EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
Cristo en Getsemaní, Mt 26:36-46 (Mc 14:32-42; Lc. 22:40-46). 36 Entonces vino Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní
y les dijo: Sentaos aquí mientras yo voy allá a orar. 37 Y tomando a Pedro y
a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse. 38
Entonces les dijo: Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad
conmigo. 39Y adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando y
diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se
haga como yo quiero, sino como quieres tú. 40 Y viniendo a los discípulos,
los encontró dormidos, y dijo a Pedro: ¿De modo que no habéis podido velar
conmigo una hora? 41 Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu
está pronto, pero la carne es flaca.42 De nuevo, por segunda vez, fue a orar,
diciendo: Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad. 43 Y volviendo otra vez, los encontró dormidos; tenían los ojos
cargados. 44 Dejándolos, de nuevo se fue a orar por tercera vez, diciendo aún
las mismas palabras. 45 Luego vino a los discípulos y les dijo: Dormid ya y
descansad, que se acerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los pecadores. 46 Levantaos, vamos; ya llega el que va a entregarme. COMENTARIO Del Cenáculo fue Jesús con los once apóstoles hacia el
monte de los Olivos, donde había un “huerto” (Juan) llamado Getsemaní. Su
nombre corresponde al aramaico Gathshemani, y
significa lagar de aceitunas o aceites, al estilo de otros muchos, cuyos
vestigios aún se conocen. Debía de ser posesión de algún discípulo o amigo,
pues iba a él “según costumbre” (Lucas-Juan). Llegado allí, mandó a sus discípulos quedarse en un lugar,
mientras El iba a orar. Pero llevó consigo a Pedro, Juan y Santiago, que
aparecen con un carácter de predilección (Marcos 5:37; Lucas 8:51; Mateo
17:1-13, par.). Y estando con ellos, comenzó a “entristecerse” (cf. 14:9; 17:23; 19:12; etc.) y a tener
“tedio” y hastío (cf. Flp 2:26); pero el contexto
exige que en grado muy elevado. Marcos pone otro matiz de “terror” Aparte de estos calificativos, El mismo les
dice a los tres cuál sea su estado de ánimo: “Mi alma está triste hasta la
muerte.” La frase es elíptica y ha de suplirse algo: o “mi alma (yo) está
triste hasta (tener la tristeza que causa) la muerte,” o “mi alma está triste
hasta (desear) la muerte” como liberación. Lo primero tiene un buen paralelo
literario con Jonás (4:9b; 8). Después de manifestar a estos apóstoles su angustia, los
mandó quedarse allí “velando” con El, lo que era orar; recomendación que tres
veces les hará, sin duda a los grupos, ya que por todos miraba con la misma
solicitud de prevenirles contra aquella hora de defección. Esta “tentación”
era la gran tentación “escatológica” en la lucha contra Satán. Iba a ser el
ver al Mesías, que se esperaba en el ambiente judío triunfante, humillado y
prisionero, con el impacto psicológico que causaría, y la consiguiente
“huida” profetizada. El entonces se “adelantó un poco,” “como un tiro de
piedra” (Lucas), término clásico, como unos treinta metros. Y, ya solo, pero
que los tres apóstoles, con la luna llena del mes de Nisán, podían ver, “se
postró (de rodillas) sobre su rostro.” Mateo es el que describe con más
precisión esta actitud de Jesús, que era una de las formas usuales de orar
los judíos. Marcos lo describe diciendo que se “postró” (Gen 17:3; 1
Cor 14:25; Ap 7:11), y Lucas que se puso “de rodillas.” Cada evangelista
trata de expresar a su modo aquella actitud de Jesús, sin que sea posible
establecer cuál responde mejor a la historia. Mateo traduce aquel abatimiento
de dolor espiritual con la máxima postración corporal. El judío normalmente
oraba de pie. Y así, abrumado de dolor, oraba a su Padre que, si era
posible, pasase de El aquel cáliz. Con la palabra cáliz expresaban los judíos la suerte,
buena o mala, que aguardaba a alguno (Sal 11:66; 79:9; Ap 15:7;16). Este cáliz era su pasión y muerte (Mateo 20:22,
par.), pero no sólo en lo físico, sino en lo moral: por el conocimiento
sobrenatural con que veía todos los elementos que entraban en juego en la
obra retentiva. Era la hora en que experimentaba en su humanidad el horrible
dolor de la redención. Por eso, en un primer brote del gemido de la
naturaleza pedía al Padre que, si
fuese posible, pasase de El aquel cáliz de Getsemaní y del Calvario. Pero por
encima de este primer brote del dolor natural estaba su decisión firme de
afrontarlo: que se hiciese la voluntad de su Padre. Lucas destacará la
intensidad de esta oración de Jesús, como se expone en su lugar
correspondiente. Pero con ninguna otra oración mejor que con ésta: “Padre
mío,” — , aunque omite con Lucas el término aramaico
abba' —, se podía dirigir a su padre. Ya que su misión en este mundo era
mostrarse como el Hijo enviado por ese Padre, persona, que siempre estaba
cerrado en su bloque monoteísta de simple divinidad para el judaísmo. “En toda la literatura judía no hay un solo ejemplo en que
se use abba (sin sufijo) refiriéndose a Dios. De Jesús refieren los
evangelios que siempre (con excepción del lamento en la cruz, Marcos 15:34)
se dirigió a Dios con abba (“Padre mío”) 38. En arameo supone un matiz de
intimidad, que ningún judío se hubiese atrevido a usar para dirigirse a Dios.
Supone, pues, en Jesús una relación única. También se pensó si procediese inmediatamente la
invocación “Abba', Padre” del uso litúrgico en alguna iglesia primitiva
bilingüe (Rom 8:15; Gal 4:6). Tres veces deja la angustia de su oración, que duró
aproximadamente “una hora” como de reloj, y viene a los suyos, que encontró
dormidos. Tres veces les pide vigilia de oración, porque el “espíritu,” la
parte noble del nombre, “está pronto” para las nobles protestas de lealtad;
pero la “carne es flaca,” tiene sus compromisos de miedo y de pasión. En el
A.T., el “espíritu” es presentado en cuanto influido por el Espíritu de
Yahvé, mientras la “carne” es el hombre dejado a sus impulsos (Núm 27:16;
Juan 3:6). Y hacía falta superar, con la gracia que lograse aquella oración,
el trágico momento de defección que se acercaba: el escándalo del tremendo
golpe de ver al Mesías prisionero. Pero a la tercera vez que va a ellos y los encuentra
dormidos, y con la llegada del traidor y de su pequeña tropa encima, pues ya
se oían sus pasos cerca (v.47), les dijo: “Dormid ya y descansad, que ya se
acerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado. Levantaos, vamos; ya
llega el que va a entregarme.” El sentido de estas palabras referidas por Mateo-Marcos es
el de un pequeño tono de ironía: “Dormid y descansad” (si podéis). ante lo que ya está encima. “Hay en ello un ligero
reproche, que se podía calificar de irónico, pero de una ironía sin amargura,
sin burla,” o más bien de compasión. El sueño de los discípulos es de
cansancio, pero expresión de ceguera espiritual (Juan 14:9). En el texto Mateo-Marcos se ven dos “fuentes” en este
relato: una es la idea de “hora” y otra la de “vigilancia”. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |