EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
El lavatorio de los pies, Jn 13:4-20. 4 Se levantó de la
mesa, se quitó los vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó; 5 luego echó
agua en la jofaina y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a
enjugárselos con la toalla que tenía ceñida. 6 Llegó, pues, a Simón Pedro,
que le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies? 7 Respondió Jesús y le dijo:
Lo que Yo hago, tú no lo sabes ahora; lo sabrás después. 8 Dijo le Pedro:
Jamás me lavarás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare, no
tendrás parte conmigo. 9 Simón Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que se ha
bañado no necesita lavarse, está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero
no todos. '' Porque sabía quién había de entregarle, y por eso dijo: No todos
estáis limpios. 12 Cuando les hubo lavado los pies, y tomado sus vestidos, y puéstose de nuevo a la mesa, les dijo: ¿Entendéis lo que
he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien,
porque de verdad lo soy. 14 Si Yo, pues, os he lavado los pies, siendo
vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a
otros. 18 Porque yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también
como Yo he hecho. 16 En verdad, en verdad os digo: No es el siervo mayor que
su señor, ni el enviado mayor que quien le envía. 17 Si esto aprendéis,
seréis dichosos si lo practicáis. 18 No lo digo de todos vosotros: Yo sé a
quiénes escogí, mas lo digo para que se cumpla Sólo Jn relata esta
escena. Y la introduce de una manera súbita. Dice que tiene lugar “mientras”
cenaban, según la lectura mejor sostenida 5. COMENTARIO
y ESTUDIO Cristo,
para ello, se levantó del triclinio (lechos donde se sentaban) en que estaba
“reclinado” (ν. 12), y se quitó las “vestiduras”. Esta palabra
significa, en general, vestido, y preferentemente manto. Pero no deja de
extrañar la forma plural en que aquí está puesta. Acaso sea un modismo.
También “parece designar vagamente los vestidos de calle, en oposición al
vestido de los servidores reducido a lo estrictamente necesario. Luego toma
una toalla de “lino,” lo suficientemente larga que permitía “ceñirse” con
ella. Después “echó agua en una jofaina,” y comenzó a lavar los pies a los
apóstoles, y a secárselos con el lienzo con que se había ceñido. Esta jofaina
citada era la denominación ordinaria para usos domésticos, si no es que el
evangelista quiere denominar con ella la jofaina propia para lavar los pies a los huéspedes. La
toalla con que se les seca era del ajuar que allí había para el servicio. Cristo
aparece así con vestidos y en función de esclavo (Gen 18:4; 1 Sam 25:41) Nunca como aquí Cristo, en expresión de San
Pablo, “tomó la forma de esclavo” (Flp 2:7). Los
apóstoles, “reclinados” en los lechos del triclinio, tenían los pies, vueltos
hacia atrás, muy cerca del suelo. La ronda de humildad de Cristo va a
comenzar. Acaso ellos, presa de sorpresa, se sentaron en los lechos, en
dirección de sus pies, por donde Cristo iba. El
evangelista esquematiza el relato y lo centra en la figura de Pedro, aparte
del prestigio de éste a la hora de la composición de su evangelio, porque la
escena con él fue la más destacada y la que prestaba una oportunidad
anecdótica para hacer la enseñanza que se proponía. Dijo le
Pedro: Jamás me lavarás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare,
no tendrás parte conmigo. 9 Simón Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza. “¡Tú a
mí!” Estos dos pronombres acusan bien la actitud de Pedro. El, que había
visto tantas veces la grandeza de Cristo (Mt 16:16; Lc 5:8, etc.), no
resistía ahora verle a sus pies para lavarle el sudor de los mismos. Se negó
rotundamente. Pero en aquella actitud de Pedro, aunque de vehemente amor,
había algo humano censurable. Y hacía falta que Cristo le “lavase,” le
enseñase algo. Pedro
necesitaba someterse en todo a Cristo, lo que era someterse al plan del
Padre. Esto que
Cristo exige — lavar los pies — era algo misterioso, pues su hondo sentido
sólo lo comprendería “después.” Como del Señor no se registra una explicación
precisa en el cenáculo, se refiere a la gran iluminación de Pentecostés, en
que el Espíritu les llevaría “hacia la verdad completa,” y con esas luces
relatan, varias veces, haber reconocido, comprendido hechos y enseñanzas de
Cristo después de esta gran iluminación. Pero
aquella terquedad de Pedro lleva una seria amenaza. Si Cristo no le lava, “no
tendrás parte conmigo”: era la “excomunión.” La frase significa o “no ser de
su partido” o no “compartir una misma suerte”. Mas “para quien ama a Cristo
esta frase es irresistible”. Los Padres frecuentemente comentaron este pasaje
“evocando” en él una tipificación de lo que ha de ser el cristiano por razón
de su agua bautismal. Con esta palabra o con compuestos o formas
fundamentales del verbo aquí usado (v.10) aparece expresado el bautismo en 1
Cor 6:11; Ef 5:26; Tít 3:5; Heb 10:22). Y Pedro,
con la vehemencia y extremismos de su carácter, se ofreció a que le lavase no
sólo los “pies,” sino también “las manos y la cabeza.” Pero no hacía falta
esto. Aquello era un rito misterioso y no necesitaban una “purificación”
fundamental, pues todos estaban limpios, juego
de palabras que expresa a un tiempo la limpieza física y moral. Pero Cristo
destaca ya la primera denuncia velada de Judas; éste no estaba puro. Después
que Cristo terminó su ronda de limpieza, más de almas que de pies, pues
aquello era una enseñanza, dejó su aspecto de esclavo y, tomando sus
vestidos, se reclinó en el triclinio entre ellos. Veladamente
les va a hablar de lo que hizo, pues sólo lo podrán comprender “después” de
Pentecostés. Les dice que ellos le llaman “el Maestro” y “el Señor,” y lo es.
Si el artículo lo contrapone a ellos, el intento del evangelista debe de ir
más lejos. Cristo es el Maestro y el Señor de todos. Así su lección es
universal. “El
siervo no es mayor que su señor, ni el enviado mayor que el que le envía.”
Así ellos ante Él. Por
tanto, que copien la lección. ¿Cuál? “Yo os he dado ejemplo, para que
vosotros hagáis también lo que yo he hecho” (v.15): “habéis de lavaros los
pies unos a otros” (v.14b). Pero, como comentario, añade una palabras que
orientan ya, filológicamente, al verdadero intento de Cristo.” Si comprendéis
estas cosas seréis dichosos si las practicáis. Más abajo se expone el sentido
de este “rito.” Con el
v.16 se entronca otra sentencia del v.20. El que recibe al enviado de Cristo,
le recibe a El y al Padre que le envió a El. Esta sentencia la traen Mt
(10:40) y Mc (9:37), el primero en un contexto lógico y el segundo, en otra
circunstancia distinta. En Jn no enlaza realmente ni con lo anterior ni con
lo que sigue. Por eso se han propuesto soluciones muy diversas, v.gr., el principio de un nuevo tema que Cristo comienza
y la emoción interrumpe 13. Lo más lógico parece relacionarlo con el v.16,
donde se dice que “el enviado no es mayor que quien le envía.” Pues, además,
los versículos 17-19 son un paréntesis y 16 con 20 forman una “inclusión.” La
enseñanza es que, ante el anunciado fracaso humano de la traición, deben saber
que no fracasan ni El ni ellos, pues no son más que una cadena de “enviados”
para cumplir la obra del Padre. Lo cual
hace que quien los reciba a ellos en su misión de “apóstoles” de Cristo, a
pesar del fracaso, recibe a Cristo y al Padre. La sentencia es probable que
haya tenido otro contexto histórico (cf. Mt 10:40; Mc 9:37; Lc 9:48), pero,
en la situación literaria que aquí se la da, parece que éste sea el intento
del evangelista. La
denuncia velada que hizo de Judas antes, se amplifica ahora, con un valor
apologético (v.19) para los apóstoles: para la hora del gran “escándalo” de
la pasión. El sabe a quiénes escogió y la secuencia a seguirse de aquella
elección. Y se da la cita de El
intento de este pasaje no está en demostrar tanto la “presciencia” de Cristo
sobre la traición, lo que incluso Cristo podía saberlo naturalmente por el
rumor popular y, más aún, por algunos de sus partidarios, Nicodemo o José de
Arimatea, cuanto hacer ver que la traición había de cumplirse, pues estaba
profetizada para el Mesías en Por eso,
con carácter apologético, les dice que “Yo soy,” para que, cuando suceda,
sepan que El sabía adonde iba. La expresión que “Yo soy” puede significar que
El es, a pesar de todo lo que sucede, el que les dijo, el Mesías. Pero, como
ya se dijo en otros pasajes de Jn, con esta frase tan cortada y en
consonancia con otras expresiones proféticas, en las que se habla de Yahvé,
se quiere evocar sobre Cristo su trascendencia divina. Así se lee: “Vosotros
sois mis testigos, dice Yahvé., para que conozcáis y creáis en mí, y
comprendáis que Yo soy” (Is 43:10, LXX). Probablemente, en la redacción al
menos de Jn, se quiera decir que El es el que les dijo: El Hijo de Dios. SEGUNDO
COMENTARIO El rito del lavatorio de los pies en el intento
de Cristo. No tiene
valor de sacramento. — Parecería, sin más, el que pudiera serlo, pues reúne
las características sacramentales: es instituido por Cristo; es rito
sensible; tiene carácter de perpetuidad (v.14); y parecería conferir gracia,
ya que sin él “no tendrás parte conmigo,” se le dijo a Pedro; para recibirlo
hace falta “pureza” (v.10); y al mismo tiempo entraña un sentido reservado:
su sentido lo sabrán “después.” Pero la razón definitiva en contra es que No tiene
valor de sacramental. — Ni tampoco tuvo nunca este valor. Sólo se ha
conservado como una acción para litúrgica del Jueves
Santo, que recuerde, al realizarlo formativamente, el ejemplo del Señor. Y se
buscaba además, al imitar este ejemplo de Cristo, hacer ver que el que tiene
autoridad y mando debe comportarse como un servidor. Descartados
los aspectos negativos de su interpretación, su sentido también es el
siguiente: “Si esto
aprendéis, seréis dichosos si lo practicáis” En la narración hay ya un
indicio de que no se trata de repetir el rito en su materialidad ya que en
otra palabras dice “Si comprendéis estas cosas seréis bienaventurados si las
hacéis” La forma plural en que se alude a lo que acaba de hacer parece
referirse a posibles realizaciones distintas que habrán de practicar. Si sólo
se refiriese al “ejemplo” que acababa de darles, se imponía la forma
singular, “Es un índice significativo de que lo que Jesús ha hecho no es más
que un ejemplo entre muchos. El ejemplo de Cristo. Serán bienaventurados
si aprenden esto: que “no es el siervo mayor que su señor.” Y lo que hizo
Cristo fue darles un ejemplo de humildad por caridad. Esto es lo que ellos
han de practicar: la humildad por caridad. Es lo que les dirá muy pronto como
un precepto nuevo: “que os améis los unos a los otros.” Lo que se dice así en
enseñanza “sapiencial” es lo que, con el lavatorio de pies, les enseñó con
una “parábola en acción.” Los apóstoles retendrán el espíritu de esta acción
concreta, practicándolo con otras obras cuando la necesidad lo reclame. Esto
mismo confirma el pasaje que Lc (22:24-27) inserta en el relato de la cena.
Hubo rivalidad por los primeros puestos en el reino entre los apóstoles. Y
Cristo les da allí una enseñanza “sapiencial” de contenido equivalente a
ésta: “el mayor entre vosotros será como el menor, y el que manda, como el
que sirve. Porque ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa o el que
sirve? ¿No es el que está sentado? Pues Yo estoy en medio de vosotros como
quien sirve.” A esta
enseñanza “sapiencial” responde Cristo con la “parábola en acción” del
lavatorio de los pies, para enseñarles la necesidad de la humildad por
caridad. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |