Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

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SAN JUAN DE LA CRUZ, MAESTRO EN LA FE

Y TESTIGO DEL DIOS VIVO

Sobre el Beato Papa Juan Pablo II y  San Juan de la Cruz


1.      “MAESTRO EN LA FE Y TESTIGO DEL DIOS VIVO”

El Santo Padre Juan Pablo II, en una Carta Apostólica al General de los Carmelitas Descalzos con —ocasión del IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, inicia su carta con esta introducción:

“Maestro en la fe y testigo del Dios vivo, san Juan de la Cruz se hace presente en la memoria de la Iglesia, particularmente hoy, al celebrarse el IV Centenario de su tránsito a la gloria, que tuvo lugar el 14 de diciembre de 1591, cuando desde su convento de Úbeda fue llamado a la casa del Padre.”

Es un gozo para toda la Iglesia comprobar los frutos abundantes de santidad y sabiduría que este hijo suyo sigue dando con el ejemplo de su vida y la luz de sus escritos. En efecto, su figura y sus enseñanzas atraen el interés de los más variados ambientes religiosos y culturales, que en él hallan acogida y respuesta a las aspiraciones más profundas del hombre y del creyente. Abrigo, pues, la esperanza de que esta celebración jubilar sirva para dar más realce y difusión a su mensaje central: la vida teologal en fe, esperanza y amor.

Este mensaje, dirigido a todos, es herencia y tarea apremiante para el Carmelo Teresiano que, con razón, lo considera padre y maestro espiritual. Su ejemplo es ideal de vida; sus escritos son tesoro a compartir con cuantos buscan hoy el rostro de Dios; su doctrina es también palabra actual, en especial para España, su patria, cuyas letras y nombre honra con su magisterio de alcance universal.

Yo mismo me he sentido atraído especialmente por la experiencia y enseñanzas del santo de Fontiveros. (San Juan de la Cruz), Desde los primeros años de mi formación sacerdotal encontré en él un guía seguro en los senderos de la fe. Este aspecto de su doctrina me pareció de importancia vital para todo cristiano, particularmente en una época como la nuestra, exploradora de nuevos caminos, pero también expuesta a riesgos y tentaciones en el ámbito de la fe.

2.      MANTENED VIVA LA SEGURIDAD DE QUE VUESTRA VOCACIÓN ES DIVINA

Durante el viaje apostólico a España, 2 de noviembre de 1982, en el encuentro del Papa Juan Pablo II con los religiosos y los miembros de los institutos seculares masculinos expresa

Mantened viva la seguridad de que vuestra vocación es divina, con una profunda visión de fe alimentada en la plegaria y en los sacramentos, especialmente en el sacrosanto misterio de la Eucaristía, fuente y cumbre de toda vida cristiana auténtica. Así superaréis fácilmente toda incertidumbre acerca de vuestra identidad, y caminaréis de fidelidad en fidelidad, identificándoos con Cristo desde las bienaventuranzas y siendo testigos, al mismo tiempo, del reino de Dios en el mundo actual.

Esta fidelidad implica, antes que nada y como base de todo, un ansia creciente de trato con Dios, de unión amorosa con El. El consagrado —os digo con San Juan de la Cruz—, “de tal manera quiere Dios que sea religioso, que haya acabado con todo y que todo se haya acabado para él, porque El mismo es el que quiere ser su riqueza, consuelo y gloria deleitable” (S. Juan de la Cruz, Carta, 9).  Esas ansias de unión con Dios os harán experimentar la verdad de las palabras del Señor: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11, 30).  Su yugo es el amor, y su carga es carga de amores. Y ese mismo amor os hará dulce su peso.

En otra ocasión dijo a los españoles: “Leed continuamente las obras de los grandes Maestros del espíritu. ¡Cuántos tesoros de amor y de fe tenéis al alcance de vuestra mano en vuestro bello idioma!”.

3.      JUAN PABLO II EN SEGOVIA

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En Segovia, junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, dijo de él: “San Juan de la Cruz, Maestro de la fe, gran maestro de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”.

Escribe Juan Pablo II: “Durante mi visita a España, en noviembre de 1982, tuve el gozo de exaltar su memoria en Segovia, ante el sugestivo escenario del acueducto romano, y venerar sus reliquias junto a su sepulcro. Pude proclamar de nuevo allí el gran mensaje de la fe, como esencia de su enseñanza para toda la Iglesia, para España, para el Carmelo. Una fe viva y vigorosa que busca y encuentra a Dios en su Hijo Jesucristo, en la Iglesia, en la belleza de la creación, en la oración callada, en la oscuridad de la noche y en la llama purificadora del Espíritu”

4.      JUAN PABLO II Y SAN JUAN DE LA CRUZ

Juan Pablo II, era un verdadero místico, ya durante su juventud amaba la lectura de San Juan de la Cruz y de Santa. Teresa de Jesús.

En otoño de 1940 tomó decisión definitiva de entrar en el seminario de Cracovia, que era clandestino, y así comenzó los estudios en la facultad teológica de la Universidad Jaghellonica, también clandestina. El seminario se estableció en la residencia de Arzobispo Metropolitano, Stefan Sapieha; Karol permaneció en este seminario hasta el 18 de enero de 1945, la noche de la liberación. En esta época comenzó a vivir las vacaciones de un modo distinto, pasó las vacaciones de 1944 y 45 en la parroquia de Raciborowice (en los alrededores de Cracovia) y por entonces comenzó a escribir un trabajo sobre San Juan de la Cruz, que terminaría en Roma bajo la guía de P. Prof. Garrigou Lagrange. Sus estudios concluyeron en 1948 con el doctorado, y su tesis la dedicó al estudio de San Juan de la Cruz y la tituló "El acto de fe en San Juan de la Cruz".

Con ellos, y más que ellos, Juan Pablo II está cimentado para decirnos que, cuando elaboraba su tesis, “intuía que una síntesis de San Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos, como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica y la tensión de la esperanza cristiana”.

5.      JUAN DE LA CRUZ ES UN ENAMORADO DE DIOS

Y Juan Pablo II Agrega en la Carta Pastoral: Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él y hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: "Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales”. Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1, 1-2).

“Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías, transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus "dichos de luz y amor", por su propensión a hablar "palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor", "de luz para el camino y de amor en el caminar“ (JP II)

6.      SENTENCIAS DE LOS ESCRITOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ

Oh, Señor Dios mío!, ¿quién te buscará con amor puro y sencillo que te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean?

"¡Oh dulcísimo amor de Dios mal conocido! El que halló sus venas, descansó!"

 "A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición".

 "Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada"

"Aunque el camino es llano y suave para quienes tienen buena voluntad: quien camina, caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies  y ánimo y porfía animoso en eso mismo.”

"Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría a los mortales, mas ahora que la malicia va descubriendo mas su cara, mucho mas los descubre"

¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro.”

 "Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura, al monte y al collado do mana el agua pura…. Entremos más adentro en la espesura”

“Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras!  Y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno ¡cuán delicadamente me enamoras!”

“En dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,  habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.”