SAN PABLO La vida y las
obras del Apóstol Pablo |
San Pablo, que originalmente llevaba el nombre hebreo
de Saulo, pertenecía a la tribu de Benjamín. Él nació en Tarso, capital de Cilicia (Asia Menor), que se destacaba, en aquel tiempo,
por su academia griega y la cultura de sus habitantes. Siendo nativo de esta
ciudad y descendiente de judíos liberados de la esclavitud romana, Pablo
tenía los derechos del ciudadano romano. En Tarso, recibió su primera
educación y allí mismo conoció la cultura pagana, ya que en sus prédicas y
epístolas se hayan en claro el signo de haber conocido a los escritores
paganos (Hch. 17:28; 1 Cor. 15:33; Tit. 1:12). Su instrucción final la recibió en Jerusalén, en la
famosa academia rabínica del renombrado maestro Gamaliel
(Hch. 22:3) que era considerado un gran conocedor de Aquí mismo, según la costumbre hebrea, el joven Saulo
aprendió a construir carpas, lo que le ayudó más adelante, a ganarse el
sustento con su propio trabajo (Hch. 18:3; 2 Cor. 11:8; 2 Tes. 3:8).
Aparentemente, el joven Saulo se preparaba para ser rabino, ya que
inmediatamente después de terminar su educación, se mostró celoso de las
tradiciones fariseas y perseguidor de la fe
cristiana. Posiblemente por la designación del Sanedrín, él fue testigo de la
muerte del primer mártir Esteban (Hch. 7:57 -8:1) y luego recibió el poder oficial
para perseguir a los cristianos hasta fuera de los límites de El Señor, viendo en él al “cáliz para Sí mismo
elegido,” en el camino a Damasco, y de una manera milagrosa, lo llamó al
servicio apostólico. Durante ese viaje una luz intensa iluminó a Saulo y él
cayó ciego a la tierra. De la luz se escuchó una voz: “¿Saulo, Saulo, porque
me persigues?” A la cual Saulo pregunta: “¿Quién eres?” El Señor respondió:
“Yo soy Jesús, a quién tu persigues.” El Señor le indicó ir a Damasco, dónde se le
indicaría que hacer. Los acompañantes de Saulo escucharon la voz de Cristo,
pero no vieron la luz. Llevándole de la mano a Damasco, el ciego Saulo fue
instruido en la fe y al tercer día bautizado por Ananías. En el momento de
sumergirse en el agua, Saulo volvió a ver. Desde ese tiempo él se hizo un
esforzado predicador de la enseñanza, que anteriormente perseguía. Durante un
tiempo fue a Arabia y luego volvió a Damasco para predicar acerca de Cristo. El furor de los judíos indignados por su conversión a
Cristo lo obligó a huir a Jerusalén (Hch. 9:23) en el año 38 d.C., donde se
unió a la sociedad de los creyentes y conoció a los apóstoles. Por el
atentado a su vida por los griegos, se fue a su ciudad natal, Tarso. De allí,
cerca del año 43 d.C., él fue llamado por Bernabé para la prédica en
Antioquía, y luego viajaron juntos a Jerusalén, trayendo ayuda a los
indigentes (Hch. 11:30). Poco después de su vuelta a Jerusalén, por mandato
del Espíritu Santo, Saulo junto con Bernabé, comenzó su primer viaje
apostólico, que duró desde el año 45 al 51 d.C., atravesando toda Durante el viaje misionero de Pablo y Bernabé fueron
fundadas las comunidades cristianas en las ciudades de Asia menor: Pisidia; Antioquía; Iconio; Listra y Derbe. En el año 51
d.C., san Pablo participó del Concilio Apostólico en Jerusalén, donde se
había rebelado fogosamente contra la obligatoriedad de los cristianos
convertidos de los paganos de conservar las costumbres mosaicas. Al volver a Antioquía, san Pablo, junto con Silas, hizo el segundo viaje apostólico. Primero visitó
las iglesias de Asia Menor, previamente fundadas por él, luego pasó a Macedonia,
donde fundó las comunidades de Filipos, Tesalónica
y Berea. En Listra, san
Pablo encontró a su discípulo predilecto Timoteo, y desde Troas continuó su
viaje junto a él, el apóstol Lucas. De Macedonia san Pablo pasó a Grecia donde predicó en
Atenas y Corinto, permaneciendo en la última, un año y medio. Desde allí
envió dos epístolas a los Tesalonicenses. El segundo viaje duró del año 51 al
54 d.C. En el año 55 d.C., san Pablo fue a Jerusalén,
visitando en el camino a Efeso y Cesarea, y desde
Jerusalén llegó a Antioquía (Hch. cap. 17 y 18). Después de una breve estadía en Antioquía san Pablo
comenzó su tercer viaje apostólico (56-58 d.C.), visitando primero como era
su costumbre, a las iglesias fundadas previamente, luego se quedó en Efeso,
donde durante dos años predicó cada día en la escuela de Tyranno. De allí escribió su epístola a los Gálatas (a causa
de la exacerbación de la fracción judaica) y su primera epístola a los
Corintios (a causa de los desordenes surgidos allí y en respuesta a la carta
de los Corintios a él). Una insurrección popular contra el apóstol Pablo,
dirigida por el orfebre Demetrio, obligó al apóstol a dejar Efeso e irse a
Macedonia (Hch. 19). En el camino él recibió la carta de Tito sobre el estado
de la iglesia de Corinto y la influencia benéfica de su epístola. Por esta
razón mandó a los Corintios la segunda epístola desde Macedonia por
intermedio de Tito. En poco tiempo, él llegó personalmente a Corinto y
escribió desde allí su epístola a los Romanos, haciendo planes de ir a Jerusalén,
pasando por Roma. Después de despedirse en Melita de los presbíteros de
Efeso, san Pablo llegó a Jerusalén, donde, a causa de un levantamiento
popular contra él, fue arrestado por los romanos y puesto en prisión, primero
por el procónsul Félix y luego por su sucesor Festo.
Esto aconteció en el año 59 d.C. En el año 61 d.C., san Pablo, como ciudadano romano y
por su pedido, fue enviado a Roma para que lo juzgue el César. Tuvo un
naufragio cerca de Los destinos subsiguientes del apóstol Pablo no se
conocen con exactitud. Algunos consideran que permaneció en Roma, y que por
orden de Nerón, fue muerto como mártir en el año 64 d.C. Pero hay bases para
pensar que luego de los dos años en prisión, le fue otorgada la libertad e
hizo su cuarto viaje apostólico. Esto indican las epístolas
pastorales a Timoteo y Tito. Después de su defensa ante el Senado y el Emperador,
san Pablo fue liberado y viajó al Oriente. Quedando largo tiempo en la isla
de Creta, dejó allí a su discípulo Tito, para la consagración de los
presbíteros en todas las ciudades (Tit. 1:5), lo
que testifica asimismo, que él consagró a Tito como obispo de la iglesia de
Creta. Más tarde, en su epístola a Tito, el apóstol Pablo le
instruye cómo cumplir las obligaciones de obispo. De esta epístola, se ve
también, que él pensaba pasar el invierno del 64 d.C. en Nicópolis,
cerca de Tarso (Tit. 3:12). Durante la primavera del 65 d.C., visitó a las
restantes iglesias de Asia Menor y en Mileto dejó a Trófimo
enfermo. A causa de éste, se produjo el levantamiento de Jerusalén contra el
apóstol, seguido de su primer arresto (2 Tim.
4:20). No se sabe si pasó por Efeso, ya que dijo que los presbíteros de Efeso
no verán más su cara (Hch. 20:25). Pero aparentemente en este tiempo,
consagró a Timoteo como obispo para Efeso. Luego el apóstol pasó por Troas, donde en casa de
Carpo, dejó su vestimenta sacerdotal y los libros religiosos (2 Tim. 4:13). Seguidamente, fue a Macedonia, allí se enteró
de la intensificación de las herejías en Efeso y escribió su primera epístola
a Timoteo. Permaneció algún tiempo en Corinto (2 Tim.
4:20) y encontrando por el camino a Pedro, juntos prosiguieron el camino por
Dalmacia (Tim. 4:10) e Italia llegando hasta Roma,
donde dejó a Pedro, continuando, ya en el 66 d C., más hacia Occidente y
llegando posiblemente a España. Después de volver a Roma, fue encarcelado por segunda
vez y allí quedó hasta su muerte. Hay una leyenda que dice, que en Roma, él
predicó hasta en la corte de Nerón y convirtió a la fe de Cristo, a la
concubina preferida del Emperador. Por eso fue juzgado. Por Durante su segundo encarcelamiento él escribió de
Efeso la segunda epístola a Timoteo, invitándolo a Roma, para despedirse, ya
que presentía su muerte cercana. La leyenda no dice, si tuvo tiempo Timoteo
de ver a su maestro con vida, pero relata que el apóstol no esperó mucho
tiempo su corona de mártir. Después de nueve meses de encarcelamiento, él fue
muerto cerca de Roma por la espada — como ciudadano romano. Esto aconteció en
el año 67 d.C. y en el duodécimo año del reinado de
Nerón. Observando la vida del apóstol Pablo en general, se
ve que se divide abruptamente en dos partes. Una antes de su conversión a Cristo,
siendo san Pablo en ese momento Saulo, un riguroso fariseo, cumplidor de Su vida antes de la conversión, sostenía el apóstol
con profunda convicción, era un error y vivía en el pecado, lo cual no lo
llevaba a la justificación, sino a la condenación y sólo Desde ese tiempo, el apóstol Pablo trata sólo de ser
digno de Siendo un fiel reflejo de su vida, toda la enseñanza
de san Pablo, revelada en sus epístolas, sigue una idea básica: el hombre se
justifica por la fe, independientemente de las obras de la ley (Rom. 3:28).
Pero, no se debe sacar la conclusión como si el apóstol negara la importancia
de las obras de bien (ver por ej. Gal. 6:4; Ef. 2:10; 1 Tim.
2:10 y otros). Por las “obras de Este error impedía tan fuertemente la difusión del
cristianismo entre los paganos (gentiles), que los apóstoles tuvieron que
llamar en el año 51 d.C. al Concilio de Jerusalén, que anuló la
obligatoriedad ceremonial de los dictados de Desgraciadamente, esta idea Paulina fue tergiversada
por Lutero y sus seguidores, los protestantes.
Ellos afirmaban que el apóstol Pablo niega, en general, la importancia de las
obras de bien para la salvación. Si esto fuese así, san Pablo no diría en la
1ª epístola a los Corintios que: “Y si tuviese profecías, y entendiese todos
los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que
trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Cor. 13:2), ya que el
amor, se muestra, justamente, en las obras de bien. Fuente: |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |