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A LA CAZA DEL AMOR

Comentario al poemaTras de un amoroso lance” de San Juan de la Cruz

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Este es un comentario personal, no pretendo escribir asegurando, ni nada parecido, a lo que sintió el Santo Padre San Juan de la Cruz al componer este bello y místico poema de amor a Dios, “Tras de un amoroso lance”. No obstante, ya que no me deja indiferente meditarlo, expongo aquí lo que me causa desde mi interior, es decir, comparto mi fe, que es distinto a enseño desde la fe.

Canta el poeta:

Tras de un amoroso lance, 
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Cuando alguien sale a la caza del amor, sobre todo si hay en esta tarea una trabajosa persecución, si logramos nuestro deseo y se conquista lo perseguido, este logro trae un gozo difícil de explicar en pocas palabras. No obstante, San Juan de la Cruz, que sabe que es amar, como el mismo escribe; “Que ya sólo en amar es mi ejercicio.” (CA 19,8), y su ejercicio es ocuparse en despojarse y desnudarse por Dios, de todo lo que no es Dios, y que ejerciendo el amor, consigue el alma el fin para lo que fue creada, que es dejarse transformar en Dios y ser aclarada por él, de tal manera, que el hombre parece el mismo Dios, y tiene lo que tiene Dios, nos trae este poema donde el alma sale a la caza del amor.

“Tras un amoroso lance” es un poema creado espiritualmente. Es un poema que transmite una experiencia mística. Es un poema a lo divino. El tema profundo de este poema es el vuelo que necesitamos para darle alcance a ese amor que tanto queremos.

El alma, es un ave que vuela muy alto. Hay aves que vuelan muy alto. Ya que vivo en Chile, diremos que es como el vuelo de un Cóndor, que desde la tierra parece que tocan el cielo. El Cóndor extiende sus grandes alas y hace un vuelo suave, he escuchado a niños que al verlos volar se imaginan el vuelo de los ángeles.

Pero en este caso, el poeta está hablando de la cetrería, deporte de los amantes de la caza con halcones. .

En este poema, el ave, suponemos un halcón, se lanza en persecución de su presa, en su pecho lleva la esperanza de alcanzar su propósito, “la caza del amor” y para ello vuela “tan alto, tan alto”, aleteando, agitando, moviendo las alas, hasta que después de mucho trabajo la hace suya, por eso el poeta escribe; “que le di a la caza alcance”

Sigue el poema:

Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
más el amor fue tan alto, 
que le di a la caza alcance.

En esta imagen de vuelo, él halcón se eleva muy alto; y el propósito es como dice el santo; “Para que yo alcance diese”. Muchas aves hacen vuelos rasantes, es decir siguiendo la forma de la tierra, casi paralela, aquí es distinto, es un vuelo vertical, alto muy alto. Entonces, es una tarea ardua, decidida, donde se necesita mucho ánimo, mucho esfuerzo para volar muy alto, con riesgo de que en la remontada nos podemos fatigar, como expone san Juan; “en el vuelo quedé falto”, ¿pero de qué? se puede decir falto de aire o de energía, pero no de esperanza, así como dice el poeta; “y no de esperanza falto”, porque cuando el amor es más fuerte, se llega a más altura, por eso agrega: “más el amor fue tan alto”. No obstante, me parece que en cualquier lance espiritual, no faltan los “trances.”

Pero para alcanzar este “lance divino” conviene volar muy alto; “tanto volar me convino”, para despegarse de la vida terrenal. Siempre hay como una cierta resistencia entre la vida del cielo y la de la tierra; “en el vuelo quedé falto”  pues no queremos abandonar lo que tenemos o conocemos. ¿Pero dónde está la verdadera vida que buscamos?. Entonces parece que el poeta siente que esta vida verdadera esta en lo alto, y necesita un animoso impulso para alcanzar la caza divina, la caza del amor. 

Este impulso, no puede quedar “falto” de amor, esa es la clave del éxito para alcanzar la caza divina: “más el amor fue tan alto, que le di a la caza alcance.” El amor todo lo puede, todo lo alcanza. A los hombres nos pasa que cuando nos rendimos al amor, nos dejamos cazar por él. Y Dios que es amor, se deja cazar por amor.

Sigue el poema:

Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto, 
que le di a la caza alcance.

Hay en el poema un contrasentido, porque dice: “Cuanto  más subía, deslumbróseme la vista” Pero es un privilegio que se puede dar el santo, “oscura luz”, “noche alumbradora” “música callada”, “soledad sonora.” Son aspectos del lenguaje místico. El vuelo se hace de día, pero la luz que viene de lo alto deslumbra mientras más se acerca a la luz. Pero este encandilamiento, es como el proceso espiritual, es la oscuridad o la noche que nos lleva a la unión mística que busca el que sueña con el amado que sabe que después de toda noche, se goza de la amabilidad del día. El poeta sabe que la condición es volar a las alturas, volar hacia la luz, allí está el que su alma busca para transformarse en Luz. Dios es Luz. Por tanto, si alcanza la luz, se volverá más luminoso en su alma, así será capaz a ojos cerrados, “di un ciego y oscuro  salto”, subir tan alto para alcanzar la caza ansiada. “que le di a la caza alcance”

Continua el poeta:

Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto, 
que le di a la caza alcance.

Nadie desea detenerse cuando se va tras el amor, aunque nos sintamos cansados, agotados rendidos. Canta él poeta; “tanto más bajo y rendido y abatido me hallaba”, y en algunos instantes nos vengan alguna faltas de fuerza, “y abatido me hallaba”, y el deseo de alcanzar el ideal parece desanimarnos; “No habrá quien alcance!”, pero el amor al amado nos da una energía mayor a las fuerzas que conocemos, y es así como al halcón quiere alcanzar su presa y comienza a aletear y agitar sus alas con toda sus fuerzas; “abatíme tanto, tanto”, para volar: “ tan alto, tan alto”, que alcanza lo deseado: “que le di a la caza alcance.”

Ultimo estrofa:

Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto, 
que le di a la caza alcance.

Canta el poeta: “Porque esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera”. Aquí él hace un canto ardiente, inflamado por la esperanza en la que se encuentra su alma. El alma no tiene las alas del halcón, pero lo supera “por una extraña manera mil vuelos”, es decir muchos ciclos, muchos intentos de subir, y subir, “tan alto, tan alto”. Quizá, y eso nos ocurre a veces, que parece que nuestra alma es levantada más allá de lo que humanamente pensamos, misterio de amor, y del amor. Es el mismo que a veces nos ocurre cuando se acerca el amado, es el mismo que sucede cuando nos sentimos unidos al amado, yo en él y El en mí, y donde nuestro estado de inactividad se deja  actuar por Dios.

Canta el poeta del amor: “Esperé solo este lance, y en esperar no fui falto” ¿Es que el alma ya no necesita hacer nada, excepto esperar?. El alma enamorada, no cansa ni se cansa, canta en otra poesía. Cierto, la fundamentación de la espera es el amor, reciprocidad que se encuentra entre la pasión de alcanzar (al amado) y de esperar (al amado). Bella paradoja, pero que le permitió alcanzar la meta propuesta; “que le di a la caza alcance.” El amoroso “Lance”, era todo su ideal, como la única finalidad de su existencia.

No hablamos mucho del cielo, no mostramos la misma ansiedad como la muestra San Juan de la Cruz en este poema, donde nos enseña que toda esperanza te lleva hacia conquistar algo bueno más adelante de tu vida. Y volando muy alto, dejando abajo o atrás el pasado, las preocupaciones cotidianas, las aprehensiones que nos vienen por el destino de nuestra vida terrena. Todo lo que nos debe preocupar, es darnos ánimos para volar hacia lo alto, hacia Dios. Hacia lo alto, a través de muchos intentos de vuelos, con “ánimos animoso”, para gozar de los espacios sin límites, donde se escucha el silencio, allí donde el alma queda mansa y capacitada para la unión con Dios, y en unión mística, donde se siente que ya posee a Dios y ya no quiere alejarse de Él.

El símbolo del vuelo, también me parece como el proceso místico,  que transporta a quien lo experimenta a la unión. Hacia la altura, y como es de día, hacia la Luz. Para transformarse en Luz. Dios es Luz. Por tanto quien lo alcanza se vuelve más luminoso, más transparente, transfiguradamente más resplandeciente.

En síntesis, encontramos en el poema, amor: “Tras un amoroso lance”, esperanza; En esperar no fui tan alto”, Fe: “Volé tan alto, tan alto, premio ““Que le dí la caza al alcance” Bienaventurados los que aman a Dios, porque ellos alcanzaran el Cielo.

Son cosas, por la cual debe pasar el alma, para llegar a la unión.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Pascua 2016


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