TERESA DE JESUS Y
LA MISERICORDIA DE DIOS
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Camino al V centenario del Nacimiento de
Teresa de Jesús
Teresa se
admira de las maravillas que ha obrado Dios en ella, y con mucha sinceridad
admite oscurecer con sus malas acciones los grandes obsequios que el Señor
ha comenzado a hacerle. Como parte del capítulo del libro vida, donde ella
dice cómo la ayudó el Señor para forzarse a sí misma para tomar hábito,
(Tomó el hábito el 2 de noviembre de 1536, tras un año de postulantado, a
los 21 de edad), se lamenta; “¡Ay de
mí, Creador mío, que si quiero dar disculpa, ninguna tengo! ¡Ni tiene nadie
la culpa sino yo! Porque si te pagara algo del amor que me comenzaste a
demostrar, no habría podido yo amar a nadie más que a Tí, y vuestro amor me
hubiera librado de todos mis pecados. Mas ya que no lo merecí ni tuve esta
dicha, válgame ahora Señor, Tú misericordia” (Vida 4, 4).
Me parece de mucho coraje, reconocerse mezquino frente a los
obsequios que nos hace Dios, Teresa lo hace y lo dice en mucha ocasiones.
En una ocasión, el apóstol Pedro le
contestó a uno que le ofrecía riquezas para tener el poder del Espíritu
Santo; “el don de Dios no se compra con dinero….tu corazón no es recto
delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a
ver si se te perdona ese pensamiento de tu corazón” (Hechos
8, 22). Reconocer que pecamos hasta de pensamiento, no es fácil,
Teresa no tiene miedo de hacerlo y lo escribe si recelo porque su confianza
en el Señor es inmensa, y se asombra de la gran misericordia de Dios y así
lo expresa: “Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios y
se ha regalado mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia” (Vida
4, 10). Y más adelante agrega que ha escrito todo esto (en el Libro Vida)
para que se vea la gran misericordia de Dios y su ingratitud (Cfr. Vida 8,
4). “Y ¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan
grande y tan crecida merced a quién te ha traicionado con traición tan fea
y abominable? ¡Que no se cómo no se me parte el corazón cuando escribo
esto! ¡Porque soy ruin!” (Vida 19, 6).
Ciertamente, para los que somos pecadores, es muy grato reconocer la
gran misericordia de Dios. El amor al arrepentimiento, es el odio al
pecado, este tipo de odio, es un sentimiento de rechazo y antipatía que nos
podemos permitir. El reconocer lo que somos, es el primer paso al camino
con el encuentro con el Señor. El reconocerse ruin, como lo hace Teresa, es
reconciliarse con Dios, es desear vivir para Dios y es gozar de su
misericordia. Dice la santa: “Mas mirad, Emperador (El Señor) mío, que ya
sois Dios de misericordia; tenerla de esta pecadorcilla” (Camino 4, 3). Y
También reflexiona: “Por cierto que es grande la misericordia de Dios. ¿Qué
amigo hallaremos tan sufrido? (Meditación de los Cantares 2, 21).
Tal como se canta en el salmo; “En nuestra humillación se acordó de
nosotros, (el Señor), porque es eterno su amor” (Salmos 136, 23), la actividad salvífica
de Dios, que brota de su "misericordia", hace que exista lo
creado y el hombre, a fin de concederle a este último sus dones e
introducirlo en la comunión con Dios. Dios creó al hombre y a la mujer
"a imagen" de Dios (Génesis 1,27), es decir, como seres abiertos
y capaces de encuentro y comunión con Dios, como medita Teresa, enamorada
de la misericordia de Dios, y que solo ansía la vida en El y con El : “¡Oh,
Señor mío y misericordia mía y bien mío!, y ¿qué mayor lo quiero yo en esta
vida que estar junto a Ti (Dios), que no haya división entre Tú y yo? Con
esta compañía, ¿qué se puede hacer difícil? ¿Qué no se puede emprender,
teniéndonos tan unido? ¿Qué hay que agradecerme, Señor? Que culparme, mucho
por lo que no te sirvo. Y así te suplico con san Agustín, con toda
determinación, que "me des lo que mandes, y mandadme lo que Tú
quieras"; yo no te volveré las espaldas con Tú favor y ayuda” (Cfr.
Meditación de los Cantares C 4, 7).
En el libro de la Moradas, capítulo VI, Teresa expone que el Señor
hace mayores obsequios cuando hay más esfuerzo, no obstante con dolor,
comenta Teresa; “Los que más me lastiman son las almas de los cristianos
que, aunque ven lo inmensamente grande que la misericordia de Dios que, por
mal que vivan se pueden corregir y salvarse, temen a que se condenen
muchos” (Cfr. V Moradas 2, 10). Y más adelante señala; “En fin, que ningún
remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la misericordia de Dios” (VI
Moradas 1,10).
Viendo Teresa lo que el Señor hace con ella y volviéndose a mirar a
sí misma lo poco que ella hace para lo que está obligada, y lo poquillo que
hace lleno de faltas y defectos y flojedad, que para no acordarse de cuán imperfectamente
hace alguna obra, si la hace, prefiere olvidarla y considerar sus pecados y
sumergirse en la misericordia de Dios, que, pues ella no tiene con qué
pagar, la misericordia que Dios siempre tuvo con los pecadores (Cfr. VI
Moradas 5, 5).
Santa Teresa le expone un ejemplo a sus hijas (la monjas) “Hagamos
ahora cuenta que es Dios como una morada o palacio muy grande y hermoso y
que este palacio, como digo, es el mismo Dios. ¿Por ventura puede el
pecador, para hacer sus maldades, apartarse de este palacio? No, por
cierto….no sería posible tener atrevimiento tan desatinado!, por eso hay
que tener vergüenza totas las ofensas que se hagan y mucha consideración a
la gran misericordia y paciencia de Dios en no hundirnos allí en seguida y
dándole grandísimas gracias. (Cfr. VI Moradas 10, 4).Y más adelante
concluye; “quiere el mismo Señor que lo entendamos, para que más conozcamos
lo mucho que le debemos en traernos a estado, que, por su misericordia,
tenemos esperanza de que nos ha de librar y perdonar nuestros pecados”.
(Cfr. VI Moradas 11, 7).
En las Séptimas Moradas, Capítulo 1, Teresa nos habla de los grandes
obsequios que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en las
séptimas moradas. Conociéndose bien ella y por el gran deseo que tiene de
ser parte para ayudar los demás a servir a Dios y Señor, concluye en el
epilogo pidiendo que en su nombre, que recen por sus pecados y la saque del
purgatorio, diciendo; “que allí estaré quizá, por la misericordia de Dios,
cuando esto se os diere a leer (VII Moradas 4, Epilogo)
Tan extremamente confiada Teresa de Jesús de gran misericordia de
Dios, que ella apasionadamente exclama:
“¡Oh, Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo
las grandezas que haces conmigo?” (Exclamaciones 1).
“” ¡Oh, qué grandísima misericordia y qué favor que no podemos
nosotros merecer! ¡Y que los mortales olvidemos todo esto! Acuérdate Dios
mío, de tantas miserias y mirad nuestra flaqueza, pues de todo eres
conocedor” (Exclamaciones 7).
“Espera en Dios, que aún confesaré a El mis pecados y sus
misericordias, y de todo junto haré cantar de alabanzas con suspiros
eternos al Salvador mío y Dios mío (Exclamaciones 17).
“Sea su nombre bendito que en todo tiempo tiene misericordia con
todas sus criaturas” (Cartas 440, 1).
El
Señor nos Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
Más
sobre Teresa de Jesus en:
http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/TERESA/index.htm
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