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GRANDES TEMAS
TEOLÓGICOS DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES P. Silvio José Báez o.c.d. |
A lo largo del tiempo de Pascua en
la liturgia se proclama de forma cotidiana el libro de los Hechos de los
Apóstoles, que sobresale en el Nuevo Testamento no sólo por su contenido
teológico sino por su alta calidad literaria, comparable con obras clásicas
de la cultura helenista. Constituye el segundo volumen de la obra de Lucas
por lo que se encuentra en estrecha relación el tercer evangelio: mientras el
relato evangélico es dedicado a la vida de Jesús, la narración de los Hechos
se refiere a la historia de las primeras comunidades cristianas. Es casi
seguro que ambos libros sean obra del mismo autor. Prueba de ellos son los
dos prólogos (Lc 1,1-4; Hch 1,1-2) que se evocan recíprocamente; la lengua,
el vocabulario y el estilo, prácticamente idénticos, salvo raras excepciones;
y el pensamiento teológico que en sus líneas generales es el mismo. En su forma exterior el libro de
los Hechos es un entramado de narraciones, discursos y sumarios.
Las narraciones constituyen como la columna vertebral del libro llevando
adelante la trama del mismo. No es un reportaje histórico, sino una selección
de acontecimientos reflexionados teológicamente sobre la vida de la iglesia
de los orígenes. Los discursos sirven para profundizar los hechos
narrados y para descubrir el sentido de ellos en el misterio de muerte y
resurrección de Jesús. Los sumarios son pequeños resúmenes sobre la
vida y la misión de la Iglesia, que sirven de transición entre los relatos y
ayudan a captar el sentido de lo que se va contando. El libro se pude dividir
en tres partes, a la luz del programa misionero propuesto por Jesús a los
discípulos en Hch 1,8: "ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo;
él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra. La
primera etapa de la misión desarrollada en Jerusalén corresponde a Hechos
1-5, el testimonio en Judea y Samaría a Hechos 6-12, y el testimonio hasta
los confines del mundo a Hechos 13-28. Teológicamente son tres los
grandes temas que sobresalen en el libro: la gloria del Señor
Resucitado, la fuerza irresistible del Espíritu Santo, y la
revelación de Dios. 1. La gloria del Señor Resucitado El libro se abre con una temática
claramente cristológica: los "cuarenta días" (número bíblico
simbólico que indica el paso a una nueva generación, el tiempo necesario para
que Dios transforme una situación) de encuentros que los discípulos con el
Resucitado antes de su ascensión a los cielos (Hch 1,3). Este tiempo se
concluye justamente con el relato de la ascensión, que en la obra de Lucas
ocupa un lugar importante: cierra su primer libro (Lc 24,30-31) y abre el
segundo (Hch 1,9-11). Es un momento que sirve para distinguir la historia de
Jesús que se concluye en la tierra (Evangelio) de la historia de la iglesia
que comienza (Hechos). Esta idea típicamente lucana, muy diferente de la de
Mateo (que ignora la ascensión y afirma que el Resucitado está constantemente
presente en la historia terrena de la iglesia: Mt 28,20), subraya de forma
realista el inicio de una nueva época histórica para los discípulos de Jesús.
Lucas, sin embargo, tendrá mucho cuidado de dejar claro distinción no quiere
decir separación: en los Hechos de los Apóstoles es claro que el anuncio de
la iglesia, tal como aparece en los discursos del libro, está sólidamente
centrado en la figura de Jesús. En los Hechos el acento se pone casi
exclusivamente en el misterio y el anuncio de la resurrección de Cristo,
proclamado como intervención divina y salvadora, objeto del testimonio misionero
de la iglesia (cf. 1,22; 2,32; 3,15; etc.). Otro tema cristológico
importante que recorre todo el libro es la comunión con el Señor glorificado.
El gesto litúrgico del "partir el pan" es parte integrante de la
vida de la comunidad (2,42-46; cf. Lc 24,30-35). La comunidad se nutre
gozosamente del misterioso pan que el Resucitado mismo ha "partido"
para los suyos. El uso del nombre de Jesús es otra forma con que el libro
manifiesta la presencia del Señor: el bautismo es administrado "en el
nombre de Jesús el Cristo" (2,38; 10,48; 19,5); en su nombre los
apóstoles realizan prodigios y milagros (3,6; 4,10-12; 9,34; 16,18). La
concepción bíblica del "Nombre" sugiere que no se trata simplemente
de "nombrar" a un personaje lejano, sino de la misteriosa manifestación
del poder que mana de alguien vivo y presente. La continua comunicación del
Señor con su iglesia se pone de manifiesto también a través de los relatos de
misteriosas apariciones de Jesús. En este sentido la figura de Pablo es
ejemplar: su conversión es consecuencia de un encuentro con el Resucitado
(9,1-8; 22,6-10; 26,12-18), su misión entre los gentiles es precedida e
indicada por Jesús en una visión (22,17-18), como también la difícil
fundación de la iglesia de Corinto (18,9-11) y su viaje a Roma como testigo
(23,11). Los "cuarenta días" con
el Señor Resucitado antes de la ascensión son, por tanto, una especie de
visión profética de lo que sería la historia de la iglesia en viva comunión
con el Cristo glorioso. Quizás por esto también Pedro hablará en términos tan
realistas: "¡comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los
muertos!" (10,41). 2. La fuerza irresistible del
Espíritu Santo Paradójicamente, es a través de la
teología del Espíritu que Lucas expresa plenamente su cristología: Jesús
presente activamente en la iglesia. El tema del Espíritu aparece en todo el
Nuevo Testamento, pero ningún autor lo trata tan abundantemente como Lucas en
los Hechos de los Apóstoles. Como en el caso de la ascensión, la promesa del
Espíritu Santo a los discípulos concluye el primer libro (Lc 24,49) y abre el
segundo (Hch 1,8): es el Espíritu quien permite pasar de la vida de Jesús a
la historia de la iglesia. El primer gran evento que abre la
misión pública de la comunidad es Pentecostés (2,1-4). La experiencia del
Espíritu no se limita, sin embargo, a esta primera manifestación, sino que se
renueva continuamente en la vida de los discípulos: en el momento de las
primeras dificultades (4,31), en ocasión de la conversión de los primeros
paganos (10,44-47), en la vivencia de algunos grupos que se integraban
plenamente a la iglesia (19,8). Para Lucas la historia de la Iglesia está
marcada por esta renovada y continua manifestación
del Espíritu. Es gracias a su energía y a su fuerza de vida que la comunidad
de los creyentes lleva adelante eficazmente el misterio y la obra de Jesús en
la historia. No es casual que también la vida pública de Jesús, en la obra de
Lucas, está marcada por la acción del Espíritu (Lc 3,21-22; 4.14.18; 10,21). En el libro de los Hechos la
manifestación del Espíritu aparece sobre todo ligada a la experiencia
misionera de la Iglesia. La misma experiencia de Pentecostés está orientada
hacia la Palabra y a la capacidad de hablar las lenguas de todos los pueblos
(2,11); la presencia del Espíritu es la que produce la primera expansión de
la iglesia (2,37-41). Esto se repetirá una y otra vez: la presencia del
Espíritu abre a la misión, empuja a la iglesia con valentía, llama a los
hombres a la fe, capacita a los discípulos para realizar prodigios (4,31;
8,15-17; 10,44-47; 13,1-4; 20,21-22). Lucas, sin embargo, tiene mucho cuidado
en subrayar la dimensión cristológica de la experiencia del Espíritu Santo.
Es la promesa suprema de Jesús (Hch 1,8; Lc 24,49), el don del Señor
glorificado (Hch 2,33); el testigo por excelencia (5,32). Su acción está tan
íntimamente ligada a la persona de Jesús que Lucas lo llegue a llamar una
vez: "el Espíritu de Jesús" (16,7). 3. La revelación de Dios En el libro de los Hechos hay
muchos textos que se refieren directamente a Dios como misterio trascendente
y principio que da sentido a la historia y a la existencia de los hombres.
Los predicadores cristianos de la primera generación no podían, entre los
paganos, hablar directamente de Jesús Resucitado sin preparar el anuncio con
algunas nociones religiosas esenciales sobre Dios, el Dios de la Escritura
naturalmente. Una breve alusión aparece ya en el primer viaje apostólico a Listra (14,15-17) y en el discurso de Pablo en Atenas
(17,23-31): el Dios único, creador y providente, única esperanza para la vida
del hombre que lo busca instintivamente. Dios es presentado como el Dios de
toda creatura humana, que cuida de todos y es
cercano a todos. Naturalmente son nociones bíblicas, pero no se menciona la
Escritura, sino más bien citas de la literatura filosófica y poética del
mundo pagano (17,28). Lucas también resalta la
continuidad entre el Dios bíblico y la salvación en Cristo resucitado, sobre
todo en los discursos construidos a base de numerosas citas del Antiguo
Testamento (3,25-26; 7,2-53; 13,17-26). El Dios creador y providente, el Dios
de la alianza y de los profetas, es el mismo Dios que salva al mundo en
Cristo Jesús. Este discurso sobre Dios,
característico de Hechos, presenta casi de forma natural de una forma nueva
la relación entre Jesús y Dios. Es típico de este libro el anuncio de la
Resurrección como acción de Dios en Jesús: "Dios lo ha resucitado"
(2,24.32; 3,15). Y esto tanto en la primera predicación de Pedro en Jerusalén,
como en la de Pablo misionero (13,33; 17,31). |
Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |