Caminando en Oración Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
PADRE
NUESTRO COMENTARIOS
A LA ORACIÓN QUE CRISTO JESUS NOS ENSEÑO. |
LA ORACIÓN DEL "PADRE NUESTRO "Conferencia de Juan Mateos, Teólogo y traductor
bíblico. (Transcripción de la grabación preparada por Pedro
Sánchez, O.P. Parroquia de Santo Tomás de Villanueva. Vallecas. Madrid) |
Vamos a explicar el "Padre
nuestro", la oración cristiana por excelencia, la petición cristiana por
excelencia. Porque en la anterior conferencia hablábamos de las dos clases de
oración: la oración de unión, la presencia de Dios en nosotros, que no tiene
formulario. Nosotros podemos decir lo que queramos o no decir nada, el caso
es saber que el Señor está con nosotros. El evangelio de Juan dice en el capítulo
14: el que me ama cumple mis mandamientos. Voy a aclarar esto un poco, porque
el Señor nunca dice cuáles son sus mandamientos. Hay "un
mandamiento", lo mismo que hay "el pecado". El pecado y el
mandamiento son dos actitudes contrapuestas. El mandamiento es el amor como
Jesús ha amado, o sea, hasta el final, el amor a todos como él ha amado, y el
pecado es el desprecio de todos para vivir para el propio egoísmo. Son dos actitudes. Del mandamiento nacen
los mandamientos, que son las exigencias concretas del amor en contextos determinados,
que nunca se precisan porque son infinitas. Y del pecado nacen los pecados,
de la actitud egoísta nacen los pecados: las injusticias, las ofensas, el
daño que se causa a otros. El Señor da el mandamiento, que es una actitud de
amor universal, de amor hasta el final, y de ahí sale la exigencia concreta
que nunca especifica. "El que cumple mis mandamientos", es decir,
el que responde a las circunstancias con amor, "ese es el que me ama, y,
al que me ama, mi Padre le demostrará su amor y yo también se lo demostraré y
me manifestaré a él". Y dice luego, poniendo la cosa al revés: "el
que me ama", es decir, el que está identificado conmigo, "ese
cumple mis mandamientos", ese responde al amor en cada circunstancia,
"y el Padre y yo vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él".
Esta es la oración de unión. Existe también la oración de petición, que
es ocasional. Y para ésta el Señor nos enseña el Padre nuestro. En Mateo esta
oración está colocada en una diatriba, por así decir, del Señor contra los
fariseos. Primero ha hablado contra los letrados, los escribas, los doctos,
oponiendo los antiguos mandamientos o antiguas prescripciones de la Ley, al
nuevo Espíritu que él trae. Y luego se dirige a los fariseos, que eran los
observantes. Los fariseos no eran gente docta, excepto los que eran letrados.
Eran gente muy observante, tenían tres ejercicios de piedad que debían
observar. Uno era la limosna, otro la oración y el tercero el ayuno. Esta era
la espiritualidad farisea. Entonces, el Señor, lo que hace es
denunciar el objetivo oculto de la ostentación farisea de piedad. En realidad
ellos quieren crearse fama de santos y para eso utilizan estas prácticas de
piedad, porque la fama de santos les permite dominar al pueblo. Por eso dice
Jesús: "cuando deis limosna, no hagáis como los hipócritas, que tocan la
trompeta antes de dar limosna para que todo el mundo se dé cuenta", para
exhibirse ante la gente. Esto pretende la fama de santidad y esto,
naturalmente, crea el dominio. La fama de santidad es peligrosísima, porque
la gente se somete a esa persona santa, que se llama santa. Y eso no es así.
No tenemos tampoco que dar ejemplo nunca, sino portarnos como somos, porque
dar ejemplo supone que nos sentimos superiores. Hay mil sutilezas en el
orgullo y en el deseo de dominio. "Hago esto para dar ejemplo". Ya
estás tú aquí de superior, de alma escogida. No, no. Tenemos que portarnos
haciendo visible el Espíritu que tenemos, sin más, como somos. Y, si eso
transmite espíritu y vida, tanto mejor. Pero sin ningún aire de superioridad.
Yo sé y tú no sabes, yo hago y tú no haces. Todo eso, fuera. Por eso el Señor
llama hipócritas a los que dan limosna. Naturalmente él exagera cuando dice
que tocan la trompeta para que todo el mundo se dé cuenta. "Vosotros,
cuando deis limosna, que vuestra mano derecha no sepa lo que hace la
izquierda. Vuestro Padre que ve en lo secreto os recompensará. Cuando oréis,
no hagáis como los hipócritas, que se ponen en las esquinas de las calles,
con las manos levantadas", cuando ellos tenían las horas de oración y se
ponían en medio de la calle, levantando las manos para que todo el mundo los
viera, y así todos dijeran: qué piadoso, qué hombre tan observante, qué
bueno, no tiene respeto humano. "No hagáis como los hipócritas que oran
en medio de la calle para exhibirse ante la gente. Ya han recibido su
recompensa, os lo aseguro". ¿Qué buscaban? ¿Fama? Ya la tienen. Pero ya
no tienen más. "Cuando vosotros oréis, entrad dentro del último cuarto
de vuestra casa, cerrad la puerta", quiere decir, en el fondo del
corazón. "Y allí pedid, que vuestro Padre, que ve en lo escondido, os
recompensará". Después habla del ayuno. "No hagáis
como los hipócritas, que cuando ayunan no se afeitan ni se lavan la cara,
para que todo el mundo los vea" y digan: qué hombre más santo, que está
ayunando hoy. No. "Vosotros, cuando ayunéis, echaos colonia y afeitaos,
para que nadie lo note. Y vuestro Padre que está en lo escondido, os
recompensará". Veis qué oposición tan tremenda, qué denuncia tan
tremenda de esa santidad exterior que quiere imponerse. Y en medio, en el apartado de la oración,
el Señor incluye el Padre nuestro. Dice: "cuando oréis, no seáis
palabreros, como hacen los paganos, que piensan que cuanto más hablen más
caso les van a hacer. Vuestro Padre ya sabe de lo que tenéis necesidad antes
de que se lo pidáis. Cuando oréis", es decir, cuando queráis pedir al
Padre, puesto que el verbo orar significa pedir, "decid así: Padre
nuestro del cielo..." Esta es la invocación. Después vienen las
peticiones, que son tres y tres, es decir, seis. PADRE
NUESTRO DEL CIELO. En griego, la traducción más sencilla es
ésta. No la que decíamos: "que estás en los cielos". Vemos, en
primer lugar, que es una oración comunitaria. Padre nuestro, no Padre mío. Es
comunitaria siempre. Aunque la digamos sólos (evidentemente podemos decirla),
sin embargo, siempre nos consideramos miembros de una comunidad. Nosotros no
somos cristianos individualmente, somos cristianos personalmente, pero
siempre esta persona que somos está integrada en un grupo, en una comunidad.
Si no, no hay cristianismo. Por eso, aunque estemos sólos, siempre es Padre
nuestro. Nosotros somos personas libres, pero miembros de una comunidad, que
es la nueva humanidad, la comunidad de Jesús. Fijaos que la palabra "Dios" no
aparece en toda la oración, porque el nombre cristiano de Dios es: Padre. La
relación con Dios es la de la criatura al Creador, la relación con el Padre
es la del hijo con el Padre. Esta es la relación última, definitiva, la
relación consoladora, la relación que nos llena de alegría, la que nos
estimula a parecernos a nuestro Padre. Ya hemos explicado la palabra
"Padre". Padre es el que por amor comunica su propia vida. Al decir
nosotros a Dios, Padre, significa que tenemos experiencia de que hemos
recibido esa vida. Y como esa vida es el Espíritu, los que pronuncian el
Padre nuestro son los que ya tienen el Espíritu de Dios, porque es el
Espíritu el que nos hace hijos. Uno que no se sienta hijo, que no sea hijo,
no puede decir Padre. Podrá decir Señor, podrá decir Dios, pero, para decir
Padre, necesita la experiencia del amor que Dios nos tiene, y de que con ese
amor nos ha comunicado su vida, su Espíritu. Pero fijaos que en un evangelio, dicen los
lingüistas, o en una obra cualquiera, el texto se acuerda. Es decir, cuando
nosotros leemos el Padre nuestro en el capítulo 6 del evangelio, Mateo se
acuerda de todo lo que ha dicho antes, en los cinco capítulos precedentes. Y
entonces sabemos que la palabra "Hijo" se pronuncia en el bautismo
de Jesús, cuando Jesús hace su compromiso hasta la muerte, cuando se abre el
cielo, baja el Espíritu y suena la voz del Padre: tú eres mi Hijo. De manera
que los que pronunciamos la palabra "Padre", somos los que hemos
hecho ese compromiso por amor a la humanidad, ese compromiso que nos ha
puesto en sintonía con Dios, y entonces Dios ya no es para nosotros el
Creador, sino que nos comunica su Espíritu y nos dice a cada uno de nosotros:
tú eres mi hijo. Pero además, si nos acordamos de las
bienaventuranzas, allí había una, la séptima, que decía: dichosos los que
trabajan por la paz, por la felicidad de los seres humanos, porque a esos Dios los llamará hijos suyos, serán llamados hijos de
Dios. Cuando en el Nuevo Testamento se dice "será llamado", quiere
decir que lo es y además que se reconoce. Ser llamados hijos de Dios, no
quiere decir que sea como un apodo, sino que son hijos de Dios y además esa
calidad es reconocida por otros. Aquí es Dios el que los llama hijos suyos.
Por lo tanto el que dice Padre, que pertenece a esos que Dios llama hijos, es
que el trabaja por la paz. Y, como el Padre nuestro se dice en plural, es
decir, incluye a una comunidad, es la comunidad cristiana la que ha recibido
el Espíritu, la que está en sintonía con Dios por ese compromiso de amor y la
que está trabajando por el bien de los seres humanos. Y cada uno de sus
miembros está en ese mismo compromiso, está en esa misma labor, cada uno a su
manera, según sus cualidades, sus fuerzas, su preparación. Cada uno
encontrará el terreno en el cual tiene que hacer avanzar ese reino de Dios. Padre nuestro del cielo, naturalmente, se
opone al padre de la tierra. Jesús no tiene padre terreno. Lo ha dicho Mateo
en el capítulo primero. Y luego en el capítulo 23 dice: vosotros no llaméis a
nadie padre en la tierra. De modo que el discípulo tampoco tiene padre
terreno, no lo reconoce. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que la figura
del padre es, en la tradición judía, el modelo del hijo. El hijo tiene que
parecerse a su padre. Y además el padre es el transmisor de la tradición.
Tremenda cosa, porque la tradición es la transmisión de todos los valores de
una cultura, de los buenos y de los malos. Si el Señor tenía que proponer el mensaje
de Dios en toda su pureza, en toda su transparencia, él no podía tener por
modelo a un hombre, ni podía depender de la tradición que le transmitiera un
hombre. Este es uno de los sentidos teológicos del nacimiento virginal o de
la concepción virginal de Jesús. Jesús no podía tener modelo humano, ni estar
condicionado por una tradición humana transmitida por un padre humano. Por
eso los evangelistas Mateo y Lucas, ya después de años de reflexión, vienen a
decir, con ese relato, que con Jesús empieza una humanidad nueva. Él, por
primera vez, nos ha hecho conocer lo que es realmente Dios. Por lo tanto,
¿quién pude ser su modelo? Dios mismo. ¿Quién puede haberle transmitido esa
tradición que, en el fondo, es el Espíritu, ese ser de Dios? Dios mismo. No
puede ser otro. Jesús no es hijo de José. Esa es la conclusión teológica que
expresa esto. Con él empieza una humanidad nueva, algo que no se había visto
nunca, esta transformación de la persona, que le hace vivir para el amor de
los demás, esta entrega parecida a la suya. Esta es una humanidad diferente.
Por lo tanto, Jesús es el principio de una nueva humanidad, está en paralelo
con Adán, él no desciende de Adán. Es otro Adán, otro principio de humanidad.
Por eso, si a Adán lo creó Dios, a Jesús tiene que haberlo creado Dios.
Jesús, se dice en su nacimiento, no es hijo de José. Estas son las interpretaciones
teológicas de la novedad de Jesús, que se formulan por lo menos veinte años
después de que se escriben los primeros evangelios. Por eso nosotros no tenemos padre en la
tierra en el sentido de que nuestro modelo no es un hombre, aunque sea
nuestro padre físico, a quien tenemos que querer mucho, por supuesto y
respetar muchísimo. Pero nuestro modelo es el Padre del cielo, como Jesús. Y
nuestra tradición personal, nuestra herencia de ideas, de criterios tampoco
es la de un hombre, es la del Padre del cielo que nos ha manifestado Jesús.
Ese es nuestro ideario, esos son nuestros criterios, así vemos nosotros y
juzgamos la realidad, a partir de lo que Jesús nos revela, que es
precisamente la mente del Padre del cielo. Fijaos hasta qué punto esto está asimilado
por los evangelistas. Os voy a citar un texto de Marcos. Mateo ya lo dice:
"no llaméis a nadie padre sobre la tierra", es decir, no tengáis
modelo humano, no os acomodéis a tradiciones transmitidas. Marcos lo pone de
otra manera, cuando dice: "Todo el que deje casa, padre, madre,
hermanos, hermanas, hijos o tierras por causa mía y por causa del evangelio,
de la buena noticia, recibirá en este mundo, ahora, en esta vida, cien veces
más: casa, madre, hermanos, hermanas, hijos, tierras". Y no dice nada del
padre. En la primera enumeración, entre lo que deja, está el padre, padre y
madre. En la segunda no hay padre. Porque el padre es la figura de autoridad,
es el que dicta lo que hay que ser y lo que hay que hacer. Y eso, en la vida
cristiana, no se puede aceptar. No se trata de prescindir del padre físico.
Todos debemos quererlo y respetarlo. Pero nuestro criterio, nuestras ideas,
nuestro modo de pensar es el de Dios, el del Padre del cielo, transmitido por
Jesús. Nuestro modelo es el Padre del cielo. Sed perfectos como vuestro Padre
es perfecto. Ese es el modelo. Modelo que hemos visto realizado en Jesús.
Jesús es la única manera que tenemos de conocer al Padre del cielo. Por eso,
Padre nuestro del cielo. Este es nuestro Padre. El cielo no indica lejanía. El cielo es una
metáfora, espacial, pero una metáfora. No hay un espacio arriba y otro abajo.
Los antiguos ponían lo sublime, lo elevado en la altura. También nosotros,
instintivamente. Aunque en nuestro tiempo lo importante, lo excelente
nosotros lo llamamos profundo. Hemos adoptado otra simbología, otra metáfora
espacial. Pero ahora lo bueno es profundo. Cosa que también es metafórica.
Instintivamente usamos unas u otras metáforas. Según las épocas, unas
predominan sobre otras. Entonces era alto y bajo. Por tanto el cielo, que es
lo más alto, es símbolo de la excelencia y de, lo que llamamos en un lenguaje
más teológico, la trascendencia divina. Es decir, que a Dios no se le
alcanza, no se le ve, es un ser que está por encima de todas nuestras
categorías. Ese es el cielo del Padre nuestro. Pero Mateo mismo, unos
versículos antes, ha dicho: vuestro Padre que está en lo escondido te
recompensará. El Padre está en el cielo, significa su excelencia
extraordinaria. Está en lo escondido, su cercanía. De manera que veis que usa
dos metáforas distintas. El está cerca de nosotros, invisible, pero, ahí
está, cerca de nosotros. De manera que no le demos sentido espacial, como
hicieron, para ridiculizarlo, aquellos primeros astronautas, que dijeron:
hemos viajado por el espacio y no hemos encontrado a Dios. Eso es
infantilismo. No se trata de una realidad arriba y una realidad abajo, sino
del símbolo normal de lo elevado o lo bajo. Padre nuestro del cielo, es decir, nosotros
hablamos de que tenemos la experiencia de tu hogar. Sabemos que nos amas. Y
además estamos comprometidos con ese amor y estamos trabajando para que la
humanidad conozca tu amor, trabajando por la felicidad de los seres humanos. PROCLÁMESE
ESE NOMBRE TUYO. La primera petición, según la traducción
ordinaria, es: santificado sea tu nombre. Esta es una frase rara, desde luego
no es española. Que tu nombre sea santificado, ¿qué
quiere decir? ¿Que digamos que es santo, santo, santo? Sería una
santificación de palabra, porque de obra no puede ser. El nombre de Dios es
santo. No hace falta que lo santifique nadie. Esta es una frase hebrea, que
significa, en el fondo, que sea reconocido. La misma frase está en la 1ª
carta de Pedro, en el N.T., donde se dice, en medio de la persecución:
vosotros, en vuestro corazón, santificad al Mesías como Señor, es decir,
reconoced al Mesías como Señor. Es un reconocimiento. Entonces, como es una
cosa pública lo que se pide, aquí hemos traducido "proclámese", que
es más solemne que reconózcase. Proclámese tu nombre. ¿Cuál es tu nombre? El nombre está por la
persona, es una manera de designar la persona. Pero, en este contexto, el
nombre se refiere al que acabamos de pronunciar: Padre. Reconózcase o
proclámese ese nombre tuyo. Esto es lo que se pide. ¿Quién lo tiene que proclamar? El Padre nuestro tiene una invocación:
Padre nuestro del cielo. Después, tiene tres peticiones para la humanidad
entera, en las cuales no aparece ningún nombre personal referido a nosotros.
Se dice: tu nombre, tu reino, tu voluntad. Y tiene una segunda parte, la cual
se refiere a la comunidad cristiana. Nuestro pan, nuestras deudas, no nos
dejes ceder a la tentación. De modo que, en la primera parte, los nombres
posesivos se refieren a Dios. Tu nombre, tu reino, tu voluntad. En la segunda
parte se refieren a nosotros: nuestro pan, nuestras deudas, nuestros
deudores, no nos dejes ceder a la tentación y líbranos. De modo que tiene dos
partes clarísimas. En esta primera parte, que estamos comentando,
la primera petición es esa: proclámese ese nombre tuyo. ¿Quién lo tiene que
proclamar? La humanidad. No nosotros. Nosotros ya lo reconocemos.
Precisamente lo hemos llamado así: Padre. De modo que nosotros reconocemos
que Dios es Padre. Pero la humanidad, no. Por lo tanto lo que se pide es que
la humanidad reconozca que Dios es Padre. ¿Qué significa esto? Las tres primeras peticiones del Padre
nuestro nacen de una experiencia. Nosotros ya conocemos que tú eres Padre,
nosotros hemos experimentado tu amor, nosotros vivimos de esa vida que nos
has comunicado. Nacen de esa experiencia. Entonces esa experiencia se traduce
en deseo. El deseo de que la humanidad conozca esto. Y desemboca en el
compromiso. Y tenemos que hacer lo que podamos para que esto se verifique. De
manera que nace de la experiencia, que hace surgir el deseo y desemboca en el
compromiso. La comunidad tiene experiencia de que Dios
es Padre y quiere que la humanidad entera la tenga. Porque aquí hay la utopía
pequeña, la utopía realizada, que es la comunidad cristiana. Ese es el reino
de Dios realizado, donde existen unas nuevas relaciones humanas, donde hay la
experiencia del amor del Padre, donde hay la experiencia del amor de los
hermanos, el amor fraterno y la solidaridad, donde los seres humanos son
libres, no están sometidos ya a leyes, ni a imposiciones, donde toda esa
comunidad está volcada para el bien del resto de la humanidad. De modo que
hay una pequeña, minúscula, digamos, utopía realizada, el grupo cristiano. Pero queda la gran utopía, que es la
realización en la humanidad entera. Y entonces, los que viven en la utopía
realizada, piden que se realice, que se verifique la gran utopía, que la
humanidad llegue a entrar en esta realidad. Proclámese o reconózcase ese
nombre tuyo. Que la humanidad sepa que tú eres Padre. Esto es la gran liberación de la humanidad.
Porque todos los regímenes tiránicos, los cuales eran los únicos regímenes
que había en aquel tiempo, no había más que tiranos, todos se han basado o
han pretendido siempre estar consagrados por los dioses. La misma
organización judía, tremendamente opresora, que era religioso-política,
porque el sumo sacerdote era jefe religioso, pero además jefe político desde
que había cesado la monarquía, era jefe de estado al mismo tiempo. Y esa
organización se basaba en la pretensión de que eso era instituido por Dios. Y
no digamos los regímenes paganos. Todos estaban amparados por sus
correspondientes dioses. Ya sabemos que en casi todos los países
había dos religiones paralelas. Una era la religión del estado y otra era la
religión popular. La religión popular empieza con lo doméstico: los difuntos,
los dioses de la casa, en fin, todo lo inmediato. Pero el estado crea sus
propias divinidades, que no hacen más que consagrar los valores del poder. Y
así, por ejemplo, en Roma, ¿quién es el valor supremo? Júpiter. Júpiter es
rey, sacerdote. Por eso el jefe del estado romano es rey y sacerdote, supremo
poder civil y religioso. Se crea una divinidad a imitación de la cual se
ejerce el poder civil y religioso. En Babilonia, era el Marduc. El rey era la
encarnación de Marduc. Y en Egipto ya el rey, el faraón, era hijo del sol,
que era su divinidad. De manera que tenía categoría divina. Todas la tiranías se amparan en eso. Otras, naturalmente, no
llegan a proclamarse divinas, pero, incluso en el imperio cristiano, el rey,
el emperador era consagrado por la Iglesia y era coronado por ella. De modo
que tenía ese respaldo religioso. Todo esto es lo que se cae. Porque Dios no
es el Señor que domina, sino el Padre que da vida. Ninguna autoridad humana
puede poner su base en Dios, en el dios que también es un déspota celeste.
Así era incluso el dios Del A.T. en muchos pasajes, no en otros, claro,
porque está muy mezclado. Pero, en muchos pasajes, aparecía como ese dios
absoluto, ese dios con poder ilimitado. Fijaos que en el A.T. los reyes se
llaman dioses y también los jueces. "Dioses sois e hijos del Altísimo
todos", dice un salmo. Eran los personajes de la autoridad. ¿Por qué?
Porque como Dios es la autoridad suprema, el que participa de la autoridad es
como Dios. Pues esto se cae por su base. Cuando la humanidad se dé cuenta de que
Dios no puede dar pie a ninguna autoridad absoluta, a ninguna tiranía, porque
Dios no ejerce así, sino que Dios en realidad es el Padre que comunica vida,
la humanidad se liberará de todo miedo. Es la primera petición. Que la
humanidad comprenda que tú eres Padre. Por lo tanto que no respete ya ninguna
tiranía, ninguna opresión, lo cual significa la liberación de la sumisión,
que es lo que la humanidad había vivido siempre. Es el horizonte de la
libertad. Veis qué fuerte es el Padre nuestro, lo que se pide en él. Los que
viven en una comunidad tienen ya esa experiencia, ellos ya saben que Dios es
Padre, no pueden someterse a ningún tirano. Tendrán que vivir en una
sociedad, donde tendrán que convivir con otros. Pero reconocer como divinos
esos poderes, como se hacía en el culto al emperador romano, no, eso no. El
estado será necesario, pero nosotros no aceptamos la veneración del poder.
Puede ser un mal necesario, a veces, pero nunca el poder tiránico, nunca. El
poder opresor, jamás. Primera petición. Que la humanidad, sabiendo que tú
eres Padre, sea libre, se libere. LLEGUE
TU REINADO. La segunda petición tiene, en la traducción
española, un defecto tremendo, que no sé por qué ha entrado, no me lo
explico. Se dice: venga a nosotros tu reino. Ese "a nosotros" no
está ni en el griego ni en el latín ni en el francés ni en el italiano ni en
el inglés ni en el alemán ni en ningún otro, solamente en el español. ¿Por
qué se dice "a nosotros", si no está? Es meter ahí un pronombre que
pertenece a la comunidad, y eso corresponde a la segunda parte. Falsea
completamente el Padre nuestro. Porque hemos dicho que los que rezan el Padre
nuestro tienen ya experiencia de ese reino, Dios reina sobre ellos porque
tienen el Espíritu. Ellos no piden para sí, piden para el mundo. Por eso, si
os acordáis del latín, se decía: "adveniat regnum tuum". No a
nosotros, sino que llegue tu reino. De manera que eso tenemos que corregirlo
en nuestra oración. Porque si no, no entendemos el Padre nuestro. ¿Qué significa esta petición? La palabra
reino puede traducirse de tres maneras: realeza, reinado y reino. La
ordinaria, en lenguaje arameo o hebreo, es reinado.
El reino somos nosotros, y no se puede decir que lleguemos nosotros. Lo que
se pide es que llegue su reinado, es decir, que la actividad de Dios sobre la
humanidad se ejerza. Ya se ejerce sobre la comunidad y ahora, esta comunidad,
quiere que sea para el mundo entero, para toda la humanidad. El reinado de
Dios es la comunicación de vida. La vida de Dios comunicada es el Espíritu.
Por tanto lo que se pide es que esta experiencia de vida que tenemos
nosotros, del Espíritu que nos ha dado vida, que sea también experiencia de
la humanidad. La pequeña utopía realizada y la gran utopía. Acordémonos de la primera bienaventuranza.
"Dichosos los que eligen ser pobres, porque sobre ellos reina Dios, Dios
ejerce su reinado, tienen a Dios por rey". De manera que para que Dios
ejerza su reinado sobre los seres humanos, esa comunicación de vida, hace
falta esa opción, la opción por la pobreza, que es la opción contra las
ambiciones de dinero, de honor y de poder. La comunidad ha hecho la opción y
ha recibido el Espíritu, ya Dios reina sobre ella. Entonces se pide que Dios
reine sobre la humanidad, y eso implica que la humanidad cambie su estado de
valores, que en vez de los valores de la sociedad injusta (la ambición, las
insolidaridades, la violencia interna y externa), que cambien y que elijan
precisamente lo contrario: la sencillez y el compartir, la igualdad y el
servicio mutuo, en vez del poder, el honor y el dinero. De manera que esta
humanidad que, primero, se libera al comprender que Dios es Padre y no es
tirano y, por lo tanto, no acepta un tirano, esa humanidad, así liberada,
haga las opciones propias de ese Padre que se propone, las opciones para que
el Padre pueda reinar. Las opciones implican renunciar a las ambiciones, y
entonces "tu reinado" será una realidad. Que la humanidad se llene
de vida, de Espíritu, de amor, de solidaridad, de fraternidad, porque ha
hecho las opciones que eliminan esas rivalidades, hostilidades y violencias
de la sociedad en que vivimos. De manera que éste es el reinado de Dios.
Dios reina sobre cada uno de nosotros y también sobre todos, porque la opción
la hace cada individuo, esa no es comunitaria. Dentro de la comunidad, uno
hace su opción personal. Eso es inevitable. No se pueden hacer opciones
comunitarias, cada uno tiene que hacer su opción. Entonces así se crea la
persona nueva. La persona que hace esa opción, que destierra de sí las
ambiciones, que renuncia a todo eso y recibe el Espíritu, es la persona
nueva, la nueva criatura. Entonces lo que se pide es que los seres humanos sean
personas nuevas y que por esa opción vaya surgiendo la humanidad nueva. REALÍCESE
EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO. Tercera petición. La traducción ordinaria
"hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo", se entiende
poco. ¿Quién hace la voluntad en el cielo, para que se haga en la tierra? No
está claro. ¿Qué voluntad es esa? La palabra voluntad, que está en la
traducción latina "voluntas", es una traducción deficiente. Porque
la palabra griega, significa algo concreto, y eso concreto, si se refiere a
un proyecto histórico, como es aquí, a un plan de Dios, entonces la
traducción "voluntad" nos es correcta. Ponemos "tu plan"
o una palabra más noble y más bonita que es "tu designio". De manera que Dios tiene un designio. ¿Cual
es? Ya lo sabemos. Que esa humanidad nueva construya una sociedad nueva, que
es el reino de Dios. Esa humanidad nueva, que viene por su reinado, por el
don del Espíritu, construya una sociedad nueva. Fijaos, si nosotros decimos
"designio" o "plan", entonces eso incluye dos fases: una
fase de concepción y otra de ejecución. Un designio, un plan se concibe y
después se ejecuta. Y a eso corresponden los dos términos. En el cielo se
concibe y en la tierra se ejecuta. Por eso la traducción es: Realícese en la
tierra tu designio del cielo. Dios tiene un proyecto, Dios tiene un designio
sobre la humanidad, que es esa sociedad nueva, esa sociedad de los hijos de
Dios, esa sociedad de felicidad humana, de libertad, de crecimiento, de
fraternidad. Él lo ha concebido en el cielo. Y lo que pedimos es que se
realice en la tierra. La comunidad tiene ya experiencia, pequeña,
frágil, de esa realidad. Ella es parte de ese designio a realizar, es ya una
pequeña parcela del reino de Dios. Pero no basta. El compromiso inicial del
cristiano se hace por amor a la humanidad, como el de Jesús. ¿Veis cómo se
trasluce el amor a la humanidad en estas tres peticiones? Los que ya viven la
nueva realidad no pueden conformarse con vivirla ellos, están deseando que
eso se extienda a la humanidad. De manera que tenemos ya la primera parte
del Padre nuestro. Proclámese ese nombre tuyo, que la humanidad sepa que tú
eres el dador de vida, no un dios tirano, un dios arbitrario, sino el Dios
que comunica vida a los seres humanos. Con lo cual se libera de toda superstición
del poder, de toda adoración del poder, de todo respeto a la tiranía. La
humanidad liberada. Llegue tu reinado. Que la humanidad haga la opción
aquella de la primera bienaventuranza, que cambie su estado de valores y tú
le infundas vida y se cree el ser nuevo. Realícese en la tierra tu designio
del cielo, es decir, que esos seres nuevos construyan la nueva sociedad, la
que asegura la felicidad de todos los seres humanos. Esta es la primera parte del Padre nuestro.
Es completamente misionera, volcada hacia afuera. Esto es notable, porque el
Señor nos enseña aquí cuál es el orden de prioridades en nuestras peticiones.
No empieza diciendo: Señor, yo pido por mí. No. Primero por todos, por la
humanidad. Fijaos en aquella frase de Juan que dice: Así demostró Dios su
amor al mundo (que es la humanidad), llegando a dar a su Hijo único. De
manera que el amor a la humanidad, supera, por así decir, al amor al Hijo. En
nosotros, el amor a la humanidad, supera al amor hacia nosotros. Yo he enseñado liturgia muchos años,
liturgia oriental, y colaboré, después del Concilio, con las comisiones
aquellas que se organizaron para arreglar la misa y el oficio divino. Y me
extrañó que, cuando se hicieron las oraciones de los fieles, se empezase
siempre, en primer lugar, pidiendo por la santa iglesia católica. Este no es
el orden del evangelio. Primero hay que pedir por el mundo, por la humanidad,
por los que lo necesitan, porque la gente cambie de mentalidad. Y después
pedimos por la iglesia, que somos nosotros. Pero empezar pidiendo por la
iglesia no es según el evangelio, según el Padre nuestro. Porque el Señor nos
ha enseñado muy claramente cuál es el orden. Primero el amor a todos, después
la preocupación por nosotros. Veis que, ser perfecto como vuestro Padre del
cielo es perfecto, implica el amar a todos, el amor universal. Por eso en
primer lugar ponemos el amor universal. Esto es lo que tenemos que
desarrollar. Desde nuestra realidad cristiana, que eso se haga realidad en
todas partes, en los tres grados: liberación, creación de la persona nueva,
creación de la sociedad nueva. Porque sin seres humanos nuevos no hay
sociedad nueva. Ese era el engaño de los judíos del tiempo de Jesús y de los
discípulos, que tenían la misma mentalidad. Y es que, según ellos, lo que
hacía falta era una revolución, una subversión reformista que quitase
aquellos colaboracionistas, aquellos corrompidos, que eran los directores del
pueblo en aquel tiempo, los sacerdotes y las familias ricas, y diera una
nueva estructura. No sirve para nada. Lo hemos visto, lo estamos viendo. El
ensayo de crear una sociedad nueva, como se ha hecho en los regímenes
comunistas, Rusia y China, sobre todo, sin cambiar a la gente, lleva a la
ruina. Porque si la gente sigue siendo ambiciosa, como lo sigue siendo, no ha
renunciado a las ambiciones, vuelve a salir todo y se creará, con otras
formas políticas, la misma injusticia. Y lo mismo podemos decir también de
nuestra sociedad capitalista. ¿Cuál es su defecto? Esa ambición tremenda que
crea violencia y crea injusticia necesariamente. De manera que el orden, la
prioridad es el amor a la humanidad. Y luego, como ya hemos dicho que estas
peticiones suponen una experiencia, expresan un deseo e implican un
compromiso de trabajo, naturalmente la comunidad se mira así misma y entonces
pide estar a la altura y empieza la segunda parte del Padre nuestro, donde se
utiliza el pronombre plural de primera persona: nosotros, nuestro, nos. NUESTRO
PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY. En la siguiente petición se decía antiguamente:
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Ahora creo que han modificado un
poco. ¿Quiere decir realmente esto? Es raro, porque un poco después, en el
evangelio, el Señor nos dirá que no nos preocupemos por el mañana, que no nos
preocupemos por lo que tenemos que comer, por lo que tenemos que vestir. Y es
muy raro que en la oración central, él ponga la petición por el pan. Por eso
nos preguntamos: ¿está bien traducido esto? La cosa es ardua, porque
Jerónimo, que tradujo al latín los evangelios, encuentra la misma palabra
griega "epiousion", nuestro pan, en el Padre nuestro de Mateo y de
Lucas. Encuentra esa palabra y se hace un lío, porque en Mateo él traduce
"nuestro pan supersustancial" y en Lucas, la misma palabra, la traduce
por "nuestro pan cotidiano". Y uno se pregunta: ¿por qué dudaba
tanto Jerónimo? ¿Tan difícil era esta palabra? Ciertamente. Porque, fijaos, el Padre nuestro que
rezamos nosotros está tomado del evangelio de Mateo, excepto esta palabra,
porque por no decir "danos hoy nuestro pan supersustancial",
cogieron de Lucas "nuestro pan cotidiano". El mismo Jerónimo, que
conocía un evangelio que el llama el evangelio de
los Hebreos, escrito seguramente en arameo, que se ha perdido por completo,
dice: yo he leído en ese evangelio que la palabra correspondiente al griego
"epiousion" era la palabra "maha", que en arameo
significa mañana, al día siguiente. Este es un dato importante, que se confirma
con las traducciones que se hicieron en el norte de África. En la iglesia
copta, egipcia, se tradujo el evangelio en varios dialectos. Un día, en el
Instituto Oriental de Roma donde yo enseño, estaba estudiando el Padre
nuestro, y comenté ante algunos compañeros: dice Jerónimo que esa frase
significaría el pan de mañana. Y me dice un jesuita egipcio: pues eso es lo
que decimos nosotros, en copto y en árabe. Y yo le dije: pues no sabes qué
alegría me das. Y además descubrimos que también en otra lengua copta, en
otro dialecto, estaba traducido también "pan del mañana". De manera
que eso coincide con el dato de Jerónimo. ¿Dónde está la dificultad? Orígenes tiene
su tratado de la oración donde trata del Padre nuestro. Y él dice que esta
palabra fue inventada por los evangelistas. Lo cual es muy probable, porque
era griego y sabía griego. Pero "inventada" no quiere decir que
fuera ininteligible. Porque yo puedo coger una palabra española y de ella
derivar una palabra que no existe, pero que todo el mundo entiende.
Supongamos que de mañana yo pudiera derivar mañanero, que ya existe, pero, aunque
no existiera, todo el mundo entendería que pertenece a la mañana. La palabra
fue inventada por los evangelistas, pero estaba clarísimo para cualquier
griego. Se trata del pan del mañana. Además muchos Padres griegos interpretan
también como "el pan del mañana". De modo que la frase sería: "nuestro
pan del mañana dánoslo hoy". Primera petición por la comunidad
cristiana. El pan es el símbolo de la comida, del banquete. Comer pan con
alguien es comer con alguien. De manera que "nuestro pan del mañana"
alude al banquete de la vida futura, que se describe como el banquete, como
la fiesta de bodas. De manera que lo que se pide aquí es que ese pan, es
decir, ese banquete de la vida futura, que es la expresión simbólica de la
amistad, de la comunión, del amor mutuo, de la alegría, que eso sea realidad
aquí y ahora. Que la comunidad cristiana viva esa alegría y esa comunión, esa
unión y esa amistad que se esperaba para el banquete del otro mundo, de la
vida futura. Notemos que estamos en aquello que decíamos
en el nº 8 de las bienaventuranzas. El 8 es el número de la vida futura, sin
embargo se aplica a la vida presente, porque el reino de Dios aquí, el
reinado de Dios, que es el don del Espíritu, es una realidad de la vida
divina que entra en la historia humana. Y el Reino de Dios es el fruto de la
realidad divina comunicada, que está presente en la historia humana. Por eso
lo que pedimos aquí, esa realidad divina, que es la futura, de alegría, de
unión, de amor, eso sea realidad hoy en nuestra comunidad. Con lo cual se
caracteriza la comunidad cristiana. La comunidad cristiana es una comunidad
de unión, de amor, de amistad, de alegría. Y, evidentemente, hay una alusión a la
Eucaristía. Nuestro pan del mañana, la realidad divina que se inserta en la
historia humana, ese pan es también la Eucaristía, que es el banquete aquí,
que representa y que realiza esa realidad futura. Y perdónanos nuestras deudas, que también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Conservo la palabra "deuda", que
es la que está en Mateo. Porque deuda significa que yo estoy obligado, pero
no indica nada sobre la actitud del acreedor. En cambio si ponemos ofensa,
como se ha puesto ahora, entonces significa que el otro está ofendido, que
Dios está ceñudo e iracundo. Y esto no lo dice el evangelista. La palabra
deuda implica que yo debo algo, pero Dios no está ofendido. Si ponemos ofensa
es que Dios me mira con malos ojos. Ese cambio no ha sido feliz. Da una falsa
idea de Dios, como si estuviese airado con nosotros. El Señor nos espera
siempre y nos ofrece su amor siempre. Cuando hemos metido la pata, también
nos ofrece su mano para levantarnos. Y nunca se cansa y nunca se venga y
nunca castiga. De manera que la palabra "deuda" es mucho más
adecuada, como también "nuestros deudores". Que uno esté en deuda
conmigo, no quiere decir que yo esté ofendido ni molesto ni irritado contra
él. Se trata de la única petición del Padre
nuestro que lleva una condición. Se pide que Dios nos perdone, pero porque
cumplimos nosotros una condición. El "que" es causal. De manera que
nosotros aseguramos que hemos cumplido la condición, y así le pedimos que nos
perdone. ¿Dios no nos perdonaría, si nosotros no perdonáramos a los demás?
No. Lo dice clarísimamente el Señor inmediatamente después del Padre nuestro:
"si vosotros perdonáis, vuestro Padre os perdonará, pero si no
perdonáis, no os perdona". ¿Por qué? Porque si yo me cierro al amor, no
puedo recibir amor. El perdón es la manifestación del amor, una de las
manifestaciones del amor. Uno pasa por alto la deuda, condona la deuda, pero,
claro, esa manifestación de amor necesita que el que la recibe esté abierto
al amor. Si el otro se ha cerrado no puede recibir el amor de Dios. No es que
Dios no quiera, es que no puede perdonar. El amor es una corriente incesante,
nace del Padre, se comunica a Jesús, Jesús se comunica a nosotros y nosotros
a los demás. Si se detiene en nosotros, ya no se puede recibir, porque se ha
tapado, se ha interrumpido el cauce. Imposible recibirlo. De manera que por
eso nosotros aseguramos que estamos abiertos al amor, que nosotros
perdonamos, que dejamos correr el amor. Y entonces le pedimos al Padre que su
amor corra sobre nosotros, que su amor nos vaya limpiando continuamente, que
todo lo que sea obstáculo en la comunidad sea inmediatamente lavado por ese
perdón, porque nosotros también lavamos todo lo que estorba. De manera que lo primero que pedimos en
esta segunda parte es que la comunidad sea una comunidad de amor, una
comunidad de unión y una comunidad de alegría. La segunda es que sea una
comunidad de amor no sólo dentro de la comunidad, sino hacia todos. Que las
debilidades, los obstáculos, las faltas sean continuamente borradas por ese
amor de Dios que se derrama sobre ella, porque ella misma está derramando
amor sobre los demás. Es una comunidad de un amor mutuo, fácil. Mutuo entre
ellos y con los demás. Porque el perdón tiene que ser continuo y fácil
siempre. Y así se asegura ese perdón de Dios, que es una manifestación de su
amor. Y NO NOS DEJES CEDER A TENTACIÓN, SINO
LÍBRANOS DEL MALO. Esta última petición tiene dos aspectos.
Acordaos de lo que dijimos de que el texto "se acuerda". Cuando
Mateo habla aquí de tentación, ya había hablado de tentación cuando Jesús
estaba en el desierto. Allí aparece el tentador que tienta a Jesús. Cuando
Mateo, en el Padre nuestro, pone "no nos dejes ceder a la
tentación", está aludiendo a las tentaciones de Jesús, que son las
únicas de que ha hablado antes. Son tres las tentaciones de Jesús, que pueden
ser tentaciones de la comunidad cristiana. La primera es la siguiente. Jesús tiene
hambre. "Si eres Hijo de Dios di a estas piedras se conviertan en panes.
Y Jesús le contesta: No sólo de pan vive el hombre, sino de todo aquello que
vaya saliendo de la boca de Dios". Es decir, el demonio lo tienta a buscar
su beneficio personal, su comodidad personal sin tener en cuenta el plan de
Dios. Y esta era una tentación de la comunidad cristiana. Hacer cosas no
pensando antes si eso corresponde al plan de Dios o no, sino porque eso le
conviene para su provecho personal. Utilizar el carisma, utilizar la realidad
fuera de lo común que tiene el cristiano para procurar su provecho. La
comunidad cristiana quiere satisfacer sus necesidades o medrar de alguna
manera. ¿Pero eso corresponde al plan de Dios? Eso no importa. Es el ateísmo
práctico. Actuar como si fuéramos una sociedad humana que le conviene esto o
lo otro, se construye, se vende... "El tentador sube a Jesús al alero del
templo y le dice: tírate abajo, que ya está escrito: sus ángeles impedirán
que tu pie tropiece con una piedra, te tomarán en volandas y tu pie no
tropezará contra las piedras. Y el Señor le dice: No tentarás al Señor tu
Dios". Esta es la tentación del providencialismo infantil. Nos metemos
en un lío tremendo y decimos: ya Dios lo arreglará. No. Hay que pensar y
calcular qué es lo que conviene hacer. Y además aquí entra también el deseo
de vanidad. El pueblo está en el templo, en el patio y el tentador lo pone en
la torre y le dice: tírate abajo, que verás cuando la gente vea que tú caes
del cielo tan glorioso, sostenido por los ángeles cómo te van a reconocer.
No. Eso es buscar el prestigio. Y además, con una irresponsabilidad
espantosa. ¿Dios tiene que suplir nuestros errores? No. La tercera, que es la más clara, es la del
poder. Ahí el tentador ya no le dice, si eres Hijo de Dios, no puede
decírselo, porque lo que está diciendo es que cambie de Dios. "Le
muestra todos los reinos del mundo con toda su gloria". Es decir, el
poder del dinero, del ejército, el poder militar, el poder del lujo, todo eso.
"Y le dice: todo esto te daré, si tú me rindes homenaje". Rendir
homenaje se hace a un rey, a Dios como rey. Entonces le dice: cambia de Dios.
Que yo sea tu Dios. Satanás, en el evangelio, es el símbolo del poder, el
poder que tienta al hombre. Porque la ambición de poder es la más poderosa.
Satanás no es un ser espiritual que ande por ahí dando vueltas para
fastidiar. No. Es el símbolo del poder. Por eso ofrece el poder y tienta a
Jesús con el poder. Esta es la gran tentación. Te haré emperador del mundo,
es lo que le está diciendo, si tú, en vez de rendir homenaje a ese Dios que
dice que vas a morir, me rindes homenaje a mí, que te prometo la gloria de
todo el reino. Y verás tú entonces como todo el mundo te sigue. A un Mesías
que va a morir, no le sigue nadie. A un Mesías que es el rey esplendoroso, el
rey riquísimo, el rey dominante, el rey de la fuerza militar, a ese lo
seguirán todos. Es lo que le está proponiendo. Anda, sígueme, ríndeme
homenaje. La tentación del poder. Esta es la tercera
tentación de Jesús y la tentación de la Iglesia. Constituir un poder, un
dominio, utilizar el dinero, el prestigio y el dominio para imponerse en la
sociedad. Esta es la tremenda tentación. Por eso decimos, además, líbranos
del malo. El malo es Satanás, el tentador, el poder, la ambición de todo.
Porque eso, en lugar de propagar el reino de Dios, de construir el reino de
Dios, construye el reino del demonio, el reino del poder y del dinero. PARA
TERMINAR VAMOS A REZAR ESTE PADRE NUESTRO. Padre nuestro del cielo. Proclámese ese nombre tuyo. Llegue tu reinado. Realícese en la tierra tu designio del
cielo. Nuestro pan del mañana dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Y no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del malo. Amén. PREGUNTA:
¿ La versión del Padre nuestro, que actualmente
utilizamos, ha mejorado algo? Ha mejorado algo. El lenguaje es más
sencillo. Padre nuestro del cielo, o que estás en el cielo, en vez "de
los cielos", que parece más bien del lenguaje meteorológico. Y quizá
alguna otra cosilla. Llegue a nosotros tu reino, en vez de venga "a
nos" el tu reino. Pero, primero, no se ha corregido la traducción de
acuerdo con lo que ahora ya se sabe. Y, segundo, el cambio de deudas por
ofensas, me parece que da una idea de Dios mala, que no es la que se debería
de dar. Lo demás queda igual. Cuando se tradujo la misa al español, yo
colaboré con Alonso Shökel y otros y tradujimos el
Gloria, el Credo. Eso que se recita en la misa es traducción nuestra.
Propusimos a los obispos traducir el Padre nuestro, pero no quisieron, por
eso de que ya todo el mundo lo sabe de memoria, es tradicional. Así estamos. "Conferencia de Juan Mateos, Teólogo y traductor
bíblico. (Transcripción de la grabación preparada por Pedro Sánchez,
O.P. Parroquia de Santo Tomás de Villanueva. Vallecas. Madrid),
enviada a Pedro Donoso Brant, de Caminando con Jesus, para su publicación de
parte del Padre Francisco Fernández Raval |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |