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LA BIBLIA Y LOS
CARMELITAS DE AMERICA LATINA EN LA NUEVA
EVANGELIZACION P. Silvio José Báez o.c.d. |
Desde el inicio de la evangelización en nuestro
continente, “la Palabra de Dios fecundó las culturas de nuestros pueblos
llegando a ser parte integrante de su historia” (Mens.
a los pueblos de A.L., 2). Al interior de esa
historia, fecundada por la Palabra, los carmelitas se preguntan hoy cómo
vivir y ayudar a vivir la Palabra de Dios. En el contexto de la nueva
evangelización esta pregunta es una exigencia fundamental. El documento de
Santo Domingo (DSD) nos ha recordado que “esta evangelización tendrá sus
fuerzas renovadoras en la fidelidad a la Palabra de Dios” (DSD 27). Nos colocamos así frente al doble reto de vivir y ser
testigos de esa Palabra en América Latina y frente a una doble fidelidad,
fidelidad a un pueblo que ha comenzado a recuperar con fuerza la Palabra de
Dios para iluminar y responder cristianamente a los desafíos de la realidad y
a un carisma como el del Carmelo de tan profundo arraigo bíblico. 1. La dimensión bíblica del carisma
carmelitano La Biblia, como texto inspirado por el Espíritu, es el
testimonio privilegiado aunque no exclusivo de la Palabra de Dios. Ella nos
ofrece, consignado por escrito, el camino de la revelación. Reflexionar sobre
la dimensión bíblica del carisma de los carmelitas es pues, en el fondo,
interesarnos por la relación entre la tradición carmelitana y la Palabra de
Dios. Nos interesa tomar conciencia de la forma en que la Palabra de Dios ha
sido vivida y anunciada en el Carmelo por aquellos que nos han precedido y en
quienes nos inspiramos. Sólo así podremos nosotros, herederos del mismo
carisma, vivir y anunciar la Palabra ante los nuevos retos de la realidad
actual, con el mismo ardor y la misma creatividad que ellos. El carisma del Carmelo surge como don del Espíritu, desde
sus inicios, con una marcada dimensión bíblica. Y a lo largo de la historia
ha sido vivido y reinterpretado también desde una fuerte sintonía con la
Sagrada Escritura. De tal forma que podemos afirmar que el carisma del
Carmelo es una larga e ininterrumpida historia de lectura y vivencia de la
Biblia, de la que dan testimonio grandes personalidades carismáticas en
nuestra tradición. El Carmelo surge en la tierra de la Biblia e inspirándose
en dos personajes de la Escritura: Elías y María. Elías aparece en el Antiguo
Testamento como modelo de quien acoge y obedece a la Palabra de Dios,
proclama y defiende el proyecto de vida de YHWH y vive en cercanía y
solidaridad con el pueblo pobre y oprimido. Sabe escuchar la palabra de Dios
en el silencio interior y en los acontecimientos (cf. 1Re 17, 2-6); se acerca
al pueblo que sufre (cf. 1Re 17,17-24) y que vive oprimido política y
religiosamente para proclamar una palabra de vida de parte de YHWH que le
libera de todos los ídolos (cf. 1Re 18,20-40); y defiende al pobre frente a
los intereses de los poderosos que buscan despojarle (cf. 1Re 21,17-26).
Elías también es modelo de quien acoge la palabra de Dios en la crisis y en
la debilidad humana (cf. 1Re 19,1-8) y se abre a nuevas experiencias de un
Dios siempre sorprendente (cf. 1Re 19,9-13). Los carmelitas “consideran su
carisma profético como ideal de su llamamiento a la escucha y proclamación de
la Palabra de Dios” (cf. Const. OCD 2). María, por su parte, desde el primer momento aparece en
íntima relación con la Palabra de Dios que le llega en la vida (cf. Lc
1,26-38), la cual medita constantemente en su corazón (cf. Lc 2,20) y a la
cual se consagra como sierva (cf. Lc 1,38). Lucas nos la presenta como
alguien que escucha y conoce también la Palabra de Dios en la Escritura,
cuando pone en sus labios el himno del Magnificat con toda la carga profética
y liberadora que éste encierra (cf. Lc 1,46-56). María, abierta a la Palabra
de Dios, también conoce y escucha los clamores de su pueblo judío oprimido
(cf. Lc 1,52-53). Como los profetas de Israel ella es sierva de la Palabra y
servidora de los hombres; mujer orante que alaba gozosa a su Dios y proclamadora fiel de su palabra liberadora. María es,
para nosotros los carmelitas, un “modelo admirable de nuestra consagración
religiosa” (Const. OCD 2). Elías y María, modelos bíblicos de la vocación
carmelitana, escuchan, obedecen y sirven a la Palabra de Dios, que les llega
a través de la vida y de la Escritura; viven en apertura y fidelidad
permanente al Señor y a los hombres sus hermanos y acogen en su propia vida
el proyecto liberador de Dios anunciándolo gozosamente a los demás y
denunciando todo aquello que se opone al mismo. Los santos padres del Carmelo, Teresa de Jesús y Juan de
la Cruz, también viven con intensidad la Palabra de Dios, se interesan por
conocerla y se confrontan constantemente con ella desde su propia vida. Ambos
son maestros y testigos de una espiritualidad fuertemente bíblica que es, a
mi juicio, una de las razones de su novedad y actualidad permanentes. Santa Teresa vive en una época en la que se había cerrado
al pueblo sencillo el acceso a la Biblia, no llega a conocer íntegramente la
Sagrada Escritura y carece de una formación satisfactoria en materia bíblica.
Sin embargo, su amor por la Palabra de Dios, su deseo profundo de alimentarse
y confrontarse con ella, aparece en las páginas de todas sus obras. [1]
Frente a la decisión de la Inquisición de prohibir “libros de romance que
no se leyesen” (V 26,5), prohibición que alcanzaba naturalmente a la
Sagrada Escritura, Teresa no se resigna y en tono polémico eleva su queja: “Que
tampoco nos hemos de quedar las mujeres tan de fuera de gozar las riquezas
del Señor” (CAD 1,8). Dios le concede a Teresa de Jesús intuir místicamente el
valor de la Biblia (cf. V 40,1-4). Dios se le representa como la misma
Verdad, en la que todas las otras verdades hallan su fundamento y plenitud y
ella puede experimentar que esa Verdad de Dios, esa Verdad que es Dios, está
en la Biblia. Y así es que llega a comprender que “todo el daño que viene
al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad”
(V 40,1). Su decisión, a partir de ese momento es, por tanto, radical: “con
grandísima fortaleza y muy de veras para cumplir con todas mis fuerzas la más
pequeña parte de la Escritura divina” (V 40,2). Teresa se acerca a la Biblia desde la vida. Y es desde su
vida real y concreta donde encuentra nuevos sentidos al texto bíblico (cf.
CAD 1,10) dejándonos testimonio de un auténtico criterio hermenéutico para
comprender la Biblia: ser “alma que está abrasada de amor” (CAD 1,10).
La Palabra de Dios es auténticamente palabra reveladora para el hombre cuando
media el amor. [2]
Una Palabra que es dinamismo de comunión, de amor y de vida, sólo se puede
acoger desde la vida y desde el amor. Por eso ella, que vive una vida
“abrasada de amor”, a quien el amor del Señor ha sacado de sí (cf. CAD 1,12),
como ella afirma, se acerca con gran libertad a los textos de la Escritura
desde su propia vida, encontrando en ellos luz y consuelo: “Y si no fuere
a propósito de lo que quiere decir, tómolo yo a mi
propósito; que no saliendo de lo que tiene la Iglesia y los santos...
licencia nos da el Señor... Y no yendo con curiosidad, como dije al
principio, sino tomando lo que Su Majestad nos diere a entender, tengo por
cierto no le pesa que nos consolemos y deleitemos en sus palabras y obras” (CAD
1,8). Estas intuiciones teresianas son de un valor inmenso cuando pensamos en
la gente sencilla de nuestras comunidades que lee la Biblia. No podemos menos
que promover el encuentro de los pobres y sencillos con la Palabra de Dios en
la Escritura y alegrarnos por ello. En el último documento de la Pontificia
Comisión Bíblica, “La Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, publicado
en abril del año pasado, se afirma que: “Hay que alegrarse de ver que gente
humilde y pobre, toma la Biblia en sus manos y puede aportar a su
interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de
vista espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí
misma”. [3]
Los pobres y sencillos no sólo pueden comprender la Palabra de Dios en la
Escritura sino que pueden enriquecer a la Iglesia con su lectura y
comprensión. Este es otro de los grandes signos del Espíritu en la Iglesia
latinoamericana. [4]
Pero Santa Teresa de Jesús no se satisface con su lectura
bíblica y acude a “los letrados” para que le iluminen con la Palabra de Dios
(cf. V 13,16; CAD 1,8). Además de asegurarle su comunión con la fe de la
Iglesia, estos le ofrecen un servicio inmenso: le ayudan a leer con
profundidad su vida a la luz de la Palabra. “Es gran cosa letras, porque
éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades
de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios” (V 13,16). Teresa comprende y
vive la Palabra de Dios místicamente y se le vuelve penetrante y eficaz en sus
experiencias espirituales. En su magisterio todo el proceso espiritual queda
ilustrado a través de textos, acontecimientos y personajes de la Biblia.
Teresa de Jesús ha hallado en la Escritura, verdadera narración de fe de la
experiencia de Dios que ha hecho un pueblo, el paradigma de toda posterior
experiencia de Dios. [5]
San Juan de la Cruz, por su parte, fue un asiduo lector de
la Biblia y un buen conocedor de la misma. El rezo del oficio divino y sus
estudios en Salamanca le ayudaron a ello. Sus obras están llenas de
innumerables citas de la Biblia; la dinámica de su proyecto espiritual evoca
experiencias y símbolos bíblicos fundamentales [6],
campo de estudio sanjuanista todavía poco explotado; el “Cántico Espiritual”
es un bello y válido testimonio de lectura mística del Cantar de los
Cantares. [7]
Su lectura de la Biblia es un verdadero acercamiento a la Escritura desde la
experiencia y el camino teologal. Aun cuando su lectura es marcadamente
alegórica, no utiliza arbitrariamente los textos bíblicos sino que
sorprendentemente en muchísimos casos está muy atento al contexto de los
mismos para su utilización. Una lectura en profundidad de las obras
sanjuanistas nos permite incluso captar en ellas una comprensión del texto
bíblico que podríamos llamar “histórico-salvífica”. [8]
En el prólogo a sus obras mayores el santo ha dejado testimonio de su deseo
de fundamentar e iluminar con la Biblia, leída en la Iglesia, la experiencia
creyente: “Aprovecharme he para todo lo que, con el favor divino, hubiere
de decir -a lo menos para lo más importante y oscuro de entender- de la
divina Escritura, por la cual guiándonos no podremos errar, pues que el que
en ella habla es el Espíritu Santo. Y si yo en algo errare, por no entender
bien así lo que en ella como en lo que sin ella dijere, no es mi intención
apartarme del sano sentido y doctrina de la santa madre Iglesia católica”
(Pról. a 1S). Para San Juan de la Cruz toda la Palabra de Dios culmina y
queda dicha en Cristo, Palabra definitiva del Padre (cf. 2S7 y 2S 22) a quien
debemos “mirar” y “escuchar” en su existencia histórica. Para el Santo es
exigencia fundamental del creyente escuchar la Palabra de Dios que nos viene
dada sólo en Cristo y por mediación suya: “Dios ha quedado como mudo y no
tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya
lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo” (2S 22,4).
Juan de la Cruz nos recuerda con esto que el Evangelio es irremplazable, que
para el creyente es insustituible la contemplación de Cristo en las páginas
bíblicas de los evangelios. En ellas encontramos la cristología como
sabiduría y una imagen de Cristo que se vuelve inspiradora de todo seguimiento.
2. Vivir la Palabra de Dios, como carmelitas,
en América Latina. Lo dicho anteriormente nos coloca frente a la rica e
ininterrumpida tradición bíblica, que ha estado siempre a la raíz de la
vocación carmelitana. Los carmelitas son herederos de un carisma en el que la
Sagrada Escritura ocupa un lugar privilegiado. Con razón las constituciones
del Carmelo Teresiano hablan de “meditar y conocer con sumo interés la
Palabra de Dios” (Const. OCD 65), invitándonos a tener, como exhorta la
Regla, la Palabra de Dios en los labios y en el corazón, dedicándonos de modo
especial a la lectura y meditación de los Evangelios y de toda la Sagrada
Escritura, a fin de alcanzar el sublime conocimiento de Cristo Jesús (cf. Idem). 2.1 Una
lectura frecuente y vital de la Sagrada Escritura La primera pista que ofreceríamos para vivir la Palabra de
Dios, como carmelitas, en nuestro continente es el contacto frecuente y vital
con los textos bíblicos. Un contacto frecuente que nos lleve a
familiarizarnos con el proyecto y los caminos de Dios manifiestados
en la historia bíblica y un contacto vital que nos haga percibir esa
historia como fuente de discernimiento para encontrar al Señor y descubrir su
voluntad en nuestra propia realidad. Un contacto frecuente y vital sobre todo
con los evangelios que nos permita, en expresión de Sto. Domingo y con fuertísima resonancia sanjuanista, alcanzar “una
radical conformación con Jesucristo, el primer evangelizador” (DSD 28).
Jesús evangelizador, con sus palabras y obras, es el modelo y el paradigma de
toda praxis evangelizadora. 2.2 Una
auténtica experiencia del Dios de la Palabra Estamos llamados a “evangelizar a partir de una
profunda experiencia de Dios” (cf. DSD 91). No podemos contentarnos con
una acogida superficial de la Palabra de Dios. Como los profetas de Israel
estamos llamados a una profunda experiencia de la Palabra que, desde dentro
nos queme y nos moldee y se nos vuelva, en frase de Jeremías, “fuego
ardiente, prendido en los huesos” (Jer 20,9) y “martillo que golpea la
peña” (Jer 23,29). Si queremos ser auténticos profetas, servidores de la
Palabra de Dios debemos vivir constantemente abiertos al Dios de la
Palabra. “La acción profética no se entiende ni es verdadera y auténtica sino
a partir de un real y amoroso encuentro con Dios que atrae irresistiblemente
(cf. Am 3,8; Jer 20,7-9; Os 2,16s)” (DSD 37).
Esto nos lleva a revisar nuestra escucha diaria de la Palabra de Dios y
nuestra diaria oración de la misma con los Salmos. Como profetas de la nueva
evangelización estamos llamados, ante todo, a una experiencia profunda del
Espíritu: “Sólo participando de su Espíritu (la Iglesia) puede transmitir
a los hombres la auténtica palabra de Dios” (DSD 31). 2.3 Una
experiencia de la Palabra en cercanía con el pueblo El Mensaje a los pueblos de A.L.
en Sto. Domingo nos propone el episodio de los discípulos de Emaús como “modelo de la nueva evangelización” (n.
13). En el texto asistimos a una profunda transformación por obra de la
Palabra de Jesús: aquel viaje desconsolado se vuelve un itinerario de
esperanza (cf. n. 18-19). Pero hay otra transformación en el relato: unas
palabras de la Escritura, antiguas y conocidas, adquieren nuevo sentido al
contacto con el drama de la desesperanza de aquellos hombres. Jesús hace una
verdadera experiencia de la Palabra de Dios, al leer y explicar la Escritura,
buscando a las personas y caminando con ellas para asumir sus alegrías y
esperanzas, sus dificultades y sus tristezas (cf. n. 14). Nosotros también
sólo podremos hacer una verdadera experiencia de la Palabra de Dios y
entender a profundidad la Escritura, que testimonia el camino de liberación
del hombre y del pueblo de Dios, si vivimos en cercanía con el pueblo,
haciendo nuestras sus tristezas y desconsuelos y caminando solidarios con los
pobres, en quienes la palabra de la Escritura se vuelve auténtica “buena
noticia” y palabra de liberación. 2.4
Profundizar en “el estudio” de la palabra de Dios en la Escritura El documento de Sto. Domingo nos exhorta a “profundizar
en el estudio y la meditación de la Palabra de Dios para poder vivirla y
transmitirla a los demás con fidelidad” (Mens.
21). Y nos recuerda que en la nueva evangelización se requieren agentes
pastorales “dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los
capacite para leerla, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la
Iglesia, y para iluminar desde la Palabra de Dios su propia realidad
personal, comunitaria y social” (DSD 49). En ambos textos se insiste en
la necesidad de conocer la Biblia con solidez a partir de un estudio profundo
y sistemático de la misma. El recurso a “los letrados” en Santa Teresa
de Jesús (cf. V 13, 16-18) y su convicción de que “espíritu que no vaya
comenzando en verdad, yo más le querría sin oración” (V 13,16), nos
enseña que no podemos descuidar este aspecto. Positivamente significa estar
abiertos a una formación permanente en materia bíblica, sin ignorar el aporte
de la exégesis actual que pueda ayudarnos a una mejor comprensión del texto
sagrado. Es cierto que no es todo ni lo más importante a la hora de
comprender la Biblia pero un diálogo fecundo con la exégesis nos puede librar
de los peligros del fundamentalismo; de los engaños de interpretaciones
piadosas pero ilusorias y de las lecturas parcializadas del texto sagrado que
nos hagan caer en un estéril espiritualismo bíblico o en una lectura
excesivamente politizada de la Biblia. 3. Ser testigos y servidores de la Palabra de
Dios, como carmelitas, en América Latina Después de lo dicho anteriormente sólo queremos ahora ofrecer
unas pistas de acción concreta que puedan manifestar nuestro servicio a la
Palabra de Dios en América Latina. Subrayo tres: 3.1
Hacer cercana la Buena Nueva a las realidades culturales de América Latina Esta exigencia de la Nueva Evangelización, nos recuerda
Sto. Domingo, continúa la línea de la Encarnación del Verbo (cf. DSD 30). Es
decir, pertenece al mismo ser de la Palabra de Dios encarnada en la historia
y el lenguaje humano, asumir un lenguaje y unas formas de expresión que le
permitan penetrar a profundidad en las distintas culturas. Sólo así el
evangelio se hace concreto y, aunque no se identifique con las culturas, no
puede existir fuera de una determinada expresión cultural. En realidad se
trata de un proceso de “mutua fecundación” entre la Palabra de Dios y las
culturas. [9]
Llamados a anunciar y ser testigos de la Palabra de Dios en América Latina no
podemos olvidar que “la nueva evangelización tiene que inculturarse
en el modo de ser y de vivir de nuestras culturas...especialmente las
indígenas y afroamericanas” (DSD 30) y que “urge
aprender a hablar según la mentalidad y cultura de los oyentes, de acuerdo a
sus formas de comunicación y a los medios que están en uso” (DSD 30). 3.2 Alentar y acompañar la lectura popular
de la Biblia en nuestras comunidades Como un signo del Espíritu, siempre presente en la
historia y en la vida de la Iglesia, y en sintonía con el Vaticano II, ha
surgido en las comunidades populares de América Latina una nueva forma de
leer y comprender la Palabra de Dios en la Biblia. [10]
No podemos menos que acompañarla y alentarla. Esta lectura, desde la
perspectiva de los pobres, consiste fundamentalmente en la comprensión de la
Biblia como instrumento privilegiado para discernir, comprometerse y anunciar
la Palabra de Dios hoy en nuestra realidad de pobreza y de injusticia. No se
busca simplemente comprender la Biblia sino interpretar e iluminar la vida
con la ayuda de la Biblia. Interesa no el texto en sí mismo, sino en cuanto
desencadena e ilumina la liberación del hombre. Se intenta, en síntesis, una
lectura orante y comprometedora que lleve a la acción transformadora de la
sociedad según el proyecto liberador de Dios con la fuerza del Espíritu. 3.3 Una
presencia más intensa de la Biblia en nuestro trabajo pastoral La nueva evangelización “tendrá sus fuerzas renovadoras
en la fidelidad a la Palabra de Dios” (DSD 27). Una presencia más intensa
de la Escritura en nuestra misión pastoral nos coloca en sintonía con el
misterio de la Iglesia “comunidad santa, convocada por la Palabra”
(DSD 33). No olvidemos tres ámbitos importantes del trabajo pastoral, de los
que habla el documento de Santo Domingo, en los que podemos convertirnos en
auténticos servidores y testigos de la Palabra de Dios: la liturgia (DSD
34-35); la catequesis (DSD 33) y el apostolado bíblico (DSD
38). En ellos, una presencia más intensa y profunda de la Biblia, acogida en
la fe de la Iglesia y al contacto con la realidad, animando la predicación y
la vida de las comunidades, nos asegura una mayor eficacia evangelizadora.
Sólo así podremos, con la fuerza de la Palabra y bajo la acción del Espíritu,
generar en nosotros y en todo el pueblo de Dios “una nueva mística” (DSD 28)
y una “renovada espiritualidad” (DSD 45), que anime la nueva evangelización,
sostenga la auténtica promoción humana y sea el fermento de una cultura
cristiana (cf. DSD 45). Vivir y ser testigos de la Palabra de Dios nos permite
colocarnos “en la vanguardia misma de la predicación, dando siempre
testimonio del Evangelio de la salvación” y nos hace “mantener vivo el
carisma de los fundadores” (DSD 91). “Ciertamente, es viva la Palabra de
Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos” (Hb 4,12). Que
ella sostenga nuestro trabajo evangelizador en América Latina. Fr. Silvio José Báez o.c.d. VI Encuentro Latinoamericano de Espiritualidad Orden de Carmelitas Descalzos Colombia, 28 de febrero-4 de marzo de 1994 Footnotes [1] Cf. Maximiliano Herráiz, “Biblia y Espiritualidad Teresiana”, en Experiencia
de Dios, ed. Monte Carmelo, Burgos, 1980,
43-72. [2] Idem,
55 [3] Pontificia Comisión Bíblica, La
interpretación de la Biblia en la iglesia, ed. Libreria Editrice Vaticana,
Roma, 1983, 118 [4] Cf. Camilo Maccise,
La espiritualidad de la Nueva Evangelización, ed.
CRT, México, 1990, 17 [5] Cf. Maximiliano Herráiz, “Biblia y Espiritualidad Teresiana”, 58-72 [6] Cf. por ejemplo: Fabrizio Foresti, Le radici bibliche della Salita del Monte Carmelo di S. Giovanni della Croce, en “Carmelus” 28 (1981) 226-255. [7] cf. Pontificia Comisión Bíblica, La
interpretación de la Biblia en la iglesia, 51 [8] cf. Francisco de Brändle, Biblia en San Juan de la Cruz, ed. de Espiritualidad, Madrid, 1990. [9] cf. Pontificia Comisión Bíblica, La
interpretación de la Biblia en la Iglesia, 110-112. [10] Cf. Carlos Mesters,
Fiore senza difesa. Una spiegazione della Bibbia a partire del popolo; Citadella Editrice, Assisi, 1986; Por detrás de las palabras; Palabra
Ediciones, México, 1990; “The use of the Bible
in Christian Communities of the Common
People” en The Bible and Liberation.
Political and Social Hermeneutics; Orbis Books, New York,
1983. Para una visión crítica pero positiva de este tipo de lectura cf.
Pontificia Comisión Bíblica, La Interpretación de la Biblia en la Iglesia,
57-60. |
Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |