“¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!” Reflexión desde el
Salmo: Salmo 33, 2-9 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant ocds SALMO
33, 2-9 EL SEÑOR ES PROTECTOR DE LOS JUSTOS Esta
composición del salmo 33, la podemos agrupar en dos secciones: a) acción de
gracias por haber salido de un peligro (2-11); b) la protección del Señor
sobre los justos (12-22). El los versos elegido para la Liturgia de este
domingo 19, reconociendo la ayuda del Señor, el salmo alaba y glorifica a
Dios con la antífona: “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!” Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará
siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los
humildes y se alegren. Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos
juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis
temores. Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros
no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo
salvó de sus angustias. El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los
libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se
refugian! BENDECIRÉ AL SEÑOR EN TODO TIEMPO El salmista
inicia un himno de alabanza al Señor para que los que le escuchan se
relacionen con El. “Bendeciré
al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios”. Los
humildes serán los primeros que se asociarán a su alabanza, porque serán los
primeros en reconocer la mano protectora del Señor en sus vidas de
sufrimiento. “Mi
alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren”. Humildes
aquí no significa tanto los que practican la virtud de la humildad cuanto los
“piadosos” o seguidores incondicionales del Señor por sus preceptos, y, como
tales, muestran espíritu de obediencia y docilidad; son los que aman al Señor
y lo siguen fervorosos
y que por lo general eran de las clases sociales modestas. Estos serían los
que mejor entenderían los favores otorgados al salmista. Por ello les invita
a magnificar a al Señor, reconociendo su grandeza y celebrando su soberanía
sobre todo. Tiene una experiencia personal de su protección, que le libró de
sus temores: “Busqué
al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores”. Dios
es la fuente de la luz y de la vida; de El procede la vida espiritual y la
física, y, por tanto, la felicidad; por ello, el salmista invita a que los
humildes, que saben valorar las íntimas alegrías de la amistad divina, se
dirijan hacia El, pues serán iluminados, en cuanto que sus rostros volverán
radiantes de alegría y de optimismo ante la vida, porque saben que tienen a
Dios a su lado; “Miren
hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán”.
Nunca serán confundidos o avergonzados de haber confiado en el Señor, pues en
la hora difícil les tenderá la mano. El salmista habla por propia
experiencia, “Este
pobre hombre invocó al Señor”, pues el Señor le salvó de todas
sus angustias: Él lo escuchó y lo salvó de sus
angustias”. FELICES LOS QUE EN ÉL SE REFUGIAN En
realidad, el pobre afligido, temeroso de Dios, no se halla solo y
desamparado, pues en torno suyo acampa el ángel del Señor para protegerle y
salvarle. “El
Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra”. Consciente
de esta seguridad que proporciona la amistad divina, porque pone a
disposición de los suyos sus ejércitos angélicos, el salmista invita a gustar
de la bondad divina, que se manifiesta a los que le
temen; “¡Gusten
y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!”. Por
ello proclama bienaventurado al que se acoge a su protección: “Miren
hacia él”. Los que se precian de ser
santos o consagrados a Dios en su vida de entrega a la Ley, deben temer a
Dios, ya que El retribuye con largueza, sin que nada les falte, a los que le
temen. La denominación de santo se aplica en el A.T. a Israel como nación, y
a los ciudadanos de la comunidad teocrática en los vaticinios de Daniel. Aquí
el salmista piensa que los israelitas, por pertenecer a una nación santa —
como pueblo y heredad de Dios — deben ser santos, en el sentido de
incontaminados con los impuros, que viven moralmente apartados de Dios. En
realidad, la fidelidad a los mandatos divinos es compensada por la largueza
divina; al contrario, los ricos, que forman su fortuna sin preocuparse de la
Ley divina, al final pasarán hambre. El salmista piensa siempre en la
manifestación retributiva de la justicia divina en esta vida, pues no tiene
luces sobre la vida del justo en el más allá. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Domingo XIX y XX Ciclo B Reflexiones de los Salmos
Dominicales en este link: Fuentes: Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga, adaptación pedagógica: del Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teología, otros comentarios están tomados de Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC |
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