SANTA
TERESA DE JESUS, EL DESPERTAR DE SU ALMA Y LUZ A SUS ATRIBULACIONES LIBRO
VIDA, CAPÍTULO 9 Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Hoy vamos a reflexionar desde el
capítulo 9 del Libro Vida, donde Teresa nos relata cómo comenzó el Señor a
avivar su alma. Ella escribe en el epígrafe de este capítulo lo siguiente:
“Trata por qué términos comenzó el Señor a despertar su alma y darla luz en
tan grandes tinieblas (tribulaciones)
y a fortalecer sus virtudes para no ofenderle.” Este capítulo tiene 9 párrafos. En cada párrafo Teresa no relata una
primicia. Y nos invita a conocerla de un modo distinto, como mujer humana y
divina. Lo relatado en este capítulo nos hace entrar en un momento decisivo
en la vida de la Santa Madre Teresa de Jesús. En efecto, en este apartado
Teresa nos confidencia lo que la lleva a su conversión más definitiva a Dios.
Por otra parte, también este capítulo nos muestra el comienzo de lo que Dios
va a obrar en ella. Entre paréntesis, he puesto algunos
términos para facilitar la comprensión del texto. Era de Cristo muy
llagado y tan devota. 1. Pues
ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las
ruines costumbres que tenía. Acaecióme (me sucedió) que, entrando un día en
el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había
buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y
tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba
bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había
agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme
(me lancé) cabe El (Junto a EL) con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle. Teresa se impacta interiormente al
encontrarse con una imagen de Cristo muy llagado, con profundas laceraciones.
Declara Teresa lo mal que se sentía por no haber agradecido lo suficiente lo
mucho que sufrió Cristo por nosotros. Ciertamente es una imagen que al verla
le turba, y su corazón se convulsiona de dolor al pensar e imaginar cómo fue
el castigo que recibió Cristo antes de ser crucificado. Todo corazón
enamorado sufre y se le crispa la piel al pensar los dolores del amado. No
era fácil para Teresa ser indiferente a lo que padeció Cristo, y al
encontrarse con esta imagen muy representativa, se lanza a sus pies consumida
de dolor. Recordemos el relato del Evangelio
de Mateo: “Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y,
trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano
derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla
diciendo: « ¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la
caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le
quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.” (Mt
27, 28-31) Era yo muy devota de
la gloriosa Magdalena. 2. Era
yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su
conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto
el Señor dentro de mí, poníame (me arrojaba) a sus pies, pareciéndome no eran
de desechar mis lágrimas (Cf. su testimonio de años más tarde: C 34 7, 3). Y
no sabía lo que decía, que harto hacía quien por sí me las consentía
derramar, pues tan presto (pronto) se me olvidaba aquel sentimiento. Y
encomendábame (me encomendaba) a
aquesta (esta) gloriosa Santa para que me alcanzase perdón. Aquí en este párrafo, al comulgar,
se acuerda de la conversión de la Magdalena. Teresa confiesa su testimonio en
el Libro Camino de Perfección, lo que le sucedía después de haber recibido el
Santísimo Sacramento, como por ejemplo hablando de; “las maravillas que hace
este santísimo Pan en los que dignamente le reciben son muy notorias.” (C 34,
7) A Teresa le viene a la memoria la
mujer pecadora del relato de Lucas, donde Jesús dice: “Ella, en cambio, ha
mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.” (Lc 7,44).
La Santa se encomienda a la pecadora y se identifica con sus lágrimas a los pies de Cristo.
Teresa quiere de corazón recibir las mismas palabras que le dijo Cristo a la
pecadora; “Tus pecados quedan perdonados.” (Lc 7,48) Confiesa Teresa en Camino de
perfección: “Y viendo tan gran Majestad, (El Señor) ¿cómo osaría una
pecadorcilla como yo, que tanto le ha ofendido, estar tan cerca de él? ……..
¿Quién osara llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con tantas
imperfecciones?” (C 34,10). Con todo, Teresa reconoce en Santa Magdalena, a
una mujer convertida que al arrojarse a los pies de Cristo, pasó de ser
pecadora a una amiga muy querida del Señor. Y ponía toda mi
confianza en Dios. 3. Mas
esta postrera (última) vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó
más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en
Dios. Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que
hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando
mucho desde entonces. Los santos lo son no porque han
hecho grandes cosas, sino porque Dios ha hecho con ello cosas grande. Teresa
dice que esta imagen de Cristo muy llagado le fue de muy buen provecho, pasó
de estar desconfiada de ella misma a poner toda su confianza en Dios. Entonces fue mejorando cada vez más. Y cada
vez se cansaba menos. En el capítulo 8 del Libro de la Vida cuenta este testimonio; “De hablar de Dios
u oír de él casi nunca me cansaba, y esto después que comencé oración. Por un
cabo tenía gran consuelo en los sermones, por otro me atormentaba, porque
allí entendía yo que no era la que había de ser, con mucha parte.” (V8, 12) Me hallaba muy bien en
la oración del Huerto. 4. Tenía
este modo de oración (Hacía de este modo oración): que, como no podía
discurrir (caminar, pensar) con el entendimiento (el intelecto), procuraba
(intentaba) representar a Cristo dentro de mí, y hallábame (me encontraba)
mejor a mi parecer de las partes (lugares) adonde le veía más solo. Parecíame
a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de
admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En
especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi
acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si
podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Más acuérdome que jamás
osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan
graves. Estábame (En todo tiempo) allí lo más que me dejaban mis pensamientos
con Él, porque eran muchos los que me atormentaban. (Durante) Muchos años,
las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a
Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun
desde que no era monja (Desde antes de ser monja), porque me dijeron se
ganaban muchos perdones (indulgencias) Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho
mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre
tan ordinaria (arraigada) me hacía no dejar esto, como el no dejar de
santiguarme para dormir. Teresa relata que siempre pensaba en
la oración del Huerto, y que se hallaba muy bien allí, y que lo hacía aun
desde que no era monja. Antes de entrar al carmelo la Santa estuvo como
seglar (V 9,7) en el monasterio de la Gracia de la Agustinas. Seguramente
allí aprendió la práctica de la oración, que luego constituirá el comienzo de
la oración mental. También Teresa parece estar
conmovida de este relato donde Jesús va a orar en sus últimos días antes de
ser llevado a la cruz. Hay en la oración del Huerto una importante
recomendación que nos da Jesús para no caer en falta, “orar”, por eso dice;
Pedid (Orad) que no caigáis en tentación. (Lc 22,40) y que también relata el
mismo Evangelio que; “Jesús sumido en
agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de
sangre que caían en tierra.” (Lc 22,44) Teresa reflexiona que “Deseaba
limpiarle aquel tan penoso sudor”. Otra reflexión que hace Teresa es
que ella no deja de santiguarme (persignarse)
para dormir, seguramente recuerda que Jesús encontró a los discípulos dormidos
y les dijo: “¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no
caigáis en tentación.” (LC 22,46). Con todo, es importante subrayar la
confesión de Teresa, donde expresa que al acompañar a Jesús en el Huerto,
ella ganó muy mucho para su alma, porque comenzó a tener oración y luego se
acostumbró a no dejarla, como el ejemplo de santiguarse antes de dormir. Hasta que por otro
modo el Señor me las representó. 5. Pues
tornando (volviendo) a lo que decía del tormento que me daban los
pensamientos (imaginación), esto tiene este modo (característico) de proceder
sin discurso del entendimiento, (de este modo de orar) que el alma ha de
estar muy ganada (recogida) o perdida, digo perdida (sin reflexionar) la
consideración. En aprovechando, (si esta así) aprovecha mucho, porque es en
amar. (El alma está amando) Más para llegar aquí es muy a su costa, salvo a
personas que quiere el Señor muy en breve llegarlas a oración de quietud, que
yo conozco a algunas. Para las que van por aquí es bueno un libro para presto
(pronto) recogerse. Aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores. En
estas cosas hallaba (encontraba) yo memoria (recuerdo) del Criador, digo que
me despertaban y recogían y servían de libro; y en mi ingratitud y pecados.
En cosas del cielo ni en cosas subidas, (elevadas) era mi entendimiento tan grosero (rudo) que
jamás por jamás las pude imaginar, hasta que por otro modo el Señor me las
representó. Teresa nos deja claro que no está el asunto en pensar mucho, sino que
en amar mucho. Es importante que el alma este recogida, así esté amando.
Estas cosas ellas nos las entiende así hasta que por
otro modo el Señor se las representó. Aquí la Santa nos trae un nueva terminología; “Oración de quietud”, que es uno de los primeros grados de oración mística (“Pues este modo aplicado a la oración que llaman de quietud es lo que yo ahora quiero tratar”, V 14, 1). La oración de quietud, consiste en un sentimiento íntimo de la presencia de Dios que cautiva la voluntad. También en este párrafo nos relata
que le aprovechaba, es decir le fructificaba ver el campo, agua y flores
y que en estas cosas se encontraba con
el Creador. Ella se refiere a la oración personal, y con su esfuerzo por
"recogerse", es decir, por interiorizar su oración. (Cf. Relación
1, 11, escrita poco antes: "Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como
agua, campos, flores, olores, músicas, etc...") Teresa comenta que le
traía recuerdo la memoria del Creador. Ciertamente, como le ocurrió a ella,
la oración requiere de una serie de condiciones profundas que la hacen
posible y auténtica. En efecto, es necesaria una búsqueda sincera de Dios que
implica alejarse de muchas cosas que distraen. La oración necesita de un
clima de silencio interior y exterior. Esto ella lo lograba en el silencio
del campo o la naturaleza, pues allí es más fácil alejarse del ruido de las
pasiones. Como enseña el Santo Padre San Juan de la Cruz, la oración supone
un esfuerzo por integrar todas nuestras potencias en la oración, y así lo
canta en una letrilla de Suma Perfección; “Olvido de lo creado, memoria del
Creador; Atención a lo interior y estarse amando al Amado”. Teresa dirá
también en Camino de Perfección; “tener la paz que tanto nos encomendó el
Señor, interior y exteriormente: la una es amor unas con otras; otra,
desasimiento (abandono, alejamiento) de todo lo criado; la otra, verdadera
humildad” (C 4, 4) como actitudes fundamentales para orar. Yo sólo podía pensar
en Cristo como hombre. 6. Tenía
tan poca habilidad para con el entendimiento representar cosas, que si no era
lo que veía, no me aprovechaba (no podía aprovecharse para) nada de mi
imaginación, como hacen otras personas que pueden hacer representaciones
adonde se recogen. Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre. Mas es así que
jamás le pude representar en mí, por más que leía su hermosura y veía
imágenes, sino como quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una
persona y ve que está con ella porque sabe cierto que está allí (digo que
entiende y cree que está allí, mas no la ve), de esta manera me acaecía
(sucedía) a mí cuando pensaba en nuestro Señor. A esta causa era tan amiga de
imágenes. ¡Desventurados de los que por su culpa pierden este bien! Bien
parece que no aman al Señor, porque si le amaran, holgáranse (alegraríanse)
de ver su retrato, como acá aun da contento ver el de quien se quiere bien. Teresa necesitaba situaciones o
acontecimientos vivos o palpables para prestarles atención. No era fácil para
ella discurrir (caminar) siguiendo meditaciones acomodadas para cada día.
Parece que le resultaban abstractas. Por eso ella se fascinó cuando el Señor
se las represento vivas. Sin embargo ella nos comenta que era
amiga de imágenes. En un capitulo anterior relata sobre apartarse “muchas
veces a soledad a rezar y leer, mucho hablar de Dios, amiga de hacer pintar
su imagen en muchas partes, y de tener oratorio y procurar en él cosas que
hiciesen devoción” (Cfr V 7,2) En este párrafo Teresa aprovecha de
criticar a los protestantes y otros desventurados que atacaban el culto de
las imágenes. Quizás lo hacía por estar de acuerdo a lo declarado en el
concilio de Trento: “Es necesario defender y conservar las imágenes de
Jesucristo, de la Santísima Virgen y de los santos, porque el honor no se les
rinde a las imágenes, se dirige a las personas que representan”. Con todo, esto de la necesidad de
imágenes, de acuerdo a lo que expone el San Juan de la Cruz, no nos debe
llevar a la imperfección de acaparar muchas de ella. (Noche Oscura, 3.1) Soy muy aficionada a
San Agustín. 7. En
este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín (Libro), que parece el
Señor lo ordenó, porque yo no las procuré (nos las busque) ni nunca las había
visto (leído). Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio
adonde estuve seglar (Monasterio de Santa María de Gracia) era de su Orden y
también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el
Señor tornó (El Señor convirtió después de haber sido pecador) a Sí hallaba
yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los
había el Señor perdonado, podía hacer a mí; salvo que una cosa me
desconsolaba, como he dicho (En el Prólogo, 1), que a ellos sola una vez los
había el Señor llamado y no tornaban (volvían) a caer, y a mí eran ya tantas
(las caídas), que esto me fatigaba. Más considerando en el amor que me tenía,
tornaba (volvía) a animarme, que de su misericordia jamás desconfié. De mí
muchas veces. Sobre ese destino providencial, algo
así como le ocurrió a Teresa, tener en sus manos el libro de las Confesiones
de San Agustín, a todos nos cuesta creer que esas cosas son providencias de
Dios. Pero en verdad si ocurre, y en especial cuando necesitamos alguna
inspiración. Es así como Teresa atribuye a la providencia divina la llegada a
sus manos de este libro de San Agustín, pues dice: “En este tiempo me dieron
las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó” La santa dice luego de ese texto; “yo no
las procuré (nos los busque) ni nunca los había visto” Sin embargo, como
veremos en el siguiente párrafo fue esto bueno e importante en su vida,
porque la lectura de esa obra le trajo mucho bien espiritual. De San Agustín,
a ella le causo mucha impresión la misma condición de haber sido pecador en
su vida anterior y como ella tiene el coraje de considerase pecadora, la
lectura de Las Confesiones le consuela. Del mismo modo como ella se refiere
en el segundo párrafo de este capítulo, que era muy devota de Santa
Magdalena, quien por haber sido pecadora y convertida, fue tan amiga y
querida del Señor. Eso sí, a Teresa le apena, (lo
explica en el Prólogo del Libro de la Vida, párrafo 1) “que no he hallado
santo, de los que se tornaron (convirtieran) a Dios, con quien me (haya
podido) consolar, porque considero que, después que el Señor los llamaba, no le
tornaban (volvían) a ofender. “Yo no sólo tornaba (volvía) a ser peor, sino
que parece traía estudio (estudiaba como) a resistir las mercedes que su
Majestad (El Señor) me hacía, como quien se veía obligar a servir más, y
entendía de sí no podía pagar lo menos de lo que debía.” Comencé a encomendarme
mucho a este glorioso Santo 8. ¡Oh,
válgame Dios, cómo me espanta la reciedumbre (la dureza) que tuvo mi alma,
con (a pesar de) tener tantas ayudas de Dios! Háceme estar temerosa lo poco
que podía conmigo y cuán atada me veía para no me determinar a darme del todo
a Dios. Como
comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí. Comencé a
encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leí
cómo oyó aquella voz en el huerto (En las Confesiones, libro 8º, c. 12. La
voz oída por Agustín fue "tolle et lege", toma y lee), no me parece
sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve por gran
rato que toda me deshacía en lágrimas, y entre mí misma con gran aflicción y
fatiga. ¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que
había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora
cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para
salir de muerte tan mortal. Teresa presiente que Dios le quiere
hacerla experimentar que todos los resortes humanos juntos son incapaces de
causar la gracia. Pero hay algo que impacta en Teresa
en la lectura de San Agustín, dice ella; “Como comencé a leer las
Confesiones, paréceme me veía yo allí”, en efecto, parece ser que se vio a sí
misma como en un espejo, y esto a ella le ayudó a darse cuenta que ya era
hora de entregarse a sí misma a Dios. Entonces el ejemplo de San Agustín la
anima hacer lo que ella ya deseaba. Y por esa razón parece que la lleva a
reconocer: “soy muy aficionada a San Agustín”, como antes había dicho de que
era muy devota de la gloriosa Magdalena. Esto de ser muy aficionada o ser muy devota supone el deseo de conocer
a fondo a San Agustín y a Santa María Magdalena. Algunos eruditos en Teresa
opinan que la lectura de las Confesiones preparó el camino de su conversión
definitiva, incluso que la influencia de San Agustín en la conversión
teresiana fue decisiva. Comenzóme a crecer la
afición de estar más tiempo con El. 9. Paréceme
(Parece) que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina Majestad, y que debía
oír mis clamores y haber (tener) lástima de tantas lágrimas. Comenzóme
(Comenzó) a crecer (crecer en mi) la afición de estar más tiempo con Él y a
quitarme (El Señor) de los ojos las ocasiones, porque, quitadas, luego me
volvía a amar a Su Majestad (El Señor); que bien entendía yo, a mi parecer,
(que) le amaba, mas no entendía en qué está el amar de veras a Dios como lo
había de entender. (no entendía como lo había de entender, en que consiste el
amor verdadero de Dios) No
me parece acababa yo de disponerme a quererle servir, (entregarme a EL)
cuando Su Majestad (El Señor) me comenzaba a tornar (volver) a regalar. No
parece sino que lo que otros procuran con gran trabajo adquirir, granjeaba
(conseguía) el Señor conmigo que yo lo quisiese recibir, que era ya en estos
postreros (últimos) años darme gustos y regalos (ciertas gracias o formas de
oración mística). Suplicar yo me los diese, ni ternura de devoción, jamás a
ello me atreví; sólo le pedía me diese gracia para que no le ofendiese, y me
perdonase mis grandes pecados. Como los veía tan grandes, aun desear regalos
ni gustos nunca de advertencia osaba. Harto me parece hacía su piedad, y con
verdad hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de sí y
traerme a su presencia; que veía yo, si tanto Él no lo procurara, no viniera.
Sola
una vez en mi vida me acuerdo pedirle (haberle pedido) gustos, estando con
mucha sequedad; y como advertí lo que hacía, quedé tan confusa (confundida)
que la misma fatiga de verme tan poco humilde me dio lo que me había atrevido
a pedir. Bien sabía yo era lícito pedirla, más parecíame a mí que lo es a los
que están dispuestos con haber procurado lo que es verdadera devoción con
todas sus fuerzas, que es no ofender a Dios y estar dispuestos y determinados
para todo bien. Parecíame
que aquellas mis lágrimas eran mujeriles y sin fuerza, pues no alcanzaba con
ellas lo que deseaba. Pues con todo, creo me valieron; porque, como digo, en
especial después de estas dos veces (párrafos 1 y 8) de tan gran compunción
(tribulación) de ellas y fatiga de mi corazón, comencé más a darme a oración
y a tratar menos en cosas que me dañasen, aunque aún no las dejaba del todo,
sino como digo fueme (me fue) ayudando Dios a desviarme. (Desviarme de aquel
mal camino) Como
no estaba Su Majestad (El Señor) esperando sino algún aparejo (una pequeña
disposición) en mí, fueron creciendo las mercedes espirituales de la manera que
diré; (más adelante) cosa no usada darlas el Señor, sino a los que están en
más (mayor) limpieza de conciencia. En este último párrafo, San Teresa
explica las consecuencias que tuvo en ella el suceso de encontrarse con ese
Cristo muy llagado y el impulso de arrojarse a sus pies dado el impacto de
sus llagas, confiando en el perdón de sus pecados con la misma confianza que
se puso Magdalena a los pies del Señor
y por otra parte lo que a ella le causó en su alma la lectura del
libro Las Confesiones de San Agustín. Dice Teresa: “Pues con todo, creo me
valieron; porque, como digo, en especial después de estas dos veces”
(párrafos 1 y 8). Luego de estos eventos, dice ella; “comencé más a darme a
oración y a tratar menos en cosas que me dañasen” y reconoce que todo esto lo
hizo con la ayuda de Dios para desviarse del mal camino. Cuando uno tiene la
plena confianza en la misericordia de Dios, como le sucede a Teresa, es fácil
reconocerse pecador o ruin como lo hace la Santa y agradece desde el alma que
Dios la saque del mal camino. Todo este suceso le valió a Teresa
para ganar grandes fuerzas en Dios, con la confianza de que El oiría sus
súplicas y tener lástima de tantas lágrimas. La misma misericordia que ella
vio de Dios en San Agustín, y así fue como comenzó en ella a crecer la
devoción y el cariño de estar más tiempo con El Señor, y amarlo y como había
de entender, en que consiste el amor verdadero de Dios. Bien sabía Teresa que era permitido
pedir al Señor, con humildad y disposición, tener fuerzas para no ofender a
Dios y estar dispuestos y determinados para caminar siempre por todo bien. Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Pascua
de 2017 Publicado en mi web www.caminando-con-jesus.org sección teresa de jesus Fuentes Bibliográficas y de
referencias Siglas V= Vida C= Camino de Perfección Santa Teresa de Jesús, Obras
Completas, Edición Maximiliano Herráiz G. OCD Santa Teresa de Jesús, Obras
Completas, Editorial Monte Carmelo Mi libro, Teresa de Jesús nos
habla de Dios, Editorial Monte Carmelo Mis apuntes de Clase en el
Cites, Universidad de la Mística, Ávila, mis maestros: Maximiliano Herráiz G,
OCD, Francisco Javier Sancho F. OCD, Rómulo Cuartas L. OCD. Textos Bíblicos, Biblia de
Jerusalén |