¡Abres tu
mano, Señor, y nos colmas de tus bienes! Reflexión desde el Salmo SaI 144, 8-9 15-18 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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Abres tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes. El Señor
es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el
Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas R Los
ojos de todos esperan en ti, y Tú les das la comida a su tiempo; abres tu
mano y climas de favores a todos los vivientes. R. El
Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está
cerca de -aquéllos que lo invocan, - de aquellos que lo invocan de verdad R Este salmo, reza a la “Majestad y Bondad de Dios”, es un grandioso himno a los atributos divinos, manifestados en las obras asombrosas en favor de los hombres en general, sin concretarlas — como en otras composiciones del Salterio — a sus relaciones con el pueblo elegido. La mano pródiga de Dios está siempre abierta a las necesidades de los hombres, amparando particularmente a los humildes y desvalidos. “Abres tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes” En este salmo se cantan los
atributos divinos: bondad, justicia, misericordia, longanimidad, fidelidad a sus
promesas, piedad para con los débiles, providencia paternal sobre todo los
vivientes, “La grandeza del Señor”.
Es así como el salmista comienza en los primeros versos: “Quiero
ensalzarte, Dios mío, Rey, y bendecir tu nombre por los siglos. Quiero bendecirte
todo el día y alabar tu nombre por siempre jamás. Es grande el Señor y digno
de toda alabanza; su grandeza es inescrutable”. (Sal 144, 1-3). Finaliza este salmo con el
verso: “Alabanzas al Señor, y bendiga todo hombre su santo nombre por los
siglos para siempre”. (Sal 144, 21). El salmista declara su deseo de
expresar sus alabanzas a su Dios, que es Rey de todo lo creado. Nadie es
digno de alabanza más que él. En sus ansias de perpetuar estas alabanzas,
apela a las generaciones para que ellas se encarguen, a través de los siglos,
de anunciar las grandezas del Señor. Sus atributos como Rey se resumen en el
esplendor, la majestad y la gloria. Además, en sus relaciones con los hombres
se ha mostrado siempre indulgente y misericordioso, lento al enojo, pero
condescendiente y compasivo con el pecador: “El Señor es bondadoso y
compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. Sus obras
pregonan su bondad; y son los devotos los que saben apreciar las grandes
gestas en favor de los hombres. Su reinado se basa en la justicia y la
fidelidad para con los suyos, particularmente con los necesitados. “Abres
tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes” Todas las
criaturas dependen de la providencia de Dios, y por eso están anhelantes
esperando que les envíe sus bienes para subsistir: “el Señor es bueno con todos y
tiene compasión de todas sus criaturas”. Particularmente,
con los hombres piadosos se muestra generoso y complaciente, respondiendo a
sus invocaciones en los momentos de necesidad. “Los ojos de todos esperan en
ti, y Tú les das la comida a su tiempo; abres tu mano y climas de favores a
todos los vivientes”. En cambio, a los impíos les envía el castigo
merecido por vivir al margen de la ley divina. El salmo se termina con la
misma idea con que se inició: el deseo de alabar en todo momento a Dios,
Señor de toda carne. Nadie, pues, está exento de la obligación de proclamar
las alabanzas del Dios providente: “El Señor es justo en todos sus caminos y
bondadoso en todas sus acciones; está cerca de -aquéllos que lo invocan, - de
aquellos que lo invocan de verdad” ¡Bendeciré
tu Nombre eternamente!, R. Abres tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes. Pedro
Sergio Fuentes: Algunos
comentarios están tomados de la Biblia de Nácar-Colunga |
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