se celebraban sus bodas; cuando un
cortejo salía gozoso a su encuentro después de una victoria; cuando se pedía
por su curación o por el buen resultado de una nueva campaña guerrera, nunca
se echaba en olvido que el rey de Israel era, ante todo y sobre todo, el “ungido
de Yahvé” y el portador de una brillante promesa de salvación. No
era un simple jefe militar o político. Sobre él se había como concentrado el
amor y la solicitud de Yahvé, y por él se habrían de realizar algún día, en
favor de todo el pueblo, las promesas mesiánicas salvadoras” 154. No pocos salmos aluden a estas ceremonias de entronización del rey en
las que se canta la magnificencia del monarca y se le desea un "próspero
reinado en nombre de Dios y en estilo oracular 155.
El salmo 45, de carácter epitalámico, ensalza las cualidades físicas y
morales del príncipe y las de la princesa que se va a unir en matrimonio con
él. Pero, al mismo tiempo, se alude a las exigencias de justicia y de
rectitud que deben presidir sus actos de soberano. Es el predilecto de Yahvé 156,
y se hacen súplicas a Dios por su ventura personal y su prosperidad como rey 157. Algunas veces se le considera como simple eslabón en la cadena
dinástica hacia el Rey ideal, el Mesías de los tiempos de la teocracia
anhelada y presentida en los vaticinios proféticos. Así, los poetas
idealizan sus cualidades conforme al esquema mesiánico heredado de estos
oráculos proféticos. Por ello, en el rey presente ven al tipo del Rey de
los tiempos mesiánicos. Con todo, hay dos salmos — el 2 y el no — en los que la mente
inspirada y profética del salmista se proyecta directamente sobre la
figura del Mesías personal en su sentido literal. En efecto, en el salmo
2 se habla de un lugarteniente de Yahvé (designado enfáticamente como Mashiaj: “Ungido”),
al que deben reconocer todos los pueblos so pena de caer bajo el peso de la
ira devastadora divina. En el día de su entronización real recibe una
nueva “filiación” respecto de su Dios. Esta perspectiva
regia y mesiánica del salmo 2 es completada por la sacerdotal anunciada en el
salmo no. El Mesías será, pues, Rey Sacerdote “al modo de Melquisedec”; es decir, tendrá en sus manos la
doble potestad — civil y religiosa — como en los tiempos patriarcales del
sacerdote de Elyón y rey de Salem, que bendijo a
Abraham y de él recibió los diezmos. Esta perspectiva de un Mesías soberano sobre todos los pueblos está en
conformidad con los vaticinios de los gloriosos tiempos de la monarquía
davídica. Después del destierro — superada la etapa nacionalista y
acentuada la visión personalista de la religión como consecuencia de la
crisis nacional surgida con motivo de la desaparición del reino de Judá — surge
un nuevo personaje ideal: el Justo doliente, que sufre y muere por su pueblo.
En los famosos fragmentos del Deutero-Isaías
encontramos una aproximación a la realidad del Calvario 158. El
salmista también se hace eco de un justo que sufre desamparo de todos, el
cual en su soledad es tipo de los sufrimientos del Mesías, que expira en la
cruz abandonado de todos. El salmo 22 sintetiza las angustias de los fieles
israelitas que sufren por ajustar su vida a la ley divina. El Justo doliente
del salmo encuentra su plena culminación en el Mártir del Gólgota. Así, el
mesianismo se perfila y concreta para preparar a las almas selectas al
reconocimiento del verdadero Mesías de la historia 159. No son pocas las composiciones del Salterio en las que el poeta parece
respirar un manifiesto espíritu de venganza hacia sus enemigos 160. A nuestra sensibilidad cristiana chocan ciertas expresiones inadmisibles
dentro de la moralidad evangélica. Los Santos Padres han tratado de resolver
esta dificultad apelando a ciertas teorías que no convencen al lector
moderno, como cuando dice San Agustín que lo que expresa el salmista no son
deseos de venganza, sino predicciones de unos hechos que han de tener
lugar. Para abordar el problema de las imprecaciones debemos tener en cuenta,
en primer lugar, el género literario poético hiperbólico, tan corriente en la
Biblia. Los escritores orientales suelen expresar sus ideas con frases
radicales, sin medias tintas, sin matizar el pensamiento, para hacer más
efecto psicológico en el lector. Esta exageración sistemática — fruto de una
imaginación ardiente y de un temperamento fogoso — es muy corriente en los
escritos bíblicos 161. Y, por tanto, al calibrar sus afirmaciones
es preciso restar un gran tanto por ciento. En segundo lugar, debemos
tomarlas como un desahogo psicológico del hagiógrafo, que se consume al ver
que los impíos prosperan, mientras los inocentes sufren; y, sobre todo, dada
su mentalidad teocrática y mesianista, las
imprecaciones contra los enemigos del pueblo elegido llevan el sello de
una invocación a la justicia divina para que ejerza sus legítimos derechos
punitivos contra los que hacen caso omiso de su ley, patrimonio de Israel. Se trata de resolver el problema distinguiendo en los pecadores su
calidad de hombres — como tales deben ser amados — y de enemigos de la ley
divina, y bajo este aspecto deben ser odiados: Y hablando de las
imprecaciones, dice: “Estas imprecaciones pueden considerarse desde tres
puntos desvista: primero, en cuanto predicciones, sin implicar deseo; y así,
el significado de convertantur peccatores in infernum es conver-tentur. Segundo, en cuanto deseos, no del castigo de
los hombres, sino de que se cumpla la justicia divina; así, en el salmo 58,
“el justo se alegrará cuando vea la venganza,” porque, aunque Dios
castiga, “no se complace en la destrucción” del malvado (Sab 1), sino en su propia justicia, porque “el Señor es
justo y ama la justicia” (Sal 10). En tercer lugar, el deseo de la
destrucción de la culpa, sin inflicción de castigo,
o sea, de destrucción del pecado, salvando al hombre.”162 Esta solución del Aquinatense tiene
aplicación en algunos textos, pero hemos de confesar que las imprecaciones
responden a un estado moral muy lejano del ideal evangélico del perdón. Los
salmistas son hijos de su tiempo y expresan sus ideas conforme a ciertas
concepciones rudas de su época. Aunque representan lo más selecto de la
sociedad israelita, no hemos de olvidar que vivían en la época del A. T.,
cuando el estadio de revelación era muy imperfecto en conformidad con las
claridades del Evangelio. Debemos respetar los caminos secretos de la
Providencia, que ha querido desarrollar las verdades de salvación — en el
orden dogmático y en el orden moral — de un modo gradual y lento, “propter duritiam cordis eorum”163;
y en lo moral del A.T. privaba la ley del tallón —
“ojo por ojo...” — y era casi
desconocida la ley del perdón de los enemigos. Es en el sermón de la Montaña
cuando se da la gran revelación del amor a los enemigos, lo que señala la
divisoria de la historia en las relaciones humanas. La antigua Ley era
sumamente imperfecta, y el ideal religioso moral estaba en consonancia con
las imperfecciones de esa Ley, que no hablaba de retribución en ultratumba ni
de vida espiritual en el más allá. Por ello, el ideal del perdón de los
enemigos resultaba inconcebible para una mentalidad que suponía que la
justicia divina debía manifestarse necesariamente en esta vida 164. El texto masorético hebraico es hoy día, a pesar de sus lagunas, la
mejor fuente para acercarnos al original de los Salmos. La versión de los LXX
está hecha sobre un texto hebreo que no pocas veces difiere del masorético
actual. Esta multiplicidad de recensiones hebraicas queda probada en los
casos en que algunos fragmentos de los Salmos aparecen en otras partes de la
Biblia. Así, el salmo 18 se lee en 2 Sam 22, pero
con más de 70 pequeñas variantes; lo que prueba la libertad con que
trabajaban los copistas antiguos. Como el texto se transcribía sin vocales,
las confusiones de las palabras con las mismas consonantes se multiplicaban.
Por otra parte, existía un afán de adaptación del lenguaje a los nuevos
modismos, dando de lado a oscuros arcaísmos; y también muchas veces había
cierto interés en abreviar el texto juntando diversos fragmentos en una sola
pieza poética. Los retoques en función de la interpretación no son raros;
así, a poemas de índole individual se les da una proyección nacional por
razones litúrgicas. A esto hay que añadir ciertas doxologías intercaladas
por exigencias del culto. 18
Versiones griegas.
La versión alejandrina llamada de los LXX parece datar de la mitad del
siglo π antes de Cristo. Es obra de varios autores, algunos de los
cuales no tenían un conocimiento profundo y preciso del hebreo, sobre todo
acerca del sentido de los tiempos de los verbos. Rehuyen
los antropomorfismos, y muchas veces la versión es más bien una
interpretación según la mentalidad judaica alejandrina. No obstante,
la traducción no carece de valor ni está exenta de elegancia helénica.
Refleja un original hebreo anterior al masorético, y bajo este aspecto
es de extremo interés. Gracias a sus lecciones podemos reconstruir un texto a
veces más aceptable que el actual masorético. Además, tenemos fragmentos de otras tres versiones griegas hechas por
tres judíos del siglo i después de Cristo: Aquila, Teodoción
y Símaco. La primera se caracteriza por su
literalismo extremo, lo que es de gran utilidad para reconstruir el texto
hebreo que traducía. Teodoción tenía especial
interés en mejorar la versión de los LXX. La traducción de Símaco se caracteriza por su claridad y elegancia. San
Jerónimo la alaba, y la utiliza en su versión del Salterio directa del hebreo
165. 19
Versiones latinas.
En el siglo π surgió la Vetus Latina —
llamada por San Ambrosio ítala —, calcada en la
griega de los LXX. Es una versión anónima de procedencia geográfica
desconocida. San Agustín la alaba por su fidelidad 166. Como las
variantes se fueron multiplicando desmesuradamente, San Jerónimo, en el 383,
por encargo de San Dámaso, corrigió dicha versión, aunque superficialmente (“licet cursim magna ex
parte”) 167, para no desorientar demasiado al lector 168.
Este texto fue adoptado por el Salterio Romano 169. En 386, el
propio San Jerónimo emprendió una nueva revisión más a fondo, utilizando el
texto hexaplar de Orígenes. Es el texto actual
adoptado en el rezo del Breviario, y que es llamado Salterio galicano 170.
Más tarde, en 392, el solitario de Belén emprendió una nueva versión directa
del hebreo (Psalterium iuxta hebraeos), que no ha sido adoptada para el uso
litúrgico. Pero, por estar más en conformidad con el original hebreo,
resultaba demasiado novedosa para los oídos, acostumbrados a la antigua
versión vulgata. Recientemente ha surgido una nueva versión latina directa del hebreo,
obra del Pontificio Instituto Bíblico. En 1944 salió a luz, y en 1945 fue
autorizada públicamente por un “motu proprio” de Pío XII, por el que se permitía la nueva
traducción en la recitación del Oficio divino. En realidad, la nueva versión
había sido llevada a cabo por deseo expreso del Santo Padre 171.
En general se impuso como criterio el adaptarse lo más posible al texto
hebreo, conservando en lo posible todo lo aprovechable del texto recibido de
la Vulgata. El resultado ha sido excelente, pues la nueva versión es más fiel
al original hebreo, y aunque resulte a veces poco musical y dura en algunas
expresiones latinas, esto se debe no a incorrección de la misma, sino a tener
el oído acostumbrado — y no pocas veces “viciado” — a la versión tradicional. 20
Versiones siríacas.
La versión principal es la llamada Peshita
(“sencilla,” común, vulgata),
hecha directamente de un texto hebreo a principios de la era cristiana,
aunque parece que utiliza también la versión de los LXX. El texto hebreo
que maneja parece ser muy similar al actual masorético. Además de esta
versión, que era la común, hay otras tres siríacas de época posterior: la
siro-palestinense, del siglo V; la filoxeniana, del siglo VI, y la sirohexaplar,
del siglo VII. De ellas conservamos sólo fragmentos, de poca utilidad para
reconstruir el texto original. 21
Targum arameo.
Esta traducción libre — casi paráfrasis — fue puesta por escrito en el
siglo v, pero responde a una tradición oral mucho más antigua.
NOTAS: 1 En heb, Sefer téhillim. Cf. orígenes, In Ps i:
PG 12:1084; Eusebio, ffist. Eccl 6:25:2: PG 20:581; san jerónimo, Praef.
In Ps iuxta hebraicam veritatem: PL 28:1124
(1184). — 2 Cf. Le 20:42; Act 1:20. — 3 Cf. Sal
57:9; 150:3. — 4 Dz 784; EB 43- — 5 Cf. j.B. Frey, De Psalmo
151 Apocrypho: VD 5 (1925) 200-202. — 6 Hay gran diversidad,
sobre todo, en la distribución de los salmos 94-100 y 116-119. — 7 EB 345.
Parece que deben unirse los salmos 42 (41) y 43 (42); 114 y 115 de la Vg forman el 116 del hebreo. Lo mismo pueden
unirse los salmos 9 y 10 del heb. en el 9 de la Vg. En cambio, debe dividirse el 144 (143)
en dos (i-u y 12-15). Algunos salmos aparecen dos veces en el Salterio: salmo
14 (13) y 53 (52). El salmo 108 (107) está formado a base del salmo 57 (56),
8-12 y el 6o (59), 6-14; el salmo 70 (69) es parte del 40 (39): los w.14-18.
— 8 Esta división quintopartita del Salterio es
antigua, pues en i Par 16:36 se lee la doxología que aparece al final del
libro cuarto (Sal 106 105], 48). — 9 En el TM sólo hay 26 salmos que no
tienen título alguno; por ello se les denomina en la tradición judía
“huérfanos.” En los LXX y Vg sólo dos carecen de
título: el i y el 2. Esta diversidad indica el
carácter convencional de estas indicaciones titulares del Salterio. — 10
Cf. Is 23:16; Am 6:5. — 11 Cf. Par 15:21. — 12 Aparece esta
indicación en 39 salmos atribuidos a David, en nueve de los hijos de Coré, en cinco de Asaf, en dos anónimos y en el canto de
Habacuc. — 13 Véase A. Vaccari, Pro octava multi
inscribuntur Psalmi: VD 6
(1926) 141-146; ibid., 20 (1940) 1775. — 14 El Targum lo explica diciendo que alude a un instrumento de
ocho cuerdas. — 15 Excepto en dos casos (Sal 140 y 143), aparece siempre en
los tres primeros libros del Salterio (nueve en el primero, 17 en el segundo
y n en el tercero). — 16 Véase San Jerónimo,
Comm. in Hab 3:3: PL 25:1310-1312 (1373-1375); Ad Mar-cellam ep.28:2-6: PL
22:433-435; San Agustín, Enarrat. in Ps.
4:4: PL 36:80. Véase J. Pa-Risot, Signification
musicale de Sélah-Diapsalma: RB 8 (1899) 573-581. — 17 Cf. 2 Par 23:18; 31:2; Neh I2:45s. — 18 Cf. 2 Par 29:275; Eclo 50:185. — 19 Así en
los salmos 23.47.92.93. — 20 Sal 30; cf. Mac 4:52-595 Jn
10:22. — 21 Cf. Sal 38 (37) Y 70 (69). — 22 Cf. Lev 24:7. — 23 Cf. 1 Mac
4:59. — 24 Así se declara en el Talmud, Soferim
XVIII 3. — 25 Cf. J. Calés, Le Psautier des Montees: “Rev. Se. Reí.” 17 (1927)
287-313-434-444-532-537; 18 (1928) 326-344.489-499; 19 (1929) 49-55- — 26 Son
los salmos 184(ιθ3)-187(106).111(110)-118(117).135(134)-136(135)·146(145)-15θ. — 27 Cf. Mt 26:30. — 28 Así en los
salmos 7-34-52.54-56.57-59-63-142. — 29 Son los salmos
26.69.75.92.96.111.142.143. — 30 Cf. EB 341-342. — 31 Son los siguientes: Sal
3-9(10). 11-32.34-41.51-65.68-70.86.101-103.108-110.122.124. 131.133.138-145·
— 32 Talmud, Sebajim 1173; Baba Bathra
153. — 33 Así San Filastrio, Haer. 130: PL 12:12595; San
Ambrosio, Enarr.
in Ps 1: PL 14, 922s
(965-67); San Agustín, De civ. Dei 17:14: PL 41:547. — 34 Cf. Ad Cypr. ep.14o,2.4:
PL 22:1167.1169; también lo niega San Hilario, Tract. super Ps pról. n.2s: PL 9:2335. — 35 Cf. EB 340. — 36 Die Psalmen (Leipzig 1894). —
37 Die Psalmen
(Heidelberg 1896). — 38 The Book
of Psalms I, LXI-LXIV. — 39 Representan
esta tendencia Wellhausen, Duhm
y, entre los católicos, Podechard. — |