“Que el Señor nos bendiga todos los días de
nuestra vida” Reflexión desde el Salmo
127, 1-6 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant ocds El
Salmo 127 que nos trae la liturgia de hoy, es un canto a la felicidad
doméstica de quien teme al Señor: ¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus
caminos! Comerás del fruto de tu trabajo…. Tu esposa como una vid
fecunda... Tus hijos como renuevos de olivo... Que te bendiga el Señor desde
Sión…. que veas a los hijos de tus hijos. Paz a Israel. Sal 127,1-6 R. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra
vida. ¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás
del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R. Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu
hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R. ¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el
Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz
de Jerusalén! R. ¡Y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel! R. FELICIDAD DEL JUSTO. Este
breve poema tiene un fondo sapiencial, como el anterior, (parece continuación
y conclusión del salmo anterior) si bien resalta en él un carácter
marcadamente placentero. Se declara bienaventurado al que sigue las normas de
la justicia divina, disfrutando de su trabajo y viéndose rodeado de numerosa
sucesión y aun lejana descendencia. En el salmo anterior, Salmo
126, se citaba que los esfuerzos humanos sin Dios son estériles, y reza que
no se fatiguen para ganar el pan, porque Dios se los da a sus amigos mientras
duermen, y numerosos hijos como herencia o salario; “cuando él colma a su
amado mientras duerme la herencia del Señor son los
hijos, recompensa el fruto de las entrañas” (Salmos 126, 2,3). En
este salmo es todo lo contrario, pues ahora felicita al hombre que tiene en
cuenta a Dios. También se proclama y se contempla la satisfacción del que,
por haber actuado bien y fielmente, honra al Señor y sigue sus caminos; “Feliz
el que teme al Señor y sigue sus caminos”, por tanto ha
conseguido hermosas bendiciones divinas tales como trabajo fructífero y
sustento asegurado, prosperidad; “Comerás del fruto de tu trabajo,
serás feliz y todo te irá bien”, y tendrá además una esposa
fecunda e hijos numerosos como brotes de un olivo: “Tu esposa será
como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo
alrededor de tu mesa”. En otra palabras, la felicidad total. LA PROSPERIDAD DEL QUE TEME A DIOS. El “temor
de Dios” es el principio de la sabiduría; “El temor de
Dios es el principio de la ciencia; los necios desprecian la sabiduría y la
instrucción”. (Proverbios 1,7), porque amoldando la conducta a las
exigencias de la ley divina se consigue la bendición del Señor Todopoderoso.
El salmista insiste en esta idea, tan recalcada en los escritos sapienciales.
El ideal de la doctrina de la mayor parte de los libros sapienciales del
A.T., proclama que debe disfrutarse de los bienes que Dios otorga de modo
moderado, teniendo en cuenta que cualquier exceso es duramente castigado por
la justicia divina. La
senda de la ley del Señor lleva a la felicidad: “Ahora pues, hijos,
escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos”. (Proverbios 8,32),
pues el justo tiene asegurada larga vida bajo la protección del Señor
Todopoderoso; el trabajo de sus manos no será usufructuado por sus enemigos,
sino que, al contrario, el premio a su laboriosidad será el disfrute honesto
del mismo; y así, su vida se desarrollará plácida y tranquila, rodeado de
numerosa descendencia. Sus hijos serán como brotes de olivo que se enrollarán
al tronco familiar, formando una escolta de honor en torno a la mesa del
hogar: “tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa”. El
olivo es símbolo de vitalidad y de vigor. Pero
esta felicidad familiar debe tener una proyección social y aun nacional; por
eso, el salmista piensa en la prosperidad de la ciudad santa, donde mora el
Señor. Todo israelita debe pensar siempre en la suerte de su nación, que está
vinculada a su Dios por una alianza: la prosperidad familiar debe ser un
reflejo de la prosperidad general de la colectividad nacional y de la propia
capital de la teocracia: “Alabad al Señor, porque es bueno el Señor,
salmodiad a su nombre, que es amable. Pues el Señor se ha elegido
a Jacob, a Israel, como su propiedad” (Salmos 134, 3). Por
eso, la descendencia del israelita está vinculada a la suerte de la nación:
la paz sobre Israel. Este pensamiento final colectivo sirve para que el salmo
pueda ser cantado por los peregrinos que se acercan jubilosos a la ciudad
santa. Somos
responsables ante Dios de todo lo que hagamos y digamos y de todo lo que
dejemos de hacer y de decir. No se trata de tener miedo a Dios, pero sí de “trabajar
con temor y temblor por nuestra salvación” (Fil 2,12). El Temor de
Dios, es amor a Dios, por eso hoy cantamos muy alegres: “¡Feliz
quien ama al Señor! Que el Señor nos bendiga todos los días de
nuestra vida” El Señor les Bendiga Pedro Sergio Domingo XXVII Ciclo B Reflexiones de los Salmos
Dominicales en este link: Fuentes: Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga, adaptación pedagógica: del Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teología, otros comentarios están tomados de Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC |
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