Santa Teresa de Jesús en la
Gloria, Autor: Francisco Bayeu y Subías. -1760 – 1770- Óleo- Lienzo-Medidas
43 cm x 100 cm, Museo del Prado, Madrid TERESA DE JESUS, Y LA CONFIANZA EN LA
MISERICORDIA DE DIOS Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
“LA MISERICORDIA DE
DIOS QUE NUNCA FALTA A LOS QUE EN ÉL ESPERAN” Jesús,
nos ha dejado una bendición, ésta es la misericordia, y lo ha hecho para que
la atesoremos en nuestro corazón, y de ahí, también darla a quien la necesite.
Esta dicha nos hace vivir siempre en una inagotable esperanza, porque como les
dice Santa Teresa de Jesús, a sus hijas las monjas; “la misericordia de Dios que nunca
falta a los que en él esperan.” (VI Moradas 1,13) Pero para ello es necesario; “aprender qué
significa aquello de: Misericordia” (Mt
9,13). Lo que está claro, es que Jesús considera que una de las cosas más
importantes, junto con aplicar la justicia y la fe, es la misericordia, y así
se los hace ver a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y
descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la
fe!” (Mt 27,23) En efecto, hay muchos hombres que hablan de Dios, y no practican
la misericordia aunque saben de sobra que el Señor le ha mandado a ejercerla. En palabras de
Teresa, debiéramos decir; “Dios por su misericordia nos libre
de tan gran mal” (I
Moradas 2,5)
de no ser capaz de practicar la misericordia. Porque es tiempo de comprender que si deseamos alcanzar misericordia en el cielo,
como canta el salmo, “Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo”. (Salmo 36,8) debemos también realizarla aquí en la tierra, por tanto, no olvidemos de actuar en consecuencia, para que así de este modo
se nos regale la misericordia que hay en el cielo, la cual será para todo el
que la ha practicado y así se convierta. “¡Qué grande es la misericordia del
Señor, y su perdón para los que a él se convierten! (Eclesiástico 17,29) Existe
una misericordia humana, como sabemos que vive otra que nos viene del Señor.
Por esa razón, no olvidemos que el mismo Jesús nos ha dicho que todo lo que
hagamos con sus pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis. "Sed compasivos,
como vuestro Padre es compasivo” nos pide Jesús (Lc 6,
36) Y
también nos dice el
Señor; “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará” (Lc 3,37), por tanto, tengamos
conciencia que no es justo pedir clemencia y luego nos negamos a dar comprensión.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,17) 2. “TODO
SE PUEDE CREER DE LA MISERICORDIA DE DIOS.” La
misericordia es buscada y deseada por todos los hombres y lo importante es creer
en ella, como dice Teresa de Jesús, “Todo se puede creer de la
misericordia de Dios.” (Fundaciones 12,19) También dice Teresa;
“Más
bien sabe su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no
puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio sino llegarme a ella
y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, madre suya, cuyo hábito
indignamente traigo y traéis vosotras.
(III Moradas 1,1) Verdaderamente,
durante
nuestra vida, estaremos siempre necesitados de la misericordia de Dios, y
cuando la necesitemos, no nos desanimemos y no dejemos de pedírsela. Aconseja
Teresa a sus hijas: “Porque, si siempre pedís a Dios lo lleve adelante, y no fiais
nada de vosotras, no os negará su misericordia. Si tenéis confianza en él y
ánimos animosos -que es muy amigo su Majestad de esto-, no hayáis miedo que
os falte nada.” (Fundaciones 27,12) “Y a ti, Señor, la misericordia. Porque tú
retribuyes a cada uno según sus acciones” (Sal.
62, 13)
Y sigue enseñando Teresa; “Yo os digo, hermanas, para que veáis la
misericordia de nuestro Señor y cómo no desampara su Majestad a quien desea
servirle” (Fundaciones 27,20) “En éstos no deja el Señor de pagar como
justo y aun como misericordioso, -que siempre da mucho más que merecemos-“ (III Moradas 2) 3. TESTIMONIO DE SU AMOR MISERICORDIOSO EN LAS
ESCRITURAS En
toda las Sagradas Escrituras podemos encontrar grandes testimonios de la
misericordia de Dios. El autor de la Carta a los Hebreos, refiriendo a
Jesucristo, no dice que habiéndose hecho en todo semejante a los hermanos y
habiendo experimentado en su propia carne la dureza del sufrimiento humano (Hb 2,17-18), con esta experiencia
acepta libremente morir en la cruz por la redención del mundo. Es también
éste -más aún, éste sobre todo- un testimonio de su amor misericordioso, que
no ha disminuido con su ascensión al santuario celestial, en donde está
sentado a la derecha del Padre como "para ser misericordioso y Sumo
Sacerdote fiel en lo que toca a Dios” (Hb
2,17) al que podemos dirigirnos; "Acerquémonos, por tanto,
confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar
gracia para una ayuda oportuna. (Hb 4,16) "Clemente
y compasivo es el Señor” (Sal 110, 4).
Llena está la Divina Revelación de testimonios que pregonan la divina
misericordia: "Pero tú eres el Dios de los perdones, clemente y
entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad. ¡No los desamparaste! (Neh
9,17). "Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más
mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice el
Señor, que tiene compasión de ti” (Is 54,10).
“¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito del
Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se complace en
el amor; volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestras culpas. ¡Tú
arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!” (Miq 7, 18-19). "Desgarrad
vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved al Señor vuestro Dios, porque
él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda
ante la desgracia” (Joel 2,3). "Porque
bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la
cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal. (Jon
4,2). "Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para
todos los que te invocan” (Sal 86,5).
"Clemente y compasivo es el Señor, tardo a la cólera y lleno de amor; no
se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según
nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Como se alzan los
cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le
temen” (Sal 103, 8-11). "Que
el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la
hora de la tribulación” (Eclo 2,11).
"Pues como es su grandeza, tal su misericordia” (Eclo 2,18). "¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su
perdón para los que a él se convierten!” (Eclo
17,29). “Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su
nombre” (Lc 1,49). "Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor
con que nos amó” (Ef 2,4). 4. EL TESTIMONIO EN TERESA DE JESUS Teresa
se admira de las maravillas que ha obrado Dios en ella, y con mucha
sinceridad admite oscurecer con sus malas acciones los grandes obsequios que
el Señor ha comenzado a hacerle. Como parte del capítulo del libro vida,
donde ella dice cómo la ayudó el Señor para forzarse a sí misma para tomar
hábito (tomó el hábito el 2 de noviembre de 1536, tras un año de
postulantado, a los 21 de edad), se
lamenta; “¡Ay de mí, Creador mío, que si quiero dar disculpa, ninguna tengo!
¡Ni tiene nadie la culpa sino yo! Porque si te pagara algo del amor que me
comenzaste a demostrar, no habría podido yo amar a nadie más que a Ti, y
vuestro amor me hubiera librado de todos mis pecados. Mas ya que no lo merecí
ni tuve está dicha, válgame ahora Señor, Tú misericordia” (Vida 4, 4). Me
parece de mucho coraje, reconocerse mezquino frente a los obsequios que nos
hace Dios, Teresa lo hace y lo dice en mucha ocasiones. En una ocasión, el
apóstol Pedro le contestó a uno que le
ofrecía riquezas para tener el poder del Espíritu Santo; “el don de Dios no
se compra con dinero….tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete,
pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te perdona ese
pensamiento de tu corazón” (Hech 8,
22). Reconocer que pecamos hasta de pensamiento, no es fácil, Teresa no
tiene miedo de hacerlo y lo escribe sin recelo porque su confianza en el
Señor es inmensa, y se asombra de la gran misericordia de Dios y así lo
expresa: “Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios y se ha
regalado mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia” (Vida 4, 10). Y más adelante agrega
que ha escrito todo esto para que se vea la gran misericordia de Dios y su
ingratitud (Cfr. Vida 8, 4). “Y
¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y
tan crecida merced a quién te ha traicionado con traición tan fea y
abominable? ¡Qué no sé cómo no se me parte el corazón cuando escribo esto!
¡Porque soy ruin!” (Vida 19, 6). 5. RECONOCER LA GRAN MISERICORDIA DE DIOS Ciertamente,
para los que somos pecadores, es muy grato reconocer la gran misericordia de
Dios. El amor al arrepentimiento, es el odio al pecado, este tipo de odio, es
un sentimiento de rechazo y antipatía que nos podemos permitir. El reconocer
lo que somos, es el primer paso al camino con el encuentro con el Señor. El
reconocerse ruin, como lo hace Teresa, es reconciliarse con Dios, es desear
vivir para Dios y es gozar de su misericordia. Dice la santa: “Más mirad,
Emperador (el Señor) mío, que ya sois Dios de misericordia; tenerla de esta
pecadorcilla” (Camino 4, 3). Y
También reflexiona: “Por cierto que es grande la misericordia de Dios. ¿Qué
amigo hallaremos tan sufrido? (Meditación
de los Cantares 2, 21). Tal
como se canta en el salmo; “En nuestra humillación se acordó de nosotros (el
Señor), porque es eterno su amor” (Sal
136, 23), la actividad salvífica de Dios, que brota de su
"misericordia", hace que exista lo creado y el hombre, a fin de
concederle a este último sus dones e introducirlo en la comunión con Dios.
Dios creó al hombre y a la mujer "a imagen" de Dios (Gén 1, 27), es decir, como seres
abiertos y capaces de encuentro y comunión con Dios, como medita Teresa,
enamorada de la misericordia de Dios, y que solo ansía la vida en Él y con Él
: “¡Oh, Señor mío y misericordia mía y bien mío!, y ¿qué mayor lo quiero yo
en esta vida que estar junto a Ti (Dios), que no haya división entre Tú y yo?
Con esta compañía, ¿qué se puede hacer difícil? ¿Qué no se puede emprender,
teniéndonos tan unidos? ¿Qué hay que agradecerme, Señor? Que culparme, mucho
por lo que no te sirvo. Y así te suplico con san Agustín, con toda
determinación, que "me des lo que mandes, y mandadme lo que Tú
quieras"; yo no te volveré las espaldas con Tú favor y ayuda” (Cfr. Meditación de los Cantares 4, 7). En
el libro de la Moradas, capítulo VI, Teresa expone que el Señor hace mayores
obsequios cuando hay más esfuerzo, no obstante con dolor, comenta Teresa;
“Los que más me lastiman son las almas de los cristianos que, aunque ven lo
inmensamente grande que la misericordia de Dios que, por mal que vivan se
pueden corregir y salvarse, temen a que se condenen muchos” (Cfr. 5 Moradas 2, 10). Y más adelante señala;
“En fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la misericordia
de Dios” (6 Moradas 1,10). Viendo
Teresa lo que el Señor hace con ella y volviéndose a mirar a sí misma lo poco
que ella hace para lo que está obligada, y lo poquillo que hace lleno de
faltas y defectos y flojedad, que para no acordarse de cuán imperfectamente
hace alguna obra, si la hace, prefiere olvidarla y considerar sus pecados y
sumergirse en la misericordia de Dios, que, pues ella no tiene con qué pagar,
la misericordia que Dios siempre tuvo con los pecadores (Cfr. 6 Moradas 5, 5). 6. LA GRAN MISERICORDIA Y PACIENCIA DE DIOS Santa
Teresa le expone un ejemplo a sus hijas (la monjas) “Hagamos ahora cuenta que
es Dios como una morada o palacio muy grande y hermoso y que este palacio,
como digo, es el mismo Dios. ¿Por ventura puede el pecador, para hacer sus
maldades, apartarse de este palacio? No, por cierto….no sería posible tener
atrevimiento tan desatinado!, por eso hay que tener vergüenza de todas las
ofensas que se hagan y mucha consideración a la gran misericordia y paciencia
de Dios en no hundirnos allí en seguida y dándole grandísimas gracias (Cfr. 6 Moradas 10, 4).Y más adelante concluye; “quiere el mismo Señor
que lo entendamos, para que más conozcamos lo mucho que le debemos en
traernos a estado, que, por su misericordia, tenemos esperanza de que nos ha
de librar y perdonar nuestros pecados” (Cfr. 6 Moradas 11, 7). En
las Séptimas Moradas, Capítulo 1, Teresa nos habla de los grandes obsequios
que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en las séptimas moradas.
Conociéndose bien ella y por el gran deseo que tiene de ser parte para ayudar
a los demás a servir a Dios y Señor, concluye en el epilogo pidiendo que en
su nombre, que recen por sus pecados y la saque del purgatorio, diciendo;
“que allí estaré quizá, por la misericordia de Dios, cuando esto se os diere
a leer (7 Moradas 4, epílogo) Tan
extremamente confiada Teresa de Jesús de la gran misericordia de Dios, que
ella apasionadamente exclama: “¡Oh, Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré
para que no deshaga yo las grandezas que haces conmigo?” (Exclamaciones 1). “¡Oh, qué grandísima misericordia y qué
favor que no podemos nosotros merecer! ¡Y que los mortales olvidemos todo
esto! Acuérdate Dios mío, de tantas miserias y mirad nuestra flaqueza, pues
de todo eres conocedor” (Exclamaciones
7). “Espera en Dios, que aún confesaré a Él mis
pecados y sus misericordias, y de todo junto haré cantar de alabanzas con
suspiros eternos al Salvador mío y Dios mío (Exclamaciones 17). “Sea su nombre bendito que en todo tiempo
tiene misericordia con todas sus criaturas” (Cartas 440, 1). Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Noviembre
de 2015 Fuentes Bibliográficas y de
referencias Obras Completas, Editorial
Monte Carmelo Mi libro, Teresa de Jesús nos
habla de Dios, Editorial Monte Carmelo Textos Bíblicos, Biblia de
Jerusalén |