HAGASE TU VOLUNTAD Y COMENTARIOS AL CAPITULO 32
DE CAMINO DE PERFECCION DE SANTA TERESA DE JESUS, CONTEMPLACIÓN PERFECTA Autor: Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant ocds «Si alguno cumple la
voluntad de Dios, a ese le escucha» (Jn 9,31). 3 NUESTRA
DISPOSICIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS 4 CUANDO
EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO LA DE DIOS 6
JESUCRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES LA VOLUNTAD DEL PADRE 7
JESUCRISTO NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS LA VOLUNTAD DE DIOS 8 JESUCRISTO
ENALTECE A SU MADRE, QUE HA ACEPTADO LA VOLUNTAD DE DIOS 9 LOS QUE
CUMPLEN CON LA VOLUNTAD DE DIOS, ENTRARAN EN LOS CIELOS 10 HAGASE TU
VOLUNTAD EN EL COMENTARIO DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESUS 11 VENGA A
NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD, REFLEXION DE JUAN PABLO II 12 HÁGASE TU
VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO, DEVOCIONARIO ANOMIMO Al llegar a los capítulos 32 y 33 de Camino de Perfección, escritos
por Santa Teresa de Jesús, nos parece que hemos a un punto muy alto del
camino, bien se podría decir, que estamos llegando a la cima. Desde el primer
capitulo, nos damos cuenta que venimos caminando en oración con Es en este punto del camino donde podemos decir, si queremos llegar,
tenemos que darnos en forma total, pero para ello, estamos condicionados a
cuanto de corazón estamos dispuestos a aceptar que sea la voluntad de Dios la
que debemos aceptar. La respuesta la podremos encontrar nosotros mismos, si
quedamos inmersos en la fuente de agua viva
de la contemplación, ahora exigida a su mayor intensidad, a la mayor
entrega de cada uno, a la mayor entrega a Dios. Habrá tanta unión cuanto
despojo. La contemplación es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre.
La contemplación es la gracia que sobreviene al hecho de haberse dado del
todo a El. Así es como Jesús dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada a Él”. En la oración de
su agonía, acoge totalmente esta Voluntad: “No se haga mi voluntad sino la
tuya”. Jesús les enseña a sus discípulos: “Ustedes oren de esta manera: Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu
Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.” “Conformarse con la voluntad de Dios es la oración más hermosa del
alma cristiana” (san Alfonso María de Ligorio). Jesús al enseñarle a orar, les pide sus discípulos ayer y hoy a
nosotros, renunciar a los propósitos
personales y aceptar que se realicen los de Dios. Entonces, cuando repetimos
esta oración, frente a lo que realmente deseamos, decimos “hágase tu voluntad”,
es decir lo que yo quiero es lo tu quieras Señor. El mismo Jesús nos da su
propio ejemplo cuando reza: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que
yo la beba, hágase tu voluntad.”
(Mateo 26,42) 3.
NUESTRA DISPOSICIÓN A Nosotros oramos esta plegaria de “hágase tu voluntad”, ¿pero realmente
estamos dispuestos y alegres a aceptar lo que Dios quiera?, antes de
responder hay que meditar que estamos dispuestos a no hacer por Dios o que
estamos dispuesto a dejar de hacer por Dios. En efecto, cuando perdemos algún
privilegio, nos aparecen ciertas soberbias por haber perdido algo que
creíamos importante, a modo de ejemplo, deseábamos cierto puesto para
nosotros y la voluntad de Dios fue dárselo a otro. ¿Cuántas veces hemos sido
sorprendidos por Dios, haciéndose una voluntad que no era la que
esperábamos?, ¿y después de eso, que
hacemos?, ¿nos preguntamos porque Señor, o rezamos luego diciendo Señor estoy
contento que tu voluntad haya sido hecha? Jesús, nos pide, que le supliquemos a Dios, permitirle a El, que haga
de nosotros, aquí ahora en la tierra y luego cuando el quiera en el cielo, es
decir, Jesucristo quiere que sintamos que Dios es lo primero en todo en
nuestra vida, y ante todo lo que queramos. La aceptación de la voluntad de
Dios esta por sobre todo, reconociendo en el “EL Señor”. La primera voluntad que debemos aceptar entonces es, que El es “El
Señor”, y nadie más. Señor de la vida y de la muerte, y deben ser aceptada de
la misma forma la alegría y el dolor, esto es, en todo donde la voluntad de
Dios se manifieste, debe ser aceptada. "Hágase tu voluntad" es
entregarse a las realidades recibidas. 4.
CUANDO EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO Mientras todo va bien, oramos: Me pongo en tus manos porque eres El
Señor, mi Dios, mi Padre, y te doy gracias, por todo lo que haces por mí y
para mí. Sin embargo si nos ocurre algo que nos esperábamos, decimos con aire
de pesimismo: que le vamos a hacer, es la voluntad de Dios. En otra ocasiones hacemos alguna oración buscando torcer la voluntad
de Dios a nuestros deseos, y nos hacemos falsas ilusiones pensando: Dios es
bueno y me lo va a conceder, y no queremos dejar a Dios que el decida que es
lo bueno para nosotros. También sucede que buscamos favorecer nuestros intereses, creyendo que
lo nuestro es lo que vale, y lo único que nos falta es que Dios no se nos
oponga o se no se nos moleste, entonces necesitamos pacificar a Dios, y
pensamos que con la oración se producirá un milagro y hará desistir al Señor
de mandarnos su ira, y frescamente decimos igual “hágase tu voluntad". 5.
LOS MOMENTOS DIFICILES Cuando estamos de acuerdo que las cosas que nos ha mandado Dios, es
decir su voluntad, son buenas para nosotros, estamos aceptando su voluntad,
si pensamos que no lo son, estamos rechazando su voluntad. Si vemos que un niño inocente, tiene un mal terrible, exclamamos ¡Por
qué Señor!, si alguien tiene un accidente fatal, exclamamos pidiéndole
respuestas al Señor, esas exclamaciones son justas, porque no nos parecen
obras de Dios. Frente a estas situaciones u otras desgracias, no podemos
decir “hágase tu voluntad”, porque sería contra nuestros sentimientos. Sin
embargo, no es ir en contra de estos sentimientos aceptar la voluntad de
Dios. Esto es, una cosa es ver la voluntad de Dios y la otra aceptar esta
voluntad. Por tanto siempre es posible querer una voluntad de Dios y otra
aceptar esta voluntad. Reza Jesucristo en Getsemaní: Padre mío, si
es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como
quieras tú. (Mateo 26, 39) Padre mío,
si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad. (Mateo 26, 42) Otro gran ejemplo lo pone Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del
que me ha enviado y llevar a cabo su obra. (Juan 4,34) y el no hace nada por
su cuenta, Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi
juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado. (Juan 5, 30), porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado. (Juan 6, 38, 40) 6.
JESUCRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES Y cual es esa voluntad?, dice Cristo Jesús:
“porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del
que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda
nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta
es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga
vida eterna y que yo le resucite el último día. (Juan6, 38-40) 7.
JESUCRISTO NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS En un momento en que Jesús, rodeado de gentes, predica, su madre y sus
“hermanos” desean verle. (Lc 8, 19-21) Como no
pueden acercarse, por la multitud, se le pasa un recado. Y Jesús aprovecha
aquella oportunidad, no para negar el afecto filial y de piedad a los suyos,
sino para comparar el simple afecto familiar humano al otro afecto de la gran
familia cristiana. Por eso, desde este punto de vista, para cualquiera que “oye” la
“palabra de Dios,” término exclusivo de Lucas, y la “pone por obra,” tiene
para Él el afecto entrañable y familiar, aunque aquí sobrenatural, que
corresponde a ese otro motivo más alto que los simples lazos de la sangre.
Son los miembros del Reino. Ante la presencia de estos vínculos familiares, Jesús aprovecha la
oportunidad para dar una gran lección, señalando con la mano a sus discípulos,
agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, pues añadió: Porque todo el que
hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi
hermana y mi madre. En efecto, Jesús, no niega el amor a su madre ni a sus
familiares, El habla de esa otra gran familia cristiana. No queda atado al
solo amor humano de una familia. Hay otra familia espiritual a la que ama, en
un orden espiritual y sobrenatural, con amor más íntimo y profundo que el
amor humano con que se ama a la madre y a los hermanos. 8.
JESUCRISTO ENALTECE A SU MADRE, QUE HA
ACEPTADO "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra". (Lucas 1, 36-38) Jesús, como hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba,
la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra
divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace
la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es Mi madre. Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y
dijo: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron.” Y Jesús le
respondió: “Dichosos más bien los que escuchan 9.
LOS QUE CUMPLEN CON No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de
los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo
(Mt 7, 21-29) Jesucristo nos advierte en este fragmento del evangelio, como
reconocer a aquellos que aparentan llevar una buena vida en las palabras, pero
en los hechos y en sus obras no son ejemplos de nada. Esto, porque los hechos
y las palabras son necesarias de cumplir por igual a los que sirven al Señor.
Y aún hay más exigencia, una y otra cosa son necesarias, pero estas deben ir
acompañada de de la aceptación y del cumplimiento de la voluntad de Dios. Es necesario entonces estar atentos para distinguir de los buenos y
los malos maestros. Debemos en otras palabras, cuidarnos de nos ser engañados
por los que hablan en nombre de Cristo, pero entienden mal las verdaderas
enseñanzas y las acomodan a su manera y sus estatus de vida. Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. No es otra la voluntad del
Hijo que la del Padre que esta en los cielos, son palabras que hemos oído con
mucho énfasis de Jesús. Pongamos nosotros el mismo empeño, el mismo interés y
esfuerzo en imitar a Jesús, aceptando y haciendo la voluntad del Padre en los
hechos y las palabras. Pero no dejemos de tener presente, que para pertenecer
al Reino, no basta con invocar al Señor, auque sintamos que lo hacemos con fe
viva, es indispensable cumplir la voluntad de Dios y hacer una vida coherente
a los principios y enseñanzas de Jesucristo. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso
y cumple su voluntad, a ése le escucha.
(Juan 9, 31) Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado
nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos flagelos; el que no
la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio
mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.
(Lucas 12,47) De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se
pierda uno solo de estos pequeños. (Mateo 18,14) ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? (Mateo
21,31) Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la
voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Romanos 12,2) Y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios,
y disfrutar de algún reposo entre vosotros. El Dios de la paz sea con todos
vosotros. Amén. (Romanos 15,32) 10.
HAGASE TU VOLUNTAD EN EL COMENTARIO DE Para Teresa de Jesús, decirle a Dios “hágase tu voluntad” no es una
oración cualquiera. Es una palabra que marca uno de los hitos sumos de la
oración cristiana. Es hacer el don de sí, es abrirse al don de la
contemplación, al pleno don de El, en amistad consumada. Es llegara la
“fuente de agua viva”. Si Dios no nos diera su reino, ¿cómo podríamos santificar su nombre y
cómo seríamos capaces de darle efectivamente nuestra voluntad? Cuando el orante hace el don de sí, Jesús está de por medio (C 32,1),
hace de embajador nuestro (C 32,3), suple y robustece nuestras cobardías y
deficiencias. Escribe Teresa no sabe hablar de oración sin hacerla. Una vez más lleva esto a
la práctica. Pasa del diálogo con Cristo al diálogo con las lectoras: “Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí!”, “Oh amigas, qué gran
ganancia hay aquí” CC 32,4). Así es, como el capítulo 32 de Camino de Perfección, está lleno de
expresiones orantes, que nos acercan a la experiencia de Teresa. Decir al
Padre “hágase tu voluntad” es ofrecerle la nuestra. Petición en la forma,
oferta profunda en el fondo. Ejemplo de esta petición es la que hace Jesús en
el Huerto. “Cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y que damos todo lo
que podemos, si lo damos como decimos” CP 32,1. No es extraño que orar de verdad esta petición cueste. A veces lo
decimos entre el miedo y la superficialidad. “Querría yo preguntarles”, lo
que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos. O es que lo
dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo” CP 32,3. Teresa insiste en este acto de entrega. En esto está el todo, “en
darnos todo al todo sin hacernos partes” CP 8,1 “Todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de
darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya, y desasimos
de las criaturas” (C 32,9). “Démosle ya una vez la joya del todo” (C 32,8) con determinada
determinación. “Así que, hermanas, si tenéis amor, procurad no sean palabras
de cumplimiento las que decís a tan gran Señor” (C 32,7). “Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en
todo” conforme a ella, nunca deja (EI) beber del agua viva de la fuente•” CP 32,9). La contemplación es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre.
La contemplación es la gracia que sobreviene al hecho de haberse dado del
todo a El. “EI no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. Esto es cosa
cierta, y porque importa tanto os lo recuerdo tantas veces” CP 28,12). Teresa hace ante nosotros un momento de viva y real contemplación.
“Todo lo demás estorba e impide decir fial voluntas
tua: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de
todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con
trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y
deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es
razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi
voluntad, no es razón falte de mi parte; sino que me hagáis Vos merced de
darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues El me le pidió, y
disponed en mí como en cosa vuestra, conforma a vuestra voluntad. Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don”! CP 32,10-1 1). La mayor asimilación a Cristo. Cuando el orante ha superado sus miedos
y por fin ha sido capaz de decir al Padre: “haz en mi tu voluntad”, está bien
seguro de cuál va a ser ésta. “Ni riquezas ni deleites ni honras ni todas
estas cosas de acá. No os quiere tan poco!” CP
32,6). “Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos
dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno, y
el amor que tiene a Su Majestad. A quien amare mucho, verá que puede padecer
mucho por El; al que amare poco, poco” CP 32,7). Porque “la medida de llevar
gran cruz o pequeña es la del amor” CP 32,7). “Unión” es un término muy usado en Teresa. Únicamente en la unión va a
ocurrir el hecho terminal de la santificación del orante. Santidad que
acontece por la presencia de Dios en él. Decir hágase “si va con la determinación que ha de ir, no puede menos
de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en Sí,
y hacer una unión del Criador con la criatura” (CP 32,11). Horizontes insospechados. “Porque no contento El con tener hecha esta
alma una cosa consigo por haberla ya unido a Sí mismo, comienza a regalarse
con ella, a descubrirle sus secretos, a holgarse de que entienda lo que ha
ganado, y que conozca algo de lo que la tiene por dar: hácela ir perdiendo
los sentidos exteriores, porque no le ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y
comienza a tratar con tanta amistad, que no solo la torna a dejar su
voluntad, mas dale la suya con ella” (C 32,12). Aquí ya no hay técnicas ni méritos. El orante está en el reino de la
gracia. Aquí “la pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede
nada sin que se lo den. Y esta es su mayor riqueza: quedar, mientras más
sirva, más adeudada” (C 32,1 3). 11.
VENGA A NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU
VOLUNTAD, REFLEXION DE JUAN PABLO II Con estas palabras los creyentes invocan la venida del reino divino y
el retorno glorioso de Cristo. Este deseo, sin embargo, no los aparta de su
misión diaria en el mundo; al contrario, los compromete aún más. La venida
del reino ahora es obra del Espíritu Santo, que el Señor envió -- a fin de
santificar todas las cosas, llevando a la plenitud su obra en el mundo --
(Misal romano, Plegaria eucarística IV). En la cultura moderna se ha difundido un sentido e espera de una nueva
era dé paz, bienestar, solidaridad, respeto de los derechos y amor universal.
Jesús nos invita a orar por esta intención y nos enseña que no se
entra en el reino de los cielos diciendo -- Señor, Señor --, sino haciendo --
la voluntad de su Padre que está en el cielo -- (cf. Mt 7, 21). 12.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN Estas palabras tienen un sentido doble. Hay una voluntad de Dios que
el hombre tiene que cumplir con sus obras. Hay otra que debe respetar y
sufrirla con paciencia. Mas ambas voluntades debemos tomar como con ambas manos.
De ahí que esta petición contiene primero el sincero propósito de cumplir la
voluntad de Dios; segundo, la generosa resolución de aceptar todas las
disposiciones de Toda mi felicidad y mi valor depende de si me
someto con toda mi alma a la voluntad de Dios o no. Yo renuncio a mi propia
voluntad y a mis deseos particulares. ¿Qué importa todo eso, con tal que se
cumpla la voluntad de Dios? Sólo aquello tiene razón de ser, que deriva de la
siempre santa, siempre amable, siempre bondadosa voluntad divina y está en
conformidad con ella. Danos, oh Padre, tu poderosa gracia que nos
hace abrazar y cumplir siempre lo que Tú quieres, y nos mantiene firmes y
fuertes en todo lo que dispone o permite tu santa Providencia. En el cielo ya no hay desobediencia, ni murmuración, ni tardanza, ni
vacilación en el cumplimiento de la voluntad divina. Allí todos quieren sólo
lo que Dios quiere, y lo quieren con amor puro. El perfecto cumplimiento de
la divina voluntad es la bienaventuranza de todos los bienaventurados. Ojalá también nosotros en la tierra no trabajáramos por
ningún otro ideal que el cumplir, como los ángeles y santos del cielo, la
voluntad de Dios, en lo grande como en lo pequeño con toda perfección
asequible con el auxilio de la divina gracia. El fiat (hágase en mí según tu palabra) de Otro fiat de la boca del Divino Salvador en
el jardín de Getsemaní significaba la aceptación
del cáliz de En la misma línea está ahora el fiat que el
divino Maestro pone en nuestra boca en el Padre nuestro, y que diariamente
sube de nuestros labios a las alturas del cielo. Digamos, pues, este nuestro fiat con el
mismo espíritu y con la misma generosidad con que El y su santísima Madre
pronunciaron el suyo. Hasta aquí, el devoto que ora, piensa más en el Padre celestial que en
sí mismo. El defiende más los intereses de Dios que lo suyos propios. Es
evidente que con ello procura, a la vez, en realidad, su propia felicidad. En
estas tres primeras peticiones está el centro de gravedad del Padre nuestro;
y cuanto más ellas llenan nuestra alma, tanto más fuerza tendrán ante Dios
las siguientes peticiones, en las que recomendamos a la bondad divina
nuestros propios asuntos y aspiraciones diciendo implícitamente: Por la
gloria de tu santo nombre, danos, oh Padre, el pan
de cada día, perdónanos nuestras deudas, no nos dejes caer en la tentación y
líbranos de todo mal. El Señor les Bendiga Pedro |