EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
La muerte de Cristo, Jn
19:28-37 (Mt 27:45-50; Mc 15:33-37; Lc 23:44-46). 28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo
estaba ya consumado, para que se cumpliera COMENTARIO Y ESTUDIO Jn omite el grito de “abandono” que relatan Mt y Mc. Posiblemente obedece ello a que Jn quiere
destacar la grandiosa majestad de Cristo en su muerte. Sabía que todo el plan del Padre estaba ya
“cumplido” (Jn 4:34; 14:4); sólo faltaba algo que Jn lo ve vaticinado en La sed era uno de los tormentos ordinarios y más
atroces de los crucificados. En Cristo esta “sed” tenía que ser abrasadora.
Desde la “agonía” de Getsemaní, pasando por todos los “procesos,” flagelación
y vía dolorosa, en la que desfalleció, la deshidratación producida tenía que
causarle una sed abrasadora. No sería cálculo nada improbable unir a estos
tormentos una fiebre superior a los 39°. El sentir cristiano ha visto en esta ardiente
sed de Cristo más que la simple sed fisiológica; reconociendo ésta, ve en
ella otra “sed” más transcendente: “Por esta sed
que dice, muestra que su muerte era verdadera, no fantástica; pero también se
muestra el ardiente deseo de la salud del género humano.” Es algo implicado
en esta sed fisiológica. Si Cristo libremente acepta y padece esta sed, lo es
por la inmensa “sed” que tiene de honrar al Padre y de salvar a los hombres.
Por eso, esta sed fisiológica es, a un tiempo, mérito y signo de su infinita
“sed” redentora. Es lo que el sentir cristiano ve en ella. La sed física
evoca, como en el pasaje de Con esto se “cumplía” Jn ve varios pasajes de la vida de Cristo a la
luz de este salmo. Cristo aparece como centro de Ante esta manifestación de “sed,” los que allí
estaban, que, aunque no se nombran, han de ser los soldados, le van a ofrecer
agua refrescante. Había allí una “vasija” o botijo “lleno de vinagre”. En
realidad no era vinagre solo, aunque ésta era la denominación usual (Rut
2:14) 46. Las clases bajas romanas, especialmente los esclavos y los soldados
en campaña, usaban frecuentemente un refresco de agua mezclada con vinagre
llamada “posea”. A esta bebida alude, sin duda, el evangelista: la tenían
allí los soldados para refresco durante el tiempo de la custodia. Uno de los soldados tomó una “esponja” que tenía
allí probablemente para limpiarse de la sangre y de la operación de las
crucifixiones, y, mojándola totalmente
en la “posea,” la puso en el extremo de una lanza y la acercó a los
labios resecos de Cristo. El que los soldados ofrezcan este refresco a
Cristo en su sed no lleva ningún propósito. Sería, en el intento del soldado,
como un estimulante orgánico ante la expectación. Sin embargo, la
construcción estilística de los sinópticos permitiría también suponer una
acción misericordiosa de un soldado, al ofrecerle la “posea,” y una
interpretación más o menos burlesca de “los otros,” sobre la posibilidad de
la venida del profeta Elías a librarle de la cruz. Cristo no lo aceptó; cuando recibió aquella
oferta refrescante, al gustarlo en sus labios, lo rechazó (Mt 27:33.34). En cambio, pronunció el Consummatum
est: “Todo está cumplido.” El plan del Padre estaba
cumplido, y con él las Escrituras. Cristo había cumplido su misión. “E
inclinando la cabeza, depuso su
espíritu.”De los cuatro evangelistas, es Jn el que más acusadamente expresa
este morir de Cristo. Acaso quiere con ello indicar lo que Cristo dijo: que
nadie le quitaba la vida. Él era el que la daba de sí mismo (Jn 10:17-18). Cristo murió en Pero, según la ley judía, los cuerpos de los
ajusticiados no podían quedar en el “palo” durante la noche; había que
enterrarlos el mismo día, porque el reo así muerto es “maldición de Dios” (Dt
21:22-24). Y los crucificados, según hacen saber los autores de la
antigüedad, podían vivir en la cruz, entre terribles dolores, “toda la noche
y aun, pasada ésta, todo el día”; e incluso podían vivir tres o más días.
Máxime se había de exigir que esto se cumpliese en este día, ya que, a la
puesta del sol, comenzaba el día 15 del mes de Nisán, que era el día
santísimo de Para ello, los “judíos,” que, como es frecuente
en Jn, son los dirigentes, los celosos observadores de la ley, rogaron a
Pilato, que abreviase aquel suplicio. Hicieron saber a Pilato, probablemente
por subalternos del procurador (Jn 18:28c), que deseaban se respetase su ley
en lo tocante a este punto. Pilato accedió a ello. Quiso no excitar
rebeliones de fanatismo judío. Si la simple presencia de unos “estandartes”
romanos estuvo a punto de provocar una revolución en Jerusalén en sus días,
la profanación abierta de la ley con unos crucificados, en el día santísimo
de Consistía éste en romper con una clava de madera
o hierro las piernas de los crucificados, produciéndoles así la muerte casi
instantáneamente. El crurifragium no era para los
romanos parte de la crucifixión, como lo era la “flagelación”; pero era tan
usual, que Cicerón dice de él que corría como un proverbio lo siguiente: “No
se muere si no es partiendo las piernas” a los condenados. En Mc (15:44) se dice que Pilato se admiró de la
pronta muerte de Cristo. Esto orienta a pensar que la cruz de Cristo no tenía
“sedile,” ya que los crucificados podían resistir
hasta unos tres días vivos en la cruz, como se expuso arriba. Acaso se quiera
también expresar con ello la libertad de Cristo en su muerte. Pilato envió, con la autorización, soldados con
estas clavas, para aplicar el “crurifragium.” Pero
lo aplicaron a los dos ladrones. No se sabe por qué vinieron primero a ellos
dos y dejaron a Cristo en medio. Acaso soldados distintos se apostaron uno a
cada lado de los ladrones y les aplicaron el tormento por turno. Pero, como
Cristo estaba muerto, no le aplicaron el tormento del “crurifragium.”
El respeto a la muerte pudo contener a aquellos enviados. Pero, en cambio,
uno de los “soldados,” acaso el centurión responsable de la custodia, para
asegurarse bien y no tener luego posibles responsabilidades, le dio el golpe
de gracia con una “lanza.” Contrapuesta a la jabalina o “pilum”
romano, ésta era una “lanza” ordinaria. Con ella le “atravesó el costado”. El
soldado buscaba, sin duda, atravesar el corazón, para garantizar la muerte, y
hasta él, sin duda, llegó. El efecto inmediato que se produce con esta
lanzada es que “al instante salió sangre y agua.” Los Padres han interpretado místicamente esta
“agua” y “sangre” como símbolo del Espíritu (Jn 9:39) que se recibe en el
bautismo (Jn 3:5); y la “sangre” no sólo testifica el sacrificio de Cristo,
sino que en ella se ha visto una alusión a la eucaristía (Jn 6:51.53ss).
Jesucristo “es el que viene por el agua y por la sangre” (1 Jn 5:6-8) 65. Y,
en síntesis, han visto en aquellos a El sentido de haber dado esta lanzada al costado
de Cristo y no romper sus huesos por el “crurifragium,”
es precisado por el evangelista en sentido literal directo, se refiere al
cordero pascual. En efecto, estaba legislado que al cordero pascual “no le
quebrantaréis ninguno de sus huesos” (Ex 12:46; Núm 9:12). Jn ve en Cristo el cumplimiento “típico” de esta
prescripción profética, con lo cual está presentando a Cristo como el
verdadero Cordero pascual, inmolado por los pecados del mundo (Jn 1:29). Este texto de Jn presenta divergencias. En el
v.31 son los “judíos” los que ruegan a Pilato que se descrucifiquen los reos
y se los entierre. En cambio, en el v.38 es José de Arimatea el que va a
Pilato y pide el cuerpo de Cristo. ¿Cómo armonizar esta divergencia? Cabría
pensar que de este grupo de “judíos,” todos con un mismo propósito, se
destacase, en nombre de esta representación, José de Árimatea
por su categoría de “sanedrita” (Mc-Lc) y por su más fácil acceso al
procurador o a sus allegados, y plantease el problema de los crucificados y
pidiese el cuerpo de Cristo para enterrarlo él, concesión ordinaria por los
romanos en o con motivo de las fiestas. También cabría que “después de esto”
(v.38), es decir, de la intervención judía, actuase José de Árimatea. Pero acaso se explique mejor por la inserción
aquí de dos “tradiciones” diferentes del mismo hecho, y que el evangelio
recoge y yuxtapone: una más genérica — “los judíos” También está más acentuado aquí el problema de
las mujeres que aparecen en los sinópticos preparando aromas para llevarlos a
la tumba (Lc), mientras que aquí no intervienen, cuando, por otra parte, al
bajarlo de la cruz, Nicodemo utiliza entonces cien libras de aromas. ¿A qué
iban estas mujeres, al tercer día, a un cadáver? ¿Iban a un acto póstumo de
afecto y ofrecer aquellos aromas al estilo del pomo de nardo de María de
Betania? (Jn 12:3). El testimonio directo de Juan es indudable. Acaso en los
sinópticos, como se dijo, haya o este sentido póstumo de afecto, o una
tradición distinta en Lc, o un modo terminativo e interpretativo libre del
“suspense” de las narraciones de Mt-Mc. Puede haber elementos en los
evangelios de relato libre, con valor didáctico, por ser — o poder no ser —
historia estricta en todo detalle, ser kérygma,
proclamación de la fe, y que pueble ser adornada en sus tesis fundamentales
por razón didáctica. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |