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DOMINGO DE RAMOS LITURGIA CICLO C |
Este
domingo de los Ramos, iniciamos la Semana Santa, una semana solemne en la que
queremos vivir con Cristo, su Pasión, Muerte y Resurrección. Hoy la Iglesia
recuerda la entrada victoriosa de Cristo en Jerusalén para consumar su
misterio pascual. La liturgia de este domingo consta de tres momentos: 1) La
bendición de los ramos; 2) La procesión en honor a Cristo Rey; 3) La
celebración de la Eucaristía. BENDICIÓN DE LOS RAMOS ANTÍFONA Mt 21, 9 ¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que
viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas! El sacerdote saluda al pueblo de la manera
acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los fieles a
participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede
hacerlo con estas palabras u otras semejantes: Queridos hermanos: Después de haber preparado
nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por medio de la
penitencia y las obras de caridad, nos congregamos hoy para prepararnos en
unión con toda la Iglesia, a la celebración del misterio pascual de nuestro
Señor, de su Pasión y de su Resurrección, que él quiso realzar con la entrada
a la ciudad de Jerusalén. Por eso, con toda fe y devoción, recordemos esta
entrada que nos trajo la salvación y roguemos al Señor que, al participar por
la gracia en los méritos de su cruz tengamos también parte en su vida y
resurrección. ORACIÓN DE BENDICIÓN Padre todopoderoso y eterno, santifica con tu
bendición + estos ramos, y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo, aclamándole
con cantos, concédenos, por él, entrar en la Jerusalén del cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor. R. Amén. (Y en silencio rocía los ramos con agua
bendita) En seguida el diácono (o el sacerdote)
proclama el evangelio del ciclo correspondiente. EVANGELIO Lc 19, 28-40 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Lucas. Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del
monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
“Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado,
que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les
pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «El
Señor lo necesita»”. Los enviados partieron y encontraron todo como él les
había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo
desatan?” Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego llevaron el
asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.
Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando
Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los
discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos
los milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en
nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. Palabra del Señor. Después del Evangelio, si se cree oportuno,
puede tenerse una breve homilía. PROCESIÓN Y ENTRADA AL TEMPLO El celebrante u otro ministro idóneo, invita a
comenzar la procesión, con estas palabras u otras semejantes: Queridos hermanos: como la muchedumbre que
aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros con júbilo al Señor. Y comienza la procesión hacia la iglesia en la
que se celebrará la Misa. M I S A Después de la procesión o entrada solemne, el
sacerdote comienza la Misa con la Oración. ORACIÓN COLECTA Padre todopoderoso y eterno que para ofrecer a
los hombres un ejemplo de humildad, quisiste que nuestro Salvador se hiciera
hombre y muriera en la cruz; te pedimos la gracia de guardar las enseñanzas
de su pasión para que podamos participar de su resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo. PRIMERA LECTURA Is 50,
4-7 Lectura del libro de Isaías. El mismo Señor me ha dado una lengua de
discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de
aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un
discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me
ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé
confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que
no seré defraudado. Palabra de Dios. COMENTARIO Escuchamos la
proclamación del libro de Isaías, llamado «tercer cántico del Siervo de
Yahvé», que sometido al dolor expresa su confianza en Dios. Isaías nos habla
del siervo que se entrega al servicio de todos nosotros. Jesucristo es el
siervo fiel que sufrió para salvarnos. Leemos: «El Señor me ha abierto el
oído». Que el Señor el corazón para recibir el mensaje que él nos quiere
revelar a través de su profeta. SALMO Sal 21, 8-9.17-18a. 19-20.23-24 R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? Los que me ven, se burlan de mí, hacen una
mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que
lo salve, si lo quiere tanto». R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Me rodea una jauría de perros, me asalta una
banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos
mis huesos. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi
túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto
a socorrerme. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te
alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel». R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? SEGUNDA LECTURA Flp 2,
6-11 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Filipos. Jesucristo, que era de condición divina, no
consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al
contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y
haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se
humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso,
Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el
Señor». Palabra de Dios. COMENTARIO Pablo nos transmite un
antiguo himno que sintetiza el misterio de la Encarnación. Cristo se humilla
hasta la muerte de cruz y el Padre lo exalta sobre todo lo creado. Él es el
servidor que se ha despojado de todo poder, incluso siendo Dios. Así comparte
la condición de todos los despojados, de todos los que no tienen poder ni
dominio sobre nadie. En la humildad de la cruz lo proclamamos nuestro
Salvador. Y después de la consagración podemos aclamar diciendo «Por tu cruz
y resurrección, nos has salvado, Señor». ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9 Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar
por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio
el Nombre que está sobre todo nombre. EVANGELIO Lc 22,
7.14—23,56 Para la
lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la
signación del libro. La lectura está a cargo de un
diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser encomendada
a lectores laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la parte
correspondiente a Cristo. Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas. C. Llegó el día de los Ácimos,
en el que se debía inmolar la víctima pascual. Cuando fue la hora, Jesús se
sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: + “He deseado ardientemente comer esta Pascua
con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más
hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios”. C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo: + “Tomen y compártanla entre ustedes. Porque
les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que
llegue el Reino de Dios”. C. Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y
lo dio a sus discípulos, diciendo: + “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por
ustedes. Hagan esto en memoria mía”. C. Después de la cena hizo lo mismo con la
copa, diciendo: + “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con
mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano del traidor está sobre la
mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido
señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!” C. Entonces comenzaron a preguntarse unos a
otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso. Y surgió una discusión
sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo: + “Los reyes de las naciones dominan sobre
ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar
bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más
grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.
Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es
acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el
que sirve. Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de
mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió
a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán
sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Simón, Simón, mira que
Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado
por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma
a tus hermanos”. C. Pedro le dijo: S. “Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la
cárcel y a la muerte”. C. Pero Jesús replicó: +“Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que
cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”. C. Después les dijo: + “Cuando los envié sin bolsa, ni provisiones,
ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?” C. Respondieron: S. “Nada” C. Él agregó: + “Pero ahora el que tenga una bolsa, que la
lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga
espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe
cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: «Fue contado entre los
malhechores». Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí”. C. Ellos le dijeron: S. “Señor, aquí hay dos espadas”. C. Él les respondió: + “Basta”. C. Enseguida Jesús salió y fue como de
costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron,
les dijo: + “Oren, para no caer en la tentación”. C. Después se alejó de ellos, más o menos a la
distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: + “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz.
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. C. Entonces se le apareció un ángel del cielo
que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su
sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se
levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos
por la tristeza. Jesús les dijo: + “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren
para no caer en la tentación”. C. Todavía estaba hablando, cuando llegó una
multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Éste se
acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: + “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del
hombre?” C. Los que estaban con Jesús, viendo lo que
iba a suceder, le preguntaron: S. “Señor, ¿usamos la espada?”; C. Y uno de ellos hirió con su espada al
servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo: +“Dejen, ya está”. C. Y tocándole la oreja, lo sanó. Después dijo
a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos
que habían venido a arrestarlo: + “¿Soy acaso un bandido para que vengan con
espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me
arrestaron. Pero ésta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas”. C. Después de arrestarlo, lo condujeron a la
casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Encendieron fuego en medio
del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. Una
sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: S. “Éste también estaba con él”. C. Pedro lo negó diciendo: S. “Mujer, no lo conozco”. C. Poco después, otro lo vio y dijo: S. “Tú también eres uno de aquéllos”. C. Pero Pedro respondió: S. “No, hombre, no lo soy”. C. Alrededor de una hora más tarde, otro
insistió, diciendo: S. “No hay duda de que este hombre estaba con
él; además, él también es galileo”. C. Dijo Pedro: S. “Hombre, no sé lo que dices”. C. En ese momento, cuando todavía estaba
hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Éste
recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante
el gallo, me habrás negado tres veces". Y saliendo afuera, lloró
amargamente. C. Los hombres que custodiaban a Jesús lo
ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían: S. “Profetiza, ¿quién te golpeó?” C. Y proferían contra él toda clase de
insultos. C. Cuando amaneció, se reunió el Consejo de
los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas.
Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron: S. “Dinos si eres el Mesías” C. Él les dijo: + «Si yo les respondo, ustedes no me creerán,
y si los interrogo, no me responderán. Pero, en adelante, el Hijo del hombre
se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». C. Todos preguntaron: S. «¿Entonces eres el
Hijo de Dios?» C. Jesús respondió: +«Tienen razón, yo lo soy». C. Ellos dijeron: S. “¿Acaso necesitamos otro testimonio?
Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”. C. Después se levantó toda la asamblea y lo
llevaron ante Pilato. C. Y comenzaron a acusarlo, diciendo: S. “Hemos encontrado a este hombre incitando a
nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y
pretendiendo ser el rey Mesías”. C. Pilato lo interrogó, diciendo: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” + “Tú lo dices”. C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la multitud: S. “No encuentro en este hombre ningún motivo
de condena”. C. Pero ellos insistían: S. “Subleva al pueblo con su enseñanza en toda
la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”. C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre
era galileo. Y habiéndose asegurado de que
pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también
Herodes se encontraba en Jerusalén. C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús.
Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba
que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero
Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas
estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de
tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico
manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que
estaban enemistados, se hicieron amigos C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a
los jefes y al pueblo, y les dijo: S. “Ustedes me han traído a este hombre,
acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante
de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo
acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como
ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un
escarmiento, lo dejaré en libertad”. C. Pero la multitud comenzó a gritar: S. “¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!” C. A Barrabás lo habían encarcelado por una
sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a
dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero
ellos seguían gritando: S. “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” C. Por tercera vez les dijo: S. “Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después
de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”. C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando
que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin,
Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos
pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo
entregó al arbitrio de ellos. C. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón
de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la
llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de
mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús,
volviéndose hacia ellas, les dijo: + “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí;
lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en
que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los vientres que no concibieron
y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: «¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: «¡Sepúltennos!»
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?” C. Con él llevaban también a otros dos
malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado “del
Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el
otro a su izquierda. Jesús decía: + “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen”. C. Después se repartieron sus vestiduras,
sorteándolas entre ellos. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: S. “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí
mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!” C. También los soldados se burlaban de él y,
acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: S. “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a
ti mismo!” C. Sobre su cabeza había una inscripción:
“Éste es el rey de los judíos”. C. Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba, diciendo: S. “No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros”. C. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: S. “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la
misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras
culpas, pero él no ha hecho nada malo”. C. Y decía: S. “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu
Reino”. C. Él le respondió: + “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el
Paraíso”. C. Era alrededor del mediodía. El sol se
eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El
velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: + “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. C. Y diciendo esto, expiró. Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve
silencio de adoración. C. Cuando el centurión vio lo que había
pasado, alabó a Dios, exclamando: S. “Realmente este hombre era un justo”. C. Y la multitud que se había reunido para
contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el
pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea
permanecían a distancia, contemplando lo sucedido. C. Llegó entonces un miembro del Consejo,
llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y
actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino
de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de
bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro
cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la
Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de
Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo
había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y
perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley. Palabra del Señor. COMENTARIO Hoy, más que nunca,
Lucas continúa siendo el evangelista del amor y de la misericordia. Su relato
trata de poner en claro el amor del Padre por su Hijo y por la humanidad
entera. No subraya, como Marcos o Mateo, los cargos que pesan contra los
discípulos, contra la multitud, los soldados o el sumo sacerdote. El Maestro
mira a Pedro después de su traición. Herodes y Pilatos se estrechan, por
primera vez, la mano... A lo largo del relato, la reconciliación aflora por
todas partes, y el amor del Padre brota sin cesar en relación a su Hijo. Por
desconcertante que sea la prueba es también presencia de Dios. La cruz se
hace signo de la misericordia divina, y el poder de perdón que ella tiene se
empieza a extender ya a todos. Según las circunstancias, después de la
historia de la Pasión, puede tenerse una breve homilía. Se dice el Credo. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Por la pasión de tu Hijo concédenos, Padre, tu
reconciliación; no la merecemos por nuestras obras pero prevenidos por tu
gracia esperamos obtenerla por la acción de este sacrificio. Por Jesucristo
nuestro Señor. PREFACIO V/. El Señor esté con ustedes. R/. Y con tu espíritu. V/. Levantemos el corazón. R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor. V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno. Porque Cristo nuestro Señor, siendo inocente, se
entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado
entre los criminales. De esta forma, al morir, destruyó nuestra
culpa, y, al resucitar, fuimos justificados. Por eso, con todos los ángeles,
te alabamos, cantando alegremente: Santo, Santo, Santo... ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt
26, 42 Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin
que yo lo beba, hágase tu voluntad. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Hemos comido y bebido el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo, Padre; así como has afianzado nuestra fe y nuestra esperanza con su
muerte, también nos concedas, por su resurrección, llegar a la patria adonde
nos dirigimos. Por Jesucristo nuestro Señor. |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |