EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
El proceso ante el Sanedrín, Mt 26:57-68 (Mc 14:53-65; Lc
22:54-65; Jn 18:12-24). 57 Los que prendieron a Jesús le llevaron a casa de
Caifás, el pontífice, donde los escribas y ancianos se habían reunido. 58
Pedro le siguió de lejos hasta el palacio del pontífice, y, entrando dentro,
se sentó con los servidores para ver en qué paraba aquello. 59 Los príncipes
de los sacerdotes y todo el sanedrín buscaban falsos testimonios contra Jesús
para condenarle a muerte, 60 pero no los hallaban, aunque se habían presentado
muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, 61 que dijeron: Este ha
dicho: Yo puedo destruir el Templo de Dios y en tres días edificarlo. 62
Levantándose el pontífice, le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué dices a lo que
éstos testifican contra ti? 63 Pero Jesús callaba, y el pontífice le dijo: Te
con-juro por Dios vivo: di si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios. 64 Díjole Jesús: Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día
veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las
nubes del cielo. 65 Entonces el pontífice rasgó sus vestiduras, diciendo: Ha
blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué os parece? 66 Ellos respondieron: Reo es de muerte. 67
Entonces comenzaron a escupirle en el rostro y a darle puñetazos, y otros le
herían en la cara, 68 diciendo: Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te
hirió? COMENTARIO Y ESTUDIO Prendido Jesús en Getsemaní, es llevado a casa del
pontífice. Juan es el que hace saber que “primeramente” le llevaron a casa de
Anas, porque era suegro de Caifás. La razón de esto debe de ser, o una
deferencia hacia Anas, que era el que llevaba, por su prestigio e influencia,
la política de Israel, hasta el punto que, una vez depuesto el año 15 d.C.
por V. Grato, logró situar en el sumo pontificado a cinco hijos, un nieto y a
su yerno; o por el deseo que tenía de verlo de cerca, o para poder así
asesorar mejor en el caso, si no es que partió de él la iniciativa de perder
definitivamente a Jesús. Y “Anas lo remitió atado a Caifás” (Juan). Mateo-Marcos narran el proceso de
Jesús ante el sanedrín en una sesión “nocturna,” mientras que Lucas la pone
por la “mañana,” aunque descrita con los mismos caracteres literarios, si
bien los primeros aluden a otra condena “matutina.” Luego se verá el problema. El lugar del palacio de Caifás no está localizado. Sobre
él pretenden estar edificadas la iglesia de San Salvador de los Armenios y la
de San Pedro in Gallicantu. Caifás ocupaba el sumo pontificado desde el año 18 al 36
d.C. Nada más se sabe de él por fuentes extrabíblicas. Pero es bien sabido
que los sumos sacerdotes solían lograr el cargo a fuerza de oro, de
servilismo durando un año. En casa de Caifás aparece reunido “todo el sanedrín” para condenar a Jesús. Si la frase redonda
admite excepciones, indica bien la
responsabilidad global de los jefes de la nación que le atribuyen los
evangelistas. El gran sanedrín constaba de tres grupos: “príncipes de
los sacerdotes,” que correspondía a los miembros de familias sacerdotales,
casi todos saduceos; “escribas,” peritos en Según los escritos rabínicos, el gran Sanedrín constaba de
71 miembros, presididos por el sumo sacerdote. Se sentaban en semicírculo.
Dos secretarios se sentaban delante de ellos para recoger por escrito las
palabras de los que condenaban o absolvían. Según la costumbre, en los
procesos capitales hacían falta por lo menos 23 jueces. Y se exigía para la
condena, al menos, dos votos de mayoría . El proceso de Jesús no puede llamarse tal, pues ya de
antemano estaba decretada su muerte, como se ve por los sinópticos de Juan:
era sólo la forma cíe apariencia legal para que Pílalo autorizase y ejecutase
su sentencia. En la actuación del mismo se ve un cuádruple
proceso: 1) Caifás
interroga a Jesús sobre su doctrina y sus discípulos. Este pasaje es propio
de Juan (18:12-24). Pero parece lo más lógico que haya sido el primer punto
del interrogatorio. Ante un proceso dispuesto con engaño, Jesús no responde:
los remite a sus oyentes, pues “siempre hablé en público.” Y sobre sus
discípulos calla su nombre. Es lo que toda persona de honor haría. 2) Mateo dice:
“Los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarle a muerte.” Probablemente se trata de
una frase mal redactada. Lo que buscaban eran testigos de cuyas aportaciones
pudiesen sacar motivos jurídicos de condena contra Jesús. Se presentaron “muchos falsos testigos.” Si ellos hubiesen
buscado falsos testigos con venalidad abierta, los hubiesen adiestrado a
través de sus agentes, los testimonios
que buscaban se hubiesen inventado y concordado. Por último, aparecieron dos. Las diferencias redaccionales
de Mateo-Marcos no afectan a la sustancia. La frase alude al momento en que
la autoridad le pregunta con qué poder expulsó a los mercaderes del templo:
sin embargo, El les remite a que destruyan “este templo” y El lo “levantará
en tres días,” aludiendo a su resurrección. Por eso, no ha de pensarse en una
deformación de la misma, hecha con mala voluntad, por estos testigos. Pero la
frase corrió, pues se la arrojaron los fariseos cuando está en la cruz, y se
cita en el proceso de San Esteban (Hech 6:14). Pero, aunque fueron dos los testigos, como exigía 3) Al ver que todo
fallaba y que aquella oportunidad no podía perderse, Caifás se levantó “en
medio” de la asamblea, para interrogar a Jesús. Que responda algo a todas
aquellas testificaciones que se hacían contra Él. Pero, si las pruebas
alegadas se habían desestimado por inválidas, ¿qué se buscaba del reo al
volver a revisar sus falsas acusaciones? Caifás busca en sus respuestas algo
que permitiese condenar jurídicamente a Jesús. Intento que, jurídicamente, era deplorable. Pues en Pero Jesús boicoteó estos planes con el silencio de su
dignidad: “Jesús callaba.” Este silencio evoca el “no abrir la boca” del
“Siervo de Yahvé” (Is c.53) en su perspectiva de pasión y muerte. 4) En vista de que
toda esta estrategia fallaba, Caifás apeló a la conjuración a Jesús. En los
procesos jurídicos, la “conjuración” con determinadas fórmulas obligaba. Y
así Caifás apeló a ella. Y con solemnidad pontifical le dijo: “Te conjuro por
el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Jesús” el Hijo de Dios”. Marcos pone la variante, en lugar de Hijo de Dios, “el
Hijo del Bendito,” circunloquio para no pronunciar el nombre de Dios, que
refleja la fórmula primitiva, y que, sin duda, Mateo sustituyó ya por “el
Hijo de Dios” a causa de sus lectores. ¿Qué es lo que pretende preguntar Caifás a Jesús? Que con
la primera expresión se le pregunta si es el Mesías, es evidente. Pero la
segunda expresión, ¿es sinónima de la primera o se pregunta por la divinidad
de Jesús? No que Caifás pueda ni pensarlo, pero podría hacerlo sea porque
Caifás había oído que él lo decía, o que se decía de él, o, supuesto lo
anterior, hace la pregunta con dolo (Juan 11:50), para que él lo afirmase y
condenarle. En absoluto, la segunda frase podría ser sinónima de la
primera. Sin embargo, en la literatura apócrifa la expresión “Hijo de Dios”
era fórmula en la que se expresaba la naturaleza sobre humana, trascendente,
del Mesías, como se ve en los apócrifos libros de Henoc y IV de Esdras y la
pregunta de Jesús sobre el Mesías hijo de David (Mateo 22:ll ss; par.). Por otra parte, el presentarse como Mesías no era delito.
Esto mismo se confirma con la embajada que el sanedrín le envía al Bautista a
preguntarle si él es el Mesías (Juan 1:20-25). Además, si la segunda frase “Hijo de Dios” o “Hijo del
Bendito” fuese sinónima de la primera, “el Jesús,” más que un pleonasmo,
(palabras innecesarias) resultaría una tautología.(repetición
del mismo pensamiento) Pues Caifás le preguntaría: “¿Eres tú el Jesús, el
Mesías? Sobre esto, cf. Comentario a Mateo 16:16. Si sólo querían condenarle a muerte, les bastaba
presentarlo a Pilato como un seudo Mesías, provocador de revueltas, que se
decía el Mesías rey, y, por el, era competidor de Tiberio. Que son las
acusaciones fundamentales que le harán a Pilato, hasta hacerle ver que si no
lo castiga “no es amigo del Cesar,” por ser su competidor. Pero al sanedrín
le interesaba además deshonrarlo en su misión y doctrina — tan distinta y
nueva — ante su exégesis farisaica, y para ello tenerlo por “blasfemo.” La
acusación que se hace en los evangelios, aparte de los hechos, se hace
sumamente verosímil. Jesús, ante la “conjuración” de Caifás por Dios, responde.
Y su declaración es la confesión no sólo de su mesianismo, sino de su
divinidad. Los elementos de que consta son los siguientes: “Un día,” que Lucas precisa que es ya “desde ahora,” “Veréis” vosotros,
los sanedritas. El verbo usado no exige visión ocular; puede significar tan
sólo una percepción intelectual. Los mismos sanedritas serán testigos de
cumplimiento de este anuncio. Al “Hijo del hombre.” La frase depende de Daniel. De suyo,
en el texto tenía un sentido colectivo, pero “era interpretado por la antigua
sinagoga como dicho, no del “pueblo de los santos,” sino como dicho sólo del
Mesías.” La evolución de esta profecía había llegado a considerar al Mesías
con un valor sobrehumano. Así se ve en los libros apócrifos de Henoc y IV de
Esdras. Aunque esta posición era considerada herética por el judaísmo
ortodoxo, era una realidad existente en aquel medio ambiente (Mateo 22:41ss;
par.). “Venir” Tampoco este verbo exige una venida y presencia
física de Jesús. Puede indicar una presencia moral. “Sentado a la diestra del Poder”. La expresión “sentado a
la diestra” indica majestad. “Estar a la diestra de alguien” puede tener
valoración distinta, yendo desde el simple honor hasta encontrarse situado en
el mismo rango de la divinidad (Act 7:56; Ef 1:20; Heb 1:13, etc.; cf. Libro
de Henoc 62:3; 11:13). “Potencia” (aram. Geburtha') es un circunloquio por el nombre de Dios
(Lucas 22:69). “Sobre las nubes del cielo” (Mateo) o “con las nubes.”
(Marcos). Es otra expresión tomada de Daniel (7:13). Las nubes son otro
elemento clásico apocalíptico, con el que se expresa la grandeza sobrehumana
y el dominio cósmico de aquel que domina sobre ellas. Con estos elementos, Jesús se presenta como Mesías, no
sólo humano, sino divino. Podría desorientar, en una primera lectura, que los
elementos de donde está tomada esta descripción (Sal 110:1; Dan 7:13ss) están
tomados, en su sentido literal histórico, de la entronización del Mesías
hombre (salmo), y con un valor colectivo la expresión Hijo del hombre
(Daniel). Pero lo que interesa saber es el sentido en que Jesús
utiliza estas expresiones. Y ya se ha visto cómo la profecía de Daniel había
sufrido una evolución en la que el Hijo del hombre pasó de un sentido
colectivo a un sentido personal; y de una personificación mesiánica a un
mesianismo trascendente: a un Mesías venido del cielo. Sublimación de
divinización que aparece, como corriente judía, en el Libro de Henoc. Por eso, en el contexto, esta respuesta de Jesús es
proclamación de su mesianismo divino. A ello llevan las razones siguientes: 1) Caifás dice que
Jesús, con ello, ha “blasfemado.” Pero aquí no pronuncia el nombre de Dios
(Marcos), ni el presentarse como Mesías era blasfemia estricta. Es verdad que
el concepto de blasfemia había evolucionado hasta cobrar mayor amplitud. Pero
el contexto ha de decidir. Pues este concepto de blasfemia por presentarse
como Dios se explica perfectamente. 2) En los Hechos
de los Apóstoles se lapida a San Esteban por “blasfemar,” por decir que veía
el cielo y “al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios” (Hech. 6:7-11;
7:55:59). Ven blasfemia en decir que Jesús comparte el poder divino, que está
en la esfera de la divinidad. Que es conceptualmente la descripción que hace
Jesús ante Caifás. 3) El salmo 110:1,
“siéntate a mi diestra,” aquí usado, supone aquí esta interpretación.
Precisamente basándose en este pasaje, Jesús, días antes, les había
presentado una objeción de cómo podía David llamar Señor a su descendiente,
con lo que les apuntaba su origen trascendente (Mateo 22:41-45, par.). 4) Ante el
sanedrín no podían ser ajenas las enseñanzas de Jesús, hechas en diversas
ocasiones, en las que se presentaba con un origen divino, y que San Juan
sintetiza diciendo que los judíos querían lapidarlo “por blasfemia, porque
tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33). Y en otro pasaje se lee: “Por
esto los judíos buscaban con más ahínco matarle, porque no sólo quebrantaba
el sábado, sino que decía a Dios su propio padre, haciéndose igual a Dios” (Juan
5:18). Por eso, la respuesta de Jesús a Caifás tuvo que ser valorada en este
ambiente, que ellos tenían que conocer. 5) El pasaje de
Lucas en el proceso “matutino” lleva a esto. Le preguntan que diga
abiertamente si El es el Mesías. Responde diciendo que “desde ahora el Hijo
se sentará a la derecha del poder de Dios.” A lo que, espantados al ver que
se sitúa en la misma esfera divina, le preguntan: “¿Entonces eres tú el Hijo
de Dios?” A lo que respondió afirmativamente (Lucas 22:67-70). 6) La confesión de
su divinidad es la acusación última que aparece hecha por los sanedritas a
Pilato contra Jesús, una vez fallado el simple intento de presentarlo como
Mesías, rey competidor y enemigo de la dominación romana (Juan 19:7-12). Por eso, de las consideraciones hechas, Caifás interroga a
Jesús si es el Hijo de Dios, y Jesús en su respuesta lo afirma con la
descripción tan calculada que se hace. Al llegar aquí, Caifás y el Sanedrín le condenan. Caifás
manifestó al Sanedrín que ellos eran testigos de la “blasfemia.” Mateo-Marcos destacan un rasgo que era obligación en
todos, máxime en el pontífice. Al oír una blasfemia habían de rasgarse las
vestiduras. La casuística rabínica llegó a legislar por dónde se debía
comenzar a rasgarlas y la medida de estos desgarros. Es lo que aquí reflejan
Mateo-Marcos. Y lo condenaron a muerte: “Reo es de muerte.” En los
juicios, al terminar la acusación, el presidente decía a los asesores: “Que
cada uno exponga su consejo.” Y ellos respondían en los procesos de pena
capital: “Que viva” o “que muera”. La expresión redonda con que “todos” lo
condenaron, admite, naturalmente, restricciones (Lucas 23:51), a no ser que
estuviesen allí sólo los enemigos de Jesús. Escena de injurias. Hecha la condena, sucede una escena de injurias contra
Jesús. Lo relatan los tres sinópticos. Mateo introduce la escena con su
ligadura de “entonces,” que, de suyo, no indica una contigüidad inmediata.
Pero la naturaleza de las cosas exige que fuese a continuación o con una
contigüidad muy próxima. Mateo, desdibujadamente, dice que comenzaron a
injuriarle. ¿Quiénes? Lucas, que los que “le tenían preso.” Marcos establece
una distinción de interés entre “criados” y otros que llama “algunos”. Era un
acto de servilismo brutalmente ofensivo. Según Mateo, estas ofensas fueron: “Le abofetearon”, que significa pegar con los puños
cerrados. “Le golpearon”. Este término lo mismo significa pegar con
la mano abierta que con un bastón 62. Su comparación con la injuria anterior
postula esto último. “Le escupieron en el rostro.” Aparte del sentido de
desprecio y repugnancia física, era considerado por Y mientras le hacían todo esto,
con los ojos vendados (Marcos-Lucas), le preguntaban, irónicamente, que les
dijese, que les “profetizase,” como falso Mesías, quién era el que le había
pegado. Posiblemente fuese sugerido esto por un juego de niños
llamado, que, tapando los ojos y
dándole golpes, se le preguntaba con cuál de las manos había sido golpeado.
Acaso pudiera haber influido también su declaración de ser el Mesías, ante el
sanedrín, sobre todo si eran siervos judíos, ya que flotaba en el medio
ambiente que el Mesías, sin hacer uso de ojos ni oídos, podría, por sólo el
olfato, conocer lo justo y lo injusto. Y así, al que se proclamaba Mesías, se
le pedía, irónicamente y por adulación servil, que lo mostrase con los
hechos. También se ha propuesto, basándose en Qumrán, que se esperaban dos
Mesías, uno real y otro sacerdotal. Este era profeta. Y a este Mesías y a este
concepto aludiría el pedirle que “profetizase”. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |