EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
Los discípulos de Emaús, Lc 24:13-35 (Mc 16:12-13). 13
El mismo día, dos de ellos iban a una aldea que dista de Jerusalén sesenta
esta-dios, llamada Emaús, 14 y hablaban entre sí de todos estos
acontecimientos. 15 Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les
acercó e iba con ellos, 16 pero sus ojos no podían reconocerle. 17 Y les
dijo: ¿Qué discursos son éstos que vais haciendo entre vosotros mientras
camináis? Ellos se detuvieron entristecidos, 18 y, tomando la palabra uno de
ellos, por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén
que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días? 19 El les dijo:
¿Cuáles? Contestáronle: Lo de Jesús Nazareno, varón
profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; 20
cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados
para que fuese condenado a muerte y crucificado. 21 Nosotros esperábamos que
sería El quien rescataría a Israel; mas, con todo, van ya tres días desde que
esto ha sucedido. 22 Nos asustaron ciertas mujeres de las nuestras que, yendo
de madrugada al monumento, 23 no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo
que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía. 24 Algunos
de los nuestros fueron al monumento y hallaron las cosas como las mujeres
decían, pero a El no le vieron. 25 Y El les dijo: ¡Oh hombres sin
inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los
profetas! 26 ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su
gloria? 27 Y, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando
cuanto a El se refería en todas las Escrituras. 28 Se acercaron a la aldea
adonde iban, y El fingió seguir adelante. 29 Obligáronle
diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para
quedarse con ellos. 30 Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo,
lo partió y se lo dio. 31 Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y
desapareció de su presencia. 32 Se dijeron unos a otros: ¿No ardían nuestros
corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba
las Escrituras? 33 En el mismo instante se levantaron, y volvieron a
Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a sus compañeros, 34 que les
dijeron: El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón. 35 Y
ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le reconocieron en
la fracción del pan. COMENTARIO ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! El primer día de la
semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, el
mismo día de la resurrección del Señor, en el cómputo judío el primer día de
la semana, dos de ellos, de los discípulos que estaban reunidos con los
apóstoles tuvieron que salir de camino de Jerusalén. Probablemente fuesen
peregrinos que, cumplidos los primeros ritos pascuales, se volvían a su
pueblo. Era ésta una aldea llamada Emaús. Para nuestro
conocimiento, Emaús, dista a sesenta estadios de Jerusalén. La topografía de
esta aldea es dudosa, pues está sometida a un problema crítico. Hay dos
lecturas del mismo: unos manuscritos ponen que estaba situada a sesenta
estadios, esto son 11:5 km.; otros, a ciento sesenta estadios, es decir En su caminar,
preocupados por los acontecimientos, se les une en el camino, como un viajero
más, Jesús. Pero ellos no le reconocieron. El texto dice: pero sus ojos
estaban retenidos para no reconocerle. Algunos autores piensan que se trata
de una acción sobrenatural que les impedía reconocer a Jesús. La frase no
debe de exigir una acción de este tipo. Era sencillamente que la apariencia
de Jesús resucitado, cuerpo glorioso, se les mostró en una forma no ya la
ordinaria. Como fue en el caso de Magdalena, recordemos que ella piensa que
es un hortelano y donde se dice que no le conoció, pero sin alegar una acción
sobrenatural que se lo impidiese; o cuando Jesús resucitado se les aparece
junto al Tiberíades, y de momento no le reconocieron los discípulos. La conversación se
inicia con la preocupación que les embaraza, por lo que pasó en Jerusalén. El
impacto tuvo que ser muy grande en la ciudad, pues Jesús era muy conocido,
los peregrinos de todo Israel estaban allí con motivo de la fiesta pascual y
la crucifixión era siempre un acto espectacular. El nombre de uno de ellos,
Cleofás, acusa la información histórica de san Lucas o su fuente. Estos peregrinos
hablan de Jesús Nazareno, nombre con que era conocido, pero como de un
profeta. Sin embargo, con este nombre piensan en el Mesías, pues esperaban
que rescataría a Israel. Estaban en la promesa
mosaico-mesiánica. Y le reconocen poderoso en obras y palabras, estilo de Lc
(Act 7:22), con el que los peregrinos proclaman la obra salvadora doctrinal
de Jesús y su vida de milagros. El desánimo en
ellos está patente. Su esperanza no se ve. Esperaban que rescataría
a Israel, y van tres días de su muerte. Reflejan estos peregrinos la
concepción judaica de la escatología mesiánica de formas complejas o
confusas, que ya aparece en la petición del buen ladrón (Lc), y según la cual
se esperaba que el gran período mesiánico se inauguraría
con la resurrección de los muertos. Y aunque aluden a la visita de las
mujeres al sepulcro, y que no hallaron el cuerpo de Jesús, y que habían
tenido una visión de ángeles, que les dijeron que vivía, y que algunos
discípulos fueron al sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, el desánimo
y la desilusión se acusa en ellos. La cifra de tres días, tan anunciada por
Jesús para su resurrección, estaba muy fija en ellos. El alma permanecía tres
días sobre el cadáver y lo abandonaba al cuarto (Talmud). Este es el momento
en que Jesús les explica lo que en las Escrituras se decía de El: que por el
sufrimiento entraría en su gloria. Hacía falta deshacer el concepto judío de
un Mesías triunfante política y nacionalmente; había de sufrir. Por eso apeló
al gran argumento en Israel: las Escrituras. Y comenzó por Moisés
(Pentateuco) y los Profetas. No faltó en la exposición, de seguro, la
profecía mesiánica del Siervo de Yahvé. Así era preciso que el plan del
Padre, revelador de las Escrituras, se cumpliese. Y así el Mesías entraría en
su gloria. Pronto van a ver parte de esta vida sobrenatural que tiene en su
aparición a ellos, a pesar del desconocimiento que tienen de El y su
misteriosa desaparición. A la hora en que san Lucas lo refiere, no debe ser ajeno a él, en la expresión su gloria, la plena
irradiación de su divinidad a través de su humanidad. En el resto del
relato, Jesús esta la mesa con estos peregrinos, tiene la dificultad clásica
de la pregunta que nos hacemos al inicio del comentario. Jesús, como invitado,
tomó el pan (en sus manos), lo bendijo, lo partió y se lo dio. ¿Qué significa
este acto? ¿Es la simple bendición del pan ritual en la mesa? ¿O es que Jesús
realizó allí el rito eucarístico? Estos peregrinos le reconocieron en la
fracción. Pero éstos no asistieron a la última Cena ni es fácil que hubiesen
oído explicar este rito a los apóstoles. Más, por otra parte, esta expresión
del relato parece una forma del rito eucarístico de la consagración del pan
en los sinópticos Si el relato se considera histórico en todos sus detalles,
se impone el sentido no eucarístico, ya que estos discípulos no habían
asistido a la última Cena. Sería el rito ordinario de partir el pan y
bendecirlo en la comida, hecho, como invitado de honor, por Jesús. Si la
expresión viene a tener una coincidencia con la fórmula sinóptica
eucarística, pudiera ser un Idea o expresión demasiado repetidas o tópicas
con el que se expresaba el rito de la bendición de la mesa, de donde el mismo
Jesús lo parece tomar para el rito nuevo eucarístico. Era una buena
semejanza, basada en la misma naturaleza de las cosas. Sin embargo
recordemos que Jesús les dijo: ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les
cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el
Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?.
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó
en todas las Escrituras lo que se refería a él, es decir, primero Jesús se
detiene en la enseñanza de las Escrituras, que llevan a Jesús, y luego él,
por la consagración eucarística, está ante ellos por su real presencia
eucarística y resucitado. Lo que aquí se
intenta no es, como en las apariciones de Jesús a sus apóstoles, el hecho
mismo de la aparición, el hecho que Jesús viene, se presenta, se muestra.
Para los discípulos de Emaús no basta que Jesús esté allí; es preciso aún
más: que se le reconozca. No es una narración con finalidad apologética, sino
con un deliberado enfoque teológico. Dada esta enseñanza, Jesús desaparece. Pero San Lucas a
veces no explica en su evangelio expresiones muy judías (Lc 20:17). El
evangelio procede, en parte, de una catequesis, donde las explicaciones
habían de tener mayor volumen. Por eso, la síntesis evangélica puede omitir
cosas supuestas. Además, es muy poco probable que los lectores de Lucas no
conociesen este tipo de bendición judía de la mesa cuando el mismo ágape
debió de tener su origen en los preludios judíos de la cena del Señor. Y esto
suponía una explicación de lo mismo. Además, esta narración está situada
entre hechos manifiestamente apologéticos de este capítulo de Lucas. Si la frase
fracción del pan, anterior a su específico uso cristiano, es aquí síntesis de
tomó el pan, lo partió., ambas fórmulas son del rito judío. Y Jesús tenía su
rito, como se ve en los sinópticos. De aquí que la forma usual y repetida de
la bendición del pan en Emaús pudiese, por su uso eucarístico, revertir sobre
la fórmula histórica primitiva de bendición de la comida, evocando a esta
hora, en cierto sentido, Por último, la
narración de la explicación que Jesús les hace de las Escrituras tiene un
manifiesto valor apologético: les trata de hacer ver el verdadero mesianismo
profético. Pero este hecho me
recuerda algo muy importantes en nuestra celebración litúrgica, primero se
escucha a Jesús en la lectura y luego se entra en contacto con El por Estos discípulos,
conociendo a Jesús en el rito del pan, por ser característica suya la
bendición, o el tono de voz, volvieron presurosos a Jerusalén. Allí
encontraron a los Once y a sus compañeros. Fácilmente podemos imaginar con
que alegría, detalles y viveza contaron su encuentro con Jesús. Estos les
dijeron: Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón! Sin
embargo no les creyeron (Mc 16:13), al menos en un principio. Pero también
ellos supieron que el Señor, el Kyrios,
confesándose así la divinidad de Jesús, como lo hacía con este nombre Los discípulos, se
sintieron atrapados por las palabras y la compañía de Jesus, así es como le
dijeron "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se
acaba". Eso es lo que queremos decirle hoy a Jesús, eso es lo que le
rogamos, que se quede, porque sin el la tarde se hace oscura, sin El queda
vacía el alma, y El es Luz para la oscuridad, alegría y consuelo para el
espíritu. Jesús se dio a
conocer a los discípulos cuando estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la
bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos
se abrieron y lo reconocieron. Así hoy nosotros, es donde encontramos a
Jesús, así se nos da a conocer en Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |