EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
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Después de esto, rogó a Pilato José de Árimatea,
que era discípulo de Jesús, aunque secreto por temor de los judíos, que le
permitiese tomar el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y
tomó su cuerpo. 39 Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a El de noche al
principio, y trajo una mezcla de mirra y áloe, como unas cien libras. 40
Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo fajaron con bandas y aromas, según es
costumbre sepultar entre los judíos. 41 Había cerca del sitio donde fue
crucificado un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual nadie aún
había sido depositado. 42 Allí, a causa de COMENTARIO y
ESTUDIO José de Árimatea tuvo el coraje de pedir el cuerpo de Cristo a
Pilato, sea directamente o por intermediario. Pero le estaba facilitado, ya
que era sanedrita. Es lo mismo que al día siguiente harán los “príncipes de
los sacerdotes” y “fariseos” (Mt 27:62ss) al pedir a Pilato guardia para el
sepulcro. También se destaca
en esta obra a Nicodemo, del que se dice que es el que había venido a Cristo
“de noche” cuando le consultó sobre su doctrina en Jerusalén (Jn 3:1ss).
Acaso, con esta evocación de su vista en la “noche,” quiera aludir al miedo
de Nicodemo de entonces y su decisión y valor para confesar a Cristo ahora.
En los usos romanos estaba el conceder los cuerpos de los ajusticiados a
petición de sus familiares. Filón refiere que, “al llegar las fiestas,” era
costumbre entregar los cuerpos de los crucificados a sus parientes para
darles sepultura.” No se sabe si se conformaban en este asunto de hacer que
los condenados pasasen a tumbas comunes del pueblo; pero Roma siempre tenía
sus procedimientos y excepciones, caso que hubiese ordinariamente querido respetar
entre los judíos sus costumbres. Máxime cuando el proceso condenatorio y
crucifixión fueron procedimientos romanos. Entonces recibida
por José de Árimatea la autorización de Pilato para
bajar de la cruz y enterrar a Cristo, el relato dice que el mismo José de Árimatea “tomó su cuerpo,” sin duda con otros. En textos
judíos se lee: “Se esperará hasta el crepúsculo, y entonces se baja (el
cadáver) y se le desfija (del palo o cruz).” Esto explica bien la premura con
que se hace el embalsamamiento y preparación funeraria para enterrar a
Cristo. El tiempo urgía. La lectura del texto da la impresión de disponerse
de un espacio de tiempo muy corto para todo esto. Nicodemo, que debía
de ser hombre rico (Jn 3:1), trae para enterrar a Cristo una “mezcla de mirra
y áloe, como unas La cantidad que se
va a emplear en el embalsamamiento es “como de unas cien libras.” La “libra”
griega venía a ser equivalente a Dice el evangelio
que lo amortajaron, “envolviéndolo,” ligándolo con lienzos y con “aromas.” Era la
costumbre judía. La finalidad de los
aromas — mirra y áloe — no era propiamente para embalsamar. Los judíos no
usaban la técnica egipcia, con estos aromas funerarios, buscaban alejar el
hedor en la descomposición de los cadáveres y un cierto sentido de reverencia
a los mismos. Pero el pasaje de
Jn, en el que aquí se dice con qué fue amortajado, “ligado,” plantea una
dificultad. Los tres sinópticos dicen uniformemente que fue amortajado con un
gran lienzo o “sábana”. Pero Jn, al describir la mortaja, usa otra palabra
que fue traducida, ordinariamente, por “fajas” o “vendas.” Jn dice aquí que
Cristo fue amortajado “según es costumbre sepultar entre los judíos.” Y
cuando describe la resurrección de Lázaro, éste sale del sepulcro “ligados
pies y manos con fajas y el rostro
envuelto en un sudario” (Jn 11:44), término estricto, el primero, para
significar “fajas.” No ya por su divergencia con los sinópticos, sino por la
misma divergencia consigo mismo, el término usado por Jn para indicar esta
mortaja de Cristo ha de suponer otro significado. De aquí se deduce
que el término usado por Jn es un
término genérico, “lienzo,” del cual es una especie la “sábana”. Υ no
hay la menor contradicción entre los sinópticos y Jn. Mientras éste se limita
a decir que el cuerpo muerto de Cristo fue amortajado con un “lienzo,” sin
precisar más, los sinópticos precisan que este lienzo era una “sábana.” La misma premura
del tiempo, que urgía, pues iba a comenzar muy pronto el día 15, En la “sábana” sólo
se puso el cuerpo de Cristo, mezclado con aromas; pero su cabeza fue
“envuelta” aparte en un sudario (Jn 20:7; cf. 11:44). Cristo fue
sepultado en el sepulcro de José de Arimatea. Estaba “cerca” del Calvario, y
facilitaba cumplir el rito con la urgencia del día que comenzaba (v.42). Las
familias ricas solían poseer sus propios sepulcros y, a veces, en sus
propiedades. Este estaba en un “huerto” de la propiedad del mismo. Pero no ha
de considerarse como un jardín cultivado, sino conforme al modo rústico
oriental, con algunos árboles. Según las leyes judías rabínicas, los
sepulcros debían estar, por lo menos, a Conforme a los
datos evangélicos, se ve que el sepulcro de Cristo estaba excavado en la
roca; tenía de entrada un vestíbulo, al igual que otros sepulcros, y según
testimonio expreso de San Cirilo de Jerusalén, que dice se destruyó cuando se
levantó la iglesia constantiniana . En la cámara
mortuoria había una especie de lecho en el que se ponía el cadáver. Debió de
tener unos cuatro metros de largo por unos dos de altura. La entrada era muy
baja; era un boquete abierto en la roca y se cerraba con una gran piedra
giratoria (golel), empotrada en una ranura. Jn destaca también una nota apologética de este sepulcro: era tallado en la roca y “nuevo, en el que nadie había sido puesto.” No podía, pues, ser robado ni haber confusión con otros cadáveres. De allí sólo podía salir Cristo, y resucitado. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |