Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús. Autor: Cano,
Alonso, año 1629 Óleo Soporte Lienzo Dimensión Alto: 99 cm.; Ancho: 43,5 cm. Procedencia Convento de San Alberto,
Sevilla, adquirido por el Estado con destino al Museo del Prado, 2013. SANTA
TERESA DE JESUS, HUMILDAD ES ANDAR EN VERDAD Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ¡Oh
humildad, humildad! (III Moradas 1,7) 1. TENEMOS
QUE SER HUMILDES EN TODO, AÚN MÁS EN LA ORACIÓN Dos hombres subieron al templo a
orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior
de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno
dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio
el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten
compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa
justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el
que se humille, será ensalzado. (Lc
18, 11-14) La Santa Madre Teresa de Jesús,
comenta a modo de ejemplo la humildad del Publicano; “muchas veces que no
osan alzar los ojos, como el publicano”;
(VII Moradas 3,14), “recibirla como indignísimos de merecerla, con
hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los
ojos con el publicano”. (Camino de Perfección 31,6), “También se mueve el
entendimiento a dar gracias muy compuestas; mas la voluntad, con sosiego, con
un no osar alzar los ojos con el publicano”
(Libro Vida 15,9) Comentando Teresa de Jesús cómo no
todas las almas son para contemplación y cómo algunas llegan a ella tarde,
dice; “el verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el
Señor.” (Camino de Perfección 17, 1) Luego añade que “Y éste es un gran punto
de ella y muy necesario para todas las personas que se ejercitan en oración:
¿cómo podrá el verdadero humilde pensar que es él tan bueno como los que
llegan a ser contemplativos?” (Camino
de Perfección 17, 1) La Santa Madre Teresa de Jesús, le
enseña a sus hijas las monjas que; “La
oración es la llave para abrir la puerta que le permite a Dios trabaje en
nuestra vida, y para que haga su obra en nosotros, tenemos que ser humildes
en todo, para dejarnos someternos por Él y sentir que somos en todo,
dependientes de EL, con un absoluto reconocimiento de la necesidad de Él.
Todo el cimiento de la oración va fundado en humildad, y mientras más se
abaja un alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios” (VII
Moradas 4, 9.). 2. ¿PARA
QUÉ HEMOS DE QUERER ALAS PARA VOLAR? Santa Teresa de Jesús, como maestra
de virtudes, con sus enseñanzas a sus hijas las monjas, nos viene a instruir
porque cuesta tanto ser humilde y por qué nos cuesta tanto dejar de pensar en
que perderemos el orgullo, que de algún modo, es culpable de tantos
resentimientos, y fuente de violación de nuestras obligaciones con Dios.
Comenta Teresa de Jesús; “Siempre me parece que encuentro razones que me
hacen ver que es mayor virtud disculparme; esto algunas veces es lícito, pero
a mí me falta discreción o mejor dicho humildad, para disculparme sólo cuando
es conveniente”. Y luego añade; “Verdaderamente hace falta mucha humildad
para verse condenar sin culpa y callar, y es gran imitación del Señor, que
nos quitó todas las culpas” (Camino de Perfección 15, 1-2). También parece que hay una especie
de soberbia en querer nosotros subir más alto, pues demasiado hace Dios
permitiendo que nos acerquemos a él, siendo lo que somos. Teresa nos advierte
que: “Y como todo este edificio va fundamentado en humildad, cuanto más nos
vamos acercando a Dios mayor ha de ser esta virtud y si no, todo se viene
abajo” (Libro Vida 12, 5). Lo cierto para Dios, es que no somos superiores a
otros, y sentirlo porque estamos en un nivel más alto por la posición que
estamos ocupando, es contrario a la humildad. Si nos han nombrado en un
puesto de autoridad, es la oportunidad que nos ha dado Dios para ejercer ese
cargo con sabiduría, y para que demostremos que tenemos capacidad de amarnos
unos a los otros y que estamos en ese cargo ayudando al bien de las personas
y no el nuestro. Y es falta de humildad, si en nosotros hay resentimientos
porque por estar en un cargo de autoridad, no sentimos que otros nos
consideran y nos respetan como pensamos y como creemos merecer, Teresa de
Jesús dice; “Es falta de humildad que tú quieras que se te de lo que nunca
has merecido, y por eso creo que no tendrá mucha humildad quien lo desee;
porque así como un pobre labrador está lejos de desear ser rey, pareciéndole
imposible porque no lo merece, así lo está el humilde de cosas semejantes”
(VI Moradas 9, 16). El sentirse fracasado en una de las
peores falsas humildades y lo que más cuesta, es darse cuenta que estos
fracasos son una lección que nos da Dios para mejor y ser mejor. Teresa de
Jesús dice: “Muchas veces permite el Señor una caída para que el alma quede
más humilde” (Carta 400, 5). También le dice Teresa a sus hijas; “por subidas
que estéis en los cielos; pues mientras estamos en esta tierra no hay cosa
que más nos importe que la humildad. Y luego añade; “¿para qué hemos de
querer alas para volar?; más que busque cómo aprovechar más en esto. Y a mi
parecer jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios;
mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza,
veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos
estamos de ser humildes.” (Castillo Interior I, 2) El que conoce la humildad, ama
intensamente a Dios y sabe de las responsabilidades que le competen, y está
dispuesto a rendirle cuentas. El hombre que se siente humilde, sabe que sin
Dios nada puede y con El todo es posible. El que se reconoce humilde, confía
en Cristo y se hace seguidor de Él. El que siente que hay humildad en su
corazón, siente que Espíritu obra en él. Por tanto; “no temáis que os
engañáis; porque el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes
propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que
ve en sus prójimos. (Camino de Perfección 38,9) 3. SER
HUMILDES COMO CRISTO “Tened entre vosotros los mismos
sentimientos que Cristo”, (Filp. 2,2-5). Ser humilde es ser como Cristo,
quien fue humilde antes de nacer, quien nació en una humilde pesebrera, que
se formó con un humilde carpintero.
Teresa de Jesús nos aconseja; “Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que
no tuvo casa sino en el portal de Belén adonde nació” (Camino de Perfección 2,9). Cristo aparece
a su vida pública en forma humilde, elige a sus íntimos amigos entre humildes
pescadores, hombres rudos y entre ellos a un publicano. Y vive entre los
hombres con mucha humildad y jamás hizo ostentaciones de ser Hijo de Dios.
Por eso Teresa nos dice; “Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí
aprenderemos la verdadera humildad” (I Moradas 2, 10-11). El mismo Señor nos
dice; “Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”, (Mt 11,29)
Sabemos que para Cristo sus preferidos fueron los más pobres, los más
humildes, los enfermos y afligidos. Toda su prédica la hizo con humildad.
Cristo fue insultado, escupido, le arrebataron sus ropas, y ante todo esto,
el pidió a Dios perdón diciendo: Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen” (Lucas 23, 33-34). “¡Cuánto honor recibirá el que por Cristo no quiso
honores y con gusto se vio humillado!” (Libro Vida 27, 14). Y a pesar de todos los errores que
tenemos, Cristo nos busca y nos elige, no porque somos buenos, sino porque él
es bueno y nos ama al extremo y espera que nosotros cambiemos. Dios nos pide
cambiar y espera que seamos hombres buenos, como su Hijo Jesucristo, “mansos
y humildes de corazón.” Dice Teresa de Jesús; “Y con esto no andéis turbadas
ni inquietas, que aunque no fuese de Dios, si tenéis humildad y buena
conciencia, no os dañará, que sabe Su Majestad sacar de los males bienes, y
por el camino que el demonio os quería perder, ganaréis más” (VI Moradas 9,
13). Para ser humildes de corazón como
Cristo, tenemos que abandonar nuestra vida y dejar que El viva en nosotros,
“y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, (Gal. 2,30). Y orando a
Dios debemos pedirle su ayuda para sentir la humildad del corazón de Cristo,
“Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los
otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rom 15,5.) Teresa de
Jesús pide; “Pues aprendamos, hermanas, de la humildad con que nos enseña
este nuestro buen Maestro” (Camino de
Perfección 42,6) 4. LA
HUMILDAD ES ANDAR EN VERDAD El Señor es muy amigo de humildad
(Moradas, epílogo). Comenta la Santa Madre
Teresa de Jesús; “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro
Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante, a mi
parecer sin considerarlo, sino de presto, esto: que es porque Dios es suma
Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa
buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda
en mentira.” (VI Moradas 10,7) La ganancia de la humildad, es la
amistad de Dios, “Vivamos con Dios como con un amigo” nos enseña la Beata
carmelita Isabel de la Trinidad. Teresa de Jesús exclama; “¡Oh,
qué buen amigo hacéis, Señor mío,” (Libro Vida 8,5) En efecto, el aprecio y
la estima de Dios, tiene mucho más valor que vivir preocupado de la
autoestima si se es humilde. La pérdida de nuestro orgullo, es beneficio para
el alma, “Para vencer el orgullo: matarlo de hambre. Mira, el orgullo es amor
propio. Pues bien; el amor de Dios debe ser tan fuerte que anule por completo
nuestro amor propio.” (Isabel de la Trinidad.) La virtud de la humildad es un gran
regalo de Dios. La humildad nos permite ser su amigo y que Cristo viva en
nosotros, por lo cual debemos agradecerle siempre. Esta es la gracia que nos
va a estar siempre transformando en otros Cristos. Escribe Teresa de Jesús; “Sale
el alma tan gananciosa, que el demonio no osa volver otro día para no salir
con la cabeza quebrada” (Camino de Perfección 12, 6). Y en esa verdad Teresa de Jesús les
piden a sus hijas; “Les pido yo, hermanas mías, por amor del Señor,
encomendéis a su Majestad (El Señor) ésta pobrecilla y le supliquéis le dé
humildad” (Camino de Perfección 3,10) “¿Pensáis que
es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande,” (VII Moradas 4,14)
“¡Qué miserable es la vida en que vivimos! Porque en otra parte dije mucho
del daño que nos hace, hijas, no entender bien esto de la humildad” (Castillo Interior I. 2,11) “Entonces; Cada una mire en sí lo que
tiene de humildad, y verá lo que está aprovechada. Paréceme que al verdadero
humilde, aun de primer movimiento, no osará el demonio tentarle en cosa de
mayorías; porque, como es tan sagaz, teme el golpe. Es imposible, si uno es
humilde, que no gane más fortaleza en esta virtud.” (Camino de Perfección 12,6) “Procurad tener
limpia conciencia y humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo” (Camino de Perfección 21,7) 5. LA
HUMILDAD EN LA CONFESIÓN Aun conociendo de la misericordia de
Dios y los efectos que produce en el alma, un aspecto difícil es humillarse
ante Dios y hablarle a El de todos nuestros errores, parece que siempre al
hacerlo, buscamos justificarnos, como queriendo decir, no fue mi culpa o no
tuve la intención de hacerlo. Pero es una ingenuidad, a Dios, no se le puede
engañar. Dice la Santa Madre Teresa de Jesús, que: “La humildad verdadera
aunque el alma se reconozca ruin y nos aflija ver lo que somos y sintamos
verdaderamente que somos grandes pecadores, no viene con alboroto ni
desasosiega el alma ni la oscurece ni le causa sequedad; más bien goza de
ello con quietud, con suavidad, con luz... Le duele lo que ofendió a Dios;
pero le ensancha el corazón su misericordia. Tiene luz para humillarse y
alabar a Su Majestad porque la soportó tanto” (Libro Vida 30, 9). La humildad es andar en la verdad
(VI Moradas 10, 8) y andar en la verdad también es no archivar nuestras
faltas en nosotros aunque tengamos que humillarnos frente al confesor, Teresa
nos recuerda que; “Aquí no se teme perder la vida ni el prestigio por amor de
Dios” (Libro Vida 21, 1). Es mucho más sencillo, confesarse a solas con Dios,
que arrodillarse frente a un sacerdote humillándose al máximo y hacer una
confesión de todas nuestras faltas y errores, en especial, si el confesor es
un sacerdote poco espiritual, por eso Teresa de Jesús aconseja a sus monjas;
“confesarse con letrado (preparado), y si no hará hartos borrones” (Fundaciones
19, 1). La humildad en la confesión, involucra no dar importancia a lo que él
confesor pueda pensar de nosotros y por ese motivo perder su consideración.
Ese sí que es un error grandísimo, porque el hacer una mala confesión,
cuidándose de lo que pensaran de nosotros, se pierde nuestra consideración a
la misericordia de Dios. Por eso Teresa dice; “El amador verdadero de Dios ha
de amar poco su vida y su prestigio” (Camino de Perfección 12). Por cierto, siempre estamos deseando
que nos traten mejor de lo que nos merecemos, queremos que nos miren como
personas buenas, buscamos que los confesores nos miren como hombres santos y
nos arrodillamos contritos en el templo no para Dios, sino para que otros nos
vean. Contra esto la recomendación de Santa Teresa es; “hagan oraciones,
anden con humildad, supliquen al Señor no los traiga en tentación; que,
cierto que, a no haber esta señal, que andan en ella. Mas andando con
humildad y procurando saber la verdad, sujetas a confesor, fiel es el Señor” (Camino de Perfección 69, 4(E)) Canta el
salmo 51, 19 “mi sacrificio es un espíritu arrepentido, tú no desprecias el
corazón contrito y humillado.” Teresa nos dice que; “El verdaderamente
humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y perseguido y condenado
sin culpa, aun en cosas graves. Porque si quiere imitar al Señor, ¿en qué
mejor puede imitarle que en esto? Y para esto no hacen falta fuerzas
corporales ni ayuda de nadie, sino de Dios” (Camino de Perfección 15, 1-2). 6. ¿EN
QUE NOS RECONOCEN QUE SOMOS HUMILDES? Se hizo el servidor de todos, no
habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por
muchos» (Mt 20,28). Teresa de Jesús nos pide que; “Es
menester (necesario) que entendamos cómo ha de ser esta humildad porque creo
que el demonio hace mucho daño para que no progresen las personas que hacen
oración haciéndoles comprender mal la humildad” (Libro Vida 13, 4). El corazón humilde tiene un deseo
legítimo de ayudar a servir a todo el que lo necesita, es un corazón
consecuente de todas las necesidades y vive dispuesto a ofrendarse por sus
hermanos. Un alma humilde, siempre alienta y estimula las virtudes de sus
semejantes. “Verdad es que sirviendo con humildad, en fin, nos socorre el
Señor en las necesidades” (Camino de
Perfección 38,6) Al hombre humilde se le reconoce por
respetar a los demás, es afable y capaz de reconocer que él y lo demás son
criaturas de Dios de gran valor. El corazón humilde, sabe oír a los demás y
los escucha con paciencia, no vive siempre a la defensiva, sabe aceptar las
críticas, no se exaspera si no le encuentran razón. “Por eso tened paciencia
y procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria.” (Camino de Perfección
24,5) El que es humilde, se le reconoce
como un hombre misericordioso, Teresa asegura que; “En éstos no deja el Señor
de pagar como justo y aun como misericordioso, -que siempre da mucho más que
merecemos-“ (III Moradas 2, 9) El humilde es capaz
de perdonar y olvidar los errores de sus hermanos y amigos, como del mismo
modo reconocer los suyos y pedir perdón. Exclama Teresa de Jesus; “¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan
poco ha tenido que perdonar y tanto hay que se me perdone?” (Camino de Perfección 36,2) Por otra parte,
el alma humilde siempre es cortés y si no le entregan cortesías no se siente
ofendido “y no deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en
quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y
merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor” (Camino de Perfección 36) El que es humilde, está dispuesto a
hacerse seguidor de quien tiene autoridad y cuando es el quien la tiene, la
ejerce si perder su virtud, sin prepotencia y sin soberbia. “Peligro será no
tener humildad y las otras virtudes”
(Camino de Perfección 21,7) 7. APRENDER
A VIVIR EN HUMILDAD Aprender a vivir en humildad, es un
desafío de gran importancia, hay que preparase bien y mucho. Tenemos que examinar
en conciencia lo que somos y saber reconocer lo que son los demás. Teresa de
Jesús nos dice; “Examine cada una la
humildad que tiene y verá lo que ha avanzado. Si uno es humilde al ser
tentado hará balance de su vida y comparará lo que ha hecho por el Señor con
lo que le debe, y el misterio de su humillación para darnos ejemplo de
humildad, mirando sus pecados y a dónde merecía estar por ellos. Sale el alma
tan gananciosa, que el demonio no osa volver otro día para no salir con la
cabeza quebrada” (Camino de Perfección 12, 6). Si alguien está mejor preparado que
nosotros, no podemos negarnos a reconocerlo, no importa quien sea, si alguien
puede enseñarnos, acojamos con sencillez esa posibilidad. Vivir en humildad,
es conocer las cualidades que tenemos y ponerlas al servicio de los demás.
Vivir en humildad, no es esconder los defectos y vicios, es dejar que los que
tienen las virtudes que no tenemos nos ayuden a erradicarlos. Nos enseña
Teresa: “Pues procuremos mirar siempre las virtudes y cosas buenas que
viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados” (Libro
Vida 13,10). No es humilde el que se considera
menos útil que otro, es egoísmo y soberbia para que otros no dispongan de la
cualidades que tiene, tampoco es humilde el que escapa de comprometerse con
la excusa de que él es poca cosa. Enseña
Teresa; “La que le parezca que es tenida entre todas en menos, téngase por
más dichosa; y así lo es si lo lleva como lo debe llevar, que no le faltará
honor en esta vida y en la otra” (Camino de Perfección 13, 3). Pero algo que no es fácil, es saber
si nosotros estamos confundidos, porque podemos ser humildes de aspecto, pero
no de corazón y en forma oculta, buscamos notoriedad y reconocimiento a lo
que hacemos, que nos elogien y eso nos encanta, claro, nos halaga la vanidad.
Por cuanto para aprender a vivir en humildad, debemos tener conciencia que
donde hay vanidad hay tierra de cultivo para los defectos. Enseña Teresa de
Jesús; “Cuando nos hagan algún halago o algún regalo o cuando nos traten bien
pensemos que no lo merecemos, que cierto es contra la razón que nos traten
bien en esta vida” (Camino de Perfección 13, 2). Para vivir en humildad, no tratemos
de ocultarle nuestros defectos y debilidades a Dios, al contrario, dejémosle
que él nos enseñe por medio de ellas. Haciéndole ver a Dios nuestra bajeza,
reconocemos en El su grandeza, y para aprender a ser humildes y vivir en
ella. Cuando somos capaces de reconocer ante Dios todas nuestras faltas,
nuestros errores, él va de inmediato en nuestra ayuda. “Por paso que hable,
está tan cerca que nos oirá; ni ha menester (necesario) alas para ir a
buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de
tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre, pedirle como
a Padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que
no es digna de ser su hija.” (Camino de Perfección 28,2) Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Diciembre
de 2015 Publicado en mi web www.caminando-con-jesus.org
sección teresa de jesus Fuentes Bibliográficas y de
referencias Obras Completas, Editorial
Monte Carmelo Mi libro, Teresa de Jesús nos habla
de Dios, Editorial Monte Carmelo Textos Bíblicos, Biblia de
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