SAN PABLO Sobre la
virginidad y matrimonio |
Los deberes conyugales Ahora responderé a lo que ustedes me han preguntado
por escrito: Es bueno para el hombre abstenerse de la mujer. Sin embargo, por
el peligro de incontinencia, que cada hombre tenga su propia esposa, y cada
mujer, su propio marido. Que el marido cumpla los deberes conyugales con su
esposa; de la misma manera, la esposa con su marido. La mujer no es dueña de
su cuerpo, sino el marido; tampoco el marido es dueño de su cuerpo, sino la
mujer. No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo y por algún
tiempo, a fin de poder dedicarse con más intensidad a la oración; después
vuelvan a vivir como antes, para que Satanás no se aproveche de la
incontinencia de ustedes y los tiente. Esto que les digo es una concesión y no una orden. Mi deseo es que todo el mundo sea como yo, pero cada
uno recibe del Señor su don particular: unos este, otros
aquel. A los solteros y a las viudas, les aconsejo que permanezcan como yo. Pero
si no pueden contenerse, que se casen; es preferible casarse que arder en
malos deseos. A los casados, en cambio, les ordeno –y esto no es mandamiento
mío, sino del Señor– que la esposa no se separe de
su marido. Si se separa, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su
esposo. Y que tampoco el marido abandone a su mujer. Los matrimonios entre cristianos y paganos En cuanto a las otras preguntas, les digo yo, no el
Señor: Si un hombre creyente tiene una esposa que no cree, pero ella está
dispuesta a convivir con él, que no la abandone. Y si una mujer se encuentra
en la misma condición, que tampoco se separe de su esposo. Porque el marido
que no tiene fe es santificado por su mujer, y la mujer que no tiene fe es
santificada por el marido creyente. Si no fuera así, los hijos de ustedes
serían impuros; en cambio, están santificados. Pero si el cónyuge que no cree
desea separarse, que lo haga, y en ese caso, el cónyuge creyente no permanece
ligado al otro, porque Dios nos ha llamado a vivir en paz. Después de todo,
¿qué sabes tú, que eres la esposa, si podrás o no salvar a tu marido, y tú,
marido, si podrás salvar a tu mujer? La condición social del cristiano Fuera de este caso, que cada uno siga viviendo en la
condición que el Señor le asignó y en la que se encontraba cuando fue
llamado. Esto es lo que prescribo en todas las Iglesias. 1 Cor. 7:1-17. |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |