TERESA DE JESUS Y LA BONDAD INFINITA DE
DIOS
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Camino al V centenario del Nacimiento de
Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús, comienza en el
capítulo 11 de su libro Vida, a invitar a determinarse a seguir por el
camino de oración al que tanto nos amó (El Señor). Teresa de Jesús nos
enseña de una manera sencilla cómo entrar en diálogo con Dios. Orar es para
ella prestar atención a la Persona, Dios, dentro del propio espacio
interior. Por eso Santa. Teresa nos aconseja: “Se esté allí con El” (Vida
13, 22). Y para explicar este lenguaje de la oración, Santa Teresa recurre
a una serie de comparaciones muy hermosas acerca de las relaciones de
amistad entre los dos protagonistas: Dios y la persona. Es así como en su
libro Vida, entre el capítulo 11 al 22, desarrolla sus cuatro grados de la
oración. En estos capítulos, Santa Teresa compara al alma como un huerto
donde Dios quita las malas hierbas y planta las buenas. La persona es el
hortelano que debe cuidar el huerto de su alma para que no se sequen las
plantas de virtudes que Dios siembra en ella. Todo está en la solicitud del
hortelano, en ese tener cuidado de no malograr la siembra que Dios hace en
su huerto-alma. El punto de referencia para la persona es siempre Dios
lleno de bondad infinita y hay que contentarle. De esta manera la persona
se librará de caer en un egocentrismo espiritual malsano, y del descontento
en la relación de amistad con Dios.
En ese contexto, Teresa nos habla implícitamente de la Bondad de Dios. Y
dice que Dios que es tan bueno que, cuando el Señor sabe por qué, quizá
para gran provecho quiere que esté seco el pozo, si hacemos lo que podemos
como buenos hortelanos, sin agua sustenta las flores y hace crecer las
virtudes (Vida 11, 10).
Es por esa razón, ella que ha
experimentado con tanto gozo la humanidad y la misericordia del Señor,
recomienda que confiemos plenamente en la bondad de Dios, que esto es mayor
que todos las cosas malas que podemos hacer y que el Señor no se acuerda de
nuestra ingratitud cuando nosotros, reconociendo lo que somos y hacemos,
queremos volver a gozar de su amistad, confiados que de los regalos que Él
nos ha hecho y a pesar que no los aprovechamos, todo lo contrario, esta
cosas nos sirven para perdonarnos más pronto, como personas que ya eran de
su casa y han comido su pan.
Para ejemplo dice Santa Teresa; Acuérdense de sus palabras y miren lo que
ha hecho conmigo, que antes me cansé de ofenderle que Su Majestad (el
Señor) de perdonarme. El Señor nunca se cansa de dar ni se puede agotar su
misericordia; no nos cansemos nosotros de recibir. Sea bendito por siempre,
amén, y que le alaben todas las cosas (Vida 19, 17)
Para la santa, la oración de unión, es
cuando hay una ausencia total de distracciones al orar, y cuando hay
certeza de haber estado el alma unida a Dios. Y una cosa que bien sabe
Teresa, es la fortaleza que deja Dios en el alma al principio, cuando la
unión dura un tiempo tan breve como el abrir y cerrar los ojos, que si no
fuera por los efectos que deja sería casi imperceptible, y que es muy
diferente de cuando dura más tiempo este obsequio del Señor. Ella piensa
que la razón de esta diferencia está en que el alma cuando no está
preparada del todo, el Señor, con toda su bondad poco a poco la va formando
y le da decisión y fuerzas. Sobre esta bondad, opina Teresa que con la
misma rapidez que lo hizo con la Magdalena, lo hace con otras personas, en
la medida en que ellas le dejan hacer a Su Señor. (Vida 22,15) La Santa
tiene la convicción de que la Magdalena pasó rápidamente de la vida de
pecadora al amor perfecto. Lo mismo -piensa ella- que ocurrió a San Pablo.
(Cf. Camino de Perfección 40, 3.)
En el Libro de la Moradas, Teresa nos
expone que hay que considerar nuestra alma como un castillo todo de un
diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el
cielo hay muchas moradas. (Juan 14,2). Cada persona es aposento de Dios,
que es tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes.
De ahí la gran hermosura y capacidad del alma, creada a imagen y semejanza
de Dios. Entrar dentro de nosotros, dentro de nuestra propia interioridad,
es la hermosa tarea que tenemos delante. La interioridad es paradigma de
encuentro, lugar del abrazo. Y al
respecto, Teresa hace una comparación con los aspectos de vida de la
monarquía de su tiempo; “Pues ¿qué tal os parece que será la habitación
donde se deleita un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio y tan lleno de
todos los bienes? No encuentro nada que se pueda comparar a la gran
hermosura del alma y a su gran capacidad. Y verdaderamente no pueden
comprenderla nuestros entendimientos, por muy agudos que sean. De la misma
manera que no pueden comprender a Dios, pues El mismo dice que nos crió a
imagen y semejanza suya” (1 Moradas 1, 1).
Y así Teresa, aclara luego que esta pena
no se alivia pensando que nuestro Señor tiene ya perdonados los pecados y
olvidados, sino que aún esto, aumenta nuestra pena al ver tanta bondad y
que se hacen obsequios a quien lo que merecía es el infierno. Teresa,
piensa que fue éste la gran angustia de san Pedro, íntimo amigo del Señor y
de la Magdalena; porque, como ellos tenían el amor tan crecido por el
Señor, habían recibido tantas bondades y misericordia, por lo que conocían la grandeza y majestad de Dios,
debió ser inmensamente duro de sufrir y con muy tierno sentimiento (Cfr. VI
Moradas 7, 4).
Continúa reflexionando Teresa: “Mas este
andar siempre el alma tan aferrada de Dios y ocupado su pensamiento en El,
le daría tanta rabia al demonio que, aunque lo intentase, no volvería
muchas veces, y es Dios tan fiel, que no permitirá darle tanta mano en alma
que no pretende otra cosa sino agradar a Su Majestad (El Señor) y gastar su
vida en su honra y gloria, sino que pronto ordenará que sea desengañada”
(VI Moradas 8, 7).
Por estas razones no enseña Teresa que
“si no falta a Dios el alma, jamás El, a mi parecer, dejará de manifestar
con tanta claridad su presencia. Y tiene el alma gran confianza de que Dios
no dejará que pierda este don que le ha regalado” (Cfr. VII Moradas 1, 9).
Tan extremamente confiada Teresa de Jesús
de la bondad infinita de Dios, que ella apasionadamente exclama:
“Entonces, alma mía, entrarás en tu
descanso, cuando te involucres con este Sumo Bien y entiendas lo que
entiende, y ames lo que ama, y goces lo que goza. Cuando veas ya perdida tu
inconstante voluntad, y sin posibilidad de cambio; porque la gracia de Dios
ha podido tanto que te ha hecho partícipe de su divina naturaleza; con
tanta perfección que ya no puedas ni desees poder olvidarte del sumo Bien,
ni dejar de gozarle junto con amor (Exclamaciones 17).
“Créanme por Dios... que no dormirá el demonio
para tentarnos cuando más daño nos piense hacer, como hizo a esta mujer,
que cierto me asustó mucho, aunque no porque crea que impediría su
salvación, porque es grande la bondad de Dios. (Cfr. Fundaciones 6, 21).
El
Señor nos Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
Más
sobre Teresa de Jesus en:
http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/TERESA/index.htm
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